El Guardia y la Antífona

O. Henry


Cuento


Soapy se removió con desasosiego en su banco del Madison Square. Cuando los gansos salvajes graznan en la noche, cuando las mujeres sin abrigo de piel de foca se ponen más cariñosas con sus maridos y cuando Soapy se remueve con desasosiego en su banco del parque, puede decirse que el invierno está a la vuelta de la esquina.

Una hoja seca le cayó a Soapy sobre las rodillas. La tarjeta de visita de Juan Escarcha. Juan es atento con los habituales del Madison Square y les previene honradamente de su visita anual. En las encrucijadas lo anuncia el Viento Norte, heraldo de la mansión de la Intemperie, para que vayan preparándose sus moradores.

Soapy abriga el convencimiento de que ha llegado la hora de constituirse en Junta individual de Recursos y Arbitrios que provea contra los rigores que se avecinan. Tal es la causa de que se revuelva con inquietud en su banco.

No puede decirse que las ambiciones de Soapy, cara al invierno, fueran excesivas. No había en ellas lugar para consideraciones tales como cruceros por el Mediterráneo, cielos adormecedores del sur o singladuras por el golfo del Vesubio. Tres meses en la Isla era cuanto anhelaba su alma. Tres meses de mesa y cama garantizadas en amable compañía, al abrigo del cierzo y de los polizontes, parecían a Soapy la esencia de cuanto pueda desearse.

Hacía ya años que tenía su cuartel de invierno en la hospitalaria prisión de la Isla de Blackwell. Lo mismo que sus conciudadanos neoyorquinos más afortunados sacaban cada invierno sus billetes para Palm Beach y la Riviera, Soapy había efectuado sus modestos preparativos para su migración anual a la Isla. Y al fin había llegado el día. La noche anterior, tres periódicos sabatinos sabiamente distribuidos bajo su abrigo, en torno a los tobillos y sobre el vientre, no habían logrado detener el frío mientras dormía en su banco, junto al surtidor de la fuente de la plaza vieja. Tal era la razón de que la Isla se in

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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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