Descargar ePub «La Garduña de Sevilla y Anzuelo de las Bolsas», de Alonso de Castillo Solórzano

Novela


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  Novela.
221 págs. / 6 horas, 28 minutos / 246 KB.
3 de septiembre de 2018.


Fragmento de La Garduña de Sevilla y Anzuelo de las Bolsas

Vióse Hernando Trapaza en la presencia de su Estefanía, quedándose absorto de ver que ella fuese quien solicitó su salida de las galeras con el cuidado y diligencia que le habían significado; ella le recibió en sus brazos, y él pagó aquel cariño con lo mismo, pues fuera villana acción si á quien reconocía su yerro y le enmendaba con sacarlo de aquel trabajo, no le admitiera en su gracia con gusto, olvidando el enojo que de ella tenía; con todo, sentía verla en humildes paños, habiéndola dejado en Madrid en tan lucido adorno; y era que no penetró la cautela con que Estefanía venía allí disfrazada, que no se la pudo revelar por los testigos, que eran el cómitre y escribano de las galeras, los cuales, como no eran nada escrupulosos, más atribuyeron á amistad aquella que á matrimonio. Ellos fueron convidados á comer de Estefanía, regalándoles bastantemente. Acabada la comida, cada cual se fué á su rancho, y Trapaza y su dama se quedaron en el suyo, que era una buena posada; allí viéndose solos, de nuevo se hicieron mil fiestas, agradeciendo con muchas finezas el galán forzado la piedad á su Estefanía. Ella le dijo que su intento era, después de sacarle de aquella trabajosa vida, satisfacer el daño que le había hecho con hacerle su esposo, si de ello gustaba, pues se hallaba con una hija suya y bastante hacienda para vivir con descanso, que era la misma con que la dejó en Madrid: aquí Trapaza abrió tanto ojo y vio los cielos abiertos en su amparo, pues cuando fuera menos el que hallara en la piedad de Estefanía, él salía tal de su penitencia, que cualquier pasaje le juzgara tierra de promisión para él. De nuevo pagó en abrazos nuevas tan alegres como oía, y aceptó la oferta y partido de casamiento, deseoso de ver ya á su hija, con lo cual Estefanía le hizo sacar un vestido de camino, que le traía prevenido, honesto y no fanfarrón, porque no diese motivo á murmuraciones á los de las galeras, juzgando por de más porte á la hembra y á su galán. Aquella tarde se partieron á Sevilla, donde Trapaza, holgándose con su hija, que era de cinco años, cumplió como cristiano, lo que como gentil no había hasta aquel tiempo, que fué casarse con Estefanía in facie Ecclesiae. Mudaron de casa en otros barrios, tratando Estefanía de que su esposo buscase en Sevilla algún entretenimiento honesto para pasarlo mejor en aquella ciudad, que ya las canas con que escapó de las galeras no le permitían andar en garzonerías como antes ni en peligrosas empresas; pero un mal natural difícilmente se enmienda, y más como el de Trapaza, que era incorregible, y si había vivido hasta allí con quietud había sido por las amonestaciones, de su esposa y por verse ya padre de una hija, la cual se criaba con mucho regalo de su madre hasta los ocho años de edad, en que Trapaza no tuvo ocupación en Sevilla por su negligencia, que no era amigo de más que asistir en gradas hasta el medio día, y á la tarde ver la comedia. Sentíalo esto su esposa, que ajustada á vivir quieta, olvidó sus travesuras, loca de contento con la hija que tenía, que era hermosísima en extremo.


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