Una Rebelión de los Dioses

Ambrose Bierce


Cuento


Mi padre era desodorizador de perros muertos; mi madre mantenía el único negocio de carne para gatos en mi ciudad natal. No vivían felices: la diferencia de rango social era un abismo que no podía ser salvado por los votos del matrimonio. Era en verdad una alianza incompatible y desafortunada; y como podría haberse previsto, terminó en desastre. Una mañana, después de las habituales riñas del desayuno, mi padre se levantó de la mesa, tembloroso y pálido de ira, y dirigiéndose a la iglesia, azotó al sacerdote que había llevado a cabo la ceremonia matrimonial. El acto fue generalmente condenado y el sentimiento público se alzó tan fuertemente contra el ofensor, que la gente permitiría antes yacer perros muertos en su propiedad hasta que la fragancia fuera ensordecedora, antes que emplearlo; y las autoridades municipales soportaron que un viejo mastín hinchado exhalase desde una plaza pública una emanación tan clamorosa, que los forasteros de paso suponían para sí que se encontraban en las vecindades de un aserradero. Mi padre era verdaderamente impopular. Durante esos oscuros días, el único sostén de la familia provenía del emporio de comida para gatos de mi madre.

El negocio era lucrativo. En aquella ciudad, que era la más antigua del mundo, el gato era objeto de veneración. Su culto era la religión de la zona. La suma y multiplicación de gatos era una instrucción aritmética permanente. Naturalmente, el desatender los deseos de un gato era castigado con gran severidad en este mundo y en el otro; por lo tanto mi madre contaba con cientos de clientes. Sin embargo, con un esposo improductivo y diecisiete niños, ella tenía algunas dificultades en unir los dos extremos; y al fin la necesidad de incrementar la diferencia entre el precio de costo y el precio de venta de sus mercancías carnales la llevó a un expediente que se revelaría como eminentemente desastroso: concibió la desgraciada idea de vengarse rehu

Fin del extracto del texto

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.
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