Libro gratis: Mademoiselle de Scudéry
de E.T.A. Hoffmann


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Mademoiselle de Scudéry

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Edición física


Fragmento de «Mademoiselle de Scudéry»

Argenson que vio el fracaso de la «Cámara Ardiente», se presentó ante el Rey para proponerle la creación de un tribunal que con más amplias atribuciones siguiera el rastro de los delincuentes y les castigara. El Rey, persuadido de que ya eran amplios en demasía los poderes otorgados a la «Cámara Ardiente» y conmovido por el horror de las innumerables ejecuciones llevadas a cabo bajo la influencia de La Regnie, se desentendió del plan. Se escogió otro medio para interesar al Rey. En las estancias de la Maintenon, donde el Rey solía pasar las tardes y algunas veces trabajaba rodeado de los ministros hasta muy avanzada la noche, le fue entregada una poesía en nombre de los galanes amenazados, en la que se lamentaban de que al intentar poner en práctica lo que dicta la galantería, haciendo presente a la amada de unos regalos obligados, corrieran el riesgo de pagarlo con la vida. Es honor y placer dar la sangre por la amada en la lucha entre caballeros, pero una cosa muy distinta es verse expuesto a la acometida solapada del asesino, contra la cual no hay armas que valgan. Que Luis, estrella polar de todo amor y galanía, se dignara con su luz rasgar la noche obscura y desenmascarar el negro misterio que se amparaba en ella. El divino héroe que había derribado a sus enemigos no se negaría ahora a desnudar el acero resplandeciente, y nuevo Hércules contra la hidra de Lerna, nuevo Teseo en lucha con el Minotauro, vencería al monstruo temible que devoraba tal placer amoroso y teñía siniestramente toda alegría convirtiéndola en pena profunda y en luto sin consuelo. Si bien se trataba de un asunto muy serio, no escaseaban en la poesía presentada a Luis XIV las galas narrativas al describir el camino del enamorado hacía la amada, y cómo el miedo mata en germen el placer de la más bella aventura galante. Además de la gracia particular de los giros, el final se desplegaba en ampuloso panegírico en honor de Luis XIV. Todo esto era infalible para que el monarca leyera con visible complacencia la poesía. Sin quitar los ojos del papel, se volvió del lado donde estaba la Maintenon, leyó una vez más en voz alta, y le preguntó luego con la sonrisa en los labios, qué opinaba de los deseos de los arriesgados amantes. La Maintenon, fiel a su seriedad, y tiñéndose como siempre de un cierto tono pacato, opinaba que tales devaneos y aventuras no eran dignos de particular salvaguardia, sin que eso obstara a que los abominables delincuentes fueran merecedores de medidas especiales con vistas a su total desaparición. No quedó contento el Rey con esta ambigua respuesta; dobló el papel, y se disponía a entrar en el cuarto inmediato, donde trabajaba el secretario de Estado, cuando volvió al azar la mirada hacia Mademoiselle de Scudéry, que se había sentado en una butaca no lejos de la Maintenon. A ella se dirigió el Rey, dejando asomar de nuevo en su boca y mejillas la sonrisa que se había apagado, y desplegando de nuevo el manuscrito, dijo en un tono de voz suave:


77 págs. / 2 horas, 15 minutos.
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Publicado el 11 de febrero de 2018 por Edu Robsy.


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