La Pequeña Dorrit

Charles Dickens


Novela


Prólogo a la edición de 1857
Libro primero. Pobreza
Capítulo I. Sol y sombra
Capítulo II. Compañeros de viaje
Capítulo III. En casa
Capítulo IV. La señora Flintwinch tiene un sueño
Capítulo V. Asuntos de familia
Capítulo VI. El padre de Marshalsea
Capítulo VII. La hija de Marshalsea
Capítulo VIII. La cárcel
Capítulo IX. Madrecita
Capítulo X. En el que se expone toda la ciencia del buen gobierno
Capítulo XI. En libertad
Capítulo XII. La Plaza del Corazón Sangrante
Capítulo XIII. Patriarcal
Capítulo XIV. La fiesta de la pequeña Dorrit
Capítulo XV. La señora Flintwinch tiene otro sueño
Capítulo XVI. Debilidad de nadie
Capítulo XVII. Rival de nadie
Capítulo XVIII. El pretendiente de la pequeña Dorrit
Capítulo XIX. Las relaciones sociales del Padre de Marshalsea
Capítulo XX. Moverse en sociedad
Capítulo XXI. El malestar del señor Merdle
Capítulo XXII. Un enigma
Capítulo XXIII. La máquina se pone en marcha
Capítulo XXIV. Artes adivinatorias
Capítulo XXV. Conspiradores y otros personajes
Capítulo XXVI. Estado de ánimo de nadie
Capítulo XXVII. Veinticinco
Capítulo XXVIII. Desaparición de nadie
Capítulo XXIX. La señora Flintwinch sigue soñando
Capítulo XXX. Palabra de caballero
Capítulo XXXI. Dignidad
Capítulo XXXII. Más artes adivinatorias
Capítulo XXXIII. El malestar de la señora Merdle
Capítulo XXXIV. Una colonia de lapas
Capítulo XXXV. Lo que había leído el señor Pancks
en la mano de la pequeña Dorrit
Capítulo XXVI. La cárcel de Marshalsea se queda huérfana
Libro segundo
Capítulo I. Compañeros de viaje
Capítulo II. La señora General
Capítulo III. De camino
Capítulo IV. Una carta de la pequeña Dorrit
Capítulo V. Algo malo
Capítulo VI. Algo bueno
Capítulo VII. Esencialmente, prismas y patatas
Capítulo VIII. La viuda Gowan recuerda que hay cosas que nunca salen bien
Capítulo IX. Aparición y desaparición
Capítulo X. Los sueños de la señora Flintwinch se complican
Capítulo XI. Una carta de la pequeña Dorrit
Capítulo XII. En el que se celebra una gran cumbre patriótica
Capítulo XIII. El avance de una epidemia
Capítulo XIV. Fanny pide consejo
Capítulo XV. No existe traba ni impedimento
para que estas dos personas contraigan matrimonio
Capítulo XVI. Camino adelante
Capítulo XVII. Desapareció
Capítulo XVIII. Un castillo en el aire
Capítulo XIX. El asalto al castillo en el aire
Capítulo XX. Que da pie al siguiente
Capítulo XXI. Historia de una mujer que se tortura
Capítulo XXII. ¿Quién anda tan tarde por la calle?
Capítulo XXIII. Affery hace una promesa condicional relativa a sus sueños
Capítulo XXIV. La noche de un largo día
Capítulo XXV. El mayordomo principal deja su puesto
Capítulo XXVI. Se recoge lo que se siembra
Capítulo XXVII. El pupilo de Marshalsea
Capítulo XXVIII. Una aparición en Marshalsea
Capítulo XXIX. Un ruego en Marshalsea
Capítulo XXX. Se acerca el desenlace
Capítulo XXXI. El desenlace
Capítulo XXXII. A las puertas
Capítulo XXXIII. ¡A punto de salir!
Capítulo XXXIV. Salimos
Nota al texto

Prólogo a la edición de 1857

He dedicado a esta historia muchas horas de trabajo a lo largo de dos años. Muy mal las habría empleado si no pudiera dejar que sus méritos y defectos, en conjunto, hablaran por sí mismos al lector. Pero del mismo modo que no deja de ser razonable suponer que he prestado una atención más constante a los hilos que la recorren que la que haya podido prestarles nadie en el curso de su publicación intermitente, también es razonable pedir que se contemple como una obra completa y con el dibujo terminado.

Si tuviera que disculparme por las ficciones exageradas relacionadas con los Barnacle y el Negociado de Circunloquios, buscaría en la experiencia común de cualquier inglés y no me atrevería a mencionar el hecho irrelevante de que yo mismo falté a los buenos modales en los tiempos de la guerra con Rusia y del Tribunal Militar de Chelsea. Si tuviera la osadía de defender a un personaje tan extravagante como el señor Merdle, insinuaría que está inspirado en la época de las acciones ferroviarias, en los tiempos de determinado banco irlandés y en un par de empresas más igualmente admirables. Si tuviera que alegar algo para atenuar la absurda fantasía de que a veces una mala intención se presenta como buena y de carácter religioso, señalaría la curiosa coincidencia que ha llegado a su clímax en estas páginas en los días del examen público de los anteriores directores de determinado Banco Real Británico. Pero me someto a juicio en todos estos asuntos, si fuera necesario, y aceptaré el testimonio (procedente de una autoridad contrastada) de que nada semejante ha sucedido nunca en este país.

Algunos de mis lectores podrían estar interesados en saber si sigue en pie alguna parte de la cárcel de Marshalsea. Lo cierto es que ni yo mismo lo sabía hasta el día 6 de este mes, en que fui a echar un vistazo. Encontré la parte delantera del patio, mencionado aquí con frecuencia, conv

Fin del extracto del texto

Publicado el 8 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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