Ensayo sobre la importancia de la educación para las mujeres
Concepción Arenal, intelectual comprometida con diversas causas, defendió siempre el papel de la mujer y la necesidad de que ésta no quedara supeditada al hombre. En su receta para alcanzar este fin, la educación de las mujeres era una cuestión central, y necesaria también para su incorporación al mercado laboral. Esto, que puede parecer hoy evidente y asumido por nuestra sociedad, no era así en el siglo XIX, lo que convierte a Concepción Arenal en una de las primeras intelectuales feministas de nuestro país.
Este breve ensayo, escrito hacia el final de su vida, defiende los beneficios para toda la sociedad de ofrecer una educación completa y de calidad a las mujeres, dado que hasta entonces la enseñanza de calidad se reservaba a los hombres, para que puedan así participar también en el mercado laboral.
Lo que se ha dicho de la vanidad, que se coloca donde puede, es
aplicable a otros defectos: la actividad de la mujer,
imposibilitada de emplearse en cosas grandes, se emplea en las
pequeñas, sin que tal vez éstas tengan para ella un atractivo
especial; juzgando por el resultado, se hace subjetivo lo que es
objetivo y no se ve que lo pueril no está exclusiva mente en la
cosa que halaga la vanidad, sino en la vanidad misma, que puede ser
tan frívola buscando aplausos para un discurso en el Parlamento,
como para un rico traje de última moda. No hemos asistido (ya se
comprende) a ninguna recepción de Palacio; pero hemos visto a veces
en la calle a los que a ellas iban, y bajo el punto de vista de la
frivolidad, no nos parecía que hubiese diferencia esencial entre
las bandas, las cruces y los bordados de los hombres, y los
encajes, las cintas y las flores de las mujeres.
Dejando al tiempo que resuelva las cosas dudosas, lo que nos
parece cierto es que los esfuerzos deben dirigirse a satisfacer las
necesidades más apremiantes, y que la más apremiante necesidad de
hoy, para el hombre como para la mujer, es la educación, que forma
su carácter, que los convierte en persona. La persona no tiene
sexo: es el cumplimiento del deber, sea el que quiera; la
reclamación de un derecho, sea el que fuere; la dignidad, que puede
tenerse en todas las situaciones; la benevolencia, que, si está en
el ánimo, halla siempre medio de manifestarse de algún modo.
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Publicado el 15 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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