La mirada

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


Los ojos son la puerta cuyo camino ascendente lleva hacia el conocimiento del alma. Son pozos sin fondo de distinta naturaleza, nos agradaría perdernos en algunos de ellos sin hallar jamás la salida del laberinto, los consideramos nuestro sol, nuestra luna, nuestro TODO absoluto. Nuestro ángel particular, los tenga grandes y enormes o en forma de almendra, será nuestro Dios, la dama de la eterna sonrisa o la dama sin piedad de los poemas medievales, sans merci, o los ojos de fuego del emperador azul (lo de príncipe se queda corto). Sean castaños, negros, azules o verdes, esa persona sera el centro de nuestra existencia y a través de sus ojos vivimos, sentimos y latimos.

La mirada es la vida misma, y una mentira muy poderosa, que nos engaña con nuestro permiso y complicidad queriendo ver a aquella persona como la persona perfecta. Es una mirada con venda, bajo la niebla. Somos el viajero que observa su valle ideal bajo el mar de niebla espesa. Es una mirada de sueño, la mirada de Calisto hacia Melibea, el problema es cuando cae la venda y vemos que aquel ser perfecto, amado, es falible, y empezamos a conocer sus errores, sus máculas, sus grietas. El faro de Alejandría, sin madera que quemar, nos deja náufragos en nuestra propia tempestad y con las velas encontradas entre ellas: el mundo se nos cae hecho pedazos, nos hemos sumergido en un invierno sin fin… y no hay primavera a venir que asome por la puerta ni anuncie sus pasos.

La mirada está bañada de sol de leyendas de paraísos e infiernos, de fuentes de ojos verdes que son salvación y muerte, de mitología olímpica de pavo real y su cola de infinitas pupilas, de abanicos de Río Amarillo, de oro y hierro. La mirada amarilla de Alfanhuí, el personaje de Rafael Sánchez Ferlosio que tiene ojos amarillos como los alcaravanes, la mirada mágica que huye en la infancia de la lógica y se refugia en los sueños de las noches de verano del Bardo, que crece sin dejar de ser menuda luz azul de tiempo pasado y que nos tiñe de ciencia que se pregunta por la razón matemática de los milagros. La mirada del niño y la mirada del adulto, la mirada del cielo y la mirada de la tierra, y la mirada libre de los sueños que une ambas realidades, a mediodía y plenilunio.

La mirada del lobo y la mirada del perro. Una mirada puede destruir un mundo y construir un mundo. El lobo como depredador, como fiera de garra pesada, la mirada del perro como fiel amigo, como guardián. La mirada del búho y la lechuza, de las aves nocturnas de los bosques en rama y los cementerios de vida eterna, de la tentación del peligro en la noche oscura en ese gran ojo de la luna con un ausente-presente lado oscuro, el de las pesadillas y el dominio de la tentadora sombra de la vampiresa y del vampiro, la mirada brillante en negro luto-boda.

La mirada es la luz del alma, del corazón, del razonamiento también. La lógica de las neuronas a través de una parte del cerebro que trasciende interior del cráneo para dar lugar al considerado como más importante de los cinco sentidos físicos, el que nos permite movernos por el mundo sin titubeos de espinas de cactus. Es la luz que une los sentimientos y la razón, un término gris que a nadie deja indiferente y es tan individual teniendo en cuenta cada uno de los individuos que conformamos una sociedad como común por tener todas estas personas ojos en el rostro… la comunidad individual de uno de los cinco sentidos.


Publicado el 24 de abril de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .
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