Descargar edición dislexia del libro «Tormento», de Benito Pérez Galdós

Novela


Descargar gratis el libro «Tormento» de Benito Pérez Galdós en una edición especial que facilita la lectura a personas con dislexia.

Esta edición especial del ebook gratuito del libro de Benito Pérez Galdós «Tormento» utiliza la fuente OpenDyslexic, que mejora la experiencia de lectura por parte de personas que padecen de dislexia. Esta edición se puede leer desde cualquier dispositivo: ordenadores, tablets y smartphones. También permite su impresión en papel para disponer de una edición física.

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  Novela.
265 págs. / 7 horas, 44 minutos / 806 KB.
25 de septiembre de 2016.


Fragmento de Tormento

Estaba él asegurado en la nómina como la ostra que yace en profundísimo banco a donde no pueden llegar los pescadores; suerte peregrina en la burocracia de Madrid, que perturbada constantemente por la política, la ambición, la envidia, la holganza y los vicios, es campo de infinitos dolores.

No era político Bringas, ni lo había sido nunca, aunque tenía sus ideas, como todo español, por cierto muy moderadas. No sentía ambición, y por no tener vicios, ni siquiera fumaba. Era tan trabajador que sin esfuerzo y contentísimo desempeñaba su trabajo y el de su jefe, que era muy haragán. En su casa no perdía el tiempo, y sus habilidades mecánicas eran tantas que no nos será fácil contarlas todas. Naturaleza puso en él útiles y variados talentos para componer toda suerte de objetos rotos. Cualquier desvencijada silla que cayera en sus manos quedaba como nueva, y sus dedos eran milagroso talismán para pegar una pieza de fina porcelana que se hubiera hecho pedazos. Se atrevía hasta con los relojes que no querían andar, y con los juguetes que en manos de los chicos perdieran la virtud de su mecanismo. Restauraba libros cuya encuadernación se deteriorase, y barnizaba un mueble a quien el tiempo y el uso hubieran gastado el lustre. Lo mismo remozaba un abanico de cabritilla o una peineta de concha, que la más innoble pieza de la cocina. Hacía nacimientos de corcho para Navidad, y palillos de dientes para todo el año. En su casa no se llamaba nunca a un carpintero. Bringas sabía mejor que nadie clavar, unir, tapizar, descerrajar, y le obedecían el hierro y la madera, la chapa ebúrnea y el pedazo de suela, la cola y el engrudo, el tornillo y la punta de París, el papel de lija y el esmeril. Tenía herramientas de todas clases, y provisiones y pertrechos mil; y si se ofrecía manejar una aguja gorda para empalmar piezas de la alfombra, tampoco se quedaba atrás. Forraba soberanamente un mueble con telas viejas de otro mueble invalido ya y deshuesado. Al mismo tiempo, Bringas era hombre que no se desdeñaba, en día de apuro y de convidados, de ponerse en mangas de camisa y limpiar los cubiertos. Hacía el café en la cocina a estilo de gastrónomo, y si lo apuraban, se comprometía a poner un arroz a la valenciana que superara a las mejores obras de su digna esposa y de la cocinera de la casa.


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