Libro gratis: La Mula del Papa
de Alphonse Daudet


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Cuento


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La Mula del Papa

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Edición física


Fragmento de «La Mula del Papa»

Todos los domingos, concluidas las vísperas, el justo varón iba a requebrarla, y cuando estaba allí arriba sentado al grato sol, con su mula cerca, y en rededor suyo sus cardenales tendidos a la bartola, al pie de las cepas, entonces mandaba destapar un frasco de vino de su cosecha (ese hermoso vino, de color de rubí, conocido desde entonces acá por el nombre de Château—Neuf de los Papas), y lo saboreaba a sorbitos, mirando enternecido a su viña. Consumido el frasco, al caer de la tarde volvíase alegremente a la ciudad, seguido de toda su corte, y al atravesar el puente de Aviñón, en medio de los tamboriles y de las farándulas, su mula, espoleada por la música, emprendía un trotecillo saltarín mientras que él mismo marcaba el paso de la danza con la birreta, lo cual era motivo de escándalo para los cardenales, pero hacía exclamar a todo el pueblo: «¡Ah, qué gran príncipe! ¡Ah, valiente Papa!» Después de su viña de Château—Neuf, lo que más estimaba en el mundo el Papa era su mula. El bendito señor se pirraba por aquel cuadrúpedo. Todas las noches, antes de irse a la cama, iba a ver si estaba cerrada la cuadra, si tenía lleno el pesebre, y jamás abandonaba la mesa sin hacer preparar en su presencia un gran ponche de vino a la francesa, con mucho azúcar y aromas, que él mismo llevaba a su mula, a despecho de las observaciones de los cardenales… Es necesario decir también que la bestia valía la pena. Era una hermosa mula negra salpicada de alazán, firme de piernas, de pelo lustroso, grupa ancha y redonda, que llevaba erguida la enjuta cabecita guarnecida toda ella de perendengues, lazos, cascabeles de plata, borlillas; además de estas buenas cualidades, reunía otras que el Papa no apreciaba menos: era dulce como un ángel, de cándido mirar y con un par de orejas largas en constante bamboleo, que le daban aspecto bonachón… Todo Aviñón la respetaba, y cuando pasaba por las calles no había agasajos que no se le hiciesen, pues todos sabían que ése era el mejor medio de ser bien quisto en la corte, y que con su aire inocente, la mula del Papa había conducido a más de uno a la fortuna. Prueba de ello Tistet Védène y su maravillosa aventura.


11 págs. / 19 minutos.
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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.


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