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Luego, en Madrid, nos llevó al zoológico: mi prima y yo, asustados y curiosos delante de aquellos enormes animales salvajes, acabados detrás de las rejas, vencidos por su misma furia ante la prisión. Pensé, entonces, qué efecto haría un hombre metidito en su jaula y mirando con los ojos apagados y tristes de los leones viejos. Se lo dije a mi abuela.
— Los hombres — me avisó — no están hechos para las jaulas. Dios no lo quiere. Dios nos hizo a su imagen y semejanza.
Era una mujer devota. Tenía, a su edad, la bendita confianza en los mundos mejores, y en ese dios que escucha, con la oreja pegada al cielo, nuestras pequeñas miserias y nuestras tontas alegrías.
Yo, claro, necesitaba saber más de Dios allí, en el zoo.. Era la curiosidad de mi edad.
— ¿Dios es como nosotros? — pregunté.
Mi prima dijo: "¡Hala!". Y la abuelita, sonriendo, me tocó el hombro:
— Como nosotros es.
— ¿Y está vivo?
— Sí.
— ¿Por qué todos estamos vivos?
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Publicado el 26 de mayo de 2017 por Edu Robsy.
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