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Edición física «Una Profecía Gitana»
Gerald se echó a reír:
—Vales mucho —añadió.
Joshua era de ese tipo de hombres que son capaces de mantener la mirada de una joven. Por eso, tras dudarlo un instante, contestó:
—De acuerdo. Toma, cariño, pero no olvides que tienes que decirme algo bueno —y le dio medio soberano.
Ella lo cogió y dijo:
—No soy yo quien va a darte buena o mala suerte, solo leo lo que dicen las estrellas.
Le cogió la mano derecha y volvió la palma hacia arriba. Nada más verla, la soltó, como si estuviera ardiendo, y asustada, se marchó corriendo. Alzó la cortina de una tienda enorme que estaba situada en el centro del campamento y desapareció.
—Te han vuelto a engañar —dijo con cierto cinismo Gerald.
Joshua estaba un poco asombrado y no del todo satisfecho. Los dos hombres miraron hacia la tienda. De ella no salió la muchacha, sino una mujer de mediana edad, de porte elegante y cuya sola presencia imponía respeto.
El silencio pareció invadir todo el campamento. Durante unos segundos cesó el alboroto, las risas y el ruido. Los hombres y las mujeres, ya estuvieran sentados, agachados en cuclillas o recostados, se pusieron de pie y miraron a la señorial gitana.
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Publicado el 17 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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