Libro gratis: La Rama Torcida
de Elizabeth Gaskell


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Cuento


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La Rama Torcida

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Edición física


Fragmento de «La Rama Torcida»

—¿Tanto han cambiado mis ojos desde la última vez que los viste que tienes que hablarme de ellos de ese modo? —le preguntó—. Preferiría con mucho ver que ayudas a tu madre cuando se le cae la aguja de punto y en la oscuridad no puede recogerla.

Pero Bessy recordaría el hermoso comentario de Benjamin sobre sus ojos mucho tiempo después de que él lo olvidara y no pudiera ya decir de qué color eran. Muchos días bajaba el espejito ovalado de la pared de su alcoba para examinar los ojos que él había alabado, susurrándose: «¡Preciosos ojos grises! ¡Preciosos ojos grises!», hasta que volvía a colgarlo con risa súbita y un ligero rubor.

Cuando Benjamin ya se había marchado a una distancia imprecisa y a un lugar más impreciso aún (la ciudad llamada Londres), Bessy procuró olvidar todo lo que ofendía su idea del afecto y del deber de un hijo para con sus padres, pero había muchas cosas de ese tipo que seguían volviendo a su pensamiento. Por ejemplo, le habría gustado que no hubiese puesto objeciones a las camisas tejidas y hechas a mano que su madre y ella le habían preparado con tanto gusto. Claro que él no podía saber —y en eso insistía el amor de Bessy— con cuánto esmero y uniformidad se había hilado el hilo, ni cómo, no contentas con blanquearlo en el prado más soleado, habían tendido luego el lino al volver del tejedor en la hierba estival, humedeciéndolo con cuidado noche tras noche cuando no había rocío que desempeñara ese buen oficio. Él no sabía (porque no lo sabía nadie más que Bessy) cuántas puntadas largas y sueltas (por culpa de la vista debilitada de su tía, que quería hacer lo más delicado de la costura sola) había deshecho y vuelto a coser ella en su cuarto primorosamente, trabajando a altas horas de la noche. Todo eso no lo sabía él: de otro modo, nunca se habría quejado de la textura basta y de la hechura anticuada de las camisas; ni habría insistido en que su madre le diese parte de sus escasos ahorros de los huevos y la mantequilla para comprarse las últimas prendas de lino en Highminster.


53 págs. / 1 hora, 34 minutos.
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Publicado el 19 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.


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