Enviar a Kindle «Lo Prohibido», de Benito Pérez Galdós

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  Novela.
508 págs. / 14 horas, 49 minutos / 691 KB.
13 de febrero de 2018.


Fragmento de Lo Prohibido

«Vamos ahora a mi rama. Mi padre se sabía el Quijote de memoria, y hacía con aquel texto incomparable las citas más oportunas. No había refrán de Sancho ni sentencia de su ilustre amo que él no sacase a relucir oportuna y gallardamente, poniéndolos en la conversación, como ponen los pintores un toque de luz en sus cuadros. Cito esto porque también corrobora lo que voy contando. Hacía excelentes cometas y compuso una obra sobre los alfajores de la tierra. —De mis hermanos algo sabes tú; pero algo puedo añadir a tus noticias. Javier fue la esperanza de mi padre. Era precocísimo; tuvo como tú esas melancolías, ese temor de que se le caía encima un monte. De pronto le entró la manía mística, dando en la flor de tener éxtasis y visiones. Mi padre, que quería fuese marino, se disgustó. No había más remedio que meterle en la Iglesia. Estudió en el Seminario de Baeza, cuatro años, hasta que... Ya sabes que se fugó del Seminario y se casó con una aldeana. Fue dichoso, tuvo después mucha salud y no padecía más que unos fuertes ataques de dentera que le hacían sufrir mucho. Su mujer paría siempre gemelos. —Mi hermano Enrique tenía un carácter grave, prodigiosa habilidad mecánica, delicadezas de mujer y un horror invencible a las aceitunas. Sólo de verlas se ponía malo. Hizo de corcho el famoso Tajo y el puente de Ronda. Mi padre quería que fuese a estudiar a Sevilla; pero repugnábanle los libros. Enamorose perdidamente de una joven de buena familia. Eran novios y no había inconveniente en que se casaran. Pero de la noche a la mañana, Enrique empezó a caer en melancolías. Le acometió la idea de que no podía casarse, por carecer de facultades varoniles. ¡Pobre Enrique! Acabó en el manicomio de Sevilla a fines del 54. —Mi hermana Rosario no dio más señales de la infección hereditaria que el tener toda su vida violentísimo odio a los perros. No los podía ver, y lo mismo era oír un ladrido que ponerse a temblar. Casó con Delgado, y en su hijo Jesús aparece pujante el mal. Tú no le has visto. Es un ser inocentísimo, que se pasa la vida escribiéndose cartas a sí mismo.


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