Libro gratis: Vida y Muerte de Mina de Vanghel
de Stendhal

Después de cenar, fueron a ver algunos panoramas famosos del bosque de Compiègne. Mina pensó varias veces en consultar al señor Larçay acerca de lo comprometido de su situación. Los aires de elegancia del conde de Ruppert, que aquel día iba detrás de las calesas a caballo, resaltaban más los modales tan naturales, e incluso ingenuos, del señor Larçay. El importante acontecimiento con el que Alfred había debutado en la vida le había permitido ver el corazón humano tal y como es y había contribuido a proporcionarle un carácter inflexible, frío, positivo, bastante risueño, pero desprovisto de imaginación. A Mina le extrañó que un francés pudiera ser tan sencillo.

Por la noche, cuando se fue, Mina sintió como si se hubiera separado de un amigo que supiera todos sus secretos desde hacía años. Todo le pareció desabrido e importuno, incluso la tiernísima amistad de la señora de Cély. Mina no había necesitado disfrazar ninguno de sus pensamientos con su nuevo amigo. El temor a cierta ironía francesa no la había obligado continuamente a cubrir con un velo su forma de pensar alemana, tan rebosante de franqueza. El señor Larçay se dispensaba de una gran cantidad de palabras sin la trascendencia y menudos gestos que exige la elegancia. Con ello se echaba ocho o diez años encima, pero por eso mismo acaparó los pensamientos de Mina durante la hora que siguió a su marcha.