La Última Historia

Arturo Robsy


Cuento


Hoy, el Ángel ha llegado a las dies y cuarto de la mañana. Lleva seis días haciéndolo, y ya los más puntillosos han comentado su falta de puntualidad: un Ángel no puede retrasarse quince minutos bajo ninguna excusa.

Los niños le tiran piedras, pero él, sonriendo, aguanta firme y no cede. Se va a posar en lo alto de la Cibeles y se está un par de horas con las alas plegadas y los brazos sobre el estómago. Ahora ya no hace nada; antes hablaba, pero actualmente se limita a mirarnos y a sonreír, como quien hace muecas. (¿Tendrán músculos cigomáticos los ángeles?)

La primera vez, un guardia le quiso quitar de ahí, pero unas viejecitas piadosas lo impidieron. Dijeron que no hacía mal y nadie y que, en el fondo, era bonito: con esto y lo otro (o lo otro y esto) armaron tal alboroto que el guardia tuvo que dejarlo estas, ¡y desde entonces!

Han pasado, pues, seis días y hay quien afirma que la cosa va en serio. Pero, mientras quedamos en algo, ahí están los niños tirándole piedras y caramelos, y el policía mirándole de reojo, entre frustrado y vengativo.

De vez en cuando llegan los de la Televisión y hablan un poco con él y los periodistas, y luego se burlan todos, aunque ya no piensan que sea un señor disfrazado, porque le han visto volar por su cuenta.

Un director de cine sueco llegó el segundo día y está haciendo una película abstracta: la Prensa dice que el peliculero quiere crear un simbolismo entre la civilización y la dulce Arcadia o el Edén, para que los hombres comprendan la de cosas que se han perdido al nacer en la sociedad de consumo.

El asunto del Ángel tiene otros aspectos más prosaicos. A sus pies, casi sobre el agua de la fuente, hay siete u ocho fotógrafos profesionales, y se ha dado el caso de que chicas alegres se han subido a la Cibeles para hacerse un retrato "de cuerpo entero" con él. También hay mujeres que venden caramelos y tiradores y hombres que parecen guías de Madrid, y postales del Ángeles, y cerilleras y repartidores de periódicos.

Por otro lado, el tráfico va mal, porque la gente, al mirarle, circula más despacio, y se forman grandes atascos, y luego vienen los bocinazos, los gritos, los policías, y las multas; son ya muchos los que dicen que el Ángel no hace más que molestar y, seguramente, tiene bastante razón.

Una agencia de publicidad y un empresario de teatro han querido contratar al Ángel. El uno, para montar una comedia musical y la otra, para anunciar un detergente con "blancura celestial".

En cuanto a él, como persona, es bastante normal. Tiene la cara sin estridencias, suave, llena de un bozo rubio y fino como los cabellos, que, contra la creencia general, lleva cortos y cepillados. Un Ángel sin melena no está completo o, al menos, esta sería la opinión de Fra Angélico.

El cuerpo es largo y proporcionado, como el de los jóvenes de la generación del "pelargón", y las manos, de pianista, que cada dedo parece una culebra.

Si en lugar de túnica llevara unos pantalones y una chaqueta sería un tipo aceptable, aunque las alas siempre estarían de más.

Un amigo mío, en Correos, me ha dicho que llegan muchísimas cartas dirigidas a él, pero que no saben qué hacer con ellas, porque entregárselas así, por las buenas, parece un poco grosero. Además, la dirección que utilizan no es correcta. Ponen: "Señor Ángel. La Cibeles, último piso, —Madrid.", y esto, si se sienta el precedente, pue resultar peligroso.

La actitud del Ángel, ya lo he dicho, es pasiva: contesta educadamente cuando se le pregunta, pero, por su cuenta, ya ha renunciado a hablar. Los niños le tiran piedras y caramelos (y también pipas), y él se ríe amistosamente, aunque se nota que está cumpliendo un deber que le es molesto.

Cuanto terminan sus dos horas de plantón, levanta el vuelo y desaparece entre las nubes. Por cierto, que los del Servicio Meteorológico se han quejado porque la cosa puede producir alguna confusión con los globos sonda.

También hay espectáculos callejeros. Las muchachas, del brazo de sus novios, pasan frente a el y, al mirarle, se les va el comentario: "¡Qué guapo es!" "Tiene buena pinta". Y los jóvenes carpetovetónicos amanecen con su respuesta: "¿Y qué tiene él que no tenga yo?" "Hijo, será por lo de las alas." Pero aún contando con la mejor voluntad de las chicas, los problemas amorosos están a la orden.

Por todo esto se dice que las autoridades van a tomar una decisión; quizá trasladarle a lo alto de un rascacielos; pero lleva ya seis días y todavía no han decidido nada.

¿Y qué es lo que hace el Ángel? En realidad, soliviantar al populacho, aunque éste ya está hasta los belfos de ser soliviantado inútilmente. ¿Qué?

Dijo que, a la séptima vez de su aparición se acabaría el mundo. Menos mal que la gente, con muy buen juicio, sabe de estas falsas alarmas. El fin del mundo se anuncio por el año mil, y después, para principios de siglo, con lo del cometa Halley, de modo que esto tiene todas las características de ser una mentira.

Como última curiosidad, algunos especialistas en Vida Sideral y Ficción Científica (Science Fiction, para los entendidos) opinan que es un ser de otro planeta, que quiere confundirnos para facilitar la invasión de sus congéneres. Todo pudiera ser.

Hoy es el día séptimo, y no hay sol. No es que no haya salido o esté tapado por las nubes, es que no LO HAY: ha desaparecido sin dejar ni astro, y la luz que tenemos el lechosa, como la de los tubos de neón.

De la costa llegan noticias de que el mar brama como un toro herido, y los astrónomos que estuvieron de guardia durante la noche han comunicado que TODAS las estrellas de cayeron antes de amanecer, aunque no dicen dónde.

El Ángel está en su puesto desde el alba y, contrariamente a su costumbre, clama con una voz demasiado aterciopelada. Según él, todos debemos irnos al Valle de Josafat, y ya muchos sospechan que ha sido un truco de las Agencias de Viajes Consolidadas y Co.

La radio dice que la Tierra está reduciéndose como una mandarina al madurar... En fin, hoy es un día a propósito para las agencias informativas, y supongo que los periódicos vespertinos tendrán que hacer una edición especial.

En cuanto al Ángel, creo que ya somos mayorcitos para que nos quieran tomar el pelo así. ¡Vaya por Dios!


Publicado en la revista «Arriba», 28 de mayo de 1972.
Seleccionado en el Concurso «Arriba 1972» de cuentos y reportajes.


Publicado el 15 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.
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