Libro gratis: El Relato del Cazador Quatermain
de Henry Rider Haggard


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El Relato del Cazador Quatermain

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Edición física


Fragmento de «El Relato del Cazador Quatermain»

Ante estas palabras, la joven dama, que era muy bonita, pareció apaciguada.

—Esto es espantoso —intervine a mi vez—. Nosotros pedimos pan y usted nos da una piedra, señor Quatermain. Al menos, lo que puede hacer es contarnos la historia de esos colmillos de elefante y la cornamenta del búfalo colgados en esa pared.

—Temo ser un mal narrador —se defendió el viejo cazador—, pero si perdonan mi falta de habilidad, me encantará contarles, no la historia de esos colmillos, toda vez que forman parte de nuestro viaje a las minas del rey Salomón, sino la de la cornamenta del búfalo, de lo que hace ya diez años.

—¡Bravo, Quatermain! —aprobó sir Henry—. Estaremos encantados. ¡Dispare! Y antes llénese la copa.

El cazador lo hizo, tomó un sorbo del clarete y empezó:

Hace unos diez años me hallaba cazando en el interior de África, en un paraje llamado Gatgarra, no muy lejos del río Chobe. Tenía conmigo a cuatro sirvientes nativos, a saber, un conductor y un voorlooper o guía de los bueyes, nativos del país de Matabelele; un hotentote llamado Hans, que había sido esclavo de un bóer del Transvaal; y un cazador zulú que por espacio de cinco años me había acompañado en mis viajes, cuyo nombre era Mashune. Cerca de Gatgarra encontré un estupendo paraje, semejante a un parque, donde la hierba era excelente, considerando la época del año; levanté allí un pequeño campamento o cuartel general, desde donde emprender las expediciones en busca de caza, especialmente elefantes. Mi suerte, no obstante, fue pésima, y conseguí muy poco marfil. Sin embargo, me sentí contento cuando unos nativos me notificaron que una gran manada de elefantes se estaba alimentando en un valle situado a unas treinta millas de distancia. Al principio, pensé descender por el valle, carromato y todo, pero abandoné esta idea al enterarme de que el valle estaba infestado por la terrible mosca tsé-tsé, que es mortal para todos los animales, salvo el hombre, los burros y la caza salvaje. Por consiguiente, y a regañadientes, decidí dejar el carromato a cargo del líder y del conductor matabele, y emprender la marcha hacia la maltrecha región, acompañado solamente por el hotentote Hans y Mashune.


20 págs. / 35 minutos.
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Publicado el 6 de enero de 2018 por Edu Robsy.


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