que penetran en mis entrañas usurpando ese rincón por mi perfumado.
No oso disuadir esos malos instintos que se apoderan de mis células grises y
mis ahora descontrolados deseos. No despierta mi sensatez, mi cordura envuelta
en nubes grises ya no reacciona ante los delirios de saciar mi venganza. Ando
maldiciendo entonces, planificando y recreándome en mis maléficos planes. Las
tinieblas de mis deseos no tiene límites y la enfermedad del odio me embriaga.
No sé, ni quiero detener mis deseos, ni retrasar mi cruzada, mi daga está
dispuesta y nadie podrá evitar que la sangre de letras que he escrito en mi
costado, me haga olvidar el día señalado, ni habrá escapatoria de realizar lo
acorado. Llega el día, mis manos y piernas no flaquean, estoy plenamente
abducido por mi futuro pecado. Me deslizo con cautela sin mirar a ningún lado,
por no despertar sospechas de mis intenciones y con ropaje adecuado, me
presento en la escena que mis deseos han soñado. Mi arma oculta bajo mi
chaqueta anda deseosa de dar el gran corte justiciero al villano, más llegado
el momento nada de eso ocurre, la sensatez se revuelve y aparece en ese mismo
instante. Mi mano en un acto desesperado se pasea por mi cuello de lado a lado.
Mi vida se escapa, pero mi alma queda a salvo.
Reseñas
Este texto no ha recibido aún ninguna valoración.
Se incorporó a textos.info el 7 de mayo de 2016 por Jordi Cabré Carbó.
Título visto 8 veces.
1 página / Tiempo de lectura aproximado: 1 minuto.