Nuestro Amigo Común

Charles Dickens


Novela


Libro primero. Entre la copa y el labio
Capítulo I. Ojo avizor
Capítulo II. El hombre de alguna parte
Capítulo III. Otro hombre
Capítulo IV. La familia de R. Wilfer
Capítulo V. La enramada de Boffin
Capítulo VI. Expulsado
Capítulo VII. El señor Wegg mira por sí mismo
Capítulo VIII. El señor Boffin consulta a su abogado
Capítulo IX. El señor y la señora Boffin consultan entre ellos
Capítulo X. Un contrato matrimonial
Capítulo XI. Podsnaperismo
Capítulo XII. El sudor de la frente de un hombre honrado
Capítulo XIII. Siguiendo al ave de presa
Capítulo XIV. El ave de presa abatida
Capítulo XV. Dos nuevos criados
Capítulo XVI. Recogidos y recordados
Capítulo XI. Una ciénaga deprimente
Libro segundo. Pájaros del mismo plumaje
Capítulo I. De un docente
Capítulo II. A vueltas aún con la docencia
Capítulo III. Menuda criatura es el hombre[15]
Capítulo IV. Cupido y sus apuntadores
Capítulo V. Mercurio y sus apuntadores
Capítulo VI. Un acertijo sin resolver
Capítulo VII. En el que se origina un movimiento amistoso
Capítulo VIII. Donde ocurre una inocente fuga amorosa
Capítulo IX. En el que el huérfano hace testamento
Capítulo X. Un sucesor
Capítulo XI. Algunos asuntos del corazón
Capítulo XII. Más aves de presa
Capítulo XIII. Un solo y un dúo
Capítulo XIV. Firmeza de propósito
Capítulo XV. El caso hasta ahora
Capítulo XVI. Una fiesta de aniversario
Libro tercero. Un largo camino
Capítulo I. Los habitantes de la calle de los morosos
Capítulo II. Un nuevo aspecto de un respetado amigo
Capítulo III. El mismo respetado amigo en más de un aspecto
Capítulo IV. Feliz aniversario
Capítulo V. El Basurero de Oro cae en malas compañías
Capítulo VI. El Basurero de Oro cae en peores compañías
Capítulo VII. El movimiento amistoso obtiene una posición ventajosa
Capítulo VIII. El final de un largo viaje
Capítulo IX. Alguien es objeto de una predicción
Capítulo X. Espionaje
Capítulo XI. En la oscuridad
Capítulo XII. Malas intenciones
Capítulo XIII. Cría fama y échate a dormir
Capítulo XIV. El señor Wegg se prepara para agarrar por las narices al señor Boffin
Capítulo XV. El Basurero de Oro en sus horas más bajas
Capítulo XVI. El banquete de los tres duendes
Capítulo XVII. Un coro social
Libro cuarto. Un giro inesperado
Capítulo I. Se ponen cepos
Capítulo II. El Basurero de Oro remonta un poco
Capítulo III. El Basurero de Oro vuelve a hundirse
Capítulo IV. Una boda fugitiva
Capítulo V. Referente a la novia del mendigo
Capítulo VI. Un grito de ayuda
Capítulo VII. Mejor ser Abel que Caín
Capítulo VIII. Unos granos de pimienta
Capítulo IX. Dos vacantes
Capítulo X. La modista de muñecas descubre una palabra
Capítulo XI. Se hace realidad el descubrimiento de la modista de muñecas
Capítulo XII. La sombra que pasa
Capítulo XIII. Que muestra como el Basurero de Oro ayudó a sembrar la confusión
Capítulo XIV. Jaque mate al movimiento amistoso
Capítulo XV. Lo que atraparon los cepos
Capítulo XVI. Personas y cosas en general
Capítulo XVII. La voz de la sociedad

Libro primero. Entre la copa y el labio

Capítulo I. Ojo avizor

En esta época nuestra, aunque no sea necesario precisar el año exacto, un bote de aspecto sucio y poco honorable, con dos figuras en él, flotaba sobre el Támesis, entre el Southwark Bridge, que es de hierro, y el London Bridge, que es de piedra, cuando una tarde de otoño tocaba a su fin.

Las figuras que se veían en el bote eran la de un hombre recio, de pelo desgreñado y entrecano y la cara bronceada por el sol, y la de una muchacha morena de diecinueve o veinte años, que se le parecía lo bastante como para poder identificarla como su hija. La chica remaba, manejando un par de espadillas con suma facilidad; el hombre, con las cuerdas del timón inertes en sus manos, y las manos abandonadas en la pretina, estaba ojo avizor. No llevaba red, ni anzuelo, ni sedal, y no podía ser un pescador; su bote no tenía cojín para pasajero, ni pintura, ni inscripción, ni más accesorio que un oxidado bichero y un rollo de cuerda, y él no podía ser un marinero; su bote era demasiado frágil y demasiado pequeño para dedicarse a labores de reparto, y no podía ser un transporte de mercancía ni de pasajeros; no había indicio de qué podía estar buscando, pero buscaba algo, pues su mirada era de lo más escrutadora. La marea, que había cambiado hacía una hora, ahora iba a la baja, y sus ojos observaban cada remolino y cada fuerte corriente de la amplia extensión de agua a medida que el bote avanzaba ligeramente de proa contra la marea, o le enfrentaba la popa, según él le indicara a su hija con un movimiento de cabeza. Ella observaba la cara del padre con tanta fijeza como él el río. Pero en la intensidad de la muchacha había una nota de temor u horror.

Era evidente que ese bote y las dos figuras que iban en él, más unidos al fondo del río que a la superficie en virtud del cieno y el lodo que lo recubría, y de lo empapados que estaban, h

Fin del extracto del texto

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
Leído 98 veces.