El Velo Negro del Pastor

Nathaniel Hawthorne


Cuento


El sacristán se encontraba en el porche de la capilla de Milford, tirando vigorosamente de la cuerda de la campana. Los viejos del pueblo venían encorvados por la calle abajo. Los niños, con sus caras resplandecientes, saltaban y jugueteaban alegremente detrás de sus padres o remedaban un paso más solemne que el de sus mayores, con la consciente dignidad que les daban sus ropas de domingo. Los peripuestos solteros miraban de soslayo a las bonitas doncellas y se imaginaban que el sol dominical las hacía parecer más bellas que los días de labor.

Cuando ya casi todo el gentío había llegado a congregarse en el porche, el sacristán empezó a tañer la campana con un ojo puesto en la puerta del reverendo Sr. Hooper. La primera visión de la figura del clérigo fue la señal para que la campana cesase en su convocatoria.

—Pero ¿qué lleva el bueno del párroco Hooper en la cara? —gritó atónito el sacristán.

Todos los que se hallaban al alcance de su voz se volvieron de inmediato y contemplaron el semblante del Sr. Hooper que recorría despacio su meditativo camino hacia la capilla. Como en un solo acorde, todos empezaron a expresar una extrañeza como si cualquier vicario desconocido hubiera venido a desempolvar los cojines del púlpito del señor Hooper.

—¿Está usted seguro de que es nuestro párroco? —quiso Goodman Gray informarse con el sacristán.

—Totalmente seguro de que es el bueno del señor Hooper —replicó el sacristán—. Iba a haberle cambiado el púlpito al párroco Shute, de Westbury, pero el párroco Shute mandó recado ayer, excusándose, porque tenía que predicar en un funeral.

La causa de tanta extrañeza podría parecer harto ligera. El Sr. Hooper, persona de porte caballeroso, de unos treinta años de edad, aunque todavía soltero, iba vestido con la debida pulcritud clerical, como si una solícita esposa hubiera almidonado su alzacuello y cepillado el polvo sema

Fin del extracto del texto

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.
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