El Señor Thomas

Anatole France


Cuento


Conocí a un juez austero. Se llamaba Thomas de Maulan y pertenecía a la pequeña nobleza provinciana. Se había dedicado a la magistratura durante el septenio del mariscal Mac—Mahon, con la esperanza de impartir justicia un día en nombre del Rey. Tenía principios que él podía creer inamovibles, al no haberlos removido jamás. Tan pronto como se remueve un principio, se encuentra algo debajo y se comprueba que no era un principio. Thomas de Maulan mantenía cuidadosamente al abrigo de su curiosidad sus principios religiosos y sus principios sociales.

Era juez en el Juzgado de Primera Instancia en la pequeña ciudad de X***, donde yo vivía entonces. Su aspecto inspiraba estima, incluso cierta simpatía. Era un largo cuerpo seco, con la piel pegada a los huesos y la cara amarillenta. Su perfecta sencillez le daba bastante distinción. Se hacía llamar señor Thomas, no porque despreciara su nobleza, sino porque se consideraba demasiado pobre para mantenerla. Lo frecuenté suficientemente como para reconocer que sus apariencias no engañaban y que, junto a una inteligencia estrecha y un temperamento débil, tenía un alma elevada. Yo le descubrí grandes cualidades morales. Pero habiendo tenido ocasión de observar cómo realizaba sus funciones de magistrado instructor y de juez, me percaté de que su misma integridad y la idea que se hacía de su deber, lo convertían en inhumano y, en ocasiones, le quitaban toda clarividencia. Como era de una piedad extrema, la idea de pecado y de expiación dominaban su espíritu, sin que fuera consciente de ello, así como la idea de delito y de pena, y era evidente que castigaba a los culpables con la agradable idea de purificarlos. Consideraba la justicia humana como una imagen imperfecta, pero bella aún, de la justicia divina. Le habían enseñado en su infancia que el sufrimiento es bueno, que tiene por sí mismo mérito, virtudes y que es expiatorio. Lo creía firmemente y consideraba que cualquiera q

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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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