Una novela policiaca y de enredo, con mucho humor políticamente incorrecto y transfondo político.
Un concejal que es, además, consejero y vicepresidente autonómico, desaparece en circunstancias muy extrañas. Las pistas se van sucediendo pero todos los rastros llevan a callejones sin salida. ¿Es una venganza política? ¿Un secuestro por parte de una banda terrorista? ¿Un crimen pasional? ¿Tiene que ver con sus turbios negocios? ¿Un ajuste de cuentas entre gente de su propio partido?
Nada ni nadie es lo que parece en esta novela coral sobre la realidad política de España en los años 80.
El esbirro, al que Andrés enseñaba contabilidad e informática a fondo perdido, y al que había colocado de jardinero oficial, se llamaba, encima, Jorge, que el muy desventurado pronunciaba Cogque. Su garganta caprichosa y sus largos silencios, le habían dado fama de subnormal concienzudo, pero Andrés, que no se dejaba llevar por las apariencias, lo usó sin problemas para pegar sellos, llevar cartas y hacerle compañía durante las noches de vino y gresca a las que era afecto. "Cogque" le pagaba con lealtad perruna, y como un perro hubiera mordido a quien en su presencia hiciera por casualidad un feo a su señorito.
La mañana en que desapareció Pablo Casavieja, Andrés contaba ya con un amplio historial contestatario y probablemente delictivo, porque no era malvado de estarse mano sobre mano y ceder a la imaginación el peso de las operaciones vengativas. Quizá no era toda suya la culpa y debía compartirla con su padre, abogado que, desde muy pequeño, le hizo considerar la justicia como algo más necesario que el aire, y le enseñó aquella máxima que Andrés repetía todavía, pero en versión subtitulada: "odia al delincuente y compadece al delito". Así le hacía más gracia.
284 págs. / 8 horas, 18 minutos.
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Publicado el 10 de julio de 2025 por Edu Robsy.
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