Memorias de un Perro Amarillo

O. Henry


Cuento


No creo que ninguno de ustedes vaya a rasgarse las vestiduras por leer un relato puesto en boca de un animal. El señor Kipling y muchos otros buenos escritores han demostrado que los animales son capaces de expresarse en provechoso inglés, y hoy en día ninguna revista pasa a imprenta sin una historia de animales, a excepción de las articuladas publicaciones mensuales que todavía siguen sacando retratos de Bryan y de la horrorosa erupción de Mont Pelée.

Pero no vayan ustedes a buscar en mi cuento ningún tipo de literatura pretenciosa, como la de los parlamentos de Bearoo el oso, Snakoo la serpiente y Tammanoo el tigre, reflejados en los libros de la jungla. No puede esperarse que un perro amarillo que ha pasado la mayor parte de su vida en un departamento barato de Nueva York, durmiendo en un rincón sobre una vieja combinación de satén (la misma sobre la que ella derramó el oporto en el banquete de la señora Longshoremen), sea capaz de grandes trucos en el arte de hablar.

Nací cachorro amarillo; con fecha, localidad, pedigrí y peso desconocidos. Mi primer recuerdo es que una vieja me tenía dentro de una cesta en la esquina de Broadway con la calle Veintitrés, tratando de venderme a una señora gorda. La vieja Mamá Hubbard se dedicaba a hacerme publicidad sin límites, anunciándome como un genuino fox—terrier de Stoke Poges, de origen pomeranio—hambletonio, chino, hindú y rojo irlandés. La mujer gorda empezó a rebuscar un billete de cinco dólares entre las muestras de gros grain que llevaba en el bolso hasta que logró cazarlo, y se dio por vencida. Desde aquel momento me convertí en una mascota, en el caprichito de mamá. Dígame, querido lector, ¿le ha cogido a usted alguna vez una mujer de noventa kilos, echándole el aliento con aroma de Camembert y Peau d'Espagne y restregándole la nariz por todo el cuerpo, al tiempo que repetía sin cesar con un tono de voz a lo Emma Eames: «¿Quién es la cosita más chiqu

Fin del extracto del texto

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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