Libro gratis: El Caballero de Saint-Ismier
de Stendhal

«No tengo tiempo que perder —se dijo el caballero—. Si espero a que se haga de día para entrar en la casa que sea, Rochegude se enterará. Todo el mundo se conoce en estas ciudades de provincias, sobre todo las personas de determinada categoría».

El pobre caballero anduvo, pues, errante, sin saber qué hacer consigo mismo ni qué partido tomar. Reinaba un hondo silencio por todas las calles por las que pasaba. También era muy honda la oscuridad. «Nunca saldré de esta —se decía el caballero—. Me veo mañana por la noche en el castillo Trompette, no hay forma de evitarlo».

Vio de lejos una casa en donde había luz.

«Aunque fuera el mismísimo diablo —se dijo— tengo que hablarle».

Según se iba acercando, oyó mucho ruido. Escuchaba con gran atención, intentando averiguar qué podía ser aquello, cuando se abrió una puertecita. Salió a la calle un luz resplandeciente: vio a un joven apuestísimo y vestido con un lujo que rayaba en el rebuscamiento. Aquel joven tan apuesto llevaba la espada en la mano; estaba enojado, pero no parecía airado o, al menos, era una ira fatua. Las personas que lo rodeaban parecían subalternos y por lo visto intentaban apaciguarlo. Al acercarse a la puerta, el caballero oyó que aquel joven tan bien vestido se enojaba, que los demás intentaban apaciguarlo y que lo llamaban señor conde.