Descargar Kindle «Los Dioses tienen Sed», de Anatole France

Novela


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  Novela.
213 págs. / 6 horas, 13 minutos / 1 MB.
26 de mayo de 2017.


Fragmento de Los Dioses tienen Sed

Al ver a Gamelin lo saludó con mucha cortesía, y Gamelin lo ayudó amablemente a bajar el fardo; el viejo se lo agradeció con sinceras palabras.

—Aquí llevo —dijo al recobrar su carga— figuritas de cartón recortado que voy a entregar a un comerciante de juguetes de la calle de la Loi. Son mis criaturas: una muchedumbre que debe a mis manos un cuerpo mortal, pero sin goces ni sufrimientos; no las doté de imaginación porque soy un dios bondadoso.

Era el ciudadano Maurice Brotteaux, antiguo especulador y arrendatario de Contribuciones, de noble ascendencia, porque su padre, enriquecido en los negocios, había comprado una ejecutoria. En sus tiempos felices Maurice Brotteaux era llamado «el señor des Ilettes», y daba magníficas cenas en su hotel de la Chaise, iluminadas por los ojos de la señora de Rochemaure, esposa de un procurador, mujer perfecta cuya honrosa fidelidad no fue desmentida mientras la Revolución respetó a Maurice Brotteaux des Ilettes sus privilegios y sus rentas, con su hotel, sus fincas y su ejecutoria. La Revolución lo despojó de todo al fin, y para procurarse el sustento pintó retratos bajo los dinteles de las puertas cocheras, hizo buñuelos y pestiños en el muelle de la Mégisserie, fraguó arengas y discursos para los representantes del pueblo, y dio lecciones de baile a ciudadanos mozos. Últimamente, metido en su desván, adonde se encaramaba por una escalerilla de barrotes, y en el cual no podía ponerse de pie, Maurice Brotteaux, provisto de un puchero de engrudo y un manojo de cordelitos, de una caja de colores a la aguada, y de muchas recortaduras de papel, fabricaba muñecos que vendía al por mayor a los almacenistas de juguetes que surtían a los vendedores ambulantes de los Campos Elíseos, quienes los llevaban colgados al extremo de una caña para provocar el deseo de los niños.

Los Dioses tienen Sed

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