El Castillo de la Bella Durmiente

Pierre Loti


Cuento


Con frecuencia he lanzado una llamada de auxilio a mis amigos desconocidos para que me ayudaran a socorrer las penurias humanas, y siempre han escuchado mi voz. Hoy se trata de socorrer árboles, nuestros viejos robles de Francia que la barbarie industrial se empeña en destruir por todas partes, y vengo a implorar: «¿Quién quiere salvar de la muerte a un bosque, con un castillo feudal en el centro, un bosque cuya edad ya no conoce nadie?»

Viví en este bosque doce años de mi infancia y primera juventud; todos sus peñascos me conocían, y todos sus robles centenarios, y todos sus musgos. El terreno pertenecía por entonces a un anciano que no venía jamás, que vivía enclaustrado en otro lugar, y que en aquellos tiempos yo me representaba como una especie de invisible personaje de leyenda. El castillo estaba confiado a un administrador, rústico solitario y algo huraño, que no le abría la puerta a nadie; no se visitaba, no entraba nadie en él; yo ignoraba lo que podían ocultar las altas fachadas sin ventanas y me limitaba a mirar de lejos sus grandes torreones; mis paseos infantiles por el bosque se detenían al pie de las terrazas musgosas, envueltas en la oscuridad verdosa de los árboles.

Después, me marché a recorrer la Tierra, pero el castillo cerrado y sus profundos robledales obsesionaron siempre mi imaginación; en medio de mis largos viajes, regresaba como un peregrino piadosamente conducido por el recuerdo, diciéndome cada vez que nada de los países lejanos era más sosegante ni más hermoso que aquel rincón ignorado de nuestra Saintonge. El lugar, por otra parte, permanecía inmudable: en los mismos recodos de los bosques, entre las mismas rocas, yo encontraba las mismas gramíneas finas, las mismas florecillas exquisitas y escasas; en los claros, sobre las alfombras de líquenes jamás holladas veía, por aquí y por allá como antes, las pequeñas plumas azules semejantes a turquesas, caídas del ala de los gálgul

Fin del extracto del texto

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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