Textos publicados por Edu Robsy etiquetados como Novela corta

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editor: Edu Robsy etiqueta: Novela corta


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Los Míseros

Carmen de Burgos


Novela corta


I. En la playa

Aquella amplia playa, frente aquella extensión de mar tan grandiosa, parecía profanada con los toldos de lona y los cucuruchos de las tiendas de los bañistas.

No se avenían bien la majestad severa del paisaje y el artificio de los veraneantes. En Figueiras da Fox no había, como en Trouville, ni en las playas de moda de las grandes estaciones, una Naturaleza ya dominada por el espectáculo; la playa de Figueiras, frente á la grandiosidad del Atlántico, es bravía aun en los días serenos, aun con la grandiosidad de la inmensa sábana de agua verde que se extiende bajo el cielo.

En el centro del arenal se habían colocado, sobro los píes derechos, unos toldos de dril, festoneados, bajo los que se colocaban sillas de madera, taburetes y banquetas de todas clases para las bañistas, que se sentaban frente al mar. Algunos de aquellos toldos eran de propiedad particular, y se distinguían por el color de sus festones y por las iniciales, en bayeta roja, verde ó amarilla, que anunciaban el nombre del propietario. Los otros eran públicos, y por la módica cantidad de veinticinco reis se podían ocupar á voluntad.

Detrás de estos toldos estaban las casetas de lona donde se vestían y desnudaban los bañistas para cruzar toda la arena, entre las miradas de los curiosos, hasta llenar á la orilla del agua.

La extensión del mar se perdía á lo lejos, confundiendo su verdor lechoso con el pizarra del cielo; y parecía llegar siempre con coraje á la playa. levantándose en una ola amenazadora, que venía furiosa á quebrarse en el sitio mismo donde estaban los bañistas.

Una multitud abigarrada paseaba por delante de los toldos ó se agrupaba á la orilla del mar para ver á las que se bañaban dar sus saltos, cabriolas y gritos, agarradas al bañero.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 73 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Reveladoras

Felipe Trigo


Novela corta


I

Gloria se peinaba al espejo, sostenido en la pared contra el tajo de la carne. Al otro extremo de la amplia galería, tirado en el canapé de mimbres, aguardaba Rodrigo a su hermana con los cromos, para pegarlos en las hojas nuevas del álbum que ya tenían orlas de platilla.

— ¡Gloria!

— ¿Qué?

— Que venga mi hermana.

Continuó la doncella pasando el peine de metal por los puñados de su pelo rubio, sacudido y abierto en manojos ondulantes sobre los brazos desnudos. La sofocaba el resol, filtrado en aquel ángulo desde un metro de altura, por la inmensa lona que entoldaba el patio.

— ¡Gloria!

— ¿Qué?

— ¿No has oído?

— Menos genio, ¿entiendes?... Me dijo que esta siesta no podría venir y me dió los cromos. Cógelos; aquí los tienes en el banco. — Pues tú los traes, ¡hala!

— ¡Uaaá! — hizo Gloria, volviéndose y enseñándole la lengua.

¿De dónde habría sacado la señora estos dos hijos tan bobos? Muchas noches se venían a la cocina a ver cómo pelaban patatas ella y la otra compañera, Vicenta; y si no estaba también la vieja ama Charo, les contaban ambas, por reírse, cuentos verdes... ¡por reírse al mirar la cara de tonto de Rodrigo, que no entendía, y la cara de Petra... ¡que ya los iba entendiendo de más y se disgustaba algunos ratos... «porque decían aquellas cosas delante del niño»!

¡Bah, qué niño... que cogía en el canapé más que un gastador!

Le estaba viendo Gloria en el espejo, sin dejar de peinarse.

Pero volvió él a llamarla con imperio y se levantó al fin, sin prisas, de más confiada en la bondad del muchachote, guapo como una niña e inocentón hasta lo increíble, a pesar de sus trece años.


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Dominio público
43 págs. / 1 hora, 15 minutos / 28 visitas.

Publicado el 3 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

Lo Irreparable

Felipe Trigo


Novela corta


I

Athenógenes Aranguren de Aragón entró.

No era un juez como cualquiera. Ni por el nombre, que ya tenía en sí mismo una marca de rareza, ni por su traza y su traje. Joven, muy guapo, listo. Y fino y exageradamente elegante como un goma de Madrid.

Juez y todo, por sus años, que llegaban mal a veintisiete, habíase relacionado en la ciudad, tan pronto como llegó, con muchachos de buen tono. Con unos que tenían automóviles, con otros que tenían coches, y con otros, en fin, que tenían al menos bicicletas y caballos. Era conservador.

Al verle se le hizo sitio en el corro de la estufa. Los más humildes callaron. Los más selectos dirigiéronle sonrisas y afables acogimientos. Porque sobre estos muchachos ricos de los coches y los galgos, tenía Athenógenes, que ya había sido por tradición de su familia un gran sportsman en León, el prestigio de su talento y su carrera.

— ¡Hola! ¿Qué?

— ¿Qué hay? — ¿Qué se sabe en el Juzgado?

— ¿Qué se cuenta del Pernales?

— ¿Nuevas noticias?

— ¡Atiza esa estufa, Quintín!

El bello juez, rubio, que traía esta noche brillantes en la corbata y americana de cinta, sacó primero una larga cajetilla de cigarros color té, brindó, encendió luciendo su preciosa fosforera, y púsose en seguida a contar lo que sabía de los bandidos. El Pernales y el Chato de Mairena continuaban por tierras de Arahal; y lo de los otros tres de la dispersa banda, que se habrían corrido a Extremadura, según la Prensa, era incierto. Belloteros, puestos en fuga por los guardias al pie de Almendralejo, los que habían dado lugar a tal alarma. Belloteros. Es decir, rúrales raterillos, ladrones de bellotas.


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Dominio público
47 págs. / 1 hora, 23 minutos / 42 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

La de los Ojos Color de Uva

Felipe Trigo


Novela corta


Estudio crítico de la obra de Felipe Trigo

Un novelista de la mujer y del amor


El Mercure de France, rindiéndole cuenta a sus lectores de la primera novela de Felipe Trigo, Las Ingenuas, escribía: «Felipe Trigo, como Gabriel D'Annunzio, en Italia, ha creado, en España, de un golpe, un género. Es arte, y gran arte, el del autor de Las Ingenuas, o no lo entendemos nosotros. Sus maestros son, sin duda, Flaubert y Maupassant.»

Lo mismo el ilustre novelista español es un analizador profundo de las almas, un concienzudo observador de la vida y un estudiador infatigable de los problemas amorosos. El amor, en su refinada voluptuosidad de la civilización moderna, en su sensualidad ardiente y sincera de la raza latina, cautivo entre las tormentosas dudas con que las filosofías extrañas hubieron de amarrarlo y de velarlo como con una túnica cilicio, constituye la esencia de las novelas de Felipe Trigo, y ocupa buena parte de sus libros de sociología y de arte. Su prosa es férvida, clara, llena de vigor, lo sobrado flexible y varia para ir desde el verismo más audaz al lirismo más alado. Menos decadente que Gabriel D'Annunzio, porque es más sincero, sólo se le asemeja en la casi inconsciente reproducción del alma propia en los protagonistas de sus obras. Jorge, el bello adolescente de La sed de amar; Luciano, el gentil amante de Las Ingenuas; Darío, el artista de Alma en los labios; Víctor, el escritor de La Altísima..., son todos personificaciones diversas del espíritu ardiente y triste, insaciado e insaciable, de su creador, y que se parecen como hermanos.


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78 págs. / 2 horas, 16 minutos / 38 visitas.

Publicado el 1 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

La Comadre

Juan Cortés de Tolosa


Novela corta


En la ciudad de Jaén huvo una comadre, moça y muy hermosa, llamada Beatriz, a cuya hermosura hizo grandes ventajas una sola hija que tenía, a quien, tanto por su buen rostro quanto por ser muy discreta, afable y bien entendida, tiernamente amava, cuyo nombre era Felipa; en quien, por las muchas partes de naturaleza, si no por las de fortuna por las adquisitas, estavan puestos los ojos del lugar, desseando más de quatro hidalgos dél verse en possessión de marido, anteponiendo su humilde nacimiento y baxo exercicio de la madre a su mucha virtud. A quien Beatriz dio por respuesta gustava su hija entrarse en un monasterio, fiada en que cierto don Rodrigo, de quien Felipa tenía una cédula, avía de bolver de México, donde fue por gran cantidad de hazienda que heredó de sus padres, y casarse con ella: cuyas ventajas, ansí en ella como en su nacimiento, eran muy notorias.

Parece ser que en Sevilla, donde estuvo unos días, tuvo un criado, grandíssimo vellaco y de muy buen entendimiento, llamado Molino,a quien don Rodrigo hizo sabidor de los amores que en Jaén dexava y como, si Dios le bolvía con bien, tenía por sin duda ser su marido, sin que cosa se le pusiesse por delante. Junto con esto le dixo sus grandes partes, poniendo de la suya más que naturaleza le avía dado.


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35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 36 visitas.

Publicado el 16 de enero de 2023 por Edu Robsy.

El Réprobo

Vicente Blasco Ibáñez


Novela corta


I

—Yo he conocido un hombre—dijo el doctor Lagos—que quiso ir voluntariamente al infierno. Y debo añadir que no sentía la menor duda sobre la existencia del infierno, por ser creyente fervoroso.

Esto fué hace más de treinta años, cuando empezaba yo a ejercer la profesión de médico. Ún viejo doctor, amigo de mi familia, me cedió, al retirarse, su clientela, en los extramuros de una ciudad histórica, que no juzgo necesario nombrar, situada en el centro de España.

Dicha ciudad vive aún como en aquellos tiempos, hermosa y adormecida, casi sin recibir otras impresiones exteriores que la llegada diaria de unos cuantos viajeros, los cuales, Baedeker en mano, vienen a admirar su catedral del siglo XII, sus templos parroquiales, que empezaron por ser mezquitas o sinagogas; sus palacios del siglo XVI, convertidos en casas de vecindad; sus callejuelas tortuosas, iluminadas al cerrar la noche por bombillas eléctricas, que parecen anacronismos, y lámparas de aceite parpadeantes frente a los altares colocados en sus esquinas. Además, tiene un alcázar, con torres encaperuzadas de pizarra, que ocupa lo más alto de la colina por cuyas laderas se extiende su caserío.

Abajo, en el valle, junto a las caídas del río que lo cruza, existen varias fábricas que empezaron por ser simples molinos. Otras nuevas industrias, activadas por el vapor, se unieron a las primitivas, y en torno de todas ellas la población obrera, compuesta de más mujeres que hombres, ha ido agrandando considerablemente el antiguo suburbio.


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33 págs. / 58 minutos / 63 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Devoradora

Vicente Blasco Ibáñez


Novela corta


I

Cuando entraba en el Casino de Montecarlo, los porteros la acogían con la misma reverencia que a los personajes célebres. Luego, mientras ella iba alejándose, hacían comentarios sobre el aspecto y los adornos de su persona.

—Todavía le queda mucho que jugar. Las joyas que trae hoy no las habíamos visto nunca.

Otros empleados más jóvenes preferían discutir, entre ellos, sobre la belleza de esta bailarina célebre.

—La Balabanova aún parece una niña, y debe de haber cumplido los cuarenta. Tal vez tiene más.

Vista a cierta distancia no resultaba fácil adivinar la edad de esta mujer, pequeña, ágil, de graciosos y sueltos movimientos, vestida siempre con una elegancia juvenil. Era preciso que los viejos concurrentes al Casino, atraídos por el brillo de sus alhajas, se fijasen en ella, recordando su historia.

Todos conocían a Olga Balabanova, la célebre bailarina del teatro Imperial de San Petersburgo, por haber tenido amoríos con varios individuos de la familia reinante, y hasta se murmuraba que, durante unos meses, logró monopolizar los deseos del último de los zares, frío y distraído en sus afecciones.

La ruina del Imperio y el triunfo de la revolución la habían sorprendido en su magnífica casa de Cap d'Ail, regalo de un gran duque. Lo mismo que tantos príncipes, generales y altos funcionarios de la Corte rusa refugiaddos en la Costa Azul, había visto desaparecer instantáneamente su riqueza. Era un náufrago más del buque imperial, enorme y majestuoso, perdido para siempre.


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32 págs. / 56 minutos / 55 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Rey Lear, Impresor

Vicente Blasco Ibáñez


Novela corta


I

Todas las tardes a la misma hora sonaba el timbre de la elegante cancela, y el hombre que esperaba en el zaguán decía al presentarse el servidor, unas veces criado gringo, con chaleco de mangas, o puesto ya de frac si la tarde era de recepción; otras, doncella francesa o tudesca, que pronunciaba trabajosamente las palabras españolas:

—Avise a don Martín que aquí está Pepe Terneiro.

Nunca quiso pasar de esta entrada con friso de azulejería y muros de arabéseos multicolores, imitación mediocre de la Alhambra, en pleno Buenos Aires. Su antiguo patrón le había instado muchas veces a que viniese a buscarle en sus habitaciones; pero él temía los encuentros en el interior de aquella casa de un solo piso, vastísima, que se extendía hasta la otra calle paralela, dédalo de corredores, patios y grandes salones, construida sin tener en cuenta el aprovechamiento del terreno, con la amplitud de una época en que los solares alcanzaban escaso precio.

No deseaba ver a las hijas de don Martín, damas elegantes, de cuyas fiestas se ocupaban con entusiasmo los periódicos, y que él había conocido siendo niñas. Le irritaban sus gestos protectores y algo desdeñosos. Era para ellas a modo de un mueble viejo y olvidado que la casualidad colocaba ante sus pasos, como un estorbo.

Venía a esta casa únicamente por su antiguo protector. El resto de la familia no existía para él. Y continuaba en el zaguán entreteniéndose en la contemplación de azulejos y alicatados, recuerdo de la remota patria, lo único que mantenía intacto de los tiempos de don Martín, cuando éste era realmente el amo de la casa.


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35 págs. / 1 hora, 1 minuto / 51 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Piedra de Luna

Vicente Blasco Ibáñez


Novela corta


I

Todos los que van por primera vez a la ciudad de Los Angeles, en California, desean visitar la vecina población de Hollywood.

Existe ésta solamente desde hace unos veinte años, o sea de la época en que el arte cinematográfico, monopolizado por los Estados Unidos, empezó a desarrollarse, hasta el punto de llegar a ser la quinta producción nacional.

Establecidas las grandes casas cinematográficas en Nueva York, tuvieron que luchar con la luz gris y brumosa del invierno a orillas del Hudson, y esto les hizo ir en busca de un país de cielo seco, siempre azul, de sol intenso, de atmósfera clara, acabando por fijarse en California, en el antiguo territorio de las Misiones franciscanas, cerca de la mísera parroquia de Nuestra Señora de los Angeles que fundaron los misioneros españoles, y es, en nuestros días, la famosa ciudad de Los Angeles, estación invernal de multimillonarios.

A varios kilómetros de ella, el insignificante pueblecito de Hollywood ha crecido a su vez, en el transcurso de los últimos años, hasta convertirse en la gran metrópoli de la cinematografía.

Todo su vecindario se compone de actores del llamado «séptimo arte» y de los innumerables auxiliares que necesitan éstos para complemento de su trabajo. Artistas célebres en el mundo entero, que ostentan el título de «estrellas», se confunden con numerosos astros secundarios y una nebulosa inconmensurable de figurantes, escultores, decoradores, inventores de nuevas tramoyas, tallistas, carpinteros y audaces manipuladores de la electricidad. Y como único comercio de la población, tiendas de modistas y de sastres, con grandes escaparates ocupados por maniquíes vestidos y largas filas de sombreros de mujer, establecimientos muy visitados por las figurantas en los días de paga.


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29 págs. / 51 minutos / 43 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Secreto de la Baronesa

Vicente Blasco Ibáñez


Novela corta


I

Al llegar a una cumbre rematada por enorme cruz de piedra, los viajeros que dos horas antes habían abandonado el tren para apretarse en el interior de una diligencia, veían de pronto todo el valle, y en su centro la ciudad.

Enfrente se elevaban los Pirineos como los diversos términos de una decoración de teatro: primeramente montañas rojizas o amarillas en progresión ascendente, lo mismo que peldaños de escalera; luego, otras que iban tomando una tonalidad azul, a causa de la distancia, y por encima las últimas, enteramente blancas, de una blancura que las hacía confundirse con las nubes, conservando hasta en los meses de verano los casquetes de nieve de sus cimas con flecos de hielo abrillantados por el sol.

Senderos pedregosos, frecuentados únicamente por comerciantes de mulas y contrabandistas, ponían en precaria comunicación este valle pirenaico de España con Francia, invisible al otro lado de la cordillera. Los carabineros llevaban una existencia de hombres prehistóricos en las anfractuosidades de unas montañas barridas en invierno por el huracán y la nieve.

En lo más hondo del valle, fértil y abrigado, se extendía la parda ciudad junto a un río de aguas frígidas procedentes de los deshielos. Sus techumbres, cubiertas de vegetación parásita, eran a modo de pequeñas selvas en pendiente, donde los gatos podían entregarse a interminables partidas de caza o se desperezaban bajo el sol. Las tejas curvas tenían una costra de moho vegetal. Los muros estaban agrietados, y rara era la fachada que no aparecía sostenida por «eses» de hierro, llamadas anclas en arquitectura.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 4 minutos / 70 visitas.

Publicado el 5 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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