Enviar a Kindle «La Mujer de Su Casa», de Concepción Arenal

Ensayo, tratado


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  Ensayo, tratado.
82 págs. / 2 horas, 23 minutos / 235 KB.
31 de enero de 2022.


Fragmento de La Mujer de Su Casa

Cuando la sociedad estaba organizada para la guerra; cuando era omnipotente el imperio de la fuerza bruta, se comprende que la mujer no tuviese misión social, que se limitase á la doméstica, que el hogar fuera su mundo, y que no pasara el puente levadizo sino para trocar las rejas de la fortaleza por las del convento. Pero cuando los pueblos se organizan para la paz; cuando empiezan á comprender que necesitan vivir de trabajo y de justicia; cuando las facilidades y las tentaciones del crimen y del vicio establecen una corriente de inmoralidad que no le es dado encauzar á la ley y necesita un dique de virtud y abnegación que sólo pueden oponer los elevados afectos de la bondad ilustrada; cuando las creencias religiosas se debilitan y tienden á convertirse en sentimientos; cuando los pueblos no esperan ni pueden esperar la salud sino de sí mismos, del empleo racional y armónico de todas sus fuerzas (de todas), materiales, intelectuales y afectivas; cuando se demuestra que ninguna fuerza se pierde en el mundo de la materia, y no tardará en verse que lo propio acontece con las del espíritu, y que aquéllas que no tienen influencias armónicas, las tendrán perturbadoras; cuando apenas puede desconocerse que la mujer purifica ó vicia la atmósfera que la rodea, y hágase lo que se haga, el círculo de esa atmósfera se ensancha cada dia; en tales circunstancias, ¿quién asegurará, con conocimiento del asunto, que la mujer de su casa no es un anacronismo, ni que contribuye, como podía y debía, al progreso de la humanidad? Su existencia es un bien inapreciable, si se compara á la de las mujeres desordenadas y livianas y á la de los hombres inmorales, pero es un mal si se considera lo que podía ser, y necesita que sea, todo pueblo que avance rápida y regularmente hacia la justicia. No desconocemos lo que vale y lo que sirve ese núcleo fuerte y sano de sentimientos puros y virtudes inquebrantables, sin el cual apénas se comprende la existencia de esta sociedad donde hay tanto corrompido y movedizo; pero tampoco se nos oculta cuán altas dotes se esterilizan ó se convierten en obstáculo de bienes que debían facilitar. En nuestra época agitada, creemos que sin mucha impropiedad podría compararse esta mujer excelente á un aparato que, en medio del mar tempestuoso, mantuviese la nave á flote, pero que no le permitiera andar. Claro está que esta regla, áun admitiendo que lo fuese, ha de tener excepciones, que nosotros reconocemos, sintiendo que no sean más numerosas.


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