La Casa Lúgubre

Charles Dickens


Novela


Introducción
Prefacio a la primera edición (1853)
I. En la Cancillería
II. En el gran mundo
III. Un avance
IV. Filantropía telescópica
V. Una aventura matutina
VI. Por fin en casa
VII. El paseo del fantasma
VIII. Que contiene innumerables pecados
IX. Signos y presagios
X. El amanuense
XI. Nuestro querido hermano
XII. Al acecho
XIII. Relato de Esther
XIV. Presencia
XV. Bell Yard
XVI. Tom-completamente-solo
XVII. Relato de Esther
XVIII. Lady Dedlock
XIX. Avancen
XX. Un nuevo inquilino
XXI. La familia Smallweed
XXII. El señor Bucket
XXIII. Relato de Esther
XXIV. Un caso de apelación
XXV. La señorita Snagsby se lo explica todo
XXVI. Excelentes tiradores
XXVII. Más de un veterano
XXVIII. El maestro fundidor
XXIX. El joven
XXX. Relato de Esther
XXXI. Enfermera y paciente
XXXII. La hora estipulada
XXXIII. Intrusos
XXXIV. Una vuelta de tuerca
XXXV. Relato de Esther
XXXVI. Chesney Wold
XXXVII. Jarndyce contra Jarndyce
XXXVIII. Un combate
XXXIX. Abogado y cliente
XL. Nacional y regional
XLI. En el cuarto del señor Tulkinghorn
XLII. En el despacho del señor Tulkinghorn
XLIII. Relato de Esther
XLIV. La carta y la respuesta
XLV. En fideicomiso
XLVI. Deténgalo
XLVII. Testamento de Jo
XLVIII. Aviso
XLIX. Amistad fiel
L. Relato de Esther
LI. Aclaración
LII. Obstinación
LIII. La pista
LIV. Estalla la bomba
LV. Fuga
LVI. Persecución
LVII. Relato de Esther
LVIII. Un día y una noche de invierno
LIX. Relato de Esther
LX. Perspectiva
LXI. Un descubrimiento
LXII. Otro descubrimiento
LXIII. Hierro y acero
LXIV. Relato de Esther
LXV. Comenzando el mundo
LXVI. Allá en Lincolnshire
LXVII. Final del relato de Esther

Introducción

La Casa lúgubre no es, desde luego, el mejor libro de Dickens, pero quizá sea su mejor novela. Tal distinción no es un mero artificio verbal: no deberíamos dejar de contrastarla con su obra. Esta historia en particular representa el cenit de su madurez intelectual. Madurez no significa necesariamente perfección. Sería absurdo decir que una patata madura es perfecta: a algunas personas les gustan las patatas nuevas. Una patata madura no es perfecta, pero es una patata madura; la mente de un epicúreo inteligente quizá no se encuentre capacitada sobre este asunto en particular, pero la mente de una patata inteligente admitiría al instante, sin duda, ser un espécimen auténtico y completamente desarrollado de su propia especie, ni más ni menos. En cierto grado, sucede lo mismo incluso en la literatura. Podemos intuir cuándo un humano ha llegado a su pleno desarrollo mental, hasta el extremo de desear que nunca lo hubiese alcanzado. Los niños son mucho más simpáticos que las personas mayores, pero el crecimiento es algo que existe. Cuando Dickens escribió La Casa lúgubre, había crecido.

Como Napoleón, levantó su ejército sobre la marcha. Había avanzado al frente de su tropel de enérgicos personajes como lo hizo Napoleón al frente de sus improvisados batallones de la Revolución. Y, como Napoleón, ganó batalla tras batalla antes de conocer su propio plan de campaña; como Napoleón, tenía un ejército victorioso casi antes de tener un ejército. Después de sus decisivas victorias, Napoleón comenzó a poner su casa en orden; después de sus decisivas victorias, Dickens comenzó a poner también su casa en orden. La casa, cuando la hubo arreglado, era La Casa lúgubre.

Hay una cosa en común en casi todas las otras narraciones de Dickens, con la posible excepción de Dombey e hijo. Todas son erráticas; y tienen todo el derecho de serlo. Son erráticas por la muy sen

Fin del extracto del texto

Publicado el 8 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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