La Moza del Cántaro

Lope de Vega Carpio


Teatro, Comedia



PERSONAS

El Conde
Don Juan
Don Diego
Fulgencio, galanes
Don Bernardo, viejo
Pedro
Martín
Lorenzo
Bernal, lacayos
Doña María, dama
Doña Ana, viuda
Lüisa
Leonor
Juana, criadas
Un Alcaide
Un Indiano
Un Mesonero
Un Mozo de Mulas
Músicos.—Lacayos
Acompañamiento

La escena es en Ronda, en Adamuz y Madrid

ACTO PRIMERO

Sala en casa de don Bernardo, en Ronda.

ESCENA PRIMERA

Doña María y Lüisa, con unos papeles

LUISA

Es cosa lo que ha pasado
Para morirse de risa.

DOÑA MARÍA

¿Tantos papeles, Lüisa,
Esos Narcisos te han dado?

LUISA

¿Lo que miras dificultas?

DOÑA MARÍA

¡Bravo amor, brava fineza!

LUISA

No sé si te llame alteza
Para darte estas consultas.

DOÑA MARÍA

Á señoría te inclina,
Pues entre otras partes graves,
Tengo deudo, como sabes,
Con el duque de Medina.

LUISA

Es título la belleza
Tan alto, que te podría
Llamar muy bien señoría,
Y aspirar, Señora, á alteza.

DOÑA MARÍA

¡Lindamente me conoces!
Dasme por la vanidad.

LUISA

No es lisonja la verdad,
Ni las digo, así te goces.
No hay en Ronda ni en Sevilla
Dama como tú.

DOÑA MARÍA

Yo creo,
Lüisa, tu buen deseo.

LUISA

Tu gusto me maravilla.
Á ninguno quieres bien.

DOÑA MARÍA

Todos me parecen mal.

LUISA

Arrogancia natural
Te obliga á tanto desdén.—
Éste es de don Luis.

DOÑA MARÍA

Lo leo
Sólo por cumplir contigo.

LUISA

Yo soy de su amor testigo.

DOÑA MARÍA

Y yo de que es necio y feo.

(Lee.) «Considerando conmigo á solas,
señora doña María...»

No leo. (Rompe el papel.)

LUISA

¿Por qué?

DOÑA MARÍA

¿No ves
Que comienza alguna historia,
Ó que quiere en la memoria
De la muerte hablar después?

LUISA

Éste es de don Pedro.

DOÑA MARÍA

Muestra.

LUISA

Yo te aseguro que es tal,
Que no te parezca mal.

DOÑA MARÍA

¡Bravos rasgos! ¡Pluma diestra!

(Lee.) «Con hermoso, si bien severo,
no dulce, apacible sí rostro, señora
mía, mentida vista me miró vuestro
desdén, absorto de toda humanidad, rígido
empero, y no con lo brillante solícito,
que de candor celeste clarifica vuestra
faz, la hebdómada pasada.»

¿Qué receta es ésta, di? (Rómpele.)
Qué médico te la dió?

LUISA

Pues ¿no entiendes culto?

DOÑA MARÍA

¿Yo?
¿Habla de aciértame aquí?

LUISA

Hazte boba, por tu vida.
¿Puede nadie ser discreto
Sin que envuelva su conceto
En invención tan lucida?

DOÑA MARÍA

¿Ésta es lucida invención?
Ahora bien, ¿hay más papel?

LUISA

El de don Diego, que en él
Se cifra la discreción.

DOÑA MARÍA

(Lee.) «Si yo fuera tan dichoso como
vuestra merced hermosa, hecho estaba
el partido.»

¿Qué es partido? No prosigo. (Rómpele.)

LUISA

¿Qué nada te ha de agradar?

DOÑA MARÍA

Pienso que quiere jugar
Á la pelota conmigo.
Lüisa, en resolución,
Yo no tengo de querer
Hombre humano.

LUISA

¿Qué has de hacer,
Si todos como éstos son?

DOÑA MARÍA

Estarme sola en mi casa.
Venga de Flandes mi hermano,
Pues siendo tan rico, en vano
Penas inútiles pasa.
Cásese, y déjeme á mí
Mi padre; que yo no veo
Dónde aplique mi deseo
De cuantos andan aquí,
Codiciosos de su hacienda;
Que, si va á decir verdad,
No quiere mi vanidad
Que cosa indigna le ofenda.
Nací con esta arrogancia.
No me puedo sujetar,
Si es sujetarse el casar.

LUISA

Hombres de mucha importancia
Te pretenden.

DOÑA MARÍA

Ya te digo
Que ninguno es para mí.

LUISA

Pues ¿has de vivir ansí?

DOÑA MARÍA

¿Tan mal estaré conmigo?
Joyas y galas ¿no son
Los polos de las mujeres?
Si á mí me sobran, ¿qué quieres?

LUISA

¡Qué terrible condición!

DOÑA MARÍA

Necia estás. No he de casarme.

LUISA

Si tu padre ha dado el sí,
¿Qué piensas hacer de ti?

DOÑA MARÍA

¿Puede mi padre obligarme
Á casar sin voluntad?

LUISA

Ni tú tomarte licencia
Para tanta inobediencia.

DOÑA MARÍA

La primera necedad
Dicen que no es de temer,
Sino las que van tras ella,
Pretendiendo deshacella.

LUISA

Los padres obedecer
Es mandamiento de Dios.

DOÑA MARÍA

¿Ya llegas á predicarme?

LUISA

Nuño acaba de avisarme
Que estaban juntos los dos...

DOÑA MARÍA

¿Quién?

LUISA

Mi señor y don Diego.

DOÑA MARÍA

¿Qué importa que hablando estén,
Si no me parece bien,
Y le desengaño luego?

LUISA

Y don Luis ¿no es muy galán?

DOÑA MARÍA

Tal salud tengas, Lüisa.
Muchas se casan aprisa,
Que á llorar despacio van.

LUISA

Ésa es dicha, y no elección;
Que mirado y escogido
Salió malo algún marido,
Y otros sin ver, no lo son.
Que si son por condiciones
Los hombres buenos ó malos,
Muchas que esperan regalos,
Encuentran malas razones.
Pero en don Pedro no creo
Que haya más que desear.

DOÑA MARÍA

Sí hay, Lüisa...

LUISA

¿Qué?

DOÑA MARÍA

No hallar
Á mi lado hombre tan feo.

LUISA

Mil bienes me dicen dél,
Y tú sola dél te ríes.

DOÑA MARÍA

Lüisa, no me porfíes;
Que éste es don Pedro el Cruel.

LUISA

Tu desdén me maravilla.

DOÑA MARÍA

Pues ten por cierta verdad
Que es rey de la necedad,
Como el otro de Castilla.

LUISA

Don Diego está confiado;
Joyas te ha hecho famosas.

DOÑA MARÍA

¿Joyas?

LUISA

Y galas costosas;
Hasta coche te ha comprado.

DOÑA MARÍA

Don Diego de noche y coche.

LUISA

¡De noche un gran caballero!

DOÑA MARÍA

Mas ¡ay Dios! que no le quiero
Para don Diego de noche.
Otra le goce, Lüisa,
No yo. ¡De noche visiones!

LUISA

Oigo unas tristes razones.

DOÑA MARÍA

Volvióse en llanto la risa.
¿No es éste mi padre?

LUISA

Él es.

ESCENA II

Don Bernardo, de hábito de Santiago, con un lienzo en los ojos.—Dichas

DON BERNARDO

¡Ay de mí!

DOÑA MARÍA

Señor, ¿qué es esto?
Vos llorando y descompuesto,
¡Y yo no estoy á esos pies!
¿Qué tenéis, padre y señor,
Mi solo y único bien?

DON BERNARDO

Vergüenza de que me ven
Venir vivo y sin honor.

DOÑA MARÍA

¿Cómo sin honor?

DON BERNARDO

No sé.
Déjame, por Dios, María.

DOÑA MARÍA

Siendo vos vida en la mía,
¿Cómo dejaros podré?
¿Habéis acaso caído?
Que los años muchos son.

DON BERNARDO

Cayó toda la opinión
Y nobleza que he tenido.
No es de los hombres llorar;
Pero lloro un hijo mío
Que está en Flandes, de quien fío
Que me supiera vengar.
Siendo hombre, llorar me agrada;
Porque los viejos, María,
Somos niños desde el día
Que nos quitamos la espada.

DOÑA MARÍA

Sin color, y el alma en calma,
Os oigo, padre y señor;
Mas ¿qué mucho sin color,
Si ya me tenéis sin alma?
¿Qué había de hacer mi hermano?
¿De quién os ha de vengar?

DON BERNARDO

Hija, ¿quiéresme dejar?

DOÑA MARÍA

Porfías, Señor, en vano.
Antes de llorar se causa
La excusa, pero no agora;
Que siempre quiere el que llora
Que le pregunten la causa.

DON BERNARDO

Don Diego me habló, María...
Contigo casarse intenta...
Respondíle que tu gusto
Era la primer licencia,
Y la segunda del Duque.
Escribí, fué la respuesta
No como yo la esperaba;
Que darte dueño quisieran
Estas canas, que me avisan
De que ya mi fin se cerca.
Puse la carta en el pecho,
Lugar que es bien que le deba;
Que llamarme deudo el Duque
Fué de esta cruz encomienda.
Vino á buscarme don Diego
Á la Plaza (¡nunca fuera
Esta mañana á la Plaza!),
Y con humilde apariencia
Me preguntó si tenía
(Aunque con alguna pena)
Carta de Sanlúcar. Yo
Le respondí que tuviera
Á dicha poder servirle:
Breve y bastante respuesta.
Dijo que el Duque sabía
Su calidad y nobleza;
Que le enseñase la carta,
Ó que era mía la afrenta
De la disculpa engañosa.
Yo, por quitar la sospecha,
Saqué la carta del pecho,
Y turbado leyó en ella
Estas razones, María.—
Quien tal mostró, que tal tenga.—

«Muy honrado caballero
Es don Diego; pero sea
El que ha de ser vuestro yerno
Tal, que al hábito os suceda
Como á vuestra noble casa.»

Entonces don Diego, vuelta
La color en nieve, dice,
Y de ira y cólera tiembla:
«Tan bueno soy como el Duque.»
Yo con ira descompuesta
Respondo: «Los escuderos,
Aunque muy hidalgos sean,
No hacen comparación
Con los príncipes; que es necia.
Desdecíos, ó le escribo
Á don Alonso que venga
Desde Flandes á mataros.»
Aquí su mano soberbia...
Pero prosigan mis ojos
Lo que no puede la lengua.
Déjame; que tantas veces
Una afrenta se renueva,
Cuantas el que la recibe
Á el que la ignora la cuenta.
Herrado traigo, María,
El rostro con cinco letras,
Esclavo soy de la infamia,
Cautivo soy de la afrenta.
El eco sonó en el alma;
Que si es la cara la puerta,
Han respondido los ojos,
Viendo que llaman en ella.
Alcé el báculo... Dijeron
Que lo alcancé... no lo creas;
Que mienten á el afrentado,
Pensando que le consuelan.
Prendióle allí la justicia,
Y preso en la cárcel queda:
¡Pluguiera á Dios que la mano
Desde hoy estuviera presa!
¡Ay, hijo del alma mía!
¡Ay, Alonso! ¡Si estuvieras
En Ronda! Pero ¿qué digo?
Mejor es que yo me pierda.
Salid, lágrimas, salid...
Mas no es posible que puedan
Borrar afrentas del rostro,
Porque son moldes de letras,
Que aunque se aparta la mano,
Quedan en al alma impresas. (Vase.)

ESCENA III

Doña María, Lüisa

LUISA

Fuése.

DOÑA MARÍA

Déjame de suerte
Que no pude responder.

LUISA

Vé tras él; que puede ser
Que intente darse la muerte,
Viendo perdido su honor.

DOÑA MARÍA

Bien dices: seguirle quiero;
Que no es menester acero
Adonde sobra el valor. (Vanse.)

ESCENA IV

Cuarto en la cárcel de Ronda.

Don Diego, Fulgencio

FULGENCIO

La razón es un espejo
De consejos y de avisos.

DON DIEGO

En los casos improvisos
¿Quién puede tomar consejo?

FULGENCIO

Los años de don Bernardo
Os ponen culpa, don Diego.

DON DIEGO

Confieso que estuve ciego.

FULGENCIO

Es don Alonso gallardo
Y gran soldado.

DON DIEGO

Ya es hecho,
Y yo me sabré guardar.

FULGENCIO

Un consejo os quiero dar
Para asegurar el pecho.

DON DIEGO

¿Cómo?

FULGENCIO

Que dejéis á España
Luego que salgáis de aquí.

DON DIEGO

¿Á España, Fulgencio?

FULGENCIO

Sí;
Porque será loca hazaña
Que á don Alonso esperéis;
Que, fuera de la razón
Que él tiene en esta ocasión,
Pocos amigos tendréis.
Toda Ronda os pone culpa.

DON DIEGO

Claro está, soy desdichado...
Pues el haberme afrentado
Era bastante disculpa.

FULGENCIO

Mostraros la carta fué
Yerro de un hombre mayor.

DON DIEGO

En los lances del honor
¿Quién hay que seguro esté?

FULGENCIO

El tiempo suele curar
Las cosas irremediables.

ESCENA V

El Alcaide de la Cárcel, con barba y bastón.—Dichos

ALCAIDE (á don Diego)

Una mujer está aquí
Que quiere hablaros.

DON DIEGO

Dejadme,
Fulgencio, si sois servido.

FULGENCIO

Á veros vendré á la tarde. (Vase.)

ALCAIDE

Llegó á la puerta cubierta;
Pedíle que se destape,
Y dijo que no quería.
Parecióme de buen talle
Y cosa segura; en fin,
Gustó de que la acompañe
Á vuestro aposento.

DON DIEGO

Que entre
La decid, y perdonadme;
Que es persona principal,
Si es quien pienso.

ALCAIDE

En casos tales
Se muestra el amor. (Vase.)

(Dentro. Entrad.)

ESCENA VI

Doña María, cubierta con su manto.—Don Diego.

DON DIEGO

¡Sola, mi señora, á hablarme,
Y en parte tan desigual
De vuestra persona y traje!

DOÑA MARÍA

Dan ocasión los sucesos
Para desatinos tales.

DON DIEGO

Descubríos, por mi vida,
Advirtiendo que no hay nadie
Que aquí pueda conoceros.

DOÑA MARÍA

Yo soy.

DON DIEGO

Pues ¡vos en la cárcel!

DOÑA MARÍA

El amor que me debéis
Desta manera me trae;
Que agradecida del vuestro,
Me fuerza á que me declare.
Á pediros perdón vengo,
Y á que no pase adelante
Este rigor, pues el medio
De hacer estas amistades
Es el casarnos los dos;
Que cuando á saber alcance
Don Alonso que soy vuestra,
No tendrá de qué quejarse.
Con esto venganzas cesan,
Que suelen en las ciudades
Engendrar bandos, de quien
Tan tristes sucesos nacen.
Vos quedaréis con la honra
Que es justo y que Ronda sabe,
Satisfecho el señor Duque,
Desenojado mi padre,
Y yo con tan buen marido,
Que pueda mi casa honrarse
Y don Alonso mi hermano.

DON DIEGO

¿Quién pudiera sino un ángel,
Señora doña María,
Hacer tan presto las paces?
Vuestro gran entendimiento,
Y divino en esta parte,
Ha dado el mejor remedio
Que pudiera imaginarse.
No le había más seguro,
Y sobre seguro, fácil,
Para que todos quedemos
Honrados cuando me case.
No será mucha licencia
Que á el altar dichoso abrace,
Sagrado de mis deseos,
Donde está amor por imagen,
Pues ya decís que sois mía.

DOÑA MARÍA

Quien supo determinarse
Á ser vuestra, no habrá cosa
Que á vuestro gusto dilate.
Confirmaré lo que digo
Con los brazos.—Muere, infame.

(Al abrazarle, saca una daga y dale con
ella.
)

DON DIEGO

¡Jesus! ¡Muerto soy! ¡Traición!

DOÑA MARÍA

¡En canas tan venerables
Pusiste la mano, perro!
Pues estas hazañas hacen
Las mujeres varoniles.
Yo salgo.—¡Cielo, ayudadme! (Vase.)

ESCENA VII

Fulgencio.—Don Diego, moribundo

FULGENCIO

Paréceme que he sentido
Una voz, y que salió
Esta mujer que aquí entró
(Que no sin sospecha ha sido)
Más turbada y descompuesta
Que piden casos de amor.—
No fué vano mi temor.
¡Don Diego!... ¿Qué sangre es ésta?

DON DIEGO

Matóme doña María,
La hija de don Bernardo.

FULGENCIO

¡Alcaide! ¡Gente! ¿Qué aguardo?

(Ap. Mas cosa injusta sería
Ocasionar su prisión.
Esperar que salga quiero;
Que esto ya es hecho.)

DON DIEGO

Yo muero
Con razón, aunque á traición.
Muy justa venganza ha sido,
Por fiarme de mujer.
Mas no la dejéis prender.

FULGENCIO

Yo pienso que habrá salido.
Pero ¿por qué no queréis
Que la prendan?

DON DIEGO

Ha vengado
Las canas de un padre honrado.
Esto en viéndole diréis...
Y que yo soy, cuanto á mí,
Su yerno, pues se casó
Conmigo, aunque me mató
Cuando los brazos la dí.
Con esto vuelvo á su fama
Lo que afrentarla pudiera.

FULGENCIO

Toda la cárcel se altera.
Quiero buscar esta dama.

(Se lleva á don Diego.)

ESCENA VIII

Una calle de Madrid.

El Conde, Don Juan

CONDE

¡Hermosa viuda, don Juan!
No he visto cosa más bella.

DON JUAN

Con razón, Conde, por ella
Esos desmayos os dan.

CONDE

¿Hay tal gracia de monjil?
Que es de azabache, repara,
Imagen, menos la cara
Y manos, que son marfil.

DON JUAN

Vos tenéis un gran sugeto
Para versos.

CONDE

No he pensado
Meterme en ese cuidado;
Que pienso andar más discreto.

DON JUAN

¿Cómo?

CONDE

Remitirme á el oro,
Que es excelente poeta.

DON JUAN

Dicen que es rica y discreta:
Guardadle más el decoro.

CONDE

¿Fué vuestro criado allá?

DON JUAN

Con una criada habló,
Y á estas horas pienso yo
Que bien informado está.

CONDE

Mejor entre sus iguales
Suele hablar más libremente
Este género de gente.

ESCENA IX

Martín.—Dichos

DON JUAN

¿Qué hay, Martín? Contento sales.

MARTÍN

Servir á el Conde deseo.

CONDE

Yo estimo tu buen amor.

MARTÍN

Hablé con la tal Leonor,
Como si fuera en mi empleo,
Estando en larga oración
La retórica lacaya,
Y ella, á manera de maya,
Serena toda facción.
Díjela que me tenía
Sin alma Leonor la bella;
Que hacía un mes que la huella
De sus chinelas seguía;
Y que bailando en el río
De la castañeta al son,
Me entró por el corazón
Y por toda el alma el brío.
Cuando ya la tuve tierna,
Pregunté la condición
De su ama, y la razón
De estado que la gobierna.
Dijo que era principal,
Con deudos de gran valor,
Y que tenía su honor,
Desde que enviudó, cabal.
Que era rica y entendida,
Y no de su casa escasa,
Si bien no entraba en su casa
Ni aun sombra de alma nacida.
Que el parecer recatada
Era todo su cuidado,
Y díjome que había estado
Sólo dos meses casada;
Porque su noble marido,
De enamorado, murió.

CONDE

No envidio la muerte yo,
La causa sí.

DON JUAN

Necio ha sido,
Pues tanto tiempo tenía.

MARTÍN

Poca edad y mucho amor,
Toda la vida, Señor,
Remiten á solo un día.

CONDE

¿Cómo trae tan pequeñas
Tocas?

DON JUAN

Más hermosa está.

MARTÍN

Porque las largas son ya
Para beatas y dueñas.
Y las cortas en la corte
No se traen sin ocasión.

CONDE

¿Qué ocasión dará razón
Que para disculpa importe?

MARTÍN

Muriósele á una casada
Su marido, y no quedó
Muy triste, pues le envolvió,
Como si fuera pescada,
En un pedazo de anjeo;
Y sin que cumpliese manda,
Con largas tocas de Holanda
Salió vertiendo poleo
En un reverendo coche.
Pero el muerto, mal contento,
Del sepulcro á su aposento
Se trasladó aquella noche,
Y díjole: «¡Vos Holanda,
Y yo anjeo, picarona!
¿No mereció mi persona
Una sábana más blanda?»
Esto diciendo, el difunto
En las tocas se envolvió,
Y el anjeo le dejó:
Ocasión desde aquel punto
Con que sin tocas las veo;
Y cuerdo temor ha sido,
Porque no vuelva el marido
Á dejarlas el anjeo.

CONDE

Cuanto la licencia alargas,
La obligación disimulas.

MARTÍN

Señor, en dueñas y en mulas
Están bien las tocas largas.

CONDE

Mucha honestidad promete,
Y es decoro justo y santo.

MARTÍN

Una viuda con un manto
Es obispo con roquete.
Fuera de esto, aquel estar
Siempre en una misma acción
No mueve la inclinación
Que el traje suele obligar.
Ver siempre de una manera
Á una mujer es cansarse.

CONDE

Pues ¿puede el rostro mudarse?

MARTÍN

Pues ¿no se muda y altera,
Mudando el traje, el semblante?

DON JUAN

Conde, Martín dice bien;
Porque el varïar tan bien
Da novedad á el amante.

MARTÍN

De mi condición advierte
Que me pudren las pinturas,
Porque siempre las figuras
Están de una misma suerte.
¿Qué es ver levantar la espada
En una tapicería
Á un hombre, que en todo un día
No ha dado una cuchillada?
Qué es ver á Susana estar
Entre dos viejos desnuda,
Y que ninguno se muda
Á defender ni á forzar?
Linda cosa es la mudanza
Del traje.

CONDE

La viuda, en fin,
¿Es conversable, Martín?

MARTÍN

No me quitó la esperanza,
Si entráis con algún enredo;
Que dice que da lugar
Que la puedan visitar.

CONDE

Yo le buscaré, si puedo.

DON JUAN

Como visto no te hubiera,
Fácil remedio se hallara.

CONDE

Si en que me ha visto repara,
Fingirme enojarla fuera.
Llama; que yo he prevenido
Con que me pueda creer.

DON JUAN

No lo echemos á perder.

CONDE

No puedo estar más perdido. (Vanse.)

ESCENA X

Sala en casa de doña Ana.

El Conde, Don Juan, Martín; y luego, Doña Ana, de viuda; Leonor y Juana

MARTÍN

Ya te ha visto: á verte sale.
No le has parecido mal.

CONDE

¿Hay jazmín, rosa y cristal
Que á la viudilla se iguale?

(Salen doña Ana, de viuda, Leonor y Juana.)

DOÑA ANA

Novedad me ha parecido;
Vueseñoría perdone.

CONDE

No hay novedad que no abone
El deseo que he tenido
De serviros, si yo fuese,
Para que no os cause enojos,
Tan dichoso en vuestros ojos,
Que serviros mereciese.

DOÑA ANA

Leonor, sillas.

MARTÍN (ap. á don Juan)

No va mal,
Pues piden sillas.

DON JUAN

Martín,
La viudilla es serafín
De perlas y de coral.

MARTÍN

¿Agrádate á ti también?

DON JUAN

Á esa pregunta responde
Que está enamorado el Conde,
Y yo no.

MARTÍN

Dices muy bien.

DOÑA ANA

¿Quién es este caballero?

CONDE

Mi primo don Juan.

DOÑA ANA

Señor,
Perdonad.

DON JUAN

No ha sido error.
Hablad; que estorbar no quiero.

DOÑA ANA

Vos no podéis estorbar,
Ni aquí tendréis ocasión.

DON JUAN

No lo mandéis.

DOÑA ANA

Es razón.

DON JUAN

No me tengo de sentar.

DOÑA ANA

Ahora bien, yo no porfío.

DON JUAN

Decísme que necio soy.

CONDE

Oidme.

DOÑA ANA

Oyéndoos estoy.

DON JUAN

Por lo mismo me desvío.

CONDE

Señora, aunque os he mirado
Mil veces sin conoceros,
Antes que viniera á veros
Tuve de veros cuidado.
Vuestro esposo, que Dios tiene,
Era mi amigo: jugamos
Una noche; comenzamos
Por una rifa, que viene
Á ser, como en los amores,
La tercera que concierta,
Ó á lo menos que dispierta
El gusto á los jugadores.
Perdió, picóse, sacó
Unos escudos, y luego,
Terciando mi primo el juego,
Cuatro sortijas perdió.
Mas vamos á lo que importa.

DOÑA ANA

Esas sortijas eché
Menos: pesadumbre fué
(Tan mal amor se reporta),
Porque vine á sospechar
Que á alguna dama las dió.

DON JUAN (ap. á Martín)

Bien la mentira salió.

MARTÍN

¿Hay cosa como atinar
Las sortijas que faltaron?

DON JUAN

Hay dichosos en mentir.

MARTÍN

Á cuantas supe decir,
Con el hurto me pescaron.
No he mentido sin que luego
No se me echase de ver.

CONDE

Así se vino á encender
Con esta pérdida el juego,
Que perdió seis mil ducados
Sobre palabra segura,
De que tengo una escritura.

DOÑA ANA

Más enredos y cuidados
Que días vivió conmigo
Don Sebastián me dejó.
¿Seis mil ducados?

CONDE

Si yo
Basto, que soy quien lo digo,
Y los testigos presentes.

MARTÍN

Al firmarla estuve allí
Tan presente como aquí.

DON JUAN (ap. á Martín)

¡Con qué desvergüenza mientes!

MARTÍN

¡Qué gracia! El buen mentidor
Ha de ser, señor don Juan,
Descarado á lo truhán,
Y libre á lo historiador.

DOÑA ANA

Pensé que vueseñoría
Me venía hacer merced.

CONDE

Que os he de servir creed;
Que ésa fué la intención mía.
No os dé pena la escritura,
Puesto que fué de mayor;
Que no tiene mal fiador
La paga en vuestra hermosura.

MARTÍN (ap. á don Juan)

¿Hay oficial de escritorios
Que encaje el marfil ansí?

DON JUAN

En amando, para mí
Son los engaños notorios.

MARTÍN

¿Amor se funda en engaños?

DON JUAN

Primero que el amor fueron;
Pues desde que ellos nacieron,
El mundo cuenta sus daños.

CONDE

Si yo, Señora, creyera
Cobrar la deuda de vos,
Sin conocernos los dos,
Por otro estilo pudiera.
No vengo sino á ofreceros
Cuanto tengo y cuanto soy,
Con que pagado me voy,
Y aun deudor de solo veros.
Sólo os suplico me deis
Licencia de visitaros,
Si fuere parte á obligaros
Confesar que me debéis,
No dineros, sino amor.

DOÑA ANA

Yo quedo tan obligada,
Como deudora y pagada
De vuestro heroico valor.

CONDE

Bésoos las manos.

DOÑA ANA

El cielo
Os guarde.

CONDE

¿Vendré?

DOÑA ANA

Venid.

(Vase el Conde.)

ESCENA XI

Doña Ana, Don Juan, Leonor, Juana, Martín

DOÑA ANA

¡Ah, señor don Juan! Oid.

MARTÍN (ap.)

Cayó el pez en el anzuelo.

DON JUAN

¿En qué os sirvo?

DOÑA ANA

Bien sé yo
Que todo aquesto es mentira.

DON JUAN

Y yo sé que el Conde os mira;
Esto de la deuda no.

DOÑA ANA

¡Mala entrada de galán,
Entrar mintiendo!

DON JUAN

Señora,
Mi primo el Conde os adora.

DOÑA ANA

Id con Dios, señor don Juan;
Que yerra el Conde en traeros.

DON JUAN

¿Desacredítole yo?

DOÑA ANA

Cuando el Conde me miró,
Me dió ocasión de quereros.

DON JUAN

Aunque deudos, nos preciamos
Mucho más de ser amigos,
Aunque envidias ni enemigos
No quieren que lo seamos.
Queredle bien; que merece,
Señora, que lo queráis.

DOÑA ANA

Lo que por él negociáis,
Al Conde desfavorece.

DON JUAN

Voy; que en la carroza aguarda.
Dad licencia que os visite,
Y que yo lo solicite.

DOÑA ANA

Si vuelve con vos, ya tarda.

DON JUAN

Tanto favor da á entender
Que por él queréis honrarme.

DOÑA ANA

Por vos quiero yo obligarme
Para que me vuelva á ver.

DON JUAN

Todo se lo digo ansí.

DOÑA ANA

Yo os tengo por más discreto.

DON JUAN

¿Volverá el Conde en efeto?

DOÑA ANA

No sin vos, y con vos sí.

(Vanse don Juan y Martín.)

ESCENA XII

Doña Ana, Leonor, Juana

LEONOR

Mucho le has favorecido,
Para ser la vez primera.

DOÑA ANA

Cuando él me favoreciera,
Mi favor lo hubiera sido;
Mas no me quiso entender:
Tomo la amistad del Conde.

JUANA

Agora tibio responde.
Aun no ha llegado á querer.

DOÑA ANA (para sí)

Necio pensamiento mío,
Que en tal locura habéis dado,
Volved atrás, afrentado
De ver tan necio desvío.
Yo, que de tantos me río,
¡Ruego, pretendo, provoco!
Pensamiento, poco á poco,
No diga el honor que pierdo
Que sois con desdenes cuerdo,
Ya que quisistes ser loco.
Dieron los ojos en ver,
Puesto que en lugar sagrado,
Al hombre más recatado
De mirar y de entender;
Mas, ya que ha venido á ser
Provocado á desafío,
Responde tan necio y frío,
Que me pide que á otro quiera:
Mirad ¡quién tal os dijera,
Triste pensamiento mío!
En vano estoy descansando
Con daros disculpa á vos;
Mas tengámosla los dos,
Vos amando y yo pensando;
Porque de pensar amando
Lo que puede resultar,
Viene el alma á sospechar
Lo que imaginó del ver;
Porque no hubiera querer
Si no hubiera imaginar.
Que no queráis os advierto
Hombre tan fino y helado,
Que por lo helado me ha dado
Tristes memorias del muerto.
Pero si á cogerle acierto
Con mirar y con rogar...
Guárdese pues de llegar;
Que, agraviada una mujer,
Quiere hasta que ve querer,
Por vengarse en olvidar. (Vanse.)

ESCENA XIII

Patio de un mesón de Adamuz.

Un Indiano, y un Mozo de Mulas; después, un Mesonero

INDIANO

Pasaremos de Adamuz,
Si este recado nos dan.

MOZO

Por eso dice el refrán:
«Adamuz, pueblo sin luz.»
Mas mira que desde aquí
Comienza Sierra-Morena.

INDIANO

Tú las jornadas ordena;
Eso no corre por mí.

(Sale el Mesonero.)

MESONERO

Bien venidos, caballeros.

INDIANO

Pues, huésped, ¿qué hay que comer?

MESONERO

Desde hoy á el amanecer
Dos mozos, seis perdigueros
Vienen con un perdigón,
De que estoy desesperado.

INDIANO

Para mí basta.

MESONERO

Ha llegado
Á hurtaros la bendición
Una mujer que le tiene.

INDIANO

Y cuando yo le tuviera,
Por ser mujer se le diera.
¿Viene sola?

MESONERO

Sola viene.

INDIANO

¡Sola! ¿De qué calidad?

MESONERO

Pobre, y de brío gallarda;
Porque en un rocín de albarda
(El término perdonad)
Como un soldado venía.
Ella propria se apeó,
Le ató y de comer le dió
Con despejo y bizarría.
Volvíla á mirar y ví
Que un arcabuz arrimaba.

INDIANO

¿Que es tan brava?

MESONERO

Aunque es tan brava,
Os aseguro de mí
Que más su cara temiera
Que su arcabuz.

INDIANO

¿Habéis sido
Galán?

MESONERO

Bien me han parecido.
Ya pasó la primavera,
Y estamos en el estío:
Así los años se van.

INDIANO

¿Qué traje trae?

MESONERO

Un gabán
Que cubre el traje, no el brío;
Un sombrero razonable...
Todo de poco valor;
Al fin, parece, Señor,
De buena suerte y afable,
Menos aquel arcabuz.

INDIANO

¿Es ésta?

MESONERO

La misma es.

ESCENA XIV

Doña María, con sombrero, gabán y un arcabuz.—Dichos

DOÑA MARÍA (ap.)

Temerosa voy, después
Que he entrado por Adamuz,
Por ser camino real,
Á que nunca me atreví;
Si bien desde que salí,
Ha sido el ánimo igual
Al peligro que he tenido.
¡Ay, padre, y cuánto dolor
Me da el verte sin favor,
Si no es que el Duque lo ha sido!
Suelen faltar los amigos
En la mejor ocasión;
Mas ¡ay! que tus años son
Los mayores enemigos.
Los de mi hermano pudieran
Suplir los tuyos, Señor,
Aunque no para tu honor
Más que mis manos hicieran.
Yo cumplí su obligación;
Mas defenderte no puedo,
Por no acrecentar el miedo
De mi muerte ó mi prisión.
Al fin, bien está lo hecho.
¿De qué me lamento en vano?
¡Traidor don Diego! ¡Á un anciano
Con una cruz en el pecho!...
Así para quien se atreve
Á las edades ancianas;
Que es atreverse á unas canas
Violar un templo de nieve.
Pero la mano piadosa
Del cielo quiere que espante
Á un Holofernes gigante
Una Judit valerosa.

INDIANO (á doña María)

Como suelen los caminos
Dar licencia á los que pasan
Para entretener las horas,
Que por ellos son tan largas,
Á preguntaros me atrevo
Si lo ha de ser la jornada,
Ó por ventura tenéis
Cerca de aquí vuestra casa.

DOÑA MARÍA

No soy, Señor, desta tierra.

INDIANO

Como os ví sola, pensaba
Que érades de alguna aldea
De aquesta fértil comarca.

DOÑA MARÍA

No, Señor; que yo nací
De esa parte de Granada,
Y á servir en ella vine;
Que cuando los padres faltan
En tierna edad á los pobres,
No tienen otra esperanza.
No se cansó mi fortuna,
Pues cuando contenta estaba
Del buen dueño que tenía,
Persona de órdenes sacras,
Le llevó también la muerte,
Que para mayor mudanza
Me dió ocasión, como veis.

INDIANO

Y ¿dónde vais?

DOÑA MARÍA

Siempre hablaba
Esta persona que digo,
Con notables alabanzas
De la corte y de Madrid:
Yo pues, á quien ya faltaba
Dueño, con algún deseo
Que de ver grandeza tanta
Nació con mi condición,
Determiné de dar traza
De ir á servir á la corte.
Y una vez determinada,
Lo que viviendo tenía
El buen cura (que Dios haya)
Para su regalo y gusto,
Arcabuz, rocín de caza
Y este gabán, tomé luego,
Y voy con notables ansias
De ver lo que alaban todos.

MOZO

El camino de Granada
No es éste.

DOÑA MARÍA

Decís muy bien;
Mas vine por ver si estaba
En Córdoba un deudo mío.

INDIANO

¡Determinación extraña
De una mujer!

DOÑA MARÍA

Soy mujer.

INDIANO

Decís muy bien, eso basta.
Yo voy también á Madrid:
Traigo jornada más larga,
Porque vengo de las Indias;
Que pocas veces descansa
El ánimo de los hombres
Aunque sobre el oro y plata.
Y si allá habéis de servir,
Porque me dicen que tarda
El premio á las pretensiones
Que la ocupación dilata,
Casa tengo de poner:
Si en el camino os agrada
Mi trato, servidme á mí.

DOÑA MARÍA

El cielo por vos me ampara.
Desde hoy soy criada vuestra,
Y creed que soy criada
Que os excusaré de muchas.

MOZO (áp.)

Convertirse quiere en ama.

DOÑA MARÍA

No habrá cosa que no sepa.

MOZO

Y yo salgo á la fianza;
Que la buena habilidad
Se le conoce en la cara.

INDIANO

Hanme dicho que en la corte
Hay ocasiones que gastan
Inútilmente la hacienda,
Y yo querría guardarla;
Que cuesta mucho adquirirla.

DOÑA MARÍA

La familia es excusada
Donde hay tanta confusión,
Pues no se repara en nada.
Yo sola basto á serviros:
No habrá cosa que no haga,
De cuantas haciendas tiene
El gobierno de una casa.

INDIANO

Pues partamos en comiendo,
Y fiad de mí la paga.

DOÑA MARÍA (áp.)

¡Ay fortuna! ¿dónde llevas
Una mujer desdichada?
Pero no fueras fortuna,
Á saber en lo que paras.

ACTO SEGUNDO

Sala en casa de doña Ana.

ESCENA PRIMERA

El Conde, Don Juan

DON JUAN

Compiten con sus virtudes
Sus gracias y perfecciones.

CONDE

¿Que tantas persecuciones,
Visitas, solicitudes,
Celos, desvelos, requiebros,
Tengan por premio su olvido,
Hasta verme convertido,
De Amadís, en Beltenebros?
No he visto tales aceros.

DON JUAN

Conde, no habéis de cansaros;
Que el estado de estimaros
Ya es principio de quereros.

CONDE

Á los principios me estoy
Á el cabo de tres semanas.
¿Adonde, esperanzas vanas,
Con este imposible voy?

DON JUAN

Todas son penas posibles,
Pues que sin celos amáis.

CONDE

¡Ay, ojos, celos me dais,
Aunque celos invisibles!
Quéjase de amor doña Ana,
Y á mí no me tiene amor:
Esto es celos en rigor.

DON JUAN

¿Por qué, si es sospecha vana?

CONDE

Es celos lo que imagino;
Que no es celos lo que sé:
Cosa que pienso que fué,
Y que en mi daño adivino.

ESCENA II

Martín.—Dichos

MARTÍN

Por poco tuviera calma
La nave de tu deseo.
Entro, y á doña Ana veo,
Venus de marfil con alma.
¿Cómo te podré pintar
De la suerte que la ví?
Cultas musas, dadme aquí
Un ramo blanco de azahar
De las huertas de Valencia
Ó jardines de Sevilla.
Comience una zapatilla
De la Vera de Plasencia,
Porque entremos por la basa
Á esta coluna de nieve,
Agentado azul, pie breve,
Que de tres puntos no pasa.

CONDE

¿Tres puntos? Necio, repara...

MARTÍN

Pues lo digo, yo lo sé:
Puntos son que de aquel pie
Los tomara por la cara.

DON JUAN

¿Cómo lo viste?

MARTÍN

Un manteo
Esta licencia me dió,
Donde cuanto supo obró
La riqueza y el aseo.
Pero pidió los chapines
Porque mirarla me vió,
Y entre las cintas metió
Cinco pares de jazmines.

DON JUAN

De escarpines presumí,
Según anda el algodón.

MARTÍN

Ésos paragambas son;
Que á cierta dama que ví
Con cañafístolas tales,
Que se pudiera, aunque bellas,
Purgar su galán con ellas
Por drogas medicinales,
Pregunté si era importante
Traer damas delicadas
Las pantorrillas preñadas.
Y con risueño semblante
Me dijo: «No es gentileza;
Pero cosa no ha de haber
En una honrada mujer
Que se note por flaqueza.»

CONDE

¡Linda disculpa!

DON JUAN

Extremada.

MARTÍN

La ropa de levantar,
Con tanto fino alamar,
Era una colcha bordada.
Finalmente, no quería
Salir, por no verte ansí;
Pero como yo la ví
Que para ti se vestía,
Por no estar siempre en el traje
De trájico embajador,
Porfié, y saldrá, Señor,
Si la haces pleito homenaje
De sola conversación,
Como quedó concertado.

CONDE

¡Qué ejercicio tan cansado
Para mi loca afición!

DON JUAN

Música y versos quedaron
Para esta noche de acuerdo.

CONDE

En tenerme por tan cuerdo
Muchos locos la engañaron.

ESCENA III

Doña Ana, en hábito galán; Juana, Músicos.—Dichos

DOÑA ANA

No dirá vueseñoría
Que no le fían el talle.

CONDE

Quien tan bien puede fialle,
Agravio á los dos haría:
Á vos por seguridad,
Y á mí por justo deseo.
¡Gracias á amor, que en vos veo
Señas de más amistad!

DOÑA ANA

Siéntese vueseñoría;
Que no le quiero galán
Esta noche, que nos dan
La música y la poesía
Los sugetos que han de hacer
Un rato conversación.

CONDE

Dice mi imaginación
Que no quiere más de ver.

DOÑA ANA

Señor don Juan, ¿no os sentáis?—
¡Qué esquivo primo tenéis! (Al Conde.)

DON JUAN

La culpa que me ponéis,
Para disculpa me dais;
Pero quiero obedeceros.

CONDE

Canten, y hablemos yo y vos.

DOÑA ANA

Y los tres, porque los dos
No parezcamos groseros.

MÚSICOS. (Cantan.)

¿De qué sirve, ojos serenos,
Que no me miréis jamás?
De que yo padezca más,
Y no de que os quiera menos.

DOÑA ANA

No me agrada que á los ojos
Llamen serenos.

CONDE

¿Por qué,
Si el cielo, cuando se ve
Libre de azules enojos,
Se llama así?

DOÑA ANA

En una dama
No apruebo vuestro argumento,
Si es el alma el movimiento
Que á cuantos los miran llama,
Y si al cielo en su azul velo
La serenidad cuadró,
Á el sol y á la luna no,
Que son los ojos del cielo;
Porque éstos siempre se mueven.

CONDE

Perdonad á la canción
No ser de vuestra opinión:
Tanto los versos se atreven.

DON JUAN

Díganse á varios sugetos,
Como quedó concertado.

DOÑA ANA

Comience el Conde.

CONDE

He buscado
En vuestro loor seis concetos.
Oid.

DOÑA ANA

No por vida mía;
Escritos me los daréis.

CONDE

No sea, pues no queréis.

DOÑA ANA

Emplead vuestra poesía
Adonde más partes haya.

CONDE

Pues oid, si sois servida,
Un soneto á la venida
Del inglés á Cádiz.

DOÑA ANA

Vaya.

CONDE

Atrevióse el inglés, de engaño armado
Porque al león de España vió en el nido,
Las uñas en el ámbar, y vestido,
En vez de pieles, del tusón dorado.

Con débil caña, no con fresno herrado,
Vió á Marte en forma de español Cupido,
Volar y herir en el jinete, herido
Del acicate en púrpura bañado.

Armó cien naves y emprendió la falda
De España asir por las arenas solas
Del mar, cuyo cristal ciñe esmeralda;

Mas viendo en las colunas españolas
La sombra del león, volvió la espalda,
Sembrando las banderas por las olas.

DON JUAN

¡Levantó la pluma el vuelo!

DOÑA ANA

¡Gran soneto á toda ley!

DON JUAN

¡Qué bien pinta á nuestro rey!

DOÑA ANA

Mejor le ha pintado el cielo.

MARTÍN

¡Gran soneto!

CONDE

No le he dado,
Porque no estoy dél contento.—
Decid vos.

DOÑA ANA

¡Qué atrevimiento!
Donde vos habéis hablado!

DON JUAN

Excusad tales excusas.

DOÑA ANA

¿Mas qué os ha de causar risa?

CONDE

Hablad, divina poetisa.

MARTÍN

Silencio; que hablan las musas.

DOÑA ANA

Amaba Filis á quien no la amaba,
Y á quien la amaba ingrata aborrecía;
Hablaba á quien jamás la respondía,
Sin responder jamás á quien la hablaba.

Seguía á quien huyendo la dejaba,
Dejaba á quien amando la seguía;
Por quien la despreciaba se perdía,
Y á el perdido por ella despreciaba.

Concierta, amor, si ya posible fuere,
Desigualdad que tu poder infama:
Muera quien vive, y vivirá quien muere.

Da hielo á hielo, amor, y llama á llama,
Porque pueda querer á quien la quiere
Ó pueda aborrecer á quien desama.

CONDE

Vos os podéis alabar;
Que nadie puede, Señora.

DOÑA ANA

Hablará don Juan agora.

DON JUAN

Dejádmele imaginar.

Una moza de cántaro y del río,
Más limpia que la plata que en él lleva,
Recién herrada de chinela nueva,
Honor del devantal, reina del brío;
Con manos de marfil, con señorío,
Que no hay tan gran Señor que se le atreva,
Pues donde lava, dice amor que nieva,
Es alma ilustre al pensamiento mío.
Por estrella, por fe, por accidente,
Viéndola henchir el cántaro, en despojos
Rendí la vida á el brazo trasparente;
Y, envidiosos del agua mis enojos,
Dije: «¿Por qué la coges de la fuente,
Si la tienes, más cerca, de mis ojos?»

DOÑA ANA

¡Malos versos!

DON JUAN

No sé más.

DOÑA ANA

Un caballero discreto
¿Escribe á tan vil sugeto?
No lo creyera jamás.

CONDE

Tiene doña Ana razón.

DON JUAN

Si hubiérades visto el brío
Del nuevo sugeto mío,
La hermosura y discreción,
Dijérades que tenía
Tanta razón de querer,
Que no supe encarecer
Lo menos que merecía.

DOÑA ANA

Si es disfrazar vuestra dama,
Como suelen los poetas,
Por tratar cosas secretas
Sin ofensa de su fama,
Está bien; pero si no,
Bajo pensamiento ha sido.

DON JUAN

Ninguna cosa he fingido,
Ni tengo la culpa yo;
Porque no lejos de aquí
Vive la hermosa Isabel,
Por quien el amor cruel
Hace estos lances en mí.
Sirve á un indiano, que viene
Á la corte á pretender.
No sé qué puede querer
Quien tanta riqueza tiene.

DOÑA ANA

Á tal sugeto ¡tal fe!

DON JUAN

La que me ha muerto y rendido,
Moza de cántaro ha sido,
Moza de cántaro fué.
En él este amor bebí,
Todo me abrasó con él;
Ella fué Sirena, y él
El mar en que me perdí.
Con él veneno me ha dado,
Con él me mató.

DOÑA ANA

Si fuera
Martín quien eso dijera,
Estuviera disculpado;
Pero ¡un caballero, un hombre
Como vos!...

DON JUAN

No es elección
Amor; diferentes son
Los efetos de su nombre.
Es desde el cabello al pie
Tan bizarra y aliñosa,
Que no es tan limpia la rosa,
Por más que al alba lo esté.
Tiene un grave señorío
En medio desta humildad,
Que aumenta su honestidad
Y no deshace su brío.
Finalmente, yo no ví
Dama que merezca amor
Con más fe, con más rigor.

DOÑA ANA

Advertid que estoy yo aquí,
Y toca en descortesía
Tan necio encarecimiento.

DON JUAN

Yo he dicho mi pensamiento
Sin pensar que os ofendía.

CONDE

No os levantéis. ¿Dónde vais?

DOÑA ANA

Corrida me voy.

DON JUAN

¿Por qué?
Sin ofensa vuestra hablé.

DOÑA ANA

Si cosas bajas amáis,
No las igualéis conmigo.

(Vanse doña Ana y Juana.)

ESCENA IV

El Conde, Don Juan, Martín; después, Juana

CONDE

¡Por Dios, que tiene razón!

MARTÍN

Cesó la conversación.

DON JUAN

¡Porque lo que siento digo!

CONDE

Decir que no visteis dama
Como ella, ¿no ha sido error?

DON JUAN

¿Error?

(Sale Juana.)

JUANA

Conde, mi señor,
Entrad: mi señora os llama.

CONDE (á don Juan)

Ella me quiere decir
Que no os traiga más conmigo.

DON JUAN

Si lo tiene por castigo,
No apelo de no venir.
(Vanse el Conde y Juana.)
Di á el Conde que á verla fuí,
(Á Martín.)
Ésa que á doña Ana enfada.

MARTÍN

Tú ¿quieres lo que te agrada?

DON JUAN

Sí, Martín, mil veces sí.

MARTÍN

Pues quiérela si la quieres;
Que tal vez agrada un prado
Más que un jardín cultivado,
Y al fin todas son mujeres. (Vanse.)

ESCENA V

Calle.

Doña María, en hábito humilde y devantal; El Indiano, siguiéndola.

DOÑA MARÍA

Advierta vuestra merced
Que si esto adelante pasa, No estoy un
hora en su casa.

INDIANO

(Ap. Pensamiento, detened
El paso; que hay honra aquí.)
Palabra, Isabel, te doy
Que no seré desde hoy
Importuno como fuí.
Desprecia en fin tu belleza
Y ese donaire apacible;
Que ya sé que es imposible
Mudar la naturaleza. (Vase.)

ESCENA VI

DOÑA MARÍA

Tiempos de mudanzas llenos,
Y de firmezas jamás,
Que ya de menos á más,
Y ya vais de más á menos,
¿Cómo en tan breve distancia,
Para tanto desconsuelo,
Habéis humillado á el suelo
Mi soberbia y arrogancia?
El desprecio que tenía
De cuantas cosas miraba,
Las galas que desechaba,
Los papeles que rompía;
El no haber de quien pensase
Que mi mano mereciese,
Por servicios que me hiciese,
Por años que me obligase;
Toda aquella bizarría
Que como sueño pasó,
Á tanta humildad llegó,
Que por mí decir podría:
Aprended, flores, de mí
Lo que va de ayer á hoy;
Que ayer maravilla fuí,
Y hoy sombra mía aun no soy.

Flores, que á la blanca aurora
Con tal belleza salís,
Que soberbias competís
Con el mismo sol que os dora,
Toda la vida es un hora:
Como vosotras me ví,
Tan arrogante salí;
Sucedió la noche al día:
Mirad la desdicha mía,
Aprended, flores, de mí.
Maravilla solía ser
De toda la Andalucía;
Ó maravilla ó María,
Ya no soy la que era ayer.
Flores, no os deis á entender
Que no seréis lo que soy,
Pues hoy en estado estoy,
Que si en ayer me contemplo,
Conoceréis por mi ejemplo
Lo que va de ayer á hoy.
No desvanezca al clavel
La púrpura, ni á el dorado
La corona, ni al morado
Lirio el hilo de oro en él;
No te precies de cruel,
Manutisa carmesí,
Ni por el color turquí,
Bárbara violeta, ignores
Tu fin, contemplando, flores,
Que ayer maravilla fuí.
De esta loca bizarría
Quedaréis desengañadas
Cuando con manos heladas
Os cierre la noche fría.
Maravilla ser solía;
Pero ya lástima doy;
Que de extremo á extremo voy,
Y desde ser á no ser,
Pues sol me llamaba ayer,
Y hoy sombra mía aun no soy.

ESCENA VII

Don Juan.—Doña María

DON JUAN

Dicha he tenido, por Dios.—
Isabel, ¿adónde bueno?

DOÑA MARÍA

¿Adónde bueno, Isabel?
Adonde hallase un requiebro.
¿Pensáis que no tengo yo
Mi poco de entendimiento?

DON JUAN

Bien conozco que no ignoras
Tanto; que á veces sospecho
Que finges lo que no entiendes.

DOÑA MARÍA

Lo que no quiero no entiendo.
Pero á la fe que me admira
Que un caballero tan cuerdo
Y tan galán como vos
Humille sus pensamientos
Á una mujer como yo.
¿Sois pobre?

DON JUAN

Pues ¿á qué efeto
Me preguntas si soy pobre?

DOÑA MARÍA

Porque si os falta dinero
Para pretensiones altas,
No tengo por mal acuerdo
Requebrar lo que, á la cuenta
Del entendimiento vuestro,
Os costará zapatillas,
Ligas, medias y un sombrero
Para el río con su banda,
Avantal de lienzo grueso,
Chinelas ya sin virillas
(Que solía en otro tiempo
En los pies de las mujeres
La plata barrer el suelo),
Castañetas, cintas, tocas;
Que para últimos empleos
De las damas, fondo en ángel,
No hay plata en el alto cerro
Del Potosí, perlas ni oro
En los orientales reinos.
Más pienso que os costarían
Las randas de un telarejo
Que una legión de fregonas.

DON JUAN

No juzgaras mis deseos
Por el camino que dices,
Si te dijera el espejo
El despejo de tu talle.

DOÑA MARÍA

¿Espejo y despejo? ¡Bueno!
Ya con cuidado me habláis,
Porque en efeto os parezco
Mujer que os puedo entender.
Pues yo os prometo que puedo;
Pero el estar enseñada
Á oir vocablos groseros
De un indiano miserable:
«Vé por esto, vuelve presto,
Esto guisa, aquello deja,
¿Limpiaste aquel ferreruelo?
Vé por nieve, trae carbón,
Esto está sin sal, aquello
Sin agrio, llama á ese esclavo,
Éste lava, y dame un lienzo,
¿Cómo gastas tanta azúcar?
Para madrugar me acuesto,
Despiértame de mañana,
Pon la mesa, luego vuelvo;»
Y otras cosas de este porte
Me han quitado el sentimiento
De otras razones más grandes,
No porque no las entiendo.
En efeto ¿qué queréis?

DON JUAN

Que me quieras en efeto.

DOÑA MARÍA

¡Bien aforrada razón,
Y bien dicha para presto!
Bien digo yo que pensáis
Que á mi corto entendimiento
Importan resoluciones,
Atajos, y no rodeos.
Pues levantad el lenguaje;
Que, como dicen los negros,
El ánima tengo blanca,
Aunque mal vestido el cuerpo.
Habladme como quien sois.

DON JUAN

Yo, Isabel, así lo creo;
Porque, pensando en tu oficio,
Tal vez el respeto pierdo;
Pero en mirando á tu cara,
Vuelvo á tenerte respeto.
Mas no te debe enojar
Que te diga mi deseo;
Que sólo son por el fin
Todos los actos perfectos.
¿Qué dirás deste lenguaje?

DOÑA MARÍA

Que, aunque es el término honesto,
No me agrada la intención
De la suerte que la entiendo.
Conmigo (á lo que imagino)
Tomáis la espada á lo diestro.
Tiré, desviasteis, huí;
Y acometiéndome al pecho,
Herida de conclusión
Formó vuestro pensamiento.
Pues no, mi señor, por vida
De los dos, porque no quiero
Que, asiendo la guarnición,
Engañéis mi honesto celo.
Esténse quedas las manos,
Y aun los pensamientos quedos;
Que no seremos amigos
En no siendo el trato honesto.

DON JUAN

Como das, Isabel mía,
(¿Mía dije? ¡Ay Dios! que miento)
En pensar que por ser pobre
Te busco, te sigo y ruego,
Dilatas á mis verdades
El justo agradecimiento.
Pues yo te juro, Isabel,
Que por quererte, desprecio
La más hermosa mujer,
Donaire y entendimiento
Que tiene aqueste lugar;
Porque más estimo y precio
Un listón de tus chinelas
Que las perlas de su cuello.
Más precio en tus blancas manos
Ver aquel cántaro puesto,
Á la fuente del Olvido
Pedirle cristal deshecho;
Y ver que á tu dulce risa
Deciende el agua riyendo,
Envidiosa la que cae
De fuera á la que entra dentro;
Y ver cómo se da prisa
El agua á henchirle de presto,
Por ir contigo á tu casa,
En tus brazos ó en tus pechos,
Que ver como cierta dama
Baja en su coche soberbio,
Asiendo verdes cortinas
Por dar diamantes los dedos,
Ó asoma por el estribo
Los rizos de los cabellos
En las uñas de un descanso,
Que á tantos sirvió de anzuelo.
Yo me contento que digas,
Dulce Isabel: «¡Yo te quiero!»
Que también quiero yo el alma;
No todo el amor es cuerpo.
¿Qué respondes, ojos míos?

DOÑA MARÍA

Á ojos míos yo no puedo
Responder ninguna cosa,
Porque decís que son vuestros.
Á lo de la voluntad,
Pienso que licencia tengo;
Y así, pues alma queréis,
Digo (porque os vais con esto)
Que el primer hombre sois vos
Á quien amor agradezco.

DON JUAN

¿No más, Isabel?

DOÑA MARÍA

¿Es poco?
Pues vaya por contrapeso
Que no me desagradáis.

DON JUAN

¿No más, Isabel?

DOÑA MARÍA

¿Qué es esto?
Conténtese, ó quitaréle
Lo que le he dado primero.

DON JUAN

¿Podré tomarte una mano?
Aunque por Dios que la temo,
Después que la ví tan diestra
Esgrimir el blanco acero.

DOÑA MARÍA

Pues vos no me conocéis:
Por Dios que algún hombre he muerto
Aquí donde me miráis.

DON JUAN

Con los ojos, yo lo creo.

DOÑA MARÍA

Idos; que viene mi amo.

DON JUAN

¿Dónde esta tarde te espero?

DOÑA MARÍA

En la fuente, á lo lacayo.

DON JUAN

Logre tu donaire el cielo. (Vase.)

ESCENA VIII

Leonor.—Doña María

LEONOR

Isabel...

DOÑA MARÍA

Leonor amiga...

LEONOR

¿Con éste hablabas?

DOÑA MARÍA

¿Pues bien?

LEONOR

¿Qué se hizo tu desdén?

DOÑA MARÍA

Un amor honesto obliga.
Y te aseguro de mí
Que es mucho tenelle amor.

LEONOR

Su talle, ingenio y valor
Habrán hecho riza en ti.
Que lo merece confieso;
Pero en la desigualdad
No puede haber amistad.

DOÑA MARÍA

Los elementos por eso
No tienen paz y sosiego:
El agua á la tierra oprime,
El aire á el agua, y reprime
La fuerza del aire el fuego.
Mas como él me quiere á mí
No más de para querer,
¿Qué pierdo en corresponder?

LEONOR

Mucho.

DOÑA MARÍA

¿Cómo?

LEONOR

Mucho.

DOÑA MARÍA

Di.

LEONOR

Adora mi ama en él.

DOÑA MARÍA

¿Quién te lo ha dicho?

LEONOR

Yo y Juana
Lo vemos, y á ella con gana
De casamiento, Isabel.
Por eso, si no envidaste,
Descarta y quédate en dos.

DOÑA MARÍA

¿Sábeslo bien?

LEONOR

Sí, por Dios.

DOÑA MARÍA

Tarde, Leonor, me avisaste;
No porque pueda alabarse
Del más mínimo favor,
Sino por tenerle amor,
Que no es fácil de olvidarse.
Necia fuí en imaginar
Que un don Juan tan entonado
Para mí estaba guardado.

LEONOR

Un hombre te quiero dar
Compañero de otro mío,
Bravo, pero no cruel,
Que puede ser, Isabel,
De cuantas profesan brío.
No pone codo en la puente
Hombre de tales aceros,
Ni han visto los lavaderos
Más alentado valiente.
Ama en tu misma región.
¿Quién te mete con don Juanes?

DOÑA MARÍA

Tu ama ¿trata en galanes?

LEONOR

De honesta conversación
De un conde que la visita,
Le nacieron los antojos.

DOÑA MARÍA

¡Quién la ve tan baja de ojos
Á la señora viudita!

LEONOR

Hermana, enviudó ha dos meses,
Viénele grande la cama.

DOÑA MARÍA

Y en fin ¿le quiere tu ama?

LEONOR

Como si juntos los vieses.

DOÑA MARÍA

Vé por el cántaro, y vamos
Al Prado.

LEONOR

Á Pedro verás;
Que se quedan siempre atrás
Él y Martín de sus amos. (Vase.)

ESCENA IX

DOÑA MARÍA

Á mis graves desconsuelos
Solo faltaba este amor,
Á este amor este rigor,
Á este rigor estos celos.
¿No me bastaba tener,
Para no ser conocida,
Este género de vida,
Sino á quien quieren querer?
Pero andar en competencia,
Moza de cántaro en fin,
Cristalino serafín,
Con vos, será impertinencia.
Mejor es ser lo que soy,
Pues que no soy lo que fuí:
Aprended, flores, de mí
Lo que vá de ayer á hoy. (Vase.)

ESCENA X

Prado con una fuente.

Martín, Pedro

PEDRO

Y ¿que tiene tan buen talle?

MARTÍN

Esto me dijo Leonor,
Y que es la moza mejor
Que tiene toda la calle.
Es una perla, un asombro;
Rinden parias á su brío
Cuantas llevan ropa á el río
Y llevan cántaro en hombro.
Es mujer que este don Juan,
Primo del Conde mi dueño,
Pierde por hablarla el sueño,
Desmayos de amor le dan.
De la suerte la pasea
Que á la dama de más partes;
Pero en estos Durandartes
Poco el pensamiento emplea.
De noche la viene á ver,
Y anda el pobre caballero,
De su cántaro escudero,
Sin dormir y sin comer.
Sirve á un caballero indiano
Tan cuidado, que consiente
Que vaya y venga á la fuente;
Puesto que le culpo en vano,
Porque pienso que ella gusta
De salir, por ver y hablar
(Que á mozas deste lugar
Mucho el no salir disgusta),
Á jabonar y á lavar
Á los pilares, á el río.

PEDRO

En fin, es moza de brío,
Y que puede descuidar
De camisas y valonas
Á un hombre de mi talante.

MARTÍN

Lleva, en saliendo, delante
Más pretendientes personas
Que un oidor ó presidente.

PEDRO

Si yo la moza poseo,
Luego habrá despolvoreo
De todo amor pretendiente:
Á ellos de cuchilladas
Y á ella de muchas coces.
Ya mi cólera conoces.

MARTÍN

No la has visto ¿y ya te enfadas?

PEDRO

Gente de un coche se apea.

MARTÍN

Con ellos viene don Juan.

PEDRO

¡Por vida del alazán,
Que no es la viudilla fea!

ESCENA XI

Doña Ana, Juana, Don Juan.—Dichos

DON JUAN

Por el coche os conocí,
Y luego al Conde avisé,
Que en la carroza dejé
Harto envidioso de mí.
Vine á ver lo que mandáis;
Que apearos no habrá sido
Sin causa.

DOÑA ANA

Causa he tenido;
Que siempre vos me la dais.
Quiero venir á la fuente,
Porque sé que es el lugar
Adonde os tengo de hallar,
Y donde sois pretendiente.

DON JUAN

¡Buen oficio me habéis dado!
Ó de bestia ó de aguador.

DOÑA ANA

Conociendo vuestro humor,
Señor don Juan, he pensado
Venir por agua también.—
Muestra ese búcaro, Juana.

DON JUAN

Dado habéis esta mañana,
Filos, Señora, al desdén.

DOÑA ANA

Deseando enamoraros,
Moza de cántaro soy,
Por agua á la fuente voy.

DON JUAN

Tenéos...

DOÑA ANA

Quiero agradaros.

DON JUAN

Es el cántaro pequeño,
Templará poco el rigor
Á los enfermos de amor.

ESCENA XII

Doña María y Leonor, con sus cántaros.—Dichos

DOÑA MARÍA (á Leonor)

Esto me dijo mi dueño;
Que en el patio de palacio,
Archivo de novedades,
Ya mentiras, ya verdades,
Como pasean de espacio,
Lo contaba mucha gente.

LEONOR

Y ¿que esa mujer mató
Á el que á su padre afrentó?
¡Bravo corazón!

DOÑA MARÍA

Valiente.
Dijo que había pedido
La parte pesquisidor,
Y que á el Rey nuestro señor
(Cuya vida al cielo pido),
Consultaron este caso,
Y que no quiso que fuese
Quien pesadumbre le diese.

LEONOR

No fué la piedad acaso,
Si el padre estaba inocente.
¿Y nunca más pareció
Esa dama que mató
Á el caballero insolente?

DOÑA MARÍA

De eso no me dijo nada.
Yo estoy contenta de ver
(Que en efeto soy mujer)
Que la hubiese tan honrada.

LEONOR

¿Dijo el nombre que tenía?
Que me alegra á mí también.

DOÑA MARÍA

No sé si me acuerdo bien...
Aunque sí: doña María.

MARTÍN

Aquí están dos escuderos
Para las dos.

LEONOR

Isabel,
Este mozazo es aquel
Que te dije.

DOÑA MARÍA

¡Oh, caballeros!...

MARTÍN (á Pedro)

Llega, no estés vergonzoso;
Llega y habla.

PEDRO

Estoy mirando
Á Isabel, y contemplando
Su talle y su rostro hermoso.
Téngame vuesamerced
Por suyo desde esta tarde.

DOÑA MARÍA

(Ap. ¡Qué buen hombrón!) Dios le guarde.

PEDRO (ap.)

Cayó la daifa en la red.
Ya está perdida por mí.

DOÑA MARÍA (ap.)

Con pocos de éstos pudiera
Conducir una galera
Á la China, desde aquí,
Don Fadrique de Toledo.

PEDRO

Pido mano, doy turrón.

DOÑA MARÍA

¿Mas que lleva un mojicón,
Hombrón, si no se está quedo?

PEDRO

¡Por el agua de la mar,
Que tiene valor la hembra!

DOÑA MARÍA

Pues no sabe dónde siembra.

PEDRO

(Ap. Á el primer encuentro azar.)
¡Voto á tus ojos serenos,
Isabel, porque te asombres,
Que me mate con mil hombres,
Y esto será lo de menos!
Ablándate, serafín.

DOÑA MARÍA

Déjeme, no me zabuque.

PEDRO

Aquí en la esquina del Duque
Hay turrón.—Vamos, Martín.

MARTÍN

Vamos, y gasta; que luego
Estará como algodón.

PEDRO

Sí, mas ¡coz y mordiscón!...
Parece rocín gallego.
(Vanse Martín y Pedro.)

ESCENA XIII

Doña Ana, Don Juan, Doña María, Leonor, Juana

DOÑA ANA

Quedo, no os pongáis delante;
Que ya he visto por las señas
Que es aquélla vuestra dama.

JUANA

Pues Leonor viene con ella,
¿Quién duda que es Isabel?
Fuera de que no tuviera
Ninguna aquel talle y brío.

DOÑA ANA

Disculpa tiene en quererla
El señor don Juan.

JUANA

La moza
En otro traje pudiera
Hacer á cualquiera dama
Pesadumbre y competencia.

DON JUAN

¿Es todo por darme vaya?

DOÑA ANA

Quisiérala ver más cerca.
Dígale vuesamerced
Que está aquí una dama enferma,
Que se le antoja beber
Por la cantarilla nueva;
Que no irá de mala gana.

DON JUAN

Sólo por serviros fuera.

DOÑA MARÍA

¡Ay, Leonor!

LEONOR

¿Qué?

DOÑA MARÍA

Tu señora
Y aquél mi galán con ella.

LEONOR

Parece que te has turbado.

DOÑA MARÍA

Por poco se me cayera
El cántaro de las manos.

DON JUAN (á doña María)

Aquella señora os ruega
Que la deis un poco de agua.

DOÑA MARÍA

De buena gana la diera
Á ella el agua, y á vos
Con el cántaro.

DON JUAN

No seas
Necia.

DOÑA MARÍA

Llevádsela vos,
Y de vuestra mano beba.

DON JUAN

Mira que en público estamos,
Y las mujeres discretas
No hacen cosas indignas.

DOÑA MARÍA

Iré porque nadie entienda
Que me da celos á mí.—
(Llégase á doña Ana.)
Vuesamerced beba, y crea
Que quisiera que este barro
Fuera cristal de Venecia;
Pero serálo en tocando
Esas manos y esas perlas.

DOÑA ANA

Beberé, porque he caído.

DOÑA MARÍA

Si el agua el susto sosiega,
Beba; que todos caeremos,
Si no en el daño, en la cuenta.

DOÑA ANA

Yo he bebido.

DOÑA MARÍA

Y yo también.

DOÑA ANA (ap.)

Yo pesares.

DOÑA MARÍA (ap.)

Yo sospechas.

DOÑA ANA

¡Qué caliente!

DOÑA MARÍA

Vuestras manos
De nieve servir pudieran.

DOÑA ANA (á Juana)

Haz que llegue el coche.

JUANA (llamando)

¡Ah, Hernando!

DOÑA ANA

¡Buena moza!

DOÑA MARÍA

Buena sea
Su vida.
(Vanse doña Ana y Juana.)

ESCENA XIV

Doña María, Don Juan, Leonor

DOÑA MARÍA

¿No la acompaña?
¡Mal galán! ¿Así se queda?

DON JUAN

Á darte satisfaciones.

DOÑA MARÍA

Estoy yo tan satisfecha,
Que será gastar palabras.

DON JUAN

Mira, Isabel, que esto es fuerza,
Y que bien sabe Leonor
(Dejo aparte mi fineza)
Que el Conde sirve á doña Ana.

DOÑA MARÍA

Cántaro, tened paciencia;
Vais y venís á la fuente:
Quien va y viene siempre á ella,
¿De qué se espanta, si el asa
Ó la frente se le quiebra?
Sois barro, no hay que fiar.
Mas ¿quién, cántaro, os dijera
Que no os volviérades plata
En tal boca, en tales perlas?
Pero lo que es barro humilde,
En fin, por barro se queda.
No volváis más á la fuente,
Porque estoy segura y cierta
Que no es bien que vos hagáis
Á los coches competencia.

DON JUAN

¿Qué dices? Mira, Isabel,
Que sin culpa me condenas.

DOÑA MARÍA

Yo con mi cántaro hablo;
Si es mío, ¿de qué se queja?
Váyase vuesamerced,
Mire que el coche se aleja.

DON JUAN

Iréme desesperado,
Pues haces cosas como éstas,
Sabiendo que Leonor sabe
Que no es posible que quiera
Eso de que tienes celos. (Vase.)

ESCENA XV

Doña María, Leonor

LEONOR

Necia estás. ¿Por qué le dejas
Que se vaya con disgusto?

DOÑA MARÍA

Leonor, el alma me lleva;
Que los celos me han picado.
Pero no seré yo necia
En querer desigualdades,
Aunque me abrase y me muera.
No he de ver más á don Juan.
¡Esto faltaba á mis penas!

LEONOR

¡Buen lance habemos echado!
Tú desesperada quedas,
Y mi ama va perdida.

ESCENA XVI

Pedro, Martín.—Dichas

PEDRO

Como dos soldados juegan:
Perdí el turrón y el dinero.

MARTÍN

Cosas la corte sustenta,
Que no sé cómo es posible.
¡Quién ve tantas diferencias
De personas y de oficios,
Vendiendo cosas diversas!
Bolos, bolillos, bizcochos,
Turrón, castañas, muñecas,
Bocados de mermelada,
Letuarios y conservas;
Mil figurillas de azúcar,
Flores, rosarios, rosetas,
Rosquillas y mazapanes,
Aguardiente, y de canela;
Calendarios, relaciones,
Pronósticos, obras nuevas,
Y á Don Alvaro de Luna,
Mantenedor destas fiestas.
Mas quedo; que están aquí.

PEDRO

¡Oigan! ¿De qué es la tristeza?
¿No estaba alegre esta moza?
¡Qué pensativas están!

MARTÍN

Pienso que andaba don Juan
Acechando una carroza.

PEDRO

Quien te me enojó, Isabel,
Que con lágrimas lo pene:
Hágote voto solene
Que pueden doblar por él.
Vuelve, Isabel, esos ojos;
Que no soy yo por lo menos
Quien á tus ojos serenos
Quitó luz y puso enojos.
¿Quién tan bárbara y cruel,
Á tu hermosura atrevido,
Causa de tu enojo ha sido?
¿Quién te me enojó, Isabel?
No es posible que tuviese
Noticia de mi rigor,
Sin que luego de temor
Súbitamente muriese.
Quien te enojó, ¿vida tiene?
¿Que donde estoy, vivo esté?
Dime quién es; que yo haré
Que con lágrimas lo pene.
Dime cómo y de qué suerte
Que le mate se te antoja,
Porque en sacando la hoja,
Soy guadaña de la muerte.
Si el Cid á su lado viene,
Gigote de hombres haré,
Y de que lo cumpliré
Hágote voto solene.
Si yo me enojo en Madrid
Con quien á ti te ha enojado,
Haz cuenta que se ha tocado
La tumba en Valladolid.
Porque en diciendo, Isabel,
Que he de matalle, está muerto.
No hay que esperar, porque es cierto
Que pueden doblar por él.

DOÑA MARÍA

Ven, Leonor; vamos á casa.

LEONOR

Triste vas.

DOÑA MARÍA

Perdida estoy.

PEDRO

¿Así se va?

DOÑA MARÍA

Así me voy.

PEDRO

Pues cuénteme lo que pasa.

DOÑA MARÍA

No quiero.

PEDRO

Tendréla.

DOÑA MARÍA

Tome.

PEDRO

¡Ay!

MARTÍN

¿Qué fué?

PEDRO

Tamborilada.

LEONOR

¿Dístele, Isabel?

DOÑA MARÍA

No es nada.
Pregúntale si le come.

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

Pedro, Bernal, Martín y Lorenzo, dentro

PEDRO

¡Fuera digo! No haya más.

LORENZO

¡Ay, que me ha descalabrado!

MARTÍN

Con el cántaro le ha dado.

BERNAL

¡Lavado, Lorenzo, vas!

LORENZO

Esto ¿se puede sufrir?

PEDRO

Llévale á curar, Bernal.

LORENZO

¡Vive Cristo, que la tal!... (Salen.)

MARTÍN

No lo acabes de decir.

PEDRO

No queda lacayo en ser
Donde esta mujer está.

MARTÍN

Bravas bofetadas da.

PEDRO

Dos mozas azotó ayer.

BERNAL

¡Ea, ea! Que no es nada.

ESCENA II

Doña María, Leonor.—Dichos

DOÑA MARÍA

¡Pícaro! ¿Pellizco á mí?
¡Fuera, digo!

LEONOR

¿Estás en ti?

LORENZO

¡Á mí, Isabel, cantarada!
¡Voto á el hijo de la mar!

DOÑA MARÍA

Llegue el lacayo gallina.

PEDRO

Daga trae en la pretina.

DOÑA MARÍA

Y aun enseñada á matar.
Llegue el barbado, y daréle
Dos mohadas á la usanza
De mi tierra, por la panza,
Y hará el puñal lo que suele.

LORENZO

¡Mataréla!

PEDRO

Estoy aquí
Á pagar de mi dinero.

LORENZO

Pues con él haberlas quiero,
Aunque es mujer para mí.

PEDRO

¡Miente!

LORENZO

Véngase conmigo.
(Vanse los hombres.)

ESCENA III

Doña María, Leonor

LEONOR

¡Buenos van, desafiados!

DOÑA MARÍA

¡Qué diferentes cuidados
Me da, Leonor, mi enemigo!

LEONOR

¿No le has visto más?

DOÑA MARÍA

Ayer.

LEONOR

Alegre quisiera hallarte,
Porque te alcanzara parte
De mi contento y placer.
Ya Martín se determina,
Y nos queremos casar:
Mira que nos has de honrar,
Y que has de ser la madrina.

DOÑA MARÍA

Estoy desacomodada
Del indiano; que si no,
Yo lo hiciera: aquí me dió
Su casa una amiga honrada,
Donde de prestado estoy.

LEONOR

Mi Señora te dará
Vestidos: vamos allá;
Que pienso que ha de ser hoy.

DOÑA MARÍA

Tendré vergüenza de vella.

LEONOR

Anda; que te quiere bien,
Y sé que tiene también
Gusto de que hables con ella.

DOÑA MARÍA

Vamos, y de aquí á tu casa Te diré lo que pasó
En el río.

LEONOR

No fuí yo;
Que mujer que ya se casa,
Ha de mostrar más recato
Del que solía tener.

DOÑA MARÍA

Es achaque; voy por ver
Aquel caballero ingrato.
Fuimos Teresa, Juana y Catalina,
El sábado, Leonor, á Manzanares:
Si bien yo melancólica y mohina
De darme este don Juan tantos pesares.
De tu dueño las partes imagina;
Que cuando en su valor, Leonor, repares,
Presumirás, pues no me he vuelto loca,
Que soy muy necia ó mi afición es poca.
Tomé el jabón con tanto desvarío
Para lavar de un bárbaro despojos,
Que hasta los paños me llevaba el río,
Mayor con la creciente de mis ojos.
Cantaban otras con alegre brío,
Y yo, Leonor, lloraba mis enojos:
Lavaba con lo mesmo que lloraba,
Y al aire de suspiros lo enjugaba.
Bajaba el sol al agua trasparente,
Y, el claro rostro en púrpura bañado,
Las nubes ilustraba de occidente
De aquel vario color tornasolado;
Cuando, despierta ya del accidente,
Saqué la ropa, y de uno y otro lado,
Asiendo los extremos, la torcimos,
Y á entapizar los tendederos fuimos.
Quedando pues por los menudos ganchos
Las camisas y sábanas tendidas,
Salieron cuatro mozas de sus ranchos,
En todo la ribera conocidas;
Luego, de angostos pies y de hombros anchos,
Bigotes altos, perdonando vidas,
Cuatro mozos: no hablé; que fuera mengua,
Estando triste el alma, hablar la lengua.
Tocó, Leonor, Juanilla el instrumento
Que con cuadrada forma en poco pino,
Despide alegre cuanto humilde acento,
Cubierto de templado pergamino;
Á cuyo son, que retumbaba el viento,
Cantaba de un ingenio peregrino,
En seguidillas, con destreza extraña,
Pensamientos que envidia Italia á España.
Bailaron luego hilando castañetas
Lorenza y Justa y un galán barbero
Que mira á Inés, haciendo más corvetas
Que el Conde ayer en el caballo overo.
¡Oh celos! todos sois venganza y tretas,
Pues porque ví bajar el caballero
Que adora de tu dueño la belleza,
No le quise alegrar con mi tristeza.
Entré en el baile con desgaire y brío,
Que, admirándole ninfas y mozuelos,
«¡Vítor!» dijeron, celebrando el mío:
Y era que amor bailaba con los celos.
Estando en esto, el contrapuesto río
Se mueve á ver dos ángeles, dos cielos,
Que á la Casa del Campo (Dios los guarde)
Iban á ser auroras por la tarde.
¿No has visto á el agua, al súbito granizo
Esparcirse el ganado en campo ameno
Ó volar escuadrón espantadizo
De las palomas, en oyendo el trueno?
Pues de la misma suerte se deshizo
El cerco bailador, de amantes lleno,
En oyendo que honraban la campaña
Felipe y Isabel, gloria de España.
¿No has visto en un jardín de varias flores
La primavera en cuadros retratada,
Que por la variedad de las colores,
Aun no tienen color determinada,
Y en medio ninfas provocando amores?
Pues así se mostraba dilatada
La escuadra hermosa de las damas bellas,
Flores las galas y las ninfas ellas.
Yo, que estaba arrobada, les decía
Á los reyes de España: «Dios os guarde,
Y extienda vuestra heroica monarquía
Del clima helado á el que se abrasa y arde;»
Cuando veo que dice: «Isabel mía,»
Á mi lado don Juan; y tan cobarde
Me hallé á los ecos de su voz, que luego
Fué hielo el corazón, las venas fuego.
«Traidor, respondo, tus iguales mira;
Que yo soy una pobre labradora.»
Y diciendo y haciendo, envuelta en ira,
Sigo la puente, y me arrepiento agora:
Verdad es que le siento que suspira
Tal vez desde la noche hasta el aurora;
Mas recelo, si va á decir verdades,
Lo que se sigue á celos y amistades. (Vanse.)

ESCENA IV

Sala en casa de doña Ana.

Doña María, Leonor; después, Doña Ana y Juana

LEONOR

Á mi casa hemos llegado:
Después, que no puedo agora,
Porque viene mi Señora,
Te diré lo que ha pasado
Por los celos en los dos.

(Salen doña Ana y Juana.)

DOÑA ANA

¿Ésta dices?

JUANA

Ésta es.

DOÑA MARÍA

Dadme, Señora, los pies.

DOÑA ANA

Isabel, guárdela Dios.
¿Qué se ofrece por acá?

DOÑA MARÍA

Quiéreme hacer su madrina
Leonor, que no me imagina
Desacomodada ya.

DOÑA ANA

¿No está ya con el indiano?

DOÑA MARÍA

No, Señora.

DOÑA ANA

Pues ¿por qué?

DOÑA MARÍA

Cierto atrevimiento fué,
De hombre al fin; pero fué en vano.

DOÑA ANA

¿Cómo, cómo, por mi vida?

DOÑA MARÍA

Pudiera estar satisfecho
De mi honor y de mi pecho:
De mi honor por bien nacida,
De mi pecho porque, habiendo
Entrado por los balcones
Una noche tres ladrones,
Que ya le estaban pidiendo
Las llaves, tomé su espada,
Y aunque ya se defendieron,
Por la ventana salieron,
Y esto á pura cuchillada.
Pero obligándole á amor
Lo que pudiera á respeto,
Me llamó una noche, á efeto
De no respetar mi honor.
Que le descalzase fué
La invención: llego á su cama,
Donde sentado me llama,
Y humilde le descalcé.
Pero echándome los brazos,
Tan descortés procedió,
Que á arrojarle me obligó
Donde le hiciera pedazos.
Mas de aquellos desatinos
Sus zapatos me vengaron,
Cuyas voces despertaron
La mitad de los vecinos.
Y aunque culpando el rigor,
Poniéndose de por medio,
Celebraron el remedio
Para quitarle el amor.

DOÑA ANA

Notable debes de ser.
Cierto que te tengo amor.

JUANA

Es el servicio mejor
Y la más limpia mujer
De cuantas andan aquí.
Ruégale que esté contigo.

DOÑA ANA

¿No querrás estar conmigo,
Isabel?

DOÑA MARÍA

Señora, sí.

DOÑA ANA

¿Qué sabes hacer?

DOÑA MARÍA

Lavar,
Masar, cocer y traer
Agua.

DOÑA ANA

¿No sabrás coser?

DOÑA MARÍA

Bien sé coser y labrar.

DOÑA ANA

Pues eso será mejor.
Manto y tocas te daré.

DOÑA MARÍA

Señora, yo no sabré
Servir de dueña de honor.
Éste es un hábito agora
De cierta desdicha mía,
Que vos sabréis algún día. (Vase.)

JUANA

Aquí está don Juan, Señora.

ESCENA V

Don Juan, Martín.—Doña Ana, Leonor, Juana

DON JUAN

Siempre soy embajador.
El Conde os pide licencia,
Y dice que de su ausencia
Fué causa vuestro rigor;
Que tratáis tan mal su amor,
Que ya toma por partido,
En la caza divertido,
Solicitar á su daño
Una manera de engaño
Que á los dos parezca olvido:
Á vos excusando el veros,
Y á él, Señora, el cansaros.
Pero no quiere engañaros
Ni olvidarse de quereros:
Visitaros y ofenderos
Es fuerza para serviros.
Esto me manda deciros:
Mirad si le dais licencia;
Que le cuesta vuestra ausencia
Cuantos instantes, suspiros.

DOÑA ANA

Vos venís en ocasión
Que os he hecho un gran servicio:
Á lo menos es indicio
De ésta mi loca pasión.
Mirad en qué obligación
Os pone el haber traído
Á mi casa quien ha sido
Lo que tanto habéis amado;
Que os quiero ver obligado,
Pues no puedo agradecido.
Volved los ojos, veréis
Á Isabel, que viene aquí,
No para servirme á mí,
Sino á que vos la mandéis;
Que no quiero que os canséis
En buscarla en fuente ó prado.
Mirad si estáis obligado,
Y cómo he sabido hacer
Que vos me vengáis á ver,
No como hasta aquí, forzado.

DON JUAN

De vuestra queja os prometo
Que es el Conde, mi señor,
La causa, cuyo valor
Únicamente respeto;
Porque ¿cuál hombre discreto
No conociera y amara
De vuestra belleza rara
La divina perfección,
Y el discurso á la razón,
Y á vos el alma negara?
Con esto la puse en quien
La misma desigualdad
Disculpe la voluntad,
Para no quereros bien.
Mas no me pidáis que os den
Gracias de haberla traído
Mis ojos; que antes ha sido
Para no poderla ver,
Pues testigo habéis de ser,
Y yo menos atrevido.

ESCENA VI

El Conde.—Dichos

CONDE

Tanto la licencia tarda,
Que sin ella vengo á veros.

DOÑA ANA

Conde, mi señor, disculpa.
De ausencia de tanto tiempo.—
Llega una silla, Isabel.

DON JUAN

Aquí me estaban riñendo
Tu ausencia.

CONDE

¡Buena criada!
Y nueva; que no me acuerdo
Haberla visto otra vez.

DOÑA ANA

¡Buena cara, gentil cuerpo!
¿No es muy linda?

CONDE

¡Sí, por Dios!

DOÑA ANA

De que os agrade me huelgo;
Que es la dama de don Juan.

CONDE

Si es así el entendimiento,
Disculpa tiene mi primo.
Verla más de espacio quiero.—
Pasad, Señora, adelante,
¿De dónde sois?

DOÑA MARÍA

No sé cierto;
Porque ha mucho que no soy.

CONDE

Partes en la moza veo,
Que en otro traje pudieran,
Con el donaire y aseo,
Dar, fuera de vuestros ojos,
Á muchos envidia y celos.
Mi primo es tan singular,
Que por bizarría ha puesto
Las preferencias del gusto
En tan bajos fundamentos.

MARTÍN

Á mí responder me toca.
Perdónenme si me atrevo,
Por el honor del fregado,
La opinión del lavadero,
Del cántaro y el jabón;
Que más de cuatro manteos,
De ésos con esteras de oro,
Cubren algunos defetos.

DOÑA ANA

Cásase Martín agora
Con mi Leonor, y por eso
Siente que vueseñoría
Haga de don Juan desprecio.

DON JUAN

¡Dar en el pobre don Juan!

CONDE

Huélgome del casamiento.
Y ¿seréis vos la madrina?
Porque ser padrino quiero.

DOÑA ANA

No, Señor, que es Isabel;
Que pienso que ha mucho tiempo
Que ella y Leonor son amigas.

CONDE

Pues tócale de derecho
Ser el padrino á don Juan.

DON JUAN

Basta; que estáis de concierto
Todos contra mí. Pues vaya;
Que el ser el padrino aceto.

CONDE

¿Cómo calla la madrina?

DOÑA MARÍA

Señor, corto entendimiento
Presto se ataja, y más donde
Hay tantos y tan discretos.
Allá en mi lugar un día
Un muchacho en un jumento
Llevaba una labradora,
Y perdonad, que iba en pelo.
«Hazte allá, que le maltratas,»
Iba la madre diciendo;
Y tanto hacia atrás se hizo,
Que dió el muchacho en el suelo.
Díjole: «¿Cómo caíste?»
Y disculpóse diciendo:
«Madre, acabóseme el asno.»
Así yo, que hablando veo
Á tan discretos señores,
Hago atrás mi entendimiento,
Hasta que he venido á dar
Con el silencio en el suelo.

MARTÍN (ap.)

Tomen lo que se han ganado.

DOÑA MARÍA

Es el Conde muy discreto,
Y la señora doña Ana
Un ángel; pues yo ¿qué puedo
Decir que no sea ignorancia?

DOÑA ANA

Ahora bien, Señor, hablemos
De la ausencia destos días.
Ya me olvidáis, ya me quejo
De vos al pasado amor.

CONDE

Negocios son, os prometo,
Que me han tenido ocupado
Por un notable suceso.
Mató en Ronda cierta dama
Guzmán y Portocarrero,
Cuyo padre con el duque
De Medina tiene deudo,
Un caballero su amante.

DOÑA ANA

¿Con qué ocasión? ¿Fueron celos?

CONDE

Desagraviando á su padre
De un bofetón, porque el viejo
No estaba para las armas.

DOÑA ANA

¡Gran valor!

DON JUAN

¡Valiente esfuerzo!
Diera por ver á esa dama
Toda cuanta hacienda tengo.

DOÑA MARÍA (ap.)

Turbada estoy, encubrir
Puedo apenas lo que siento.

CONDE

Al fin, perdonó la parte,
Poniéndose de por medio,
Entre deudos de unos y otros,
Muchos nobles caballeros.
Con esto me ha escrito el Duque,
Por el mismo parentesco,
Alcance el perdón del Rey;
Lo que hoy, Señora, se ha hecho.
Mándame también buscalla,
Si entre tantos extranjeros
Alguna nueva se hallase,
Siendo esta corte su centro.
Mirad si estoy disculpado;
Y porque me voy con esto,
Vendré, Señora, á la noche,
Si me dais licencia, á veros.

DOÑA ANA

Id con Dios; volvé á la noche.

CONDE

Si haré, encanto de Babel.—
Quedáos con vuestra Isabel; (Á don Juan.)
Que yo me voy en el coche.

(Vanse el Conde, doña Ana y los criados.)

ESCENA VII

Doña María, Don Juan

DON JUAN

Alegre, Isabel, estás,
Que ya el cántaro dejaste,
Pues con la fe le mudaste,
Y con el alma, que es más.
Que desde que te la dí,
De cántaro la tenía,
Pues pienso que se decía
Este proverbio por mí.
Nunca quisiste trocar,
Cuando yo lo deseaba,
Al hábito que te daba
El que ya quieres dejar.
Si cuando yo te rogué,
Hábito honrado tomaras,
La voluntad disculparas,
Que baja en tus prendas fué.
Si el venir aquí son celos,
Pensando que así me guardas,
Son, Isabel, sombras pardas
En ofensa de tus cielos.
¿Qué guarda de más valor,
Isabel, que tu hermosura,
Si ella misma te asegura
Que merece tanto amor?
¡Vive Dios, que te he querido,
Y te quiero y te querré,
Con tanta firmeza y fe,
Que vive mi amor corrido
De no vencer tu rigor,
Siendo tú tan desigual!

DOÑA MARÍA

Quien siente bien no habla mal;
Que para tener valor
Con que poder igualaros,
Aunque de vuestro apellido
Príncipes haya tenido
Italia y Francia tan raros,
Sóbrame á mí el ser mujer;
Pero si de vuestro engaño
Á los dos resulta daño,
Desengaño habrá de ser.
No estoy contenta de estar
Donde, con hacer mudanza
Del hábito, mi esperanza
Aspire á mejor lugar.
Ni menos estoy celosa,
Ni os guardo, aunque os he querido;
Que en este humilde vestido
Hay un alma generosa,
Tan soberbia y arrogante,
Que el cántaro que dejé,
Un cielo en mis hombros fué,
Como el que sustenta Atlante.
Yo os quiero bien, aunque soy
De naturaleza esquiva;
Pero hay otro amor que priva,
Por quien os dejo y me voy.
No os dé pena; que os prometo
Que no hay nieve tan helada;
Pero he nacido obligada
Á su amor y á su respeto.
No puedo hacer más por vos
Que decir que os he querido:
En fe de lo cual os pido,
Y del amor de los dos,
Que una cosa hagáis por mí.

DON JUAN

¿Como ausentarte, mi bien?
Después de tanto desdén,
¿Esto merezco de ti?

DOÑA MARÍA

No excuso, aunque lo sintáis,
Este camino.

DON JUAN

Isabel,
¿Qué dices?

DOÑA MARÍA

Que para él
Esta joya me vendáis.
Diamantes son: claro está
Que justa sospecha diera
Si á vender diamantes fuera
Mujer que á la fuente va;
Que con lo que ella valiere,
Podré á mi casa llegar.

DON JUAN

Cuando pensaba esperar,
Quiere amor que desespere.
¡Notable desdicha mía!
¡Tristes nuevas! ¿Quién amó
Con la fortuna que yo?
Mas ¿quién, sino yo, podía?
Tened la joya y la mano,
Que entrambas diamantes son,
Si es la mina un corazón
Tan firme como tirano;
Que cuando forzosa sea
Vuestra partida, no soy
Hombre tan vil...

DOÑA MARÍA

Si no os doy
La joya, don Juan, no crea
Vuestro pecho liberal
Obligarme con dinero;
Que, pues de vos no lo quiero,
Bien creeréis que me está mal.
¡Oh, qué habréis imaginado
De cosas, después que visteis
La joya! Aunque no tuvisteis
Culpa de haberlas pensado,
Pues yo os he dado ocasión.

DON JUAN

Cuando yo, Isabel, pensara
Tal bajeza, imaginara
Prendas que más altas son
De las que tenéis, bastantes
Á abonaros; cuando fuera
Hurto, mayor le creyera,
Si fueran almas, diamantes.
Algo sospecho encubierto,
Isabel; y en duda igual,
Que sois mujer principal
Tengo por mayor acierto.
Que desde el punto que os ví
Con el cántaro, Isabel,
Echó amor suertes en él
Para vos y para mí.
Vos salisteis diferente
De lo que aquí publicáis,
Y yo sin dicha si os vais,
Para que yo muera ausente.
¿Quién sois, hermosa Isabel?
Porque cántaro y diamantes
Son dos cosas muy distantes;
Que hay mucha bajeza en él,
Y en vos mucho entendimiento,
Mucha hermosura y valor,
Mucho respeto al honor,
Que es más encarecimiento.
La verdad se encubre en vano;
Que como al que ayer traía
Guantes de ámbar, otro día,
Le quedó oliendo la mano;
Así, quien señora fué,
Trae aquel olor consigo,
Aunque del ámbar que digo,
Reliquias muestre por fe.

DOÑA MARÍA

No os canséis en prevenciones;
Que yo no os he de engañar.

ESCENA VIII

Leonor.—Dichos

LEONOR

¿Cuándo piensas acabar,
Isabel, tantas razones?
Vente á vestir y á vestirme;
Que mi señora te llama.

DOÑA MARÍA

Voy á ponerme de dama.

DON JUAN

¿Volverás?

DOÑA MARÍA

Á despedirme.
(Vanse los dos.)

ESCENA IX

DON JUAN

¿Qué confusión es ésta que levanta
Amor en mis sentidos nuevamente,
Que á tales pensamientos adelanta
Mi dulce cuanto bárbaro accidente?
Así el cautivo en la cadena canta,
Así engañado se entretiene, ausente,
De vanas esperanzas, que algún día
Verá la patria en que vivir solía.
No con menos temor, menos sosiego,
Tímido ruiseñor su esposa llama,
Á quien el plomo en círculos de fuego
Quitó la amada vida en verde rama,
Que mi confuso pensamiento ciego
En noche obscura los engaños ama,
Esperando que llegue con el día
La muerta luz de la esperanza mía.
Mas ¿cómo puede haber tales engaños?
Cómo pensar mi amor que la belleza
No puede haber nacido en viles paños,
Si pudo la fealdad en la nobleza?
Así, para mayores desengaños,
Mostró por variedad naturaleza
De un espino la flor candida, hermosa,
Y vestida de púrpura la rosa.
Que darme yo á entender que la hermosura
Que ví llevar un cántaro á la fuente,
Por engastar el barro en nieve pura
Del cristal de una mano trasparente,
No pudo proceder de sangre obscura,
Y nacer entendida humildemente,
Es vano error, pues siempre amando veo
Calificar bajezas el deseo.
Pues ¿quién será Isabel, locura mía,
Con hermosura y prendas celestiales?
¡Oh! ¿cuándo resistió tanta porfía
La bajeza de humildes naturales?
No ha de pasar sin que lo sepa el día.
Industrias hay; y si por dicha iguales
Somos los dos, como mi amor desea,
Tu cántaro, Isabel, mi dote sea.
No te pienses partir, si por ventura
No lo quieres fingir para matarme;
Que ya no tiene estado mi locura
Que yo pueda perderte y tú dejarme;
Que si tienes nobleza y hermosura,
Del cántaro por armas pienso honrarme;
Que con el premio con que ya se trata,
Amor le volverá de barro en plata. (Vase.)

ESCENA X

Calle.

Martín, Pedro

PEDRO

Martín, en esta ocasión
Me habéis desfavorecido:
Quejoso estoy y ofendido.

MARTÍN

Pedro, no tenéis razón;
Que el Conde gusta que sea
Padrino con Isabel.

PEDRO

Ensancharáse con él Cuando á su lado se vea.
Yo sé que si
me casara, Padrino os hiciera á vos.

MARTÍN

Yo no pude más, por Dios.

PEDRO

Pedro ¿también no la honrara?
¿No tengo cueras y sayos,
Capas, calzas, que por yerro
Quedaron en su destierro
Vinculadas en lacayos?
Pues ¡por el agua de Dios,
Aunque poca me ha cabido,
Que soy yo tan bien nacido!...

MARTÍN

¿Quién pudiera como vos
Honrarme con Isabel?

PEDRO

¿Hay hidalgo en Mondoñedo
Que pueda, como yo puedo,
Volver la silla á el dosel?

MARTÍN

Dejad el enojo ya;
Y pues que sois entendido,
Decidme si acierto ha sido
Casarme.

PEDRO

Pues claro está;
Que es muy honrada Leonor,
Aunque pide más caudal
La talega de la sal,
Que anda el tiempo á el rededor.
Mas queriendo el Conde bien
Á doña Ana, por Leonor
Os hará siempre favor,
Y ella ayudará también
De su parte á vuestra casa.

MARTÍN

Pues con eso pasaremos.

PEDRO

¿Quién queréis que convidemos?

MARTÍN

No lo excusa quien se casa.
Á Rodríguez lo primero,
Á Galindo y á Butrón,
Á Lorenzo y á Ramón,
Y á Pierres, buen compañero.

PEDRO

Haced llevar un menudo;
Que no hay hueso que dejar.

MARTÍN

Eso es darles de cenar.

PEDRO

En esta ocasión no dudo
De que tendrán los señores
Arriba gran colación.

MARTÍN

Por allá conservas son
Y confites de colores.

PEDRO

Lobos de marca mayor
Tendremos en cantidad.

MARTÍN

Pedro, ésa es enfermedad
Que no ha menester doctor. (Vanse.)

ESCENA XI

Sala en casa de doña Ana.

Doña Ana, Don Juan

DON JUAN

Yo pienso que es condición,
Y no amor, vuestra porfía.

DOÑA ANA

Y ¿quién sin amor podía
Sufrir tanta sinrazón?

DON JUAN

No es sinrazón la ocasión
Que me fuerza á no querer
Lo que del Conde ha de ser.

ESCENA XII

El Conde, que se queda escuchando sin que le vean.— Dichos.

CONDE (ap.)

Necios celos me han traído
De un deudo amigo fingido
Y de una ingrata mujer.

DON JUAN

Cuando no os quisiera bien
El Conde, mil almas fueran
Las que estos ojos os dieran.

DOÑA ANA

¡Oh, mal haya el Conde, amén!

CONDE (ap.)

Don Juan la muestra desdén,
Y ella á don Juan solicita.

DOÑA ANA

Con oro en mármol escrita
Tiene el amor una ley,
Que como absoluto rey,
No hay traición que no permita.
Demás, que esto no es traición;
Que nunca yo quise al Conde.

CONDE (ap.)

En lo que agora responde
Conoceré su intención.

DON JUAN

Ninguna loca afición
Que se haya visto ni escrito,
Ha disculpado el delito
Del amigo; que el valor
Es resistir á el amor,
Y vencer á el apetito.
Que yo con vos me casara
Es sin duda, si pudiera.

DOÑA ANA

Y ¿si el Conde lo quisiera,
Y aun él mismo os lo mandara?

DON JUAN

Entonces es cosa clara;
Mas cierta podéis estar
Que no me lo ha de mandar.
Y así, me voy; que no quiero
Dar á tan gran caballero
Ni sospecha ni pesar.

CONDE

Detente.

DON JUAN

Si habéis oído
Lo que ya sospecho aquí,
Pienso que estaréis de mí
Seguro y agradecido.

CONDE

Todo lo tengo entendido;
Y si por quereros bien
Trata mi amor con desdén
Doña Ana, no ha sido culpa,
Porque sois vos la disculpa,
Y mi desdicha también.
Dice que sabe de mí
Que os mandaré que os caséis:
Dice bien, y vos lo haréis,
Porque yo os lo mando así.
Que á saber, cuando la ví,
Que os tenía tanto amor,
No la amara; aunque en rigor
Fué engañado pensamiento
Que con tal entendimiento
No escogiese lo mejor.

DON JUAN

Aunque á Alejandro imitéis
En darme lo que estimáis,
Ni como Apeles me halláis,
Ni enamorado me veis,
Ni vos mandarme podéis
Que sea lo que no fuí;
Pues cuando pudiera aquí
Ser lo que no puede ser,
No quisiera yo querer
Á quien os deja por mí.

DOÑA ANA

Quedo, quedo; que no soy
Tan del Conde, que me dé,
Ni tan de don Juan, que esté
Menos contenta ayer que hoy.
Libre, á mí misma me doy,
Y daré luego, si quiero,
Á un honrado caballero
Mujer y cien mil ducados,
Sin suegros y sin cuñados,
Que es otro tanto dinero.

ESCENA XIII

Doña María, de madrina y muy bizarra, con Leonor, de la mano; Martín, Pedro, Lorenzo, Bernal y otros Lacayos, muy galanes; acompañamiento de Mujeres de la boda, Músicos.

MÚSICOS (cantan)

En la villa de Madrid
Leonor y Martín se casan: Corren toros y juegan cañas.

MARTÍN

¡Mala letra para novios!

PEDRO

Pues ¿no os agrada la letra?

MARTÍN

Correr toros y casarme
Paréceme á los que llevan
Pronósticos para el año
Dos meses antes que venga.

CONDE

Gallarda viene la novia;
Pero quien no conociera
Á Isabel, imaginara,
Viéndola grave y compuesta,
Que era mujer principal.

DOÑA ANA

Juzgarse puede por ella
Cuánto las galas importan,
Cuánto adorna la riqueza.

CONDE

¡Qué perdido está don Juan!

DOÑA ANA

¡Qué admirado la contempla!

CONDE

Por Dios, que tiene disculpa
De estimarla y de quererla;
Que la gravedad fingida
Parece tan verdadera,
Que, á no conocerla yo
Y saber sus bajas prendas,
Hiciera un alto conceto
De su gallarda presencia.

DON JUAN

(Para sí. Amor, si en esta mujer
No está oculta la nobleza,
La calidad y la sangre
Que por lo exterior se muestra,
¿Qué es lo que quiso sin causa
Hacer la naturaleza,
Pues pudiendo en un cristal
Guarnecido de oro y piedras,
Puso en un vaso de barro
Alma tan ilustre y bella?
Yo estoy perdido y confuso,
Doña Ana celosa de ella,
El Conde suspenso, hurtando
Á su gravedad respuesta.
Ella se parte mañana,
Diamantes me da que venda;
¿Qué tienen que ver diamantes
Con la fingida bajeza?
Pues ¿he de quedar así,
Amor, sin alma y sin ella?
¿No alcanza el ingenio industria?
No suele en dudosas pruebas,
Por las inciertas mentiras,
Hallarse verdades ciertas?
Ahora bien; no ha de partirse
Isabel sin que se entienda
Si en exteriores tan graves
Hay algún alma secreta.)
Conde, el más alto poder
Que reconoce la tierra,
El cetro, la monarquía,
La corona, la grandeza
Del mayor rey de los hombres,
Todas las historias cuentan,
Todos los sabios afirman,
Todos los ejemplos muestran
Que es amor; pues siendo así,
Y que ninguno lo niega,
Que yo por amor me case,
Que yo por amor me pierda,
No es justo que á nadie admire,
Pues cuantos viven confiesan
Que es amor una pasión
Incapaz de resistencia.
Yo no soy mármol, si bien
No soy yo quien me gobierna;
Que obedecen á Isabel
Mis sentidos y potencias.
Cuando esto en público digo,
No quiero que nadie pueda
Contradecirme el casarme,
Pues hoy me caso con ella.
Sed testigos que le doy
La mano.

CONDE

¿Qué furia es ésta?

DOÑA ANA

Loco se ha vuelto don Juan.

CONDE

¡Vive Dios, que si es de veras,
Que antes os quite la vida
Que permitir tal bajeza!
¡Hola! Criados, echad
Esta mujer hechicera
Por un corredor, matadla.

DON JUAN

Ninguno, infames, se atreva;
Que le daré de estocadas.

CONDE

Un hombre de vuestras prendas
¡Quiere infamar su linaje!

DON JUAN

¡Ay Dios! Su bajeza es cierta,
Pues calla en esta ocasión.
Ya no es posible que pueda
Ser más de lo que parece.

CONDE

¿Con cien mil ducados deja
Un hombre loco mujer,
Que me casara con ella,
Si amor me hubiera tenido?

DOÑA MARÍA

Quedo, Conde; que me pesa
De que me deis ocasión
De hablar.

DON JUAN (ap.)

¡Ay Dios! ¡Si ya llega
Algún desengaño mío!

DOÑA MARÍA

No está la boda tan hecha
Como os parece, Señor;
Porque falta que yo quiera.
Para igualar a don Juan,
¿Bastaba ser vuestra deuda
Y del duque de Medina?

CONDE

Bastaba, si verdad fuera.

DOÑA MARÍA

¿Quién fué la dama de Ronda
Que mató, por la defensa
De su padre, un caballero,
Cuyo perdón se concierta
Por vos, y que vos buscáis?

CONDE

Doña María, á quien deban
Respeto cuantas historias
Y hechos de mujeres cuentan.

DOÑA MARÍA

Pues yo soy doña María,
Que por andar encubierta...

DON JUAN

No prosigas relaciones,
Porque son personas necias,
Que en noche de desposados
Hasta las doce se quedan.
Dame tu mano y tus brazos.

MARTÍN

Leonor, á escuras nos dejan.
Los padrinos son los novios.

DOÑA ANA

Justo será que lo sean
El Conde y doña Ana.

CONDE

Aquí
Puso fin á la comedia
Quien, si perdiere este pleito,
Apela á Mil y Quinientas.
Mil y quinientas ha escrito:
Bien es que perdón merezca.


Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.
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