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Solo Dios puede poner nombres, porque su palabra es verbo, es creadora. Su acción divina es transmitida a través de la palabra. Habría sido un gran cuentacuentos. Tengo que llevarle flores.
Pienso mucho en ciervos. Nombres y ciervos. Por ambos se cargan las escopetas. Hay nombres que provocan guerras y otros que las terminan. Querría saber cantar para declarar que ayer mi ciervo azul se me perdió...
En época de hambre no hay espacio para las fantasías, las historias solo pueden ser épicas u oraciones, pero nada de barcos sin puerto. Los nombres no construyen lo que nombran, si no las paredes de alrededor que los distinguen del resto, lo "otro". Nombrar es levantar fronteras. Tú y yo. Yo y los demás. Nosotros. Ellos.
Entre comillas: "los nombres vienen acuñados por la tradición o creados para describir una nueva realidad". Si te ponen un nombre que ya existe, no eres una nueva realidad.
"... escogidos con los criterios preferenes de brevedad y extrañeza". Los nombres deben ser breves. Ojalá yo supiese ser breve... creo que ya lo soy. Uno puede ser breve e intenso, pero es curioso que si te pasas echando gasolina a la intensidad, pasas de intenso a intensito. Y si lo haces con la brevedad pasas de breve a desaparecer.
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Publicado el 10 de diciembre de 2020 por Alejandro.
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