Libro gratis: El Gorro de Dormir del Solterón
de Hans Christian Andersen


    Sin votos


Cuento infantil


0


El Gorro de Dormir del Solterón

No hay más información sobre el texto «El Gorro de Dormir del Solterón».


Leer en línea

Descargar PDF

Descargar ePub

Descargar Kindle

Edición dislexia

Enviar a Kindle

Enviar a Pocketbook

Regalar ebook

Edición física

Denunciar libro


Fragmento de «El Gorro de Dormir del Solterón»

En las noches oscuras y lluviosas, la calle aparecía por demás lúgubre y desierta. No había luz; sólo un diminuto farol colgaba en el extremo, frente a una imagen de la Virgen pintada en la pared. Se oía tamborilear y chapotear el agua sobre el cercano baluarte, en dirección a la presa de Slotholm, cerca de la cual desembocaba la calle. Las veladas así resultan largas y aburridas, si no se busca en qué ocuparlas: no todos los días hay que empaquetar o desempaquetar, liar cucuruchos, limpiar los platillos de la balanza; hay que idear alguna otra cosa, que es lo que hacía nuestro viejo Antón: se cosía sus prendas o remendaba los zapatos. Por fin se acostaba, conservando puesto el gorro; se lo calaba hasta los ojos, y unos momentos después volvía a levantarlo, para cerciorarse de que la luz estaba bien apagada. Palpaba el pábilo, apretándolo con los dedos, y luego se echaba del otro lado, volviendo a encasquetarse el gorro. Pero muchas veces se le ocurría pensar: ¿no habrá quedado un ascua encendida en el braserillo que hay debajo de la mesa? Una chispita que quedara encendida, podía avivarse y provocar un desastre. Y volvía a levantarse, bajaba la escalera de mano —pues otra no había— y, llegado al brasero y comprobado que no se veía ninguna chispa, regresaba arriba. Pero no era raro que, a mitad de camino, le asaltase la duda de si la barra de la puerta estaría bien puesta, y las aldabillas bien echadas. Y otra vez abajo sobre sus escuálidas piernas, tiritando y castañeteándole los dientes, hasta que volvía a meterse en cama, pues el frío es más rabioso que nunca cuando sabe que tiene que marcharse. Se cubría bien con la manta, se hundía el gorro de dormir hasta más abajo de los ojos y procuraba apartar sus pensamientos del negocio y de las preocupaciones del día. Mas no siempre conseguía aquietarse, pues entonces se presentaban viejos recuerdos y descorrían sus cortinas, las cuales tienen a veces alfileres que pinchan. ¡Ay!, exclama uno; y se la clavan en la carne y queman, y las lágrimas le vienen a los ojos. Así le ocurría con frecuencia al viejo Antón, que a veces lloraba lágrimas ardientes, clarísimas perlas que caían sobre la manta o al suelo, resonando como acordes arrancados a una cuerda dolorida, como si salieran del corazón. Y al evaporarse, se inflamaban e iluminaban en su mente un cuadro de su vida que nunca se borraba de su alma. Si se secaba los ojos con el gorro, quedaban rotas las lágrimas y la imagen, pero no su fuente, que brotaba del corazón. Aquellos cuadros no se presentaban por el orden que habían tenido en la realidad; lo corriente era que apareciesen los más dolorosos, pero también acudían otros de una dulce tristeza, y éstos eran los que entonces arrojaban las mayores sombras.


14 págs. / 25 minutos.
147 visitas.
Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.


Valoraciones


Este texto no ha recibido aún ninguna valoración.


Para valorar «El Gorro de Dormir del Solterón» es necesario identificarse en textos.info.


Libros más populares de Hans Christian Andersen

157 libros publicados.


El Soldadito de Plomo, de Hans Christian Andersen
El Ruiseñor, de Hans Christian Andersen
La Reina de las Nieves, de Hans Christian Andersen
El Ave Fénix, de Hans Christian Andersen
El Ángel, de Hans Christian Andersen
El Niño en la Tumba, de Hans Christian Andersen
La Sirenita, de Hans Christian Andersen
Los Días de la Semana, de Hans Christian Andersen
Ver todos los libros