Libro gratis: Ese Cerdo de Morin
de Guy de Maupassant


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Cuento


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Ese Cerdo de Morin

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Edición física


Fragmento de «Ese Cerdo de Morin»

—¡Señora..., pero, señora!

El tren disminuyó la marcha, y paró. Dos empleados echaron a correr hacia la desesperada joven que cayó en sus brazos, balbuciendo:

—Este hombre me ha querido..., me...

Y se desvaneció. Estaban en la estación de Mauzé. El gendarme de servicio detuvo a Morin. Cuando la víctima de su brutalidad recobró el conocimiento, prestó declaración. La autoridad formalizó su atestado. Y el pobre mercero no pudo regresar a su domicilio hasta la noche, por la tramitación de un juicio por ultraje a las buenas costumbres en un lugar público.

II

—Yo era entonces redactor jefe del Fanal des Charentes, y veía a Morin, todas las noches, en el Café del Comercio. Al día siguiente de su aventura, vino a buscarme, pues no sabía qué hacer. No le oculté mi opinión:

—No eres más que un cerdo. Un caballero no se comporta de esa manera.

Se echó a llorar; su mujer le habla pegado; veía su comercio arruinado, su nombre por el fango, deshonrado, y a sus amigos, indignados, que no lo saludaban ya. Acabó por darme compasión, y llamé a mi colaborador Rivet, un hombre guasón y de buen juicio, para consultarle sobre el caso. Me comprometió para qué fuese a ver al fiscal imperial, que era uno de mis amigos. Le dije a Morin que regresase a su casa, y yo me dirigí a la de ese magistrado. Allí supe que la mujer ultrajada era la señorita Henriette Bonnel, quien acababa de obtener en París su diploma de institutriz y, como no tenía padre, estaba pasando sus vacaciones en casa de sus tíos, unos honrados pequeñoburgueses de Mauzé. Lo que había complicado la situación de Morin era que el tío había presentado una querella contra él. El ministro fiscal estaba dispuesto a echar tierra sobre el asunto, si se retiraba la querella. Y esto era lo que había que conseguir. Volví a casa de Morin. Lo encontré en cama, enfermo de emoción y de pensar. Su esposa, una buena mujer, huesuda y con pelos en la barbilla, lo maltrataba sin descanso. Me condujo a su alcoba, gritándome a la cara:


12 págs. / 22 minutos.
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Publicado el 8 de junio de 2016 por Edu Robsy.


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