Cuento para la Noche de Reyes

Jean Lorrain


Cuento infantil


Cuando la reina Imogine supo que la princesa Neigefleur no estaba muerta, que el lazo de seda que ella misma le había anudado alrededor del cuello no la había estrangulado sino a medias y que los gnomos del bosque habían recogido aquel dulce cuerpo letárgico en un ataúd de cristal y, lo que es peor, que lo guardaban invisible en una gruta mágica, entró en estado de cólera: se irguió tensa en la silla de cedro en la que soñaba, sentada en la habitación más alta de la torre, desgarró en toda su longitud la pesada dalmática de brocado amarillo enriquecido con lirios y follajes de perlas, rompió contra el suelo el espejo de acero que acababa de comunicarle la odiosa noticia y, agarrando de mala manera por una pata trasera al sapo encantado que le servía para sus maleficios, lo lanzó con toda su fuerza al fuego de la chimenea donde hizo frisst, grisst, prisst y se evaporó como una hoja seca.

Tras lo cual, algo calmada, abrió las hojas del alto ventanal cuyos enrejados de plomo contenían enanos tocando la trompa, y se asomó para ver la campiña. Estaba completamente cubierta de nieve y, en el aire frío de la noche, los lentos copos diseminados como guata, cubrían todo el horizonte con un extraño armiño cuyas manchas invertidas habrían sido blancas sobre un fondo negro. Un gran resplandor rojizo coloreaba la nieve al pie de la torre; la reina sabía que era el fuego de las cocinas, de las cocinas regias donde los cocineros preparaban el festín para la noche, pues todo transcurría el domingo mismo de la Epifanía y había una gran fiesta en el castillo; y la malvada reina Imogine no pudo reprimir una sonrisa en la negrura de su alma, pues sabía que, en esos momentos, se estaba asando para la mesa del rey un maravilloso pavo en el que ella había reemplazado traidoramente el hígado por un revoltillo de huevos de lagarto y de beleño, horrible fármaco que debía acabar de enajenar la mente del viejo monarca y alejar para si

Fin del extracto del texto

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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