Cuestionarios

Arturo Robsy


Cuento



"Esto no es cierto. Cuando lo sea, los tiempos habrán llegado".

Consultorio 501

Internista Sr. D. Víctor. Consultas los martes y jueves.

Jueves por la mañana

—Buenos días, señorita.

—Buenos días. Usted dirá.

Rogelio mira la sala de espera: doce personas sobre doce sillas, un jarrón vacío, unas revistas en mal estado y una enfermera protegida tras una rectilínea mesa de material plástico.

—Quisiera ver al doctor.

—¿Tiene hora?

Rogelio consulta su reloj de pulsera un poco extrañado.

—Las nueve y media.

—No, no. Digo que si tiene hora fijada para la consulta.

—No, no. Resulta que me duele aquí. Bastante, ¿sabe usted? En el taller me han dicho que viniera para acá a que me...

—Lo siento. El doctor Víctor tiene mucho trabajo.

—Sí, claro. Lo siento. Pero como me duele...

La enfermera se apiada y consulta su libro: uno de esos cuadernos de tapas impresionantes donde se escribe el nombre del enfermo y la hora de visita que le corresponde. Rogelio parpadea angustiado: no es un quejica, pero desde la mañana los dolores son más y más fuertes y algo tiene que hacerse para acabarlos.

—No va a poder ser esta mañana... A ver... Sí: por la tarde hay un huequecito. A las siete. ¿Le va bien?

—Sí, sí. No creo que sea algo importante, pero en el taller me han dicho: ve a donde el doctor Víctor, y yo...

—Tenga. Rellene este cuestionario con todos los detalles y me lo entrega luego.

Rogelio no tiene bolígrafo, pero no sabe cómo decírselo a la enfermera. Además, su letra no es muy clara y siente los doce pares de ojos de los doce pacientes metidos en su espinazo: le vigilan para que no les pise la vez y se les cuele.

—No he cogido el bolígrafo... Como no sabía que hiciera falta...

—Tenga.

Súbitamente desconfiada, la enfermera le avisa:

—Escriba con letras mayúsculas. Muy claro.

Jueves. Durante la misma mañana

En una silla que ha quedado libre:

"Nombre completo"... Juan del Arco, Rogelio.

"Hijo de..." de Rogelio... "Y de..." Rememdios.

"Natural de..." de Carchelejo. "Provincia de..." de Jaén.

"Nacioóel..." el 14 de octubre. "De 19..." de 1940.

"Domiciliado en...".

A Rogelio le duele el costado. No es nada, por supuesto, pero uno llega a preocuparse por cosas así. También los demás pacientes le miran de una forma... Y es que esto de estar enfermo es un latazo: quizá le saliera más a cuenta tomarse una aspirina con una copa de coñac y regresar al trabajo como si nada. Sí, porque con lo del cuestionario y el tener que volver por la tarde va a perder muchas horas de faena y a lo mejor se creen que él no quiere trabajar.

"Profesión..." Oficial de segunda, mecánico.

"D.N.I. núm...." 41.488.542.

Repasa cada cifra cuidadosamente, no sea que meta la pata. Con esto del carné hay que irse con ojo.

"Enfermedades de los padres. Señalar de qué murieron".

Su padre en una cantera, pero, ¿es eso lo que pregunta el médico? A su padre se le llevó la cabeza un barreno, pero Rogelio no cree que este detalle interese. Su madre vive y está sana a sus sesenta años. Tiene miopía porque se quemó los ojos bordando con mala luz, y cojea un poco del pie izquierdo, que se lo pisó un carro de niña, pero tampoco esto es interesante. Prosigue el cuestionario.

"¿Alcoholismo?"... No.

¿No? La madre no, por supuesto, pero su padre... no era un borracho, claro. Tenía cuatro hijos y demasiado trabajo para serlo, pero más de un sábado, con la paga reciente, se quedó hasta las tantas bebiendo y charlando con los amigos. ¿Es esto alcoholismo? Él tendría que explicárselo al médico cara a cara. Así, por las buenas, el cuestionario resulta demasiado frío. Rogelio —con sus dolores en aumento— se cansa de escribir y siente no poder decir las cosas con un poco más de adorno, de viva voz.

"Enfermedades que ha padecido..." Sarampión (que le tenían en la cama con las persianas echadas y una lamparita roja en la mesilla). Paperas (con la cara deformada y una bufanda al cuello. Las cogieron también los hermanos y hasta los niños de la escuela: fue toda una epidemia). Anginas. Gripe...

¿Qué mas ha tenido Rogelio? Estos dolores, los de ahora, que sólo Dios sabrá lo que son. Dolor de muelas también, pero a última hora decide no ponerlo. Y una pierna que se le rompió de zagal, corriendo por los olivos. ¿Nada más¿ A Rogelio le da vergüenza haber tenido tan pocas cosas pero comprende que no debe mentir y añadir tres o cuatro enfermedades de su propia cosecha.

"Síntomas que presenta el enfermo...". Dolor en el costado derecho, por debajo del ombligo; y, también dolor que sube hasta la boca del estómago y el corazón. Sudores...

Rogelio suda. Suda más que antes y nota la piel estirada y demasiado caliente. La fiebre, sin duda, la mala fiebre que le sacar el sudor del cuerpo y le pone los ojos colorados y llorosos. Escribe: Fiebre. Ya está todo.

—Ya he terminado, señorita.

—Muy bien.

—Ahí tiene su bolígrafo y muchas gracias.

—Un momento. ¿Desde cuando tiene esos dolores? Es que no lo ha escrito.

—¿Eh?... Desde la mañana. Me he despertado ya así, pero más flojos...

—Bien. Pues ya lo sabe: esta tarde, a las siete. Sea puntual.

—Sí, señorita. Claro. ¡Buenos días!

—Buenos días.

Consultorio 501

Internistas Sr. D. Victor. Consultas los martes y jueves.

Jueves por la tarde. A las siete

—Buenas tardes, señorita.

—Pero, ¿qué le pasa, hombre? Está usted desencajado.

—Los dolores... ya ve usted.

—Siéntese, que ahora le toca... ¡Vamos, hombre, que no será nada!

—Claro, señorita... Es que hoy tengo mal cuerpo y por eso...

—¿Tiene fiebre?

—Pienso que sí.

—¡Uf! ¡Está ardiendo! ¿Quiere agua?

—Sí, muchas gracias.

—Tenga... Pero, ¿qué hay ahora?

—No sé... ¡Ay! Usted perdone: a veces se le escapa a uno el grito.

—Ya puede usted pasar. ¿Le ayudo?

—No, no... podré yo solo.

Rogelio se endereza apoyado en su silla. Hay otros hombres y mujeres en la sala de espera y todos le miran como si fuera un aparecido: ¿qué pretende con tanto quejido? Es que hay tipos que no pueden aguantarse un dolorcillo de nada.

Rogelio, triste, se mete por la puerta abierta, tiene la tripa como una tabla, llena de dolor y tensa y rígida; dura como nunca la sintió. Piensa que ha cogido un cólico enorme y pasa revista a lo que comió: anoche, una sopilla ligera pero muy caliente, y una tortilla de patata. Por la mañana, café y un bocadillo de sardinas. A la hora de comer, un cocidito apetitoso que casi no le pasó por el gaznate... ¿qué tiene, pues?

Todo lo da vueltas. La fiebre, seguramente. Por los labios resecos se le van suspiros más disimulados. Recuerda las preguntas del cuestionario: ¿Nombre? Juan del Arco, Rogelio. Hijo de Rogelio y Remedios. Nacido en Carchelejo, provincia de Jaén. Treinta y tres años, los de Cristo. ¿Enfermedades? Paperas, sarampión, anginas, gripe, una pierna que se rompió de zagal corriendo por los olivos. Su padre murió: un barreno casi se le lleva la cabeza. Su madre es miope y cojea. Le duele el costado derecho, por debajo del ombligo y tiene la tripa dura, apelmazada...

El médico sale con el rostro severo y se encara con la enfermera.

—Señorita: pídame usted inmediatamente una ambulancia. Haga el favor.

El mismo jueves. Depósito del hospital general

—¿Y éste?

—Peritonitis. Ya ingresó medio muerto.

—Pobre hombre.

—Sí; no pudimos hacer nada.

Rogelio está rígido, rígido. Y verde. Ya no le interesa nada.

—Habrá que rellenar el cuestionario.

—Sí, vamos: ¿cómo se llamaba?

—Aquí lo pone: Juan de Arco, Rogelio. Treinta y tres años.

—Los de Cristo.

—No se pudo hacer nada. Pobre hombre.

—Sí; pobre.


Publicado en el Diario Menorca el 5 de junio de 1973.


Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.
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