Los Huéspedes

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—El paisaje que se ve desde nuestras ventanas es verdaderamente encantador —dijo Anabel—; esos huertos de cerezos y esos prados verdes, y el río que serpentea a lo largo del valle, y la torre de la iglesia asomándose entre los olmos, todo eso hace una verdadera pintura. Hay algo aquí terriblemente soñoliento y lánguido, sin embargo; el estancamiento parece ser la nota dominante. Nunca pasa nada; tiempo de sembrar y de cosechar, una ocasional epidemia de sarampión o una tempestad moderadamente destructiva, y un poco de excitación por las elecciones más o menos una vez cada cinco años, eso es todo lo que tenemos para alterar la monotonía de nuestras existencias. ¿Más bien horrible, no es cierto?

—Por el contrario —dijo Matilde— me parece suave y reposado; pero, por supuesto, tú sabes que yo he vivido en países en los que sí pasan cosas, muchísimas al mismo tiempo, cuando uno no está preparado para que pasen todas a la vez.

—Eso, por supuesto, es algo distinto —dijo Anabel.

—No podría olvidar —dijo Matilde—, la vez que el Obispo de Bequar nos hizo una visita inesperada; iba a poner la primera piedra de la casa de una misión o algo por el estilo.

—Yo pensaba que allá ustedes estaban siempre preparados para que les cayeran huéspedes de emergencia —dijo Anabel.

—Yo estaba totalmente preparada para media docena de obispos —dijo Matilde—; pero lo desconcertante fue descubrir, después de conversar un poco, que éste en particular era un primo lejano mío de una rama de la familia que se había peleado amarga y ofensivamente con la mía por un servicio de postre Crown Derby; ellos se habían quedado con él, y nosotros debíamos tenerlo en virtud de no se qué legado, o más bien, nosotros lo teníamos y ellos debían tenerlo, ya no me acuerdo cuál de las dos cosas; de todos modos, sé que ellos se portaron vergonzosamente. Y ahora me llegaba uno en olor de santidad, como quien

Fin del extracto del texto

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.
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