El Sueño del Príncipe

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski


Novela



(De los anales de Mordasov)

I

Marya Aleksandrovna Moskalyova es, por supuesto, la primera dama de Mordasov. De esto no cabe la menor duda. Se comporta como si no necesitara de nadie y, por el contrario, como si todos necesitaran de ella. Verdad es que nadie le tiene afecto, mejor aún, que muchos la detestan cordialmente; ello no quita que todos la teman, que es lo que ella quiere. Esto es ya señal de alta política. ¿Por qué, por ejemplo, Marya Aleksandrovna, que es aficionadísima a las habladurías y no pega ojo en toda la noche si la víspera no se ha enterado de algún chisme, por qué sabe conducirse, no obstante, de modo que quien la mire no sospechará que esta grave señora es la chismosa más grande del mundo o por lo menos de Mordasov? Se pensaría más bien que el chismorreo debiera desaparecer en su presencia, que los murmuradores debieran ruborizarse y temblar como escolares ante el señor maestro, y que la conversación debiera versar sólo sobre los temas más elevados. Por ejemplo, ella sabe de algunos vecinos de Mordasov cosas tan sorprendentes y escandalosas que si las contara en ocasión oportuna y las demostrara como ella sabe demostrarlas provocaría en Mordasov un terremoto como el de Lisboa. Sin embargo, es muy discreta en cuanto a esos secretos y los revela sólo en situaciones extremas y sólo a sus amigos mas íntimos. Ella se limita a dar sustos, insinúa que sabe algo y prefiere mantener a ese caballero o aquella dama en estado de terror constante a darles el golpe de gracia. ¡Esto es talento, esto es táctica! Marya Aleksandrovna siempre se ha destacado entre nosotros por su irreprochable comme il faut que todos toman por modelo. En lo tocante a comme il faut no tiene rival en Mordasov. Sabe, por ejemplo, destruir, despedazar, aniquilar a un rival con una sola palabra, de lo cual somos nosotros testigos, a la vez que finge no darse cuenta de lo que ha dicho. Sabido es que tal mo

Fin del extracto del texto

Publicado el 19 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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