Viaje Maravilloso del Señor Nic-Nac

Fantasía espiritista

Eduardo Ladislao Holmberg


Novela



En el que se refieren las prodijiosas aventuras
de este señor y se dan á conocer las
instituciones, costumbres y preocupaciones
de un mundo desconocido.

Introducción

—"Algunos pretenden que el viaje es impracticable y se apoyan en el mal éxito que han tenido otras tentativas análogas".

—"Pero esta es nueva! completamente nueva! A nadie se le había ocurrido que pudiera franquearse una distancia tan formidable, y mucho menos pretender verificarlo."

—"Posible ó no posible, poco me importa."

—"El hecho es que el viaje se ha llevado á efecto, y Nic-Nac, el atrevido Livingstone de los espacios, se encuentra hoy en San Buenaventura, donde el Dr. Uriarte le prodiga todos los cuidados imajinables."

—"Espero que tu entusiasmo por el Sr. Nic-Nac no te llevará á imitarle en su descabellada y fantástica excursion, pues de lo contrario, ya sabes que la casa de orates es bastante extensa, que en ella hay algunas celdas desocupadas, y que el Sr. Uriarte maneja las duchas con extraordinaria maestría."

—"Nunca mi espíritu me ha instigado á verificar tan gloriosa empresa, pero te aseguro que si algun dia...."

—"Tendríamos el disgusto de ponerte en manos de Uriarte, y á las dos horas de tu llegada al templo de la sensatez, el chorro te obligaria, cuando menos, á. vacilar respecto de la probabilidad del viaje...."

Así hablaban en un corrillo, en la noche del 19 de Noviembre de 1875, algunos jóvenes que paseaban por la Plaza de la Victoria.

—"Es una gran calamidad" decía un viejo en otro corrillo algo separado del primero, "si la comuna estalla en Buenos Aires..."

—"¡Quien se acuerda ya de la comuna?" interrumpió otro señor, de blanca barba y anteojos verdes.

—"Pero si recien hace tres dias que se ha descubierto la conspiracion."

—"Eso qué importa? tiempo suficiente ha habido durante esos tres días para pesar los incidentes. Entretanto una nueva curiosidad viene á despertar vehementemente la atencion pública.

—"Los diarios no se han ocupado hasta ahora sino de la conspiracion!"

—"Es cierto;—pero no lo es menos que mañana habrán olvidado á Bookart, para no pensar sino en Nic-Nac."

—"Nic-Nac! pero ese es el nombre de clase de galletitas que fabrica Bagley!" exclamó otro señor mas viejo aun, escarbándose...... las cicatrices de los dientes.

—"Galletitas ó biscochos, el caso es que el Sr. Nic-Nac preocupará vivamente mañana el espíritu del puoeblo ilustrado."

—"¿Y el pueblo no ilustrado?"

—"Se preocupará tambien por imitar."

Y de esta manera, unos negando el hecho, otros compadeciendo á su autor, algunos aceptando todas y cada una de las circunstancias del viaje, lo cierto es que doce ó catorce grupos que comentaban la novedad segun sus alcances, no habian prestado atencion á los muchachos que corrian por las calles en todas direcciones, vendiendo boletines y mortificando á los transeuntes con sus estentóreos alaridos.

Preocupada la sociedad de Buenos Aires con el peligroso trance en que le hubiera de haber visto envuelta á no fracasar los planea del nuevo Catilina, devoraba diariamente media docena de boletines, muchos de los cuales no eran sino nuevas ediciones de los primeros, pero con un apéndice edificante en el que decía "Luego más detalles" y nada mas.

Por eso cuando los muchachos cruzaban las calles ofreciendo nuevos boletines, los lectores se multiplicaban,—en lo que no hacian sino imitar al bolsillo del editor de las noticias,—porque la avidez de conocer nuevas complicaciones del asunto, hacía refluir al centro de la ciudad no sólo á ciertos habitantes pacíficos de los suburbios, sino tambien á muchos moradores de los pueblos circunvecinos.

Si grande fué la extrañeza del pueblo al ver que en los últimos boletines se había olvidado completamente la cuestion comuna, no fué menor su sorpresa cuando leyó:

"Gran noticia! viaje extraordinario! Nic-Nac acaba de llegar del planeta Marte y las autoridades le han enviado á San Buena Ventura.— Uriarte en grandes apuros, porque Nic-Nac no se somete al chorro de agua fria. Luego mas noticias."

Media hora mas tarde, los mismos muchachos vendian el mismo boletín, al cual se había agregado:

"La excitacion pública crece por grados;— el Gobierno Nacional ha telegrafiado al Sr. Gould, director del observatorio astronómico de Córdoba, preguntándole si tal viaje es posible, y Mr. Gould ha contestado que es muy afecto á las papas fritas,—Luego mas noticias."

Momentos despues, una nueva edicion agrega:

"Error gravísmo!!! No es cierto que Mr. Gould sea afecto á papas fritas, á lo menos no dice así en su telegrama. El empleado que recibía aqui el parte, deseando irse á cenar, recordó aquella sustancia, y la consignó en vez de escribir lo que Mr. Gould había dicho: El Sr. Presidente haga enchalecar á quien tal cosa pretenda. Con esto queda salvado nuestro error.— Nic-Nac ofrece publicar sus aventuras antes de tres dias — luego, etc.

Dos dias despues, nadie se acordaba de la comuna, ni de Nic-Nac, lo que prueba una vez mas cuán pasajeras son las grandezas humanas.

Pero una imprenta de nuestra capital trabajaba en razon inversa de la actividad de la memoria del pueblo y en razon directa de la impaciencia de Nic-Nac,...... lo que prueba una vez mas que la ley de Newton es aplicable en todas las circunstancias posibles é imposibles.

Los diarios del 22 de Noviembre de 1874 anuncian en venta en todas las librerias un libro que lleva por título "Viaje maravilloso del Sr. Nic-Nac etc."

En nuestros tiempos, las ideas sérias no cumplen su destino sino envueltas en el manto de la fantasía;—así ha dicho un excelente pensador;—vamos pues á leer el libro del sr. Nic-Nac,—quizá resuelva alguna cuestion importante.

I. Preocupaciones del autor

Nada mas admirable que el mecanismo perfecto de los cielos.

Nada mas lastimoso que la ignorancia humana.

Dotados de sentidos débiles si le comparan á los de otros animales, pretendemos haber resuelto las cuestiones mas importantes que pueden estimular el espíritu en la senda de la investigacion. Podemos compararnos á un viajero que debiendo seguir un rumbo fijo se encontrara de pronto en un laberinto de senderos; sólo la casualidad puede sacarle del dificil trance; marino que en el Océano pierde sus instrumentos, deja flotar su nave cual hoja que el viento arrastra.

Así los filósofos, careciendo por completo de los últimos elementos de investigacion, concentran su espíritu y aparentan explicar los fenómenos del universo por cualquier capricho de su imajinacion, cual si se tratara de resolver una cuestion abstracta, único caso en que es permitida semejante concentracion. No de otro modo cierra y apreta ambos ojos quien procura examinar un débil organismo en un microscópio, instrumento que quizá no conocía ni de nombre.

Pero es necesario romper con tan antiguo sistema, libertar el espíritu del peso de la materia y elevarlo sustancialmente á aquellas rejiones que puedan servir quizá para resolver los puntos mas difíciles del Universo.

Un gato negro se presenta á mis ojos y le observo.

Este gato es real bajo el punto de vista de la investigacion primera, pero este gato no es sustancial, porque carece de muchas condiciones esenciales.

Este gato aparece virtualmente; —no es ni un reflejo, ni una sombra, pero es un gato. Lo veo y aunque no lo palpo, podría asegurar que su naturaleza es comprensible.

Quién puede negar que en virtud de fuerzas, desconocidas, sea posible emprender viajes extraordinarios, como sería el caso de este gato, cuyo cuerpo y espíritu hallándose quizá á doscientas leguas de distancia, viene á impresionarme con su imájen real, sí, real, aunque no es materia?

Este no es seguramente un simple fenómeno del espíritu. Basta imitar á este gato y quedan vencidas todas las dudas.

La imájen no es material, y sin embargo es perceptible. Un espejo refleja una figura, la devuelve con todos sus elementos..... y esa imájen no es espíritu tampoco. ¿Podría acaso dársele el nombre de materia espiritual?

Cuando el espíritu se lanza atrevidamente á interpretar ciertos misterios, retrocede ante la inmensidad del intento por la exigüidad de los elementos de que dispone; sujeto al dominio de los sentidos, estos no van mas allá de su limitado poder.

Pero si al espíritu acompaña la imájen; si en esta se conserva la fuerza sensual, libre en tanto de la materia, ¿no es posible penetrar en el mundo de lo desconocido é interpretar el Universo?

Millones de millones de luminares centellean en el espacio. La ciencia los bautiza, calcula sus distancias, observa sus rayos, descompone los elementos de su luz y numerándolos, los archiva en sus bibliotecas. ¿Y la vida? ¿Son acaso desiertos esplendorosos lanzados al espacio para que el hombre los contemple?

Ó, la vida palpita en cada uno de esos granos del arenal brillante de los cielos, y esas maravillas que el espíritu sólo no comprende, ván á resolverlas el espíritu y la imájen.

II. el autor consulta á un espiritista

Mi juventud ha sido una borrasca.

Mi espíritu tenía toda la vaguedad del infinito, y apesar de esto, me llamo Nic-Nac.

En 1856—contaba apenas veinte años—todas mis preocupaciones se habían desarrollado, sin tener empero un vínculo que las ligara, vínculo con que los años las han fortalecido hoy, tanto mas cuanto que he resuelto graves problemas desconocidos no sólo por los filósofos sin sentidos, sino tambien por los sábios sensuales.

Acababa de llegar de Europa un espiritista.

Nadie le conocía.

Sólo una persona le consultó;—y esa persona que halló el ideal de sus aspiraciones en la palabra de aquel hombre, esa persona fuí yo.

Pronto existió entre nosotros la comunion del alma; empero, si vastas eran sus ideas cuando se relacionaban con el mando de los espíritus, mas vastas aún eran las mias, porque ellas se referian á los espíritus y á la materia toda, al Kosmos del panteista, el supremo soñador de los soñadores.

¡Qué bella es la vida de los sueños!

El sueño es el eslabon que liga el espíritu humano con los grandes misterios de la Naturaleza.

Aquel espiritista se llamaba Friedrich Seele, ó si quereis su nombre en castellano, Federico Alma.

Nadie ha llevado nunca un nombre mas bien puesto.

Muchos hay que tienen el apellido de Torres, y sin embargo, son de una estatura menor que la mediana; otros ostentan el de Leon, y he conocido algunos que huían de un gato.

Pero Seele, ó mas bien Alma, era como una concesion suprema de la verdad á la realidad. Aquí no había contraste, ese chocante contraste de los Torres y los Leones, porque si alguna vez ha existido sobre el mundo un alma corporea y tangible, ha sido en la personificacion de Friedrich Seele.

La vida material se había sublimado en él por decirlo así, transformándose sus manifetstaciones en una série de fenómenos psíquicos, análogos al que presentaría una vision perceptible é intangible á la vez, como la de ese gato negro que desde hace algunas horas persigue con su forma inmaterial el poder de mis sentidos.

Seele, y este nombre ya lo indica, era Aleman, y en su espíritu noble se había concentrado toda la fuerza pensante de su nacion, todos los sueños, todas las nieblas, todos silfos, todas las bellezas, todas las luces que nacen, brillan, vuelan, vagan y coloran él espíritu de Alemania.

Versado en todas las ciencias físicas y morales, le era igualmente familiar la interpretacion de un fenómeno cósmico, como la explicacion de un fenómeno psíquico, y si á todo esto se reune su fuerza poderosa como medium, tendremos que admitir que Seele podría tener notables imitadores, pero jamás rivales.

Seele no era de aquellos espiritistas ó para hablar con mayor exactitud, de aquellos mediums que saben llamar espíritus muy versados en la vida del Dr. Agüero, pero que ignoran cuantas letras tiene la palabra sol en quichua.

Seele era un sábio, mas aún, era un espíritu, más aún, era medium.

Los espiritístas, en general, son tratados de charlatanes, pero Seele no lo era, porque Sseele demostraba de una manera palpitante todo aquello que de él ó de sus génios familiares se averiguaba.

Un ejemplo:—cierto dia un sábio le preguntó: "¿cuántas letras tiene la palabra carbonada en chino?" consultado uno de los génios, contestó "tiene nueve letras, así como sombrero en inglés, tiene ocho."

—"No es cierto" repuso el consultante, "sombrero, en inglés, se dice hat:—tiene tres letras y no ocho."

—"¡Nécio!" repuso el génio, "en inglés, hat tiene tres letras, pero sombrero tiene ocho letras en el mismo ó en cualquier otro idioma".........

Si el génio se hubiera reducido á la carbonada, el consultante habría quedado satisfecho, y se hubiese depedido mentando la sabiduría de Seele, que tenía á su servicio génios tan doctos; pero cuando recordó el positivismo por filiacion de ideas, el consultante y los asistentes se retiraron, tratando á Seele de charlatán y al génio de farsante.

Esa fué la opinion del pueblo mas tarde, pero bien sabía yo que el pueblo no tiene, ni puede, ni debe tener opinion.

Consulté al espiritista y quedé convencido, despues de la primera conferencia, que era imposible encontrar un hombre comparable á ese hombre.

—"El espíritu," me dijo, "y particularmente el espíritu de cada uno de los hombres, no es sino un parte mínima de un espíritu universal, sólo y único, del cual es emanacion directa. Así como al materia se compone de átomos, el espíritu universal está formado de espíritus atómicos, en los cuales existen todas las fuerzas que caracterizan la vida humana en su forma espiritual. En ella las sensaciones se manifiestan con toda su pureza, y encierran la imájen, ó sea lo perceptible. Carecen de peso, de resistencia y de impenetrabilidad, pero son visibles por encerrar la imájen."

—"De manera que es posible contemplar una de esa imájenes sin mas auxilio que el de nuestros sentidos?" le pregunté.

—"Sí, porque los sentidos del hombre forman parte de un espíritu, y como este es de la misma naturaleza que el otro, siendo ambaos á su vez integrantes del espíritu universal, la imájen le percibe por medio de las funciones propias de los sentidos."

—"Y cómo se explica que siendo el espíritu simple, puesto que le habeis denominado atómico, ó mejor aún, átomo espiritual, pueda constar de partes con fuerza propia, siendo así que la condicion esencial del átomo es la de no tener partes."

—"Ese es el átomo de la ciencia; pero el átomo espiritual, aunque realmente tiene partes, si quereis denominarlas de este modo, ellas no son sino cualidades que se manifiestan por vibraciones llamadas sentidos."

—"De manera que después de la muerte, el espíritu se separa de la materia, conservando los sentidos y la imájen?"

—"Sí,y aún antes de la. muerte. ¿No habeis observado que durante el ensueño todas las funciones corporeas conservan su intensidad en el espíritu? ¿No habeis contemplado vuestra imájen flotando en el espacio á la manera de un ave ó de un astro, y que esta imájen percibía todos los fenómenos sensibles? Y sinembargo, la materia estaba muerta, aunque los fenómenos vejetativos continua ban."

—"Pero ese espíritu mio que veía flotar no era sino una emanacion del órgano que lo segrega."

—"Segrega? ¿acaso el espíritu es una secrecion?"

—"Sí, y prueba de ello que cuando el órgano aquel produce ménos espíritu, cuando la secrecion disminuye, disminuye tambien la fuerza espiritual."

—"Fuerza que por otra parte conserva toda su accion durante el ensueño ¿no es verdad?"

—"Teneis razon, Sr. Seele. ¿De manera que segun vuestra doctrina, el espíritu es una emanacion del alma universal, y esta emanacion es susceptible de recibir impresiones, independientemente de la materia en que vibra?"

—"Sí, y además posée la imájen."

—"¿Puede acaso el espíritu vinculado á la materia desprenderse de ella en algunos momentos determinados?"

—"Sí, y no solamente se desprende, sino que lleva tambien la imájen, condicion esencial de su existencia. Este fenómeno cuya forma mas comun es el ensueño, presenta algo muy característico. En un ensueño, cuanto mas nos acercamos al alma universal, tanto menos recordamos, al despertar, las maravillas de que hemos sido testigos. Y es porque el peso de la materia ahoga por decirlo así la fuerza de la memoria, la cual no conserva sino una idea vaga, perdida, de lo que ha contemplado."

—"¿Y qué es necesario hacer para romper el yugo material?"

—"Disminuir su accion, privándose de todo alimento."

—"¿Y hay medio alguno de reconocer cuándo ha llegado la materia á espiritualizare completamente?"

—"Cuando el hambre nos ha idiotizado."

—"Eso es para el ensueño; ¿y si ahora tuviera la idea de lanzar mi espíritu-imájen á visitar los planetas?"

—"Tendriais que someteros ántes á las mismas privaciones, y cuando sintierais que vuestra debilidad os aniquilaba, observariais que el espíritu se alejaba, siendo mas fijo su rumbo, cuanto mayor fuera la intensidad de vuestro deseo."

—"Segun eso, mi espíritu en imájen puede visitar otros cuerpos celestes, y hallar en ellos fenómenos desconocidos hasta hora por el hombre?"

—"Sin duda alguna, y lo que es más aún, podreis comunicar directamente con el resto de los espíritus libres ó esclavos que pueblan los demás astros, ó bien los que habitan en el éter."

Me retiré con algun apetito. Sinembargo, iba á comenzar desde aquel momento á privarme de todo aquello que debilitara el espíritu, fortaleciendo la materia. Como prueba de mi energía, pasé el resto del dia leyendo la descripcion de las bodas de Camacho.

III. Primeras consecuencias del experimento

Hace ocho días que no pruebo bocado, ni bebo una gota de agua.

Las fuerzas de mi cuerpo me abandonan, y apenas puedo contenener la débil pluma con que trazo estas líneas.

Los dolores del hambre, terribles al principio, han rendido al cuarto día, y creo que los órganos internos van reduciéndose, como el grano de alcanfor que se evapora paulatinamente.

La materia muere; pero el espíritu crea alas, y siento próximo el momento de la partida.

El rostro se deprime en las sienes y en las mejillas, los ojos saltan de las órbitas, las crispaciones de los músculos han desaparecido tambien.

Me contemplo en un espejo y me horrorizo de mí mismo. Si esta es la imájen con que voy á presentarme á los otros espíritus, no dudo que se alejarán espantados......

Siento sacudimientos tetánicos... no importa.... quizá es el espíritu que los produce al desprender la imájen de la materia......

Mi familia está desconsolada... quiere llamar un médico.... nécia! no sabe que voy á entrar en comunicacion directa con el alma universal! Las convulsiones aumentan.... siento un calor particular.... fiebre......

Las imájenes terrenales van perdiendo su intensidad... solo percibo bultos... Ah! la familia... galera, botas, pulso, reloj... médico!

Un bulto, un médico, me toma la mano... su mano es de hielo... me estremece! ¿tendrá su corazon como la mano?... infeliz.... porqué no ha consultado á Seele?

Me mira...... apenas le distingo.

—"Está moribundo!" dice en voz baja, y sonrio al oirle, porque mi espíritu que vá recobrando yá la libertad, al contacto del médico, aumenta la intensidad de sus sentidos.

Al examinar mi sonrisa exclama "Loco! muere loco!"

Sonrío nuevamente; el médico retrocede.

—"Qué bien sería darle algun alimento!" dice. Vuelve á tomarme el pulso. "Ha muerto! Qué bien hubiera sido alimentarle en sus últimos dias! Ha muerto!"

Muerto! já! já! infelices ¿no sabeis que recien ahora estoy vivo, y que el espíritu y la imájen, flotando ya en el éter de las almas, goza de toda la actividad del espíritu universal? Muerto! ¿llamais muerte al momento supremo de la gloria? ¿No veis mi espíritu que se eleva? ¿No lo veis? ¿No reconoceis la imájen?

Allá en la tierra queda mi cuerpo rodeado por lo que era mi familia.

Junto á la mesa en que escribía, el médico que contribuyó á libertar mi espíritu, contempla azorado una hoja de papel sobre la cual van apareciendo estas líneas espontáneamente.

Es mi génio subordinado quien las traza. Pero el médico no percibe al génio ¿por qué?.........

Ah! qué horror!
Ese médico no tiene imágen.
Ese médico no tiene fisionomía.
Yace tendido en el suelo.
Acaba de espirar de espanto.
Su espíritu, su imájen, flota tambien en el éter de las almas libres.

IV. el torbellino

Libre! libre!

Lo siento y lo comprendo, pero lo comprendo y lo siento con los sentidos del alma, cuya fuerza se desarrolla á medida que me alejo del centro de mi accion antes mortal.

La noche va girando alrededor de la Tierra á semejanza del rayo de una rueda, y los continentes y los mares se envuelven un momento entre la sombra, para reaparecer luego palpitantes de vida y de luz.

De vida!—de luz!

¿Qué es la vida de la Tierra comparada con la vida del espíritu en el éter?

¿Qué es la luz sobre los mares, junto á estos átomos luminosos que centellean en turno mio, y que no son sino otros tantos espíritus integrantes del alma universal?

Su inmenso torbellino me arrastra léjos del mundo en que hé vivido; pero aunque casi tengo ya el don de la omnisciencia, ignoro por completo á donde vuela la nube de espíritus, entre cuyas luces flota el mio.

Torrente vertiginoso, su fuerza solo es calculable por el conjunto.

Mi libertad no es completa aún, porque todavía no me encuentro esencialmente desligado de los vínculos terrenales—las afecciones se conservan vagamente, aunque á medida que me alejo van perdiendo su fuerza primitiva y llegará el instante en que, absolutamente privado de ellas, sienta toda la gloria de la libertad suprema de las almas.

¿A dónde vas espíritu mio, arrastrado por el torbellino etéreo?

Me alejo... me alejo sin cesar.

El torbellino gira, ondula, se desborda, fluctúa y se aleja, y con él se alejan, fluctúan, se desbordan, ondulan y giran los espíritus, á semejanza de una niebla de luz arrastrada por un soplo divino.

Hemos franqueado los confines del mundo, allí donde termina el aire que respiran los mortales, y el eter, el espacio sin límites, se abre á mis sentidos, á mi espíritu-imájen, ya libre de los afectos terrenales.

Y el torbellino gira, ondula, se desborda, fluctúa y se aleja, y con él se alejan, fluctúan, se desbordan, ondulan y giran los espíritus, á semejanza de un polvo luminoso y animado impelido al infinito por la voz de la eternidad.

V. Seele

La tierra se confunde con el resto de las esferas y el espacio sin resplandores no reverbera la luz de los astros centellantes.

Y brillan los espíritus con rayos mas intensos y mas blancos, á medida que se condensan en el alma universal.

En el centro de la inmensa nube rutila un disco rojizo.

Mi espíritu-imájen formando extensos espirales vuela en direccion á ese disco.

Súbitamente se detiene, y uniéndose á uno de los espíritus, concentra los espirales, aumentando la velocidad de aproximacion.

¿Que espíritu-imájen es aquel? y cual es su destino, al precipitarse con el mio, almas inmortales, hácia el disco rojo?

¡Seele! ¡es el espíritu de Friedrich Seele que forma con mi espíritu la fusion de dos almas!

El disco rojo aumenta sus proporciones, y aproximando vertijinosamente nuestros espirales, sentimos su atraccion inevitable.

Comenzamos á caer,... su accion es irresistible,.... los espirales han generado la caida recta... nuestro espíritu-imájen reconoce un astro.

VI. en el otro mundo

—"Conque, maestro, pisamos nuevamente tierra firme? De modo que el torbellino, los espirítus, el éter, todo ello ha sido pura fantasía, sueño.?"

—"¿Sueño! ¿dudais acaso de vuestra transmigracion?"

—"¿Transmigacion, decis, Sr. Seele?"

—"Como gusteis, Sr. Nic-Nac; podeis llamarla transplanetacion;—tanto vale."

—"Pero, ¿acaso no pisamos el mismo planeta Marte en que hemos vivido siempre?"

—"Nó, señor Nic-Nac, acabamos de llegar de la Tierra que veis brillando como una estrella en aquel grupo."

—"¿La Tierra? ¿qué significa eso?"

—"Significa que vuestro espíritu no ha arrancado la imájen de la materia sino por la intervencion de un médico."

—"Médico? ¿Y qué es un médico?"

—"Un médico es un ser desgraciado, cuyo destino le obliga á borrar la memoria de las cosas humanas en los espíritus que vuelan hácia Marte."

—"No os comprendo, maestro."

—"No es extraño. Vuestro espíritu está sujeto aun á la accion del médico, y hasta tanto no se haya desprendido él tambien de la atraccion terrestre, no podreis gozar de la libertad absoluta de los espíritus-imájenes."

—"De modo que si no hubiera intervenido ese médico recordaría un pasado imajinario?"

—"¿Imajinario? ¿porqué lo llamais imajinario?"

—"Porque solamente existe en vuestra imajinacion. Yo gozo de todos mis sentidos, siento toda la integridad pensante de mi espíritu, y sinembargo no recuerdo nada de lo de que me habeis hablado."

—"Pero observo," dijo Seele, "que un punto luminoso, formando abiertos espirales, se dirije hacia nosotros, y que los rojizos resplandores de Marte amortiguan su blanca intesidad."

—"¿Y qué es ese punto luminoso, señor Seele?"

—"Es... cómo! ¿habeis olvidado vuestra peregrinacion etérea?"

—"Nó, maestro, pero su recuerdo es vago."

—"Bien.... es la influencia del espíritu-imájen del médico que se acerca la que os confunde."

Algunos momentos despues,—que los mortales llaman años, y que para nosotros los espíritus no son sino vibraciones rápidas de nuestra eternidad,—un punto blanco, luminoso, ténuemente rosado por la influencia del resplandor Marcial, vino á unirse con nosotros.

Mi espíritu-imájen experimentó un choque psíquico al contacto de aquel punto.

Era el médico cuya presencia en la Tierra desligó completamente mi espíritu de la materia y mi memoria de los recuerdos.

Pero al sentir mis resplandores confundidos con los resplandores del médico, mi espíritu recobró la memoria de las cosas pasadas, y un gato negro, un espíritu-imájen de gato negro, vino á confirmar todos los misterios de la olvidada existencia terrenal.

Desde aquel momento reconocí que había transmigrado,—que el espíritu que flotaba en la rojiza atmósfera del planeta Marte, había animado un cuerpo en el planeta Tierra, y que los afectos, los odios, las preocupaciones y el saber, podían conservarse, dominados, empero, por una gran fuerza de justicia y de imparcialidad.

Desde aquel momento tambien, alma sin cuerpo, espíritu-imájen sin materia, podía penetrar los secretos de mi nuevo mundo.

VII. Marte

Entre la zona de órbitas que describen los fragmentos planetarios llamados Asteroides y la elíptica senda en que circula Tierra, á una distancia media de 58,000,000 de leguas del Sol, traza Marte su circulo de fuego, despues de haberse acercado al gran núcleo hasta 52, para alejarse luego hasta 63 millones.

Su diámetro es algo mayor que el rádio de la Tierra y su volúmen llega apénas al séptimo del de este planeta, en tanto que su superficie equivale, una de sus cuartas partes solamente.

En torno de su esfera gira la noche sin otra vislumbre que la de las estrellas y la de algun espíritu-imájen perdido entre las sombras;—y en el hermoso dia de rojizos resplandores, brilla un sol cuyo disco alcanza próximamente á la mitad del que contemplais vosotros, oh! mortales.

Todo esto lo sabeis los que desde la Tierra estudiais el cielo, y no ignorais que mi nueva mansion en los espacios suele acercarse hasta 14 millones de leguas, despues de haberse alejado de vosotros 106 millones;— habeis averiguado que presenta en la superficie manchas blancas brillantes, rojas y verdes, pero ignorais completamente cuántas maravillas encierran estas manchas, donde la vida y la luz gravitan sin cesar en torno vuestro;—pero como en breve tiempo debeis tambien volar, espíritus-imájenes, hácia el disco rojo, voy á iniciaros en sus extraños misterios, voy á guiaros por las dilatadas llanuras y ásperas montañas de Protobia y de Melania; voy á presentaros en las grandes ciudades de Seélia, y vais á acompañarme en los espléndidos bosques de Nic-Naquia.

El planeta Marte, lo mismo que el planeta Tierra, tiene una forrma esferoidal, aplanada en los polos cubiertos de pérpetua nieve y presenta en el resto de su superficie continentes y mares.

Tomemos este esferoide, ó imitando lo que siempre habeis hecho, mortales de la Tierra, segmentémoslo para poderlo estudiar.

Ante todo se presenta un caracter particular y que esos mares son mediterraneos, y el continente no interrumpido, encierra sus aguas verde—azules

Señalad el ecuador de Marte y formando dos hemisferios, el Boreal y el Austral, examinad en el primero un mar dijitado, cuyas profundas ensenadas, dirijidas al Nordeste, imitan una mano jigantesca, cuyo dedo mayor llega apenas al mar del polo, de donde lo separa una faja de tierra que corriendo hácia el occidente,se dilata en vasta llanura.

Esta mano, este mar, tiene solamente cuatro dedos, cuatro ensenadas, tres de las cuales corren al polo, en tanto que la última, separandose hácia el Sudeste cual prolongado pulgar, penetra en el hemisferio austral, en cuya zona templada forma una ensenada circular que le sirve de yema.

Si desde el polo Norte trazamos un meridiano que baje rozando el extremo del dedo índice del Mar Digitado, este quedará al occidente del meridiano, y si ahora consideramos el hemisferio occidental del planeta dividido en cuatro fracciones ó cuartos de disco, una al N. O., otra al S. O., la tercera al N. E. y la última al S. E., veremos que el mar queda en el cuarto N. O. Hácia el oriente del meridiano, y al Norte del ecuador, la tierra se extiende hasta confundirse con la del otro hemisferio, es decir, con el oriental.

Lo que podemos llamar el pulgar del Mar Digitado, corre desde el cuarto N. O. hácia el S. E. y baña. con sus espumas setentrionales las costas de una faja de tierra que extendiéndose paralelamente á él, rodea. adelgazándose, la yema ó ensenada, pero corriendo entónces hacia el occidente, se dilata en vasta superficie, cuyos bordes superiores acarician el rayo perpendicular del Sol.

Esta última porcion se denomina Nic-Naquia Meridional, y las tierras del Norte, Nic-Naquia setentrional.

El hemisferio oriental es mas unido, y los mares mejor circunscriptos. Al Norte, el Oceáno Boreal baña las costas de una faja transversa de tierra, que se une en ambos extremos con el continente occidental, y al sur de esta faja, el Mar Mediterráneo naciendo en el cuarto N. O. corre hácia el oriente y en el cuarto N. E. baja hácia el S. E. tocando el ecuador con su limite inferior. Hacia el Este del hemisferio, un dilatado mar que separa de Nic-Naquia el límite oriental del continente, corre de Norte á Sur.

Hácia el sur del extremo occidental del Mar Mediterráneo, las aguas de un mar pequeño determinan el límite Norte de Melania, y en el centro de este vasto territorio, centro tambien del cuarto S. O. del hemisferio, extiende otro mar su azulada superficie.

Casi paralelamente al meridiano central de este hemisferio corre un brazo del Mar Austral, pero sus aguas no llegan al ecuador del planeta.

Tal es á grandes rasgos la distribucion de la tierra y del agua en nuestro nuevo mundo, agregando empero los dos grandes discos polares, blancos, brillantes, que no son sino las nieves eternas que determinan los extremos irregulares del eje Marcial.

Por esta descripcion se puede comprender fácilmente la analogía que existe entre el planeta, Tierra y el planeta Marte, analogía que mas de una vez ha de poder servirme para expliraros, mortales de la Tierra, algunos de los caracteres esenciales de la Martografia comparada con vuestra Geografía.

Desde el primer momento resalta un hecho, y es que en el hemisferio occidental las dos Nic-Nacquias se asemejan á las dos Américas, y en el hemisferio oriental, en las mismas posiciones que Europa, Asia y Africa, se presentan Seélia, Protobia y Melania.

VIII. misterios

—"¿Sabeis, maestro, que observo algo muy curioso?"

—"Decidlo."

—"Cuando mi espíritu-imájen flotaba en el éter, me creia dotado del atributo de la omnisciencia, y ahora, en este desierto, me considero mas ignorante que en la Tierra."

—"Es porque no estais habituado aún al cuerpo que aprisiona vuestro espíritu;—quizá en breve tiempo ois oiré lo contrario."

—"Porqué, señor Seele?"

—"Porque uno de los caractares esenciales de los habitantes de Marte es la arrogancia intelectual, la que por otra parte está perfectamente justificada, pues sus adelantos, superiores á los de la Tierra, han sido conquistados á fuerza de numerosos sacrificios que hoy los colocan á la altura de la primera civilizacion planetaria."

—"¿Hay acaso habitantes en Marte?"

—"Lo dudais, señor Nic-Nac? Nosotros mismos lo somos en este instante. pues ya veis que no sois un simple espíritu-imájen, sino un espíritu encerrado en una forma material. ¿No observais un fenómeno curioso respecto del peso de vuestro cuerpo?"

—"Absolutamente ninguno."

—"Y pesais no obstante la mitad menos que en la Tierra...."

—"Recuerdo sí, que en la Tierra franqueaba las distancias en doble tiempo que el que empleo ahora, pero no observo que haya disminuido el peso de mi cuerpo."

—"Pues precisamente en esa rapidez del movimiento actual podeis reconocer el peso disminuido á la mitad, y es porque en el planeta Marte la atraccion es la mitad menos que en la Tierra. Pero ya distingo la nevada cima del Monte...... ¿quereis que le demos un nombre igual al de alguno de los de la Tierra? En sus entrañas esconde riquísimas minas de oro."

—"Lo bautizamo con el de Nevado de Famatina?"

—"Excelente. Pues allá en el horizonte del Norte distingo la blanca cima del Nevado de Famatina, ¿la veis?"

—"Sí, señor Seele, y observo con sorpresa que es muy semejante al de la República Argentina"

—"Teneis razon; pero vuestra sorpresa será mayor cuando sepais que hemos tocado la superficie de Marte en el continente occidental."

—"Verdad?"

—"Y en la Nic-Naquia Meridional."

—"¡Qué coincidencia!"

—"En el hemisferio austral."

—"Mayor aún!"

—"En una llanura inclinada de Noroeste á Sudeste, en cuyo límite occidental se levanta una cadena de magníficas montañas."

—"Os chanceais, maestro."

—"Y detrás de esa cadena...."

—"¿Qué hay?"

—"Un país que parece la hoja de una espada, á la que los habitantes de éste llaman Nacion Transmontana."

—"Y cómo se llama este pais que actualmente cruzamos?"

—"Já, já! sois muy curioso, señor Nic-Nac."

Verdaderamente Seele no era ya un espíritu-imájen revistiendo aquellos caracteres que le adornaban en la Tierra cuando era Federico Alma, ó Friedrich Seele....... cuando era medium.

—"¿No observais otro carácter en la Flora de esta rejion, señor Nic-Nac?"

—"Gramineas! ¡gramineas! leguminosas herbáceas!"

—"¿Y en la Fauna?"

—"En nombre del Ser Supremo! explicadme estos misterios, señor Seele; aquí veo el..... pero nó,— no quiero ver sino la deslumbrante cumbre del Famatina."

Llegamos al pié del Nevado que levanta atrevidamente su blanca cima, sacudiendo al huracan y á las tormentas la nieve que la cubre con helado sudario.

Y tendiendo la vista al Occidente, percibimos la inmensa cadena que limita en esa parte un valle espléndido por su aspecto y por sus aromas, valle que recibe sus aguas abundantes de las nieves derretidas al contacto de la piedra, y estas aguas, al desbordarse, torrentes impetuosos, inundan el valle, sin apagar la vida en los bosques de Naranjos, de Mirtos, de Laureles y de Limoneros, que perfuman el ambiente de aquel encantado Eden Marcial.

Una vegetacion poderosa, hija del calor, de la luz y de la humedad, surje por doquiera, y hasta en las rocas brotan Flores del aire, preciosos Musgos y caprichosos Líquenes, como si un exceso de vida desafiara al helado gigante que limita el oriente de aquel valle.

Y en tanto que las borrascas sacuden al coloso, y arrancándole hebra por hebra de su blanca melena, las arrastran hasta el fondo del valle, las brisas mas suaves y mas tibias acarician los bosques de Limoneros que brotan en este, para mas tarde, ondas de perfumes, trepan las faldas escarpadas del Nevado, llevándole un tributo paradíseo.

IX. consagracion

Comenzamos á trepar la falda del Nevado.

Miramos hácia el valle. Un manto lúgubre se tendía paulatinamente sobre él.

Un vapor indeciso cubría los Limoneros;—los azahares habian caido deshojados, y las Flores del aire, marchitas y arrugadas, confundian su color con el color de los Musgos.

Un rumor extraño ajitaba los bosques y la llanura;—las aves se recojían en las ramas de los espesos Laureles, y los insectos de brillante matiz apagaban el reverberar de sus alas esmaltadas.

El oro y la plata, el cobre y el plomo, se desagregaban en las vetas del Nevado, y parecian convertirse en impalpable polvo, bajo el impulso de no sé que extraño misterio.

Los rumores aumentaban en el valle, y las aves aturdidas buscaban mas tupido follaje.

—"¿A donde vamos, señor Seele? ¿qué rumores son estos?"

—"Nuestra presencia es la causa de esta ajitacion, y no cesará hasta que el génio de esta montaña consagre nuestra existencia en el planeta. Nuestro traje negro, talar, causa aversion á todos los seres de este astro, por eso veis la vejetacion triste, los animales aturdidos, y hasta el aire, sustancia insensible, ajitarse en confusos y oscuros torbellinos."

—"Y el génio de la montaña?"

—"Habita las profundas cavernas del coloso, los antros inaccesibles á aquellos que ya han sido consagrados."

La ascension continuaba, y al llegar á las nieves perpétuas, dijo Seele:

—"Por aquí, señor Nic-Nac, por aquí."

Y penetrando en una oscura galería, seguí á Seele, ó mas bien seguí un vago resplandor, una vislumbre indecisa que rodeaba su cuerpo á la manera de una niebla fosforescente.

Estaba transfigurado.

Observé que descendía, que bajaba siempre.

Una vislumbre mas blanca, ménos verdosa que la aureola de Seele, se destacó súbitamente entre la negra oscuridad.

—"Hemos llegado," dijo Seele, penetrando en un antro vastísimo, iluminado por un intenso resplandor. "He aquí donde se Martifican los espíritus-imájenes de la Tierra. Silencio!"

Levanté la vista y miré...... y ví no sé qué cosa extraña y luminosa.

Un rumor particular, como el fragor de una montaña que derrumba, conmovió los cimientos del coloso.

—"¡Seele!" exclamé involuntariamente, mezclando mi voz á las voces de la montaña.

Y agitado interiormente por no sé que fuerza particular, reconocí en los elementos de mi espíritu y en los elementos de mi cuerpo algo como una cesacion de la vida terrestre, algo como una exaltacion de la vida Marcial.

Mas de un militar de nuestros dias no ha tenido otra escuela. Los espíritus de Marte se lo demanden

X. Nic-Nac Marcial

—"¿Qué buscais en Marte? ¿que venís á hacer en Marte?"

—"Extraño mucho, señor Seele, que me hagais esa pregnnta. ¿Quién me ha iniciado en los misterios del espiritismo? Seele;—¿quién me ha hecho morir de hambre en la Tierra? Seele;—¿que espíritu se ha unido al mio, cuando flotaba, átomo imperceptible, en el torbellino etéreo? el de Seele. ¿Y todavía me preguntais qué busco en Marte y qué es lo que vengo á hacer en Marte?

—"Señor Nic Nac, soy el génio de esta montaña; estais vinculado á ella por lazos demasiado poderosos para que podais romperlos, y espero....."

—"Yo espero, señor Seele......"

—"Espero que respondais á las preguntas que os he hecho."

—"Deseo saber, ante todo, por qué razon vos, Seele, aleman, sois el génio del Nevado de Famatina."

—"Vos mismo le habeis dado este nombre; la culpa será, pues, vuestra. Si ello os desagrada, yo no puedo evitarlo."

—"Bien; y puesto que tan súbitamente os habeis transformado en génio de montañas, deseo me presenteis la fórmula de la respuesta que debo dar."

—"La fórmula es la verdad; teneis que valeros de ella ante todo."

—"Yo busco en Marte los habitantes de la Tierra."

—"El único sois vos."

—"Yó?!"

—"Vós."

—¿Y el médico?"

—"Tambien."

—"Y el espíritu-imájen del gato negro?"

—"Pertenece á Marte."

—"¿Y vos, señor Seele."

—"Tambien pertenezco á Marte."

—"Debisteis decírmelo en la Tierra."

—"No me lo habeis preguntado allí."

Seele! hé ahí como Seele, el delicado medium, había sido nada menos que el compañero del gato negro, ¡del gato! ¡de la imájen de la perfidia!

—"Podeis pensar, pues leo en vuestro pensamiento, todo lo que mejor os plazca, pero os aseguro que mi arrogancia Marcial está muy por encima de vuestras conjeturas."

—"El génio de la montaña es bastante familiar...."

Y aunque Seele leyó tambien esta idea, no dejó de agradarle, pues aquella complacencia con que los que se creen superiores alhagan á sus presuntos inferiores en la Tierra, se manifiesta en Marte del mismo modo: por una sonrisa.

Seele sonrió, y la niebla fosforescente que le envolvía con resplandores mas extraños aun, brilló con mayor intesidad.

Una porcion de aquella niebla rodeó mi cuerpo tambien, y un nuevo fragor de la montaña anunció que había llegado el momento de partir... sí, partir, pues mis resplandores visibles solamente para mí y para Seele en aquel instante, eran como una cesion de poder, como una trasmision de fuerza.

Saludé al Sr. Seele y me retiré por la misma galería por la cual había entrado, y cuando hube llegado á las nieves perpétuas, es decir, cuando ya hube salido, sentí frío.

Miré al valle, y contemplé una vejetacion lujosa y espléndida que brotaba de cada uno de los poros de Marte; admiré aquella magnificencia, y saltando de roca en roca, me acerqué al suelo llano, á la vasta planicie, cuyo horizonte perfectamente horizontal, se confundía con algunas nubes que flotaban en el espacio rosado.

La transformacion había sido completa; las influencias exteriores obraban en mi nuevo sér de una manera mucho mas enérjica y aunque recien iba comprendiendo lo que Seele me había dicho anteriormente respecto de la disminucion del peso de los cuerpos en el planeta Marte, no por eso dejaba de experimentar punzantes dolores cuando desprecavidamente chocaba. con alguna roca del Nevado.

Las aves, por otra parte, abandonaban el espeso ramaje de los Laureles, y en vez de alejarse como antes lo habian hecho al contemplar nuestros trajes negros, talares, se acercaban á mí y me invitaban á acompañarlas en sus trinos; pero aunque hice varios ensayos por imitarlas, no me fué posible; algunos Avestruces,—porque en Marte tambien los hay—reían al examinar mis gestos imitativos. ¡Cómo nó!... espíritu-imájen...

—"Vamos, vamos,—esto no va tan mal," dije para mí mismo, cuando noté que mi espíritu iba familiarizándose con aquella Naturaleza; porque debeis saber que es algo molesto convertirse en ave de rapiña etérea y andar trazando espirales, como si no hubiera nada mas que hacer en este mundo—digo mal, en el otro.

Algunas florecillas sonreían tambien con sus pintadas corolas, y embalsamaban el ambiente con las ondas de sus suaves aromas—ya no me temían. Los azahares volvian á desplegar toda la pompa de sus amores, y el Mirto derramaba la fecundidad en torno de sus hojas humildes; el Laurel esparcía la gloria de su manto, y los Musgos se tendian á su sombra como un tributo al habitante de la Tierra consagrado.

Experimentaba vivos deseos de hablar, pero de hablar con un indivíduo que me entendiera, ó á quien yo pudiera entender, porque si bien es cierto que Seele al darme fosforescencia me había trasmitido fuerza, no me había dicho una sola palabra respecto del idioma que hablaban los habitantes de Marte.

Podía muy bien suponer que aquella fosforescencia haría las veces de una idioma, pero y si... permitidme una reminiscencia terrestre:—"no entiendo una palabra de Inglés ¿habla vd. el castellano?" — "No, but I understand it very well"—Demanera que si me sucedía algo análogo con un habitante de Marte podría muy bien recitarme ciertas odas, ciertos poemas, ciertas rimas, y por mas que me recitara no entenderle. ¿Y si para ellos el lenguaje de los signos no existía? Tendría que valerme de la fosforescencia;......medio muy eficaz, seguramente para tener entrada libre en los hoteles de Marte.

Estas ideas me atormentaban; pero la llanura era tan fértil, los frutos tan variados, los arroyos tan cristalinos, los Laureles tan espesos.... que casi no titubeaba en cobijarme, en un momento de apuro, entre los vástagos frondosos del árbol de la gloria; sería una. usurpacion, está bien, pero eso es tan comun, que casi aseguraría que hay mas de un Nic-Nac en este mundo,—digo mal, en el otro.

El descenso del Nevado no solo había despertado mi apetito, sino que tambien me había fatigado. El festin estaba preparado, por mantel los blandos Musgos, por dosel la copa de un Naranjo, por manjar la perfumada fruta, por licor las aguas de una fuente Marcial que acariciaba el brónceo tronco del Naranjo.

Qué fruta tan delicada! y qué bien sienta despues de haber andado saltando entre rocas! y cuán maravillosamente se asimila al respirar una atmósfera como la de aquel planeta, donde no andan flotantes las colerinas ni las enteritis á semejanza de espíritus imájenes.

Pero al llegar á la séptima Hesperidia, sentí que me tocaban el hombro derecho.

—"Hola!" exclamé—"sois vos compañero? opino que ahora podré tomar el alimento que me brindabais en la Tierra despues de morir?"

—"No hay duda alguna; pero dejadme descansar, porque la consagracion ha sido penosa."

—"Vos tambien habeis sido consagrado habitante de Marte?"

—"Yo tambien."

—"Y cómo terminó la ceremonia?"

—"Con unas pocas palabras del génio de la montaña..."

—"Seele, eh?"

—"Creo que sí."

—"Y qué os dijo al terminar?"

—"'Tomad la fosforescencia; ahora las pagareis todas juntas."

—"Y qué habeis hecho luego?"

—"Empezar á pagarlas haciendome pedazos en las rocas del Nevado."

—"Espléndida montaña, eh? pero qué! no tomais mas naranjas?"

—"Temo que puedan hacerme daño."

—"Je! je! je! olvidad esas supersticiones, Doctor;—ya lo veis apesar de que me habeis firmado el pasaporte, os estimo, y lamento que no hayais imitado mi conducta. Pero en fin, vamos á vivir en Marte, ¿no es eso?"

—"Sí."

—"Entonces ¿porqué preocuparse con la higiene Terrestre?"

Un gato negro, pero no ya en espíritu-imájen sino en cuerpo real y tangible vino á interrumpir nuestra conversacion.

—"Maldito gato; ahora que encuentro un compañero de ostracismo... "

—"Miáu!"

—"Vamos, no quereis que diga ostracismo, eh, señor espíritu-gato?"

—"Miáu!"

—"Doctor, disculpadme, pero creo que este gato pide una naranja. ¿Sería higiénico darsela?"

—"Miáu!"

—"Y se aleja hácia el sudeste, porque creo que aquel es el Sud-este, ¿no os parece, Doctor?"

—"Miáu!

—"Vaya ¡ha querido evitaros la molestia de contestar. Y nos llama, ¿no veis?

—"Y hace un movimiento antero-posterior repetido con la cabeza, como diciendo que ."

—"Es un gato bastante original."

—"Indudablemente, ¿No creis, señor Nic-Nac, que debemos seguir á ese animal?"

—"Opino como vos, Doctor."

Nos pusimos de pié, y arrojando las cáscaras en la fuente, nos alejamos del frondoso Naranjo, á cuya sombra habiamos hallado un alivio á nuestro cansancio.

—"Doctor, podemos decir que hemos comido la primer fruta."

—"La primera! pues si Adam hubiera hecho lo que acabais de hacer, comiendose veintitres naranjas, seguramante no vuelve á curar de una formidable entero-colitis."

—"Pero ha faltado Eva. ¿Que tal será la Eva de este Marte?"

—"Supongo que será como todas. Tendrá cabeza, brazos, piernas, cuerpo, y algo de que carece la Academia Española."

—"Opino, Doctor, que vuestra Martificacion no ha sido completa."

—"Pero sí mi mortificacion; os aseguro que el tal Señor Seele es un señor bastante impertinente. Figuraos......"

—"'Miau! miau!"

—"El gato corre. Me figuro Doctor, todo lo que se os ocurra; pero no perdamos de vista aquel animalito, que talvez viene en nuestro auxilio."

—"Figuraos..."

—"Miáu!"

—"Doctor! Doctor! estamos salvados! Una ciudad!"

—"¡Una ciudad! en Marte! Señor Nic-Nac, estamos salvados."

—"Acaso temiais......"

—"Nada, pero pienso ejercer mi profesion. Donde existe una ciudad, debe suponerse que ha habido obreros que la han construido, gente que la habita, instituciones que la rijen......"

—"Eso es muy natural. ¿Y si son antropófagos?"

—"Tenemos la fosforescencia para que no nos devoren."

—"Pero vos sois médico!"

—"Es verdad! en ese caso los devoraré yo á ellos."

XI. La ciudad Marcial

El gato negro había sido nuestra brújula.

En el momento en que el Sol lanzaba sus rayos mas oblícuos á la vasta llanura, y un vapor sutil se elevaba de la campiña florida, el Doctor y yo, precedidos por el gato negro, penetrabamos en una gran ciudad, cuyas innumerables torres se doraban por el lejano destello del astro agonizante.

Hasta aquel momento no habíamos visto un solo habitante de Marte, pero al llegar á la ciudad distinguimos muchos de ellos que cruzaban precipiadamente las calles ó bien se asomaban por los balcones preguntando algo á los transeuntes, y cuando estos habian contestado, cerraban las persianas y aparecian un momento despues en la puerta de calle de la casa, cambiaban signos y emprendian la marcha hácia uno ó varios puntos de la ciudad.

Ignoro por qué misterio mayor aún no oiamos lo que hablaban, pero habiéndolo hecho notar al Doctor, este me dijo que "no era extraño", respuesta que podría ser muy científica, pero que no satisfizo mi curiosidad (opino que el médico hablaba por hablar,

XI. La ciudad Marcial

El gato negro había sido nuestra brújula.

En el momento en que el Sol lanzaba sus rayos mas oblícuos á la vasta llanura, y un vapor sutil se elevaba de la campiña florida, el Doctor y yo, precedidos por el gato negro, penetrabamos en una gran ciudad, cuyas innumerables torres se doraban por el lejano destello del astro agonizante.

Hasta aquel momento no habíamos visto un solo habitante de Marte, pero al llegar á la ciudad distinguimos muchos de ellos que cruzaban precipiadamente las calles ó bien se asomaban por los balcones preguntando algo á los transeuntes, y cuando estos habian contestado, cerraban las persianas y aparecian un momento despues en la puerta de calle de la casa, cambiaban signos y emprendian la marcha hácia uno ó varios puntos de la ciudad.

Ignoro por qué misterio mayor aún no oiamos lo que hablaban, pero habiéndolo hecho notar al Doctor, este me dijo que "no era extraño", respuesta que podría ser muy científica, pero que no satisfizo mi curiosidad (opino que el médico hablaba por hablar, como hacen muchos en este mundo,—digo mal: en el otro).

—"Lo mejor que podemos hacer",dije al Doctor "es examinar esta ciudad, luego sus habitantes, sus costumbres despues, y emprender una série de investigaciones mas ó menos útiles, para el dia en que nos veamos privados de nuestra fosforescencia."

—"Miáu!"

—"Ahá! cambia de direccion nuestro cicerone, ¿No veis, señor Nic-Nac?"

—"Teneis razon."

—"Sigámoslo, pues."

—"Sigámoslo."

Al cabo de dos horas habíamos visto lo suficiente para poder describir la primer ciudad que se nos presentaba en Marte.

En el centro se extendía una gran plaza, en la cual se veia una elevada columna cilíndrica que sostenía un paralelipípedo gigantesco, y en cada una de las caras laterales de este cubo, se leia:


theosophopolis


—"¿Qué opinais, Doctor?"

—"Opino que este debe ser el nombre de la ciudad. Es curioso:—en caracteres como los que se usan en la Tierra."

—"(ilegible)?"

—"Mas aún, en griego."

—"Es realmente curioso. ¿Y cómo descomponeis esa palabra?"

—"Muy sencillamente: Dios, sábio, ciudad; de manera que debe significar: ciudad de Dios y de los sábios."

—"Hola! conque esas habíamos tenido? Bien, en ese caso ya sabremos á qué atenernos."

Nos dirijimos al pié de la columna, y observamos que estaba situada en el punto de interseccion de dos grandes calles, que corriendo de Norte á Sur y de Este á Oeste, dividen la ciudad en cuatro barrios, que á su vez pueden reunirse en dos agrupaciones, la del Naciente y la del Poniente. La primera de ellas es sumamente triste, las puertas de las casas no se abren casi nunca; un profundo silencio reina durante el dia, interrumpido solamente por el crujir ó mas bien por las lamentaciones de unos instrumentos que los habitantes de la Tierra llamarían campanas,—pero que se diferencian de estas por su forma singular y caprichosa—y por los coros sagrados que nadie entiende, porque de ese modo perderían su carácter eminentemente místico.

—"Doctor, ¿qué os parece dar á esta agrupacion del Naciente el nombre de Theopolis?"

—"No creo que pueda aplicársele otro mejor."

—"De manera que los barrios del Poniente serán Sophopolis."

—"Si la ciudad lleva un nombre mixto, es incuestionable que debemos admitir una division natural de la poblacion urbana."

Sophopolis presenta un aspecto que en nada se semeja al de Theopolis.

En esta los edificios son tristes, oscuros, silenciosos; en aquella reina una algrarabía contínua; la luz descansa en el elemento blanco ó rosado, y una majestad risueña y ríjida á la vez parece haber trazado las líneas de los edificios.

Algo mas curioso aun es que los habitantes de Theopolis muy rara vez penetran en Sophopolis; generalmente son jóvenes inexpertos, pero una vez que han entrado en ella, son vanos los elementos de que disponen las familias respectivas para hacerlos desistir de habitar en esos dos barrios bulliciosos.

Quizá esta es una opinion aventurada, pues aún no conocemos las costumbres de los Marcialitas, pero á juzgar por los movimientos de que hemos sido testigos, creo que no se les debe dar otra interpretacion.

Algunos rios ordinales riegan los muros de la ciudad, rios en los cuales se baña toda la poblacion en las ardientes horas del Verano Marcial, (lo que tambien puede ser una opinion aventurada; pero como en la Tierra esto es uno de los destinos de los rios en los puntos en que hay Verano, y horas ardientes, creo que no voy muy lejos, pretendiendo que la gente se baña).

Respecto de los habitantes, su carácter está en armonía con los dos tipos de la ciudad.

Los que habitan en Theopolis son taciturnos, muy moderados en todos sus movimientos, pálidos, mudos y tan pesados de cuerpo como deben serlo de espíritu. En cuanto á sus formas ó constitucion física, no hemos hallado que se diferencien mucho de los habitantes de la Tierra. Parece, sinembargo, que su estatura es algo menor.

En Sophopolis el carácter es diametralmente opuesto. Los habitantes son comunicativos, sus movimiento perpétuos, su cútis es rosado y su rostro lleno de vida. No hemos podido aún oirles hablar, pero parece que la verbosidad es un rasgo muy propio ds su existencia. Las palabras, á juzgar por el continuo movimiento de sus labios, pierden allí su carácter de elemento de relacion indispensable, para convertirse en flujo crónico, segun la expresion del Doctor.

—"Miáu! miáu!"

La noche de Márte va tendiendo su triste oscuridad sobre los montes cercanos, los vapores se elevan de la llanura aumentando de intensidad, y las siluetas de las torres y de los edificios despues de haberse alargado, obedeciendo al descenso del sol, se han confundido en las sombras del Naciente.

Nuestro oido percibe ya los sonidos con mayor claridad, en tanto que nuestra vista revela á nuestro espíritu un fenómeno maravilloso.

En Theosophopolis no se conoce la luz artificial, y aunque en realidad esta luz ha sido en la Tierra la mayor de las conquistas humanas sobre los misterios del progreso latente, en Marte no ha sido necesario hallar este gran elemento de civilizacion, ¿sabeis porqué? por una razon muy sencilla: cada uno lleva en sí toda la luz que necesita para sus necesidades y para los sus semejantes;—es como una aureola magnífica y rosada. tanto mas intensa cuanto mayor es la oscuridad de la noche, de manera que cuando dos Marcialitas se encuentran en la calle, confunden su luces própias en una reverberacion espléndida.

—"Observe, señor Nic-Nac", me dijo el Doctor, "que vuestro cuerpo esparce luz rosada, muy diferente de la que nos envió Seele en el momeoto de la consagracion, pues aquella era azul-verdosa, pálida, fosforescente, y esta tiene resplandores que vivifican."

—"Es igual á la vuestra, Doctor, é idéntica á la de los habitantes de esta ciudad. ¿No opinais que debemos permanecer durante algun tiempo aquí para contemplar este neorama sin igual?"

—"Sí y es muy posible que seamos testigos de alguna escena nocturna; aunque en verdad, no sé cómo atreverme á decir que la noche nos circunda, porque es tan vivo el resplandor de los Sophopolitanos que si esto no es una espléndida aurora de ilusiones, ignoro qué nombre podríamos darle."

En aquel momento dirijimos la vista á uno de los dos barrios de Sophopolis y vimos algo semejante á una procesion. Iba á ponerme de pié, para adelantar hácia ella, pero el Doctor me detuvo.

—"¿Á donde vais?"

—"Á ver aquello."

—"Y si os preguntan algo en el idioma que aquí se usa."

—"Les contestaré en el mio. Parece, sinembargo que el griego no es desconocido, pues el nombre de la ciudad ........."

—"¿Y si os hablan en griego?"

—"Haré lo mismo. Pero, cómo ¡Doctor! ¿y la. fosforescencia?"

—"Hasta ese recurso nos falta; ya lo veis, los resplandores son color rosa."

—"Miáu! miáu!"

—"Puedes maullar, Seele gatuno;—pero te aseguro que mientras no me hagas entender lo que aquí se habla........."

—"Miáu! miáu! miáu!"

El gato negro echó á andar hácia la procesion y como lo habiamos hecho varias veces, lo seguimos.

—"Caballeros, sed bien venidos, ¿cuando habeis llegado?" nos preguntó uno de los procesionarios.

Miré al Doctor.

El Doctor me miró.

Pero estabamos tan habituados á las maravillas, que casi no pasamos de mirarnos.

—"Hace poco, gracias," contesté un momento despues.

—"¿Hace mucho que habeis llegado á la plaza de Theosophopolis?"

—"Momentos antes de ponerse el sol. ¿Tendriais la bondad de indicarme qué significa esta procesion?"

—"Es una simple ceremonia casi diaria. Nuestra gran ciudad se compone de dos clases de habitantes; los de Theopolis y los de Sophopolis."

—"Lo había adivinado."

—"Bien, pues; cuando un habitante de Sophopolis llega á viejo, y se le acerca la hora de la transmigracion, solicita de sus mas próximos parientes que le lleven á morir á Theopolis, es decir, á la ciudad de Dios."

Miré al Doctor.

Pero el Doctor nada oia. En el espacio oscuro flotaba un punto blanco, vivo, y suave; suave como la luz de un planeta, vivo como el resplandor de una estrella, blanco como las almas de los ángeles.

—"Y es muy frecuente esta transicion de una ciudad á la otra?"

—"Si," contestó el procesionario, "puede decirse que todos los dias."

—"De manera que en el espíritu de cada Sophopolitano existen los elementos de un Voltaire?"

—"Peor aún la conversion es instanstánea."

Un fenómeno que hasta entónces no había atraido mi atencion me maravilló en extremo. Los resplandores del anciauo, del Voltaire Marcial, eran tan pálidos y tan ténues que se hacían imperceptibles; pero en cambio, la reverberacion, la condensacion de luz que había sido determinada por los numerosos procesionarios llegaba á tal grado, que parecía una nube de ilusiones que iba á resolverse en torrente de ilusiones, así como las nubes de la Tierra se precipitan en cristalinas gotas.

Miré al Doctor; le llamé.

Pero el Doctor no me oyó.

En aquella nube de luz condensada, flotaba el punto blanco, vivo, suave y puro;—puro como la gloria celeste, suave coma la aureola de un espíritu, vivo como el aroma de un azahar, blanco como la luz del dia;—...

Y acercándome más hácia el Doctor

—"Que es eso?" le pregunté."

—"Alma del alma que nadais en un cielo de ilusiones, venid á mi!" exclamó sin responder á mi pregunta.

XII. la procesion

¿Qué punto blanco era aquel y cuál su fuerza atractiva sobre el alma del Doctor?

¿Estaba sujeto este tambien á algun espíritu-imájen, representado por aquel punto blanco que flotaba en las altas rejiones de la noche de Marte?

¿Debía comenzar inmediatamente la espiacion del Doctor, como se lo había pronosticado Seele, el génio de la montaña, el medium terrestre, el compañero del gato negro, el pérfido Seele?

No lo sabía nadie en aquel momento; pero el Doctor seguía contemplando la vision etérea, alma sin cuerpo que iluminaba las sombras con sus blancos destellos.

—"Doctor! Doctor! temo mucho que ese punto blanco sea una brújula mal imantada!"

—"Alma del alma que nadais en un cielo de ilusiones, venid á mi!" murmuró entre dientes. "Vosotros los que amais la miel porque la miel es dulce; vosotros los que adorais á Dios porque le temeis; vosotros los que no habeis arrancado el velo mortal de vuestra frente, callad! ¿no veis que no deben interrumpirse los espirales de las almas blancas?"continuó en extraño monólogo.

—"Es que vuestro cuello puede tomar la rigidez del mármol; no digo que no mireis al Zenit, pero recordad que es necesario conservar á la cabeza toda la soltura de sua movimientos."

—"Alma del alma... venid á mí!"

Y como si aquel llamado ejerciera un extraño poder sobre el lúmen etéreo, este concentró sus curvas y brilló con mayor fuerza de rayos.

—"Por favor, amigo mio! tomemos las cosas como se presentan, ¿no veis doctor que somos ya habitantes de Marte, y que debemos obedecer á nuetro destino, despues de estar sujetos, como estamos, á todas las peripecias de una nueva vida terrestre? ¿Creis acaso que vamos á remediar nuestras necsidades marciales contemplando espirítus-imájenes?"

—"Miáu! Miáu!"

El Doctor volvió en sí;—el Doctor, para quien mis argumentos habian sido inútiles, no pudo resistir al llamado del gato, cuyo poder, desconocido para nosotros, debía ser mayor que el del punto blanco, vivo, suave y puro; y despues de arrancar un suspiro de lo mas hondo del alma, hizo trazar á su nariz un cuarto de círculo y miró á los procesionarios, quienes despues de haber hecho una parada habian emprendido nuevamente la marcha.

—"Venid! venid!" me dijo, "es necesario que formemos parte de esa procesion."

—¿Por qué?"

—"Por una razon muy sencilla. Lo que hemos visto, lo que hemos oido, basta para indicarnos que existe una gran relacion entre los habitantes de Marte y los habitantes de la Tierra ¿no ois? ¿no veis? Ya las campanas......"

—"Pero si nó son campanas..."

—"No importa; démosles ese nombre......ya las campanas lanzan al viento sus notas plañideras, y los habitantes de Theopolis, advertidos por este medio, abandonan su retiro y su silencio, para asistir á la ceremonia."

—"¿Á dónde vamos?" pregunté al procesionario con quien antes habíamos hablado.

—"Al templo de la regeneracion."

—"Se regeneran acaso los ancianos? ¿rejuvenecen por ventura y sienten palpitar en su corazon una nueva vida?"

—"Nó, pero transmigran."

—"¿Y á dónde van?"

—"A otro planeta."

—"De manera que cuando nosotros lleguemos á viejos y deseemos que se nos transporte á Theopolis, podremos ser regenerados?"

—"Sin duda alguna."

—"Y á qué planeta iremos á renacer?"

—"No sé."

¡Que desgracia! no sé...... hé aquí el gran oráculo de la humanidad! ¿qué es la vida? no sé; ¿qué es la muerte? no sé; ¿qué es el éter? ¿qué es la electricidad? no sé, no sé. Pero aunque ignoremos todo esto, deberíamos saber siquiera qué somos, de donde venimos y á donde vamos... pero nó, el no sé, cual un gigante siempre mas colosal, se levanta entre la humanidad y la verdad absoluta.

No importa... sigamos la procesion.

Los habitantes de Theopolis, en traje negro, talar, salian de sus moradas silenciosas, y reuniéndose al grupo de Sophopolitanos, engrosaban sus filas. Pero de sus lábios no brotaba una sola palabra de relacion entre hombre y hombre: sus lábios que habian palidecido sin modular mas voces que las de la oracion, se agitaban en aquel momento, como si un resorte siempre activo arrancara á pesar de ellos la palabra mística.

¡Pero qué tristeza! Las luces que rodeaban sus cuerpos eran luces mortuorias, y junto á los resplandores de las de los Sophopolitanos, parecían haber sido creadas por el génio de las tumbas, para iluminar la belleza y magnificencia de la creacion del génio de la vida.

Por una de aquellas evoluciones naturales en las grandes masas humanas en movimiento, cuando este no es determinado por una ley reguladora, nos hallamos envueltos en el mismo grupo en que iba el Voltaire Marcial. Nadie hablaba, á no ser para orar, exceptuando el anciano que de cuando en cuando decía:

—"Voy á morir, nó, voy á regenerarme; pero ¿no comprendeis que si me he de alejar para siempre de vosotros, esta regeneracion es una muerte, mas aún, es una separacion? Vuestra ceremonia es aterradora. Decís que me ayudais á bien morir; pero esto es horrible; yo he de morirme muy bien, perfectamente, os lo aseguro á fé de buen...."


"Venid en torno nuestro,
Venid sombras, venid,
Porque un Sophopolita
En gracia va á morir."


interrumpía el numeroso coro de Theopolitanos, lo que nos revelaba que estos señores no eran muy fuertes en materia de versos y de música, pero que tenian en cambio un gran caudal de necedad, encerrado en cada uno de sus elementos espirituales.

Y la procesion marchaba, unas veces en columna recta, otras en columna ondulante, á semejanza de una serpiente.

Y á cada paso, á cada ondulacion, las filas aumentaban con los Theopolitanos que se le reunían.

El Voltaire Marcial continuaba:

—"¿Qué es la vida? una combinacion pasajera entre un átomo del alma universal y un poco de materia. ¿No veis que esta combinacion se vá gastando por la accion destructora de los afectos y de los años? ¿no veis que llega un momento en que el espíritu está tan vinculado á la materia que su separacion es un dolor? ¿no comprendeis que cuanto mas viva sea la imájen de la muerte, mas apego se cobra á la vida? ¿qué importa que representeis la hora suprema de la regeneracion por una vírgen pálida que nos llama con su voz celestil?"


 —"Venid en torno nuestro,
"Venid, sombras, venid..... "


repetía el coro, sin tomar en cuenta las lamentaciones del anciano.

La procesion se detuvo;—habia llegado al templo.

XIII. Jesu-Cristo Marcial

En Marte lo mismo que en la Tierra, puesto que en ambos planetas hay habitantes, mas aún, hay hombres, ó si quereis, existe la humanidad, y esta humanidad,—sino es idéntica en ambos, por lo menos es muy semejante,—tiene sus elementos de relacion, contándose la palabra entre los mas esensciales, en Marte, decía, hay tambien refranes.

Esto no os extrañará, seguramente, porque heemos llegado á un punto tal que no dudo os parecerá todo muy natural; pero lo que ha de llamar vivamente vuestra atencion, os lo aseguro, es que muchos refranes usados en la Tierra lo son tambien en Marte, y el principal de ellos es: "El que se mete á Redentor, sale crucificado."

Si hemos de admitir aquella célebre teoría, segun la cual los planetas han formado en otro tiempo parte del Sol, del que se han desprendido, bajo la forma de materia cósmica, gaseosa, por la fuerza centrífuga, tenemos que reconocer que Marte se desprendió del Sol mucho antes que la Tierra, ó en otras palabras, que Marte es el planeta mas antiguo de los dos.

Y efectivamente, así ha sido.

Ménos voluminoso que la Tierra, su masa se enfrió mas pronto, y por lo tanto la vida apareció en su superficie mucho antes que en aquella, de manera que cuando recien se presentaron en esta los primeros rudimentos de la organizacion, la primera intencion de vida, hacía ya mucho tiempo que ésta palpitaba en cada una de las formas organizadas de Marte.

Primero el mineral luchó con el mineral, y de esta lucha apareció el vegetal, rudimentario y movible, y cuando éste, despues de haber pugnado, sintió acercarse la hora suprema de la aparicion del animal, se humilló ante el movimiento conciente y se fijó al mineral por medio de la raiz.

Los tres reinos lucharon, pero lucharon armónicamente, subordinándose los unos á los otros, por una extraña relacion de existencia, y cuando por fin el ser humano apareció en Marte, sujetó los reinos al imperio de su vida intelectual.

¡Qué bello espectáculo debió presentar la Tierra al primer hombre que selló con su pié las húmedas playas de Marte! Un globo inmenso de fuego flotando rápidamente en el espacio, era un fenómeno grandioso, cuya contemplacion debió herir de espanto al primer Marcialita.

Pero la humanidad Marcial fué mas lenta en su desarrollo que lo que lo ha sido la humanidad Terrestre, y es porque aquella poseyó desde el primer momento de su vida una fuerza de que esta careció: la luz propia.

Si cada Marcialita llevó en sí desde su cuna la luz que le era necesaria durante su vida, es incuestionable que la civilizacion no podía desarrollarse rápidamente, porque la civilizacion es hija de las luchas que se establecen entre el ser humano y los elementos circundantes, y cuanto mas enérgicas sean estas luchas, tanto mas poderosa será la civilizacion.

Y es porque la educacion de la inteligencia. está en armonía con la suma de necesidades de los séres y siendo la luz artificial, ó por lo menos, los medios de obtenerla, uno de los problemas que mas hayan agitado ó estimulado la inteligencia de la humanidad primitiva, de ahí que aquella investigacion haya sido uno de los elementos principales del adelanto intelectual en la Tierra, lo que no sucedió en Marte.

Llegó un momento en que la humanidad Marcial detuvo la marcha de sus progresos, y permaneció estacionaria, como esperando que llegara la hora de la transformacion.

La hora llegó por fin, pero llegó desde la Tierra.

Marte y la Tierra, hijos del Sol, chispas de un incendio planetario, esperaban juntos la hora suprema.

La hora sonó por fin, pero sonó en la Tierra.

La humanidad Terrestre se había detenido tambien en la senda del progreso.

Un hombre como todos los hombres, levantó la voz entre los hombres, y su palabra, palpitando de siglo en siglo, ha llegado hasta nosotros y llegará hasta la última generacion y llegará hasta el último momento de los siglos.

Sembró en la humanidad una idea, y la humanidad, suelo fecundo donde todo germina, la ha multiplicado indefinidamente conservándole su naturaleza inmutable é inmarcesible.

Tas fué Jesu-Cristo, tal el carácter de su doctrina.

Pero aquella humanidad que había recibido el supremo de los dones, juzgó necesario crucificar á aquel hombre que le había dicho "Ama á tu prójimo como á ti mismo," y le crucificó.

La tierra guardó su despojo mortal, pero la Tierra no podía encerrar su espírítu.

Desde la cima del monte voló tambien, espíritu imájen, á las rejiones etéreas, y arrastrado por el torbellino de los otros espíritus-imájenes, fué á sembrar en Marte el gérmen sublime que había sembrado en la Tierra.

Las mismas peripecias, los mismos tormentos, los mismos vejámenes, todo le hicieron sufrir los Marcialitas, pero conservaron su doctrina, y mas felices que la humanidad terrestre, la han sentido difundirse en toda la superficie de su mundo.

Hé ahí por qué se usa el mismo refran en ambos planetas.

¿Le sucederá lo mismo al Voltaire Marcial?

XIV. El Templo

Inmenso.

Su forma es circular, y las tres naves en que está dividido, corresponden á tres triángulos, cuyo lado exterior es un arco, tercera parte del círculo, porque la gran cúpula central descansa en un techo horizontal, sostenido por tres hileras de columnas que se irradian desde el centro, en el cual se eleva un prisma triangular, cada una de cuyas caras laterales corresponde á cada una de las naves.

La procesion penetró en el templo.

Los Theopolitanos ocuparon una de las naves.

Los Sophopolitanos, despues de colocar al Voltaire Marcial en el prisma del centro, ocuparon la otra.

La tercera estaba reservada á los sacerdotes.

En el fondo de esta, sobre un altar lleno de figuritas de plata, se elevaba una estátua.

—"¿Qué representa?" pregunté al Doctor.

—"¡Cómo! ¿no sabeis lo que representa?"

—"Nó."

—"Es singular."

—"Opino, Doctor, que ni siquiera es plural."

—"¿No reconoceis á Jesu-Cristo?"

—"¡Jesu-Cristo!"

—"Sí; en Marte, lo mismo que en la Tierra, segun parece, lo llaman Nuestro Señor de la columna."

El doctor era hombre de verdad (preocupacion terrestre) y por lo tanto, debía creerle.

Pero ¿cómo reconocer aquella figura?

Una estátua de tamaño natural, representando un hombre vestido con robe-de-chambre de terciopelo lo mordoré (En Marte tambien se habla francés) bordado de oro, una cadena del mismo metal suspendida del rico cinturon-cuerda de seda, y un reloj de plata dorada, adornado con vidrios de colores con pretensiones de piedras finas; una abundante cabellera de rizos y un rico lente de cristal de roca, suspendido del cuello por un cordon de oro.

—"Doctor! teneis que admitir que he tenido razones muy aceptables para no reconocer al Cristo."

—"Os engañais, señor Nic-Nac, debisteis reconocerlo."

Ignoro por qué, pero el Doctor así lo creía.

Ante aquel anacronismo, el pueblo ignorante sé podría maravillar, es decir, un habitante de Theopolis.... los que ocupaban la otra nave sonreian.

Comenzó la ceremonia, por un coro de Theopolitanos, única ocupacion en que se distinguen un poco, pero sus voces carecian de alma, lo que, segun parece, está en íntima armonía con ellos. Algunas voces eran buenas, en cuanto al sonido simple, pero el mismo recojimiento de los productores, las contienen en sus impulsos, muy problemáticos por otra parte.

Las luces que rodeaban todos los cuerpos brillaban con mayor intensidad, tristes, pálidas, sepulcrales, las de unos,—vivas, rosadas, intensas las de los otros;—pero sus resplandores se fundian de tal manera, las pálidas con las rosadas, que parecian amalgamarse en un solo destello, así como las tintas del crepúsculo son una fusion de las del dia y de la noche.

Cuanto mas examinaba aquel fenómeno, tanto mas extraño me parecía.

Acerquéme, acompañado del Doctor, al prisma sobre el cual estaba tendido el Voltaire Marcial, y observamos que habia disminuido de volúmen; su luz, antes rosada, había palidecido, participando de todos los caractéres de la aureola de los Theopolitanos.

La hora suprema llegaba.

El Gran sacerdote (como los de todas partes) se acercó tambien, y extendiendo la mano sobre la pálida momia, le preguntó:

—"¿Habeis amado á vuestro prójimo como á vos mismo?

—"Sí, he 'vivido siempre en Sophopolis."

Allá en el fondo del corazon de los Theopolis, esta contestacion se clavó como un dardo envenenado, y haciendoles refluir toda la sangre á la cara, se vió, que en lo mas profundo de su palidez, asomaba el mas pálido de los rubores.

—"¿Habeis sido hipócrita, falso, perjuro y traidor?" preguntó el sacerdote.

—"Nó, he vivido siempre en Sophopolis."

Y allá en el fondo del mas pálido de los rubores, se vió una nube negra, como si fuera la gangrena del alma.

—"Si ello es así," continuó el Gran Sacerdote, "podeis volatilizaros."

—"Vaya una manera original de señalar el término de la vida!"

—"Me acaban de decir que en esta ciudad no hay cementerio."

—"Y los cadáveres?"

—"Veremos lo que sucede con este."

Habeis visto lector una gota de agua caer sobre una plancha metálica candente, y despues de tomar la forma de una esfera, girar con rapidez, y perderse poco á poco?

El Voltaire Marcial comenzó á girar, su luz á disminuir lo mismo que su cuerpo.

Un momento despues, éste se había reducido mas de la mitad, porque parecía que la rotacion lo evaporaba. Todos los habitantes de Theosophopolis que habían asistido á la ceremonia empezaron á trazar sus órbitas rosadas ó pálidas al rededor del anciano, imájen fiel del torbellino etereo en el que el Voltaire Marcial iba á penetrar momentos despues.

La luz, el movimiento giratorio, el canto, lo. escena en fin, todo contribuia á acentuar mas el caracter de la ceremonia.

—"¡Doctor! Doctor! no puedo girar mas."

—"Nic-Nac! Níc-Nac! yo tampoco."

Pero en aquel momento los resplandores se debilitaron, y cesó la rotacion, y acercándonos al prisma, buscamos la forma del Voltaire.

Todo fué inútil:—se había evaporado; su cuerpo llenaba el templo en estado de gas y su espíritu flotaba ya en el éter, junto con los otros espíritus imájenes que lo pueblan.

XV. una doble observacion

Había llegado el momento de retirarnos.

Primero los Theopolitanos, en seguida los habitantes de Sophopolis, y por fin los sacerdotes, salieron del templo, y cuando este quedó vacio, las puertas se cerraron con estrépito, y la procesion continuó en el mismo órden que anteriormente, pero dismnuyendo poco á poco, porque cada cual tomaba el camino de su morada, á medida que llegaba á él.

Dos cosas había observado: una durante la ceremonia, y la otra en el momento de abandonar el templo.

Cuando todos girábamos vertiginosamente en torno del Voltaire Marcial, dirijí sin querer la vista hácia la imájen del Cristo vestido de terciopelo, y noté que detrás de ella había un individuo oculto, cuya fisonomía expresiva revelaba un Sophopolitano.

Este individuo tenía una cartera abierta en la mano izquierda, y mientras observaba la ceremonia, interrumpía de cuando en cuando su exámen para mirar un reloj que llevaba en la misma mano, en tanto que con la derecha, trazaba en la cartera algunas líneas, al parecer apuntes.

A su lado se veia un globo grande de cristal, con cuello largo, y una llave graduada.

Quién era aquel individuo y cual su objeto al permanecer allí oculto? Era algun corresponsal enviado hasta Marte por los redactores del New York Herald? Difícil parecía la resolucion del problema, peo lo que no dejaba duda alguna, eso sí, era la fisonomía eminentemente sophopolitana del misterioso personaje.

La rotacion cesó, y el cansancio producido por el vértigo, me hizo olvidar el individuo, y su cartera, y su reloj, y su matraz de cristal, y el terciopelo del Cristo, é imitando luego á los otros Theosophopolitanos, salí del templo.

Pero en el momento de pisar el umbral, cuando ya parecía que todo quedaba tranquilo, se oyó un silvido agudo, penetrante, como el que se produce en una campana en la que se ha hecho el vacío, y una masa de aire penetra súbitamente en ella por una abertura reducida.

Al oir el silvido, todos dieron vuelta, pero como ignoraban de donde partía, y al mismo tiempo reconocían que un silvido no en un crímen grave que debiera purgarse en el tormento, todos los que habían mirado, dejaron de mirar, porque de todos modos...... no se veía nada.

A algunos pasos de distancia del templo, el Doctor y yo, acompañados por el cicerone, (que no era otro que el procesionario con quien ántes habíamos hablado) nos detuvimos un momento, no solo para ver pasar toda la procesion, sino tambien para averiguar qué hacía el individuo oculto; porque de tal manera se nos había desarrollarlo la curiosidad, que no había cuestion que no quisiéramos tratar, ni punto que no deseáramos resolver, ni conversacion en la que no procuráramos inmiscuirnos, obligándome estas circunstancias á manifestar mi curiosidad con motivo del incógnito.

Habíamos combinado ya nuestro plan de ataque á una de las puertas del templo para arrancar el secreto que guardaba, cuando se abrió una puertecilla secreta y apareció el personage, alto, meditabundo, leyendo en su cartera y lanzando, como todos, sus resplandores rosados. De cuando en cuando levantaba los ojos, pero nó para mirar, sino para hacer resaltar más su profunda abstraccion.

Al pasar cerca de nosotros, le oímos estas palabras:

—"Dada la cantidad de oxígeno que encierra un volúmen determinado del gas producido por la evaporacion de un Sophopolitano, averiguar los medios de quemar los barrios de Theopolis con todos sus habitantes."

Y se alejó, y doblando en direocion á Sophopolis, le perdimos de vista.

Nos miramos, y no pudimos menos de compadecer al soñador.

—"Recuerdo algo terrestre," dijo el Doctor.

—"¿Qué cosa?" preguntó.

—"Una ocurrencia de un examinador que proponía el siguiente problema á un examinando: 'Dada la altura de una torre, averiguar el nombre del sacristan.' —'Falta un dato,' observó el examinando.—'¿Cuál?'—'La fé de bautismo del sacristan.'"

—"Pero nosotros no hemos tenido siquiera la oportunidad de observar ni una palabra al misterioso personaje."

—"Hubiera sido inútil," dijo el cicerone.

—"Por qué?"

—"Porque ese hombre está loco."

—"¿Loco?"

—"Sí, es una historia larga, la suya."

—"¿Quereis referírnosla?"

—"No hay inconveniente."

—"Podemos sentarnos en las gradas del templo, ¿no os parece, Nic-Nac?"

—"Como gusteis, Doctor."

XVI. La Historia del loco Marcial


—"Los habitantes de Marte" dijo el cicerone, "son todos cristianos, de manera que existe aquí un espíritu universal que ha penetrado en todos los corazones, armonizando en un solo latido, los latidos de todas las razas.

Pero ah! qué desgracia!

Nacida quién sabe cuando, surjida quién sabe dónde, existe una familia abyecta que ha cruzado todos los montes, que ha pisado todos los valles, que ha surcado todos los mares, sin poder hallar un suelo propicio dónde sembrar perpétuamente los gérmenes letales que elabora allá en el fondo de su destino.

Arrojada de todas partes, maldecida en todos los países, siempre vejada, escarnecida y ultrajada, ha hallado en un rincon del mundo un pedazo de tierra donde poder vivir pasajeramente.

Como los otros habitantes de Marte, sus miembros son tambien cristianos, pero cristianos transformados, porque el rasgo característico de su vida es la exaltacion de una cualidad abominable: la hipocresía; y esta cualidad, convertida por ellos en dogma, ha derramado mas males sobre Marte que todas las guerras y abusos Marciales.

Hé ahí, en breves palabras, los rasgos de la fisonomía moral de esta familia.

Después de luchar durante siglos, llegó á la Nic-Naquia Meridional, y habiendo examinado todos los paises que forman esta gran porcion del continente, se estableció en esta llanura, en este país hospitalario......"

—"¡Y cómo se llama este país?"

—"Já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac.— Se estableció, decía, en este país, y fundó la ciudad que hoy lleva el nombre de Theopolis."

—"De manera que se trata de los Theopolitanos?"

—"Ni más, ni ménos. Pero debido no sé á que extraño destino, el mismo quizá de los abrojos y de las malas yerbas, se propagó rápidamente, y poco tiempo despues, la gran ciudad de Theopolis levantaba sus severos edificios, como desafiando al mundo, digo mal, como insultando al país que había consentido en su instalacion."

—"Estaba desierta entónces la llanura?"

—"Nó, porque Sophopolis ya existía."

—"Y cómo consintieron los Sophopolitanos en aceptar tales vecinos?"

—"En la época de la fundacion de Theopolis, los Sophopolitas se hallaban preocupadísimos con motivo de ciertos estudios que habian emprendido recientemente."

—"Pero qué! ¿todo el mundo estudia en Sophopolis?"

—"Todo el mundo, sin distincion de edad, ni de sexo."

—"Y los Theopolitanos se valieron de esa ocasion?"

—"Ya lo vereis.— Cierto dia, un grupo de ellos se dirijió á las puertas de Sophopolis y solicitó permiso para levantar algunas tiendas hácia el Este. Los Sophopolitanos que no veían que aquello pudiera proporcionarles grandes disturbios, consintieron. Poco tiempo despues, las tiendas fueron remplazadas por edificios regulares, y al cabo de treinta años, Sophopolis y Theopolis no formaban sino una gran ciudad: Theosophopolis.

Pálidos, demacrados, humildes, despertaron al principio la compasion y benevolencia de los Sophopolitas; —afables, instruidos, serviciales, se atrajeron despues su simpatía.

Sus relaciones aumentaron, y con ellas, las obligaciones mútuas.

Los Sophopolitanos vieron á sus iguales en los habitantes de Theopolis, y estos, allá en el fondo de sus esperanzas, hallaron un inferior en cada Sophopolita.

Sumerjidos siempre estos en sus profundas investigaciones, no oponían un dique á los progresos de aquellos, y cuando ménos lo pensaban, hallaron que la mina iba á estallar y que no tenía remedio. ¿Habeis visto las mujeres de Sophopolis?"

—No! ¿Cómo son?"

—"Hermosísimas. Parece que toda la belleza posible se hubiera condensado en esos cuerpos, en esos rostros, en esos ojos, en esas almas..."

—Héh! alto ahí, amigo cicerone, no os entusiasmeis tanto; dejad algo para nosotros que aun no hemos tenido ocasion de observarlas, ni de absorverlas, ni de mirarlas. ¿Qué opinais, Doctor?"

—"Alma del alma que nadais en un cielo de ilusiones, venid á mí!" exclamaba entre tanto el Doctor, que en aquel momento contemplaba el punto blanco, cuyos espirales iban reduciéndose cada vez mas.

—"Bien, continuad; pero......¿y el gato negro?"

—"Miáu! Miáu!."

—"¿Me hablabais, señor Nic-Nac?" preguntó el Doctor.

—"Sí, pero no sería fácil repetir mis palabras."

—"Como gusteis."

—"Continuad."

—"Cierto dia," prosiguió el cicerone, "se oyó en Theopolis un ruido extraño,—algo como una vibracion sonora é incesante que despertó vivamente la atencion de los Sophopolitas, quienes en aquel momento observaban el paso de la Tierra por el Sol con todo el escrúpulo de excelentes astrónomos. El disco de la Tierra entraba ya en tangencia con el Sol cuando se oyeron los ruidos extraños...... "

—"¿Campanas?"

—"Como os plazca.—Abandonando todos ellos los instrumentos, corrieron á Theopolis, y como las mujeres y los niños no habian de quedar sólos, corrieron tambien detrás de aquellos. La aglomeracion crecía por grados. El ruido cesó despues de muchas horas y cada cual volvió entónces á su barrio;—pero, oh desdicha! cuánta cosa se había perdido! la Tierra había cruzado ya el disco del Sol, y se alejaba gradualmente de él. ¿Creeis que aquí empezaban y terminaban los sinsabores? No lo creais; —recien comenzaban, porque muchos Sophopolitas buscaron á sus esposas, á sus hermanas ó á sus hijas.......... y no las hallaron."

—"Sabinas Marciales, eh? Nic-Nac?"

—"Sí, Doctor, pero con campanillas."

—"Los Sophopolitas, entonces, indignados más por el mal éxito de las observaciones astronómicas que por la pérdida de muchas de sus mujeres, hicieron una irrupcion en Theopolis, y buscaron, y rebuscaron, pero nada...... protestaron, se irritaron, amenazaron, pero nada........

De cuando en cuando un Sophopolita penetraba furtivamente en Theopolis, pero el engaño se descubría al momento, pues como habeis observado, las luces de los unos son mucho mas intensas, mas rosadas que las de los otros, lo que permite distinguir en el acto un Theopolitano de un habitante de Sophopolis.

¿Qué se habían hecho las mujeres?

Solo ellos lo sabian de una manera positiva.— Ya os he indicado que son hermosas como todos los resplandores de la vida, lo que permitía suponer, cuando ménos, que nos las habían robado para darles de comer á los peces."

—"¿Y cómo se verificó el rapto?"

—"Eso es lo que se ignora.—Los fundadores de Theopolis habian traido consigo sus mujeres; pero... qué mujeres! ninguna era completa; escuálidas, amarillentas, con resplandores sepulcrales, desdentadas, á una le faltaba un brazo, á otra una pierna, á una tercera una oreja, y lo mas eespantoso del caso, es que ninguna de ellas tenía movimiento en las articulaciones de las manos, de manera que estas parecían haber sido hechas de una sola pieza de hueso. No ignorais que aquí se hace mucho uso de refranes;—cuando los Sophopolitanos preguntaron cierto dia á sus vecinos porqué confeccionaban mujeres tan raras, ellos contestaron que á falta de pan buenas son tortas."

—"Y despues se comieron el pan?"

—"Sí, Doctor; pero mas tarde.— Entretanto han aparecido ya varias generaciones perfeccionadas, como podeis comprender, pues ello no es sino el resultado de la mezcla de las razas. En este caso, el elemento mas enérgico era el Theopolita, de manera que estas generaciones han sido de Theopolitas refinados, en quienes la hipocresía se manifiesta de una manera tan intensa, que os puedo asegurar es la hipocresía llevada á lo sublime."

—"Pero á todo esto, ¿qué relacion tiene todo lo que nos habeis referido con el loco del matraz?"

—"Una relacion muy bien determinada: el loco del matraz es bisnieto de una de las mujeres que robaron los Theopolitas."

—" Aah! Y pretende vengar la afrenta ¿no es eso?"

—"Sí, porque así lo ordenó su bisabuelo"

—"Pero desgraciadamente para el honor de la familia, el pobre se ha vuelto loco."

—"Y no ha hecho tentativa alguna. para verificar su venganza?"

—"Sí, pero todas ellas han revestido un caracter tan privado de sentido comun que no se le hace caso. Varias veces ha penetrado en Theopolis, con sombreros extraños, llenos de figuras fantásticas, cinturon de matraces y resortes, collar de frascos, baston de Laurel, todo lo cual ha contribuido mas á confirmar la opinion general"

—"Y qué ha hecho cuando ha ido á Theopolis?"

—"Mirar como idiota todo lo que le rodeaba"

—"¿Es eso todo?"

—"Absolutamente todo."

—"Amigo mio, ese hombre medita un gran problema."

XVII. Sophopolis

A juzgar por el tiempo que había pasado despues de la entrada del Sol, debia ser media noche, y como las naranjas siempre han sido un alimento muy lijero, experimentábamos un vivo deseo de reforzar nuestro ogranismo.

Nos pusimos de pié, y dirijiéndonos á Sophopolis, tuvimos ocasion de observar que habiamos procedido razonablemente, porque un Theopolita se acercó á nosotros, y nos advirtió que era hora de retirarnos; que si queriamos podríamos ir á pasar el resto de la noche en su casa, á lo que observó nuestro cicerone que agradeciamoe cordialmente, pero que nos era imposible aceptar la oferta porque teniamos que asistir á la sesion de la Academia de Sophopolis.

—"Si ello es así," dijo el Theopolita, "que el espíritu bueno os acompañe." Y se alejó.

Pero ¡oh desgracia! un viento súbito levantó su falda, y vimos brillar una especie de culebra de acero, símbolo talvez del espíritu bueno que nos hubiera acompañado si hubiésemos aceptado su invitacion.

Y sobretodo ¿qué peor espíritu que la presencia de sus mujeres horribles, cuyas manos, segun se nos acababa de decir, eran manos cadavéricas en brazos animados? Nó, mil veces nó.

Entramos en Sophopolis.

Nada mas bello, nada mas gracioso, nada mas fantástico que el aspecto de esta ciudad, con sus habitantes luciérnagas, que despiertan la simpatía adormecida en la atmósfera letal de Theopolis.

Aquellas luces, aquellos resplandores, que trazan curvas, que forman rectas, que generan ondas é iluminan la noche Marcial con tan brillantes aureolas, no pueden menos de fortalecer el espíritu noble de tan nobles habitantes, todo lo cual, empero, no sirve de alimento cuando no se ha comido lo suficiente para poder vivir.

—"Sabeis, amigo mio," dijo el Doctor al cicerone, "que el ayuno se prolonga?"

—"Un momento mas, y habremos llegado... "

—"Á dónde?"

—" A donde gusteis;—vuestros resplandores son especiales, y revelais por ellos que habeis sido consagrados recientemente. Todas las puertas de Sophopolis estan abiertas para vosotros."

—"¿Debemos esto á Seele?"

—"Era vuestro destino. Por ahora, debeis aceptar mi casa, y cuando os hayais satisfecho,—en lo que trataré de imitaros—supongo no tendreis inconveniente en asistir á la sesion de la Academia de Sophopolis."

—"Con el mayor placer."

De pronto oimos una vociferacion horrible, semejante á la de una bandada de lobos persiguiendo... cualquier cosa.

—"¿Qué es eso?" preguntamos atónitos al cicerone.

—"Nada," contestó este sonriendo. "Son dos sábios cuyas casas están situadas la una frente á la otra. Uno de ellos es astrónomo y su telescopio sobresale por uno de los balcones á la calle; el otro es un naturalista, un zoólogo, que se ha dedicado con especialidad, últimamente, al estudio de los anfibios y á cada momento arroja grandes cantides de agua á la calle... ¿no ois?"

—"Eh! no sea Vd. impertinente y caprichoso," decía el astrónomo.

—"Y Vd. no me moleete con su telescopio que á cada momento parece pronto á precipitarse sobre mis colecciones," contestaba el zoólogo.

—"Es que tanta agua, al evaporarse, me empaña el objetivo, y causa de Vd. he perdido dos de los elementos del Asteroide número 748."

—"¡Setecientos cuarenta y ocho!" exclamé atónito, "pero si en la tierra solo se conocen unos cien!"

—"Sí, pero observad que desde Marte, la distancia es mucho menor á las órbitas de los Asteroides," dijo el cicerone.

—"A mí no me importan los elementos de esas piedras perdidas que para nada sirven," continuaba. el zoólogo.

—"Ignorante!—Ni á mí los bichos que V. estudia."

—"Es que yó le destrozaré el telescopio."

—"Y yó le haré comer los renacuajos...... Cállese que el asteroide ha andado ya dos grados."

—"Y vd. guarde silencio porque mis animalitos se espantan."

Y todo esto con voces tan estentóreas é insoportables, que despedazaban los tímpanos.

Los otros Sophopolitas habituados á aquellos alaridos, pasaban sin hacer alto.

—"Pobres sábios!" exclamé en un arrebato de compasion "en todas partes son lo mismo; siempre mal humorados, y con no poca frecuencia impertinentes!"

Seguimos nuestro camino, y un momento despues, la espléndida mesa del Sophopolitano se ostentaba á nuestros deseos, que ya habían llegado á su colmo.

Nuestro amable cicerone, nos presentó á su numerosa familia, y puedo aseguraros que razon había tenido al hacernos su retrato.

Si alguien descubre en cualquier otro punto del Universo mujeres mas hermosas que las de Sopho polis, merece seguramente comer las tortas del refran de los Theopolitanos

XVIII. En casa de un Marcialita

Marte no tiene satélite, es decir, no tiene Luna de manera que sus noches carecen del esplendor propio de las noches terrestres, cuando brilla tranquilamente desde el fondo del cielo la amada de Endimion.

Pero en cambio las estrellas reverberan con deslumbrantes rayos y titilan en el intenso oscuro del espacio como flores luminosas entre el musgo de de los bosques, mecidas por las brisas de las sombras.

¿Creid, por ventura que la magnificencia de esas noches de Marte es debido únicamente al fulgor de las estrellas? Nó, Marte tiene un cielo mas vívido, un éter de luz, de donde irradian los espíruts imájenes su dulce palidez, y si á estos reunis las aureolas de los Marcialitas, tendreis que admitir que las noches mas bellas son las noches de Marte.

Y cuando el trueno retumba convulsionando la atmósfera con sus ondas, y el lívido relámpago esteliza las gotas de la lluvia y el rayo silva en las capas del aire...... todas aquellas luces, y todos estos ruidos y toda esta pompa Marcial infunden un misterioso respeto por el gran código que rije los mundos y los disemina en el espacio como simples vibraciones de la eternidad.

Ah! qué desgracia! volar de mundo en mundo, de vida en vida, llevando siempre el alma como núcleo...... llegar al pedestal de la gloria y de las ilusiones en el mas rosado de los planetas, y volver á la Tierra á contemplar las mismas tormentas, los mismos valles, los mismos rostros...... ¡qué desgracia! subir tan alto para hundirse tanto!

¿Por qué ley de la Naturaleza existen séres que no llegan á la satisfaccion suprema de su deseo?.... Pero ah! deliro...... el recuerdo de la mas hermosa de las tormentas de Marte me hace olvidar los respetos sociales, y las consideraciones que tanto el Doctor, como yó, debemos á la familia de nuestro complaciente cicerone.

¿Deseais lector que continúe? Bien lo comprendo—quereis que no me deje dominar por tanto brillo.

Bajo un dosel de Laureles y Jazmines, de Mirtos y Flores del aire cuyas ríjidas hojas se entrecruzan, —en una atmósfera suave é impregnada con todos los aromas, aparece la mesa del Sophopolita, sobre la cual se ostentan nó los manjares mas delicados, sino los manjares mas útiles.

Creo innecesario describirlos, porque teneis bastante penetracion para comprender que mis descripciones de tales manjares no aumentarán ni disminuirán la buena ó mala opinion que os hayais formado de los sábios de aquellas rejiones lejanas; pero sí os haré notar que los alimentos de que se hace uso en Sophopolis son absolutamente asimilables, de manera que todos ellos forman, mas tarde, parte integrante del organismo, sin que un solo átomo de materia inútil é indigesta vaya á perturbar las funciones que caracterizan la vida de aquellos cuerpos.

Este fenómeno os llevará inmediatamente á formar mil conjeturas mas ó menos aceptables, pero yo os cederé toda la parte que os corresponda en tan sanas elucubraciones, pues os he indicado anteriormente, que basta pisar el suelo de Marte para sentir en el fondo del espíritu la mayor imparcialidad y la mas estricta justicia en la interpretacion de los hechos.

Os he dicho tambien que las mujeres que formaban parte de la familia del Sophopolita eran hermosas como todos los resplandores de la vida, puesto que así lo son todas las que habitan en Sophopolis, pero no os he dicho que entre las hijas de nuestro huesped había una, con especialidad una, que no sólo llamó toda mi atencion, sino más, y muy particularmente la del Doctor, quien no pudo menos de permanecer absorto contemplando tan extraña belleza.

Era esbelta y graciosa, pero con esa gracia de las estrellas que dominan como el infinito, y la voluptuosidad de sus curvas, contrastaba singularmente con la majestad serena de su fisonomía.

Al verla, hubierais dicho, mortales de la Tierra, que alguna vez habeis soñado una imájen vaporosa y etérea que os arrastraba hácia un mundo desconocido, y que aquella mujer, tangible y accesible, serena y majestuosa, era la imájen fiel de vuestro ensueño.

Nó lo dudo. La. Naturaleza ha adornado nuestro espíritu con el supremo don de personificar las ilusiones, creando una forma, vaga es cierto, pero que al fin es forma, á la cual le damos vida, movimiento y alma.... presentimiento talvez de imájenes futuras.

El Doctor contemplaba absorto la bella aparicion y experimentaba quizá uno de aquellos vértigos sin nombre, que nacen en el espíritu, lo dominan, lo arrebatan, y lo amalgaman con el objeto de la contemplacion; pero volviendo en si, despues de aquel primer éxtasis, dirijió la vista al cielo...... y no vió el punto blanco que antes lo atraía. Las sombrías nubes velaban la rejion de los espíritus.

Mientras observaba al Doctor, tomaba parte en la conversacion y de cuando en cuando miraba á la jóven en torno de cuya noble frente volaba como una nubecilla de resplandores extraños.

—"¿Asistireis á la Academia señor Nic-Nac?"

—"Si, señora, y mi amigo el Doctor me acompañará ¿no es verdad, Doctor?"

—"Indudablemente. Nuestro amable guia nos ha invitado, y ...... "

El Doctor no podía evitarlo; la bella Marcialita embargaba su elocuencia.

—"Y... prefeririais" dijo la señora, "que la sesion no se celebrara hoy ¿no es cierto?"

La aureola del Doctor brilló mas intensamente, de manera que algunos reflejos de carmin fueron á aumentar la nubecilla de resplandores extraños que volaba en torno de la frente de la hermosa niña.

—"El interés de cada una de las sesiones de la Academia es relativo ¿qué opinais Doctor?" preguntó el Anfitrion con maliciosa sonrisa.

—"Opino que teneis razon."

—"Sí," dijo una de las señoritas, "porque cuando el señor Hacksf......

—"¿Quién es ese señor? Disculpad."

—"El astrónomo de quien hablábamos en el camino; el mismo que amenazaba á su vecino el zoólogo," contestó el señor de la casa.

—"Ah!"

—"Cuando el señor Hacksf lleva sus interminables memorias sobre los nuevos Asteroides que descubre, cada logaritmo y cada tangente, no pueden compararse por lo pesado y monótono sino á sus cuerdas, á sus cosenos y á sus senos."

—"El Doctor es muy afecto á las Matemáticas."

—"Era, señor Nic-Nac, pero ahora....... creo que he perdido mi aficion por ellas."

—"No lo dudo," dijo la señora, "cuando se llega á una rejion completamente nueva, todo maravilla, y aun se olvidan las afecciones pasadas por entregarse completamente al imperio de la novedad."

—"Ahora me permitireis observar, señora, que tambien eso es relativo, y que si bien algunas afecciones se adormecen, pueden despertar mas tarde," repuso el Doctor.

—"Y bien? adormecerse ó morir, cuando se trata de las pasiones, es absolutamente lo mismo."

—"Con una lijera diferencia."

—"¿Cómo así?"

—"Que si todos los habitantes de la Tierra supieran lo que se ve en Marte, y muy particularmente en Sophopolis, no dudo preferirian morir. Es tan triste despertar cuando se ha soñado, y aniquilar para siempre la bella realidad ilusoria de un momento!"

—"¿Y quien os impide soñar perpétuamente?"

—"Señora, eso es lo que busco," repuso el Doctor mirando á la jóven, "y en tanto no lo haya conseguido, creeré siempre que la muerte es preferible al ensueño."

Los velos de la tormenta se rasgaron de pronto, y el cielo estrellado, y la rejion de los espíritus, aparecieron con todos sus esplendores.

La lluvia cesó por un momento, y un vapor perfumado comenzó á elevarse hácia las altas rejiones.

Un rumor extraño ajitó suavemente las capas del aire, y un brillo súbito se destacó en la altura.

Todos contemplamos aquel resplandor.

—"Alma del alma......." dijo el Doctor, y agitado por un fuego interno, hizo supremos esfuerzos por elevarse en el aire.

Vano deseo;—la gravitacion le mantuvo sujeto.

El punto blanco empezó á descender, suave y blandamente, como sostenido por una nube de espíritus propicios.

Y á medida que se acercaba á nosotros, lanzaba mas vívidos destellos. Sus espirales habían generado tambien la caida recta.

Todos contemplamos el espíritu imájen, atraídos por su magnificencia.

El doctor estaba fuera de sí.

La bella Marcialita, á semejanza de una Sibila inspirada, experimentaba vivas convulsiones, como dominada. por una fuerza extra-natural.

¿Existía alguna relacion entre la hermosa jóven y el punto blanco, el espíritu imájen cuya fuerza de atraccion sobre el alma del doctor se había manifestado con tanta enerjía?

Podíamos suponerlo.

¿Existía alguna extraña simpatía entre el Doctor y la jóven ó entre la jóven y el punto luminoso?

La aguja magnética salta bajo la accion del polo; el ave canta cuando aparece el dia; la flor se perfuma cuando suena la hora de su reproduccion, y todas las afinidades que ligan los seres en la Naturaleza, se manifiestan por palpitaciones supremas de su vida.

Por eso nos era permitido suponer que aquella relacion de espíritus existía, como existe la luz en las estrellas y la vibracion dormida en las cuerdas inmóviles de una lira.

Pero ¿cómo existía?

¿Venian estas almas buscándose desde el primer momento de los mundos, como un átomo busca á otro átomo de naturaleza análoga?

Talvez.

—"Doctor! ¿sabeis que sois admirable? el señor Hacksf, astrónomo sin igual para escudriñar el Universo, era capaz de decir que no teneis precio como sucesor suyo."

—"Es cierto, señor Nic-Nac; pero puedo asegurar que jamas podría creer que el Universo existe fuera de aquella alma blanca."

—"¿Y qué alma es esa?" preguntó la señora.

—"Lágrimas de la vida que se transforman en ángeles, ó si quereis, ángeles que se transforman en lágrimas para mas tarde convertirse en almas:"

—"Pero eso es incomprensible," observó una de las señoritas.

—"Y sobre todo, eso tiene que ser una reminiscencia terrestre."

—"No tal. Es anterior á mi propia vida; y ahora que me encuentro desligado de los vínculos terrenales, comprendo que mi espíritu había olvidado trasmigraciones anteriores."

—"Vamos! algnos amores de la época de los Plesiosauros y de los Pterodáctilos, ¿eh, doctor?"

—"Lo ignoro."

—"Miáu! Miáu!"

El doctor se estremeció;—el maullido del gato había, vibrado de una manera extraña en sus oidos.

—"Qué gato tan dócil, ¿no veis? viene á posarse en mi falda," dijo la hermosa niña, acariciando el animalito con sus manos incomparables.

Si en aquel momento el Doctor no hubiera vuelto á su contemplacion no hay duda alguna de que hubiese manifestado vehementísimos deseos de transformarse en gato.

—"Pero volvamos al cuento," dijo el señor de la casa. "qué esperais de aquel espíritu imájen?"

—"Seele me lo dijo en secreto."

—"¿En secreto?"

—"Sí."

—¿Y qué os dijo?"

—"Que un punto blanco... ah!... cuya inmensa atraccion..."

—"Oh no teneis nada, Doctor."

—"...cuya inmensa atraccion me dominaria... sería mi alma complementaria."

—"Cómo! entónces vuestra alma no es sino un fragmento?"

—"Nó, pero necesita fundirse en otra alma; y creo que precisamente aquel blanco cuyo suave descenso agita mas mi espíritu, es lo que falta á la mia."

—"Sinembargo, Seele os ha amenazado!"

—"Sí, señor Nic-Nac; pero la fusion de las dos almas determinará mi emancipacion."

—"Y desde cuando estais destinado á amalgamar con otro vuestro espíritu?"

—"No me lo ha dicho Seele."

Ya el resplandor del espíritu imájen se confundía con nuestraa aureolas.

Como una nube de incienso que brota en el altar, lenta y hermosa, la vision se aproximó tanto á nosotros que nos sentimos atraidos por una fuerza particular que nos obligaba á contemplarla.

¡Qué dulce palidez! ¡qué suave resplandor! ¡qué bellos deben ser los cuerpos en que habiten esas almas!

Razon tenía el Doctor para admirarla tanto.

La preciosa jóven experimentó una nueva convulsion.

El punto blanco se cernía sobre su frente y presentaba mas brillo á la aureola que la envolvía.

El Doctor permanecía atónito.

Aquella alma, aquel punto blanco, iba á bañar el espíritu de la jóven Marcialita.... Creeis que esto desagradaba al Doctor?

En el momento en que el lumen etéreo iba á posarse en la frente de la hermosa, se oyó un ruido tremendo, como si todas las rosas de Marte, y sus cataratas y sus volcanes, y sus tormentas hubieran estallado en misterioso consorcio, y una vision terrible, apareciendo súbitamente, nos envolvió en sus resplandores verde-azules.

¿De dónde había salido? ¿Qué era lo que le traia?

¡Pobre Doctor!

—"Seele! Seele!" exclamamos horrorizados.

Una carcajada del infierno resonó bajo el dosel del festin, y precipitándonos hácia el génio de la montaña, procuramos apartarlo de nuestro círculo.

Todo fué inútil. Seele había desaparecido á nuestro primer movimiento.

Sobre su mano impía había brillado un instante el punto blanco. Seele era el génio del mal. Seele había arrebatado la primera, la última, la única de las ilusiones del Doctor, en cuyo rostro se deslizaron dos gruesas lágrimas que brillaron intensamente bajo la reverberacion de las aureolas.

Pobre Doctor! se empezaba á cumplir la amenaza de Seele.

XIX. Una conversacion que pudo ser interminable...si no hubiera terminado

Un momento despues, nuestro amable cicerone me acompañaba por las espaciosas calles de Sophopolis.

El Doctor había preferido quedarse en compañía de las señoras, que comprendian cuan grande era su desgracia. El, por su parte, trataba de aumentarla.

—"La Academia" me dijo aquel, "produce extraordinarios beneficios en toda la poblacion, de cualquier naturaleza que ella sea. Por su organizacion, esta Academia se divide en dos grandes secciones: la de sábios teóricos y la de sábios prácticos. Aquellos investigan, escudriñan los secretos fisicos y morales, las leyes que los rijen,—estos, su aplicacion á nuestra sociedad¡—y puedo aseguraros que son tan grandes los beneficios que esta organizacion reporta, que no sólo basta para nosotros, sino tambien para los demas paises con los cuales las relaciones geográficas ó políticas presenta el nuestro cierta afinidad.

—"El Gobierno de nuestro pais, deseoso de mantener el equilibrio político-social, proteje tan benéfica institucion, y ella en cambio, es, por decirlo así, el Consejo Superior del Gobierno.—A ella afluyen sábios de todas las naciones, y contribuyen, cada uno en su esfera, á interpretar la Naturaleza."

—"¿Y quienes son los miembros?"

—"Todo el que tenga suficiente buen deseo para fomentar el contento y bienestar de los hombres."

—"De lo que me habeis dicho, se desprende que los fines de esta Academia son eminentemente prácticos, y que la teoría ocupa un lugar secundario, eh?"

—"Os engañais, señor Nic-Nac; la teoría, entre nosotros, es la base de todo progreso; y á tal extremo llevamos nuestra conviccion, en ese sentido, que por nuestras leyes municipales, antes de llevar á cabo cualquier acto de la vida, debemos someterlo á la aprobacion de los Departamentos subordinados."

—"¿Y qué fin os proponeis con eso?'

—"Ante todo mantener vivo el sentimiento de sociabilidad, y esos Departamentos que de otro modo parecerian inútiles, vienen á ser grandes centros de reunion, donde se discute, se propone, se aprueba, se rie....... en una palabra, donde se aprende á vivir."

—"¿Existen instituciones análogas en Theopolis?"

—"Latentes sí, pero inútiles, porque todos los Theopolitas prefieren el mas extraño aialamiento. El gobierno podría someterlos á la ley general, pero comprendeis bien que por antipáticos que ellos sean, no por esto se les debe obligar á modificar por completo sus costumbres; no molestan á nadie (solo una vez lo hicieron), no tratan de hacer propaganda de sus principios negativos; hé ahí por qué no se les obliga. Además, hay una circunstancia que importa sériamente en las consideraciones de las autoridades: la luz que los envuelve es algo semejante á esos resplandores fatídicos que de tarde en tarde, suelen rodear la cima del Nevado de la Consagracion."

—"El que yo denominé Nevado de Famatina?"

—"¿Verdad?"

—"Sí; Seele me propuso darle nombre, y yo adopté aquel."

—"Reminiscencias?"

—"Inevitables. Pero decidme, ¿y si algun dia los Theopolitas pretendieran iniciar la propaganda?"

—"Incendiariamos su ciudad, como la incendiaremos tambien el dia que tengamos suficiente enerjía para vengar la afrenta que nos hicieron en épocas pasadas."

—"Y eso es el cristianismo que habeis aprendido? ¿No es una de las bases fundamentales de la gran doctrina el perdon de las injurias?"

—"Hay algunas que son metafísicamente abominables."

—"Convenid conmigo en que todo es relativo, y que lo que para unos puede ser un insulto, para otros es un alhago."

—"En el fondo de nuestra conciencia no existen, relatividades de ese género."

—"Bien, dejemos eso; acato vuestras opiniones, y si he manifestado extrañeza, ha sido únicamente para reconocer vuestro temple de ánimo respecto de los Theopolitas. Soy cristiano, pero á mi modo. No acepto todo lo que Cristo ha dicho por mas metafórico que sea. 'Si te dan un bofeton en la mejilla derecha, presenta la izquierda' dijo el gran Apóstol de la redencion; pero puedo aseguraros que en la práctica, este consejo reviste los caracteres de imposible, y no hay un hombre, por cristiano que sea, que reciba uno en la izquierda y no desée aplicar doscientos en la derecha del agresor."

—"Efectivamente, señor Nic-Nac. Es una ley fatal de la dignidad humana; sinembargo, era una metáfora."

—"Bien, en último caso yo sabría aplicarlos metafóricamente. Pero volviendo á la Academia, decidme: ¿y todos esos estudios que aparentemente no presentan utilidad práctica alguna, como sería, por ejemplo, la investigacion de si en uno de los mas pequeños asteroides existe el Fósforo ó el Paladio?"

—"Vos mismo lo habeis dicho: 'aparentemente' es la verdadera expresion. Tódos los seres que pueblan el Universo, contribuyen á su armonía por su misma evolucion, y un solo átomo que de aniquilara, bastaría para romper el equilibrio. ¿No debe pues, el hombre, darse cuanta de esas misteriosas afinidades de la existencia, y dedicar á su investigacion todos los esfuerzos de su espíritu? Si el hombre no tuviera otras necesidades, otras aspiraciones que la satisfaccion grosera de los elementos indispensables á su vida vegetativa, su grande inteligencia sería absolutamente inútil."

—"Pero recordad, amigo mio, que el hombre ha formado si inteligencia paso á paso, así como el vegetal y el animal han generado célula por célula, desde la primera aislada que pobló los mares, hasta el mas hermoso de los árboles de nuestros bosques, ó de los pájaros mas lucientes que cantan en ellos."

—"Acepto la evolucion, señor Nic Nac; pero puesto que el hombre tiene hoy su actual inteligencia, es porque existía latente en la majestad del infinito, latencia que algun dia había de ser sensible. Y es porque hay un mas allá de las necesidades vegetativas, un mas allá que nos abre las puertas de la eternidad y del espacio. La inteligencia del hombre, no es pues sino una de las formas de la armonía universal. Darse cuenta de esta armonía, estudiar sus elementos, he ahí la mision del hombre; hé ahí tambien por qué no hay estudio alguno inútil. Desde la simple nota, elemento de esa armonía, hasta el acorde perfecto de los mundos, podeis recorrer la vasta escala de las creaciones, y en cada una de ellas encontrareis belleza, unidad y simpatía. Pero hé aquí que hemos llegado á la Academia."

XX. en la academia

El amable guia y yó penetramos en un vastísimo salon, espléndidamente iluminado por las aureolas de los sábios como Sophopolitas, y por el magnífico resplandor de su ciencia.

Allí la ciencia irradia luz.

En uno de los extremos del salon, aparecía el asiento del presidente, algo mas elevado que los de los otros, á sus lados los dos secretarios, y formando como dos alas, separados por un intérvalo desocupado, los dos grupos naturales de la Academia, es decir, el de los sábios teóricos y el de los sábios prácticos.

Entre los primeros observé tres personajes que me llamaron inmediatamente la atencion por algo particular que les distinguía, y como preguntára á mi guia quienes eran aquellos miembros

—"El astrónomo Hacksf, el zoólogo Biopos, su enemigo, y el botánico Geot, rival de ambos," me contestó.

—"Hé ahí una aureola nueva," dijo el presidente señalándome.

—"Es verdad," reposo mi guia, "pero no dudo que dentro de poco, el señor Nic-Nac, á quien tengo el honor de presentar á la Academia, sabrá probaros que es tan Sophopolita como cualquiera de nosotros."

—"La aureola que le envuelve es terrestre," dijo el secretario, "puede tomar asiento entre los sábios teóricos."

—"Nó," repuse, "la aureola que me circunda es eminentemente Marcial. En aquella rejion encantada donde todos los aromas perfuman el ambiente, donde todas las gracias de la vegetacion animan el paisaje, se eleva una cadena majestuosa de montañas, en cuyo corazon metálico, habita el génio de aquellos lugares: Seele..."

—"Bien está," me interrumpió el presidente, "podeis ocupar la seccion que el secretario os ha indicado. Jamás ha sido confirmada una sentencia tan elocuentemente como lo habeis hecho vos mismo al dejarnos oir vuestras palabras. Tenemos que agradecer cordialmente al Sr. Níc-Nac el favor que nos dispensa, pero... no podemos evitarlo:—el Sr. Nic-Nac estará muy bien donde esté la teoría."

Tomé asiento junto al astrónomo.

Hubo un momento de silencio que mi vecino aprovechó para hacerme algunas preguntas como: "Cuáles son las opiniones de los habitantes de la Tierra sobre el planeta Marte? ¿Hace allí mucho calor? ¿Qué clase de telescopios usan? ¿Abundan mucho los zoólogos?" y otras por el estilo, á las que traté de responder con el mayor laconismo, empero.

Dirijí involuntariamente la mirada hácia el grupo de los sábios prácticos, y no me maravilló poco el ver que entre ellos se encontraba el loco del matraz, ojeando su cartera, haciendo apuntes y hablando solo.

—"Señores!" exclamó el presidente, "en la conferencia anterior se ha tratado de una cuestion importantísima, cual es de un juicio crítico publicado no ha mucho en uno de los periódicos de esta ciudad......"

—"Cómo! ¿hay periódicos tambien aquí?" pregounté al Sr. Hacksf.

—"Y muy buenos; figuraos que diariamente publican mis observaciones."

—"Ese juicio crítico, versa sobre una obra aceptada por la Academia."

—"¿Que obra es? preguntó uno de los sábios prácticos.

—"El tratado completo de Martografia," dijo uno de los secretarios.

—"Pero no estaba completo," observó el autor que se hallaba presente.

—"Y bien?"

—"Y bien; en ella he presentado de la manera mas elocuente posible, una descripcion física y política de lo que puede llamarse el semi—planeta Oriental. He indicado las bellezas naturales que caracterizan á Protobia y á Melania, señalando particularmente el esplendor y magnificencia de los bosques que cubren con su verde ropaje estas dos porciones del continente; la elevacion de sus montañas el cuadro complejo de su Fauna; el carácter y origen de sus habitantes; he insistido en la verosimilitud de las opiniones manifestadas por uno de los señores académicos de que la raza humana no ha aparecido precisamente en Protobia, nombre erróneo que se ha dado á esta porcion, como indicando que la primera vida apareció allí, sino en el centro de Melania, pues todas las observaciones de los sábios modernos, de cualquier manera que ellos opinen, sirven á un espíritu imparcial para confirmar las hipótesis que, manifestándose primero en el estado embrionario, toman gradualmente el carácter de verdades inconcusas. He admitido cómo Jesu-Cristo nació en Protobia y de allí pasó á Melania, y cómo, despues de muchas peripecias, su doctrina se desparramó en Seelia, desde donde se trasmitió á Nic-Naquia. Despues de estudiar estas dos fuentes de la civilizacion primitiva, Protobia y Melania, he penetrado en Seelia, y una vez señalados los caracteres generales, he hecho minuciosas descripciones y apreciaciones sobre algunos de los diversos paises que la constituyen, como Tedecia, Ingelia, Gandalia, Spondia, Tarantelia y algunos otros. No extrañaría, señor presidente, que al decir que estos paises que acabo de nombrar podian reunirse en tres grupos distintos, despues del estudio de sus analogías y diferencias, alguno de los naturales de aquellos hubiera deseado quebrar lanzas por la prensa con el autor del libro."

—"Eso es precisamente lo que ha sucedido. En nuestra última sesion, apénas nos fué posible mencionar los puntos vulnerables del libro y de la crítica; pero hoy, en plena posesion de los argumentos que han de servirnos, creo que podemos emprender la discusion."

—"No hay duda alguna, señor presidente," dijo otro académico, "pero es indispensable, señor presidente, que tomemos en cuenta las diveras circunstancias que pesan, señor presidente, ó que deben pesar, señor presidente, como una mano de fierro sobre el corazon del crítico;—no hay duda alguna, y desde ya me manifiesto adicto á cualquiera de las decisiones de la Academia en este sentido. El articulo crítico, señor presidente, debe haber sido escrito, á no dudarlo, por un Theopolita."

No es mas rápido el Halcon al lanzarse sobre su presa, ni es mas veloz la Golondrina de las riberas al formar, exhalacion alada, las lineas caprichosa de su vuelo, que el grito de "traicion" y el movimiento súbito que se observó en el lado de la Academia cuando dejó la palabra el orador.

—"Qué hay? qué hay?" preguntaron algunos asombrados.

—"Nada!" contestó el loco del matraz, "un Theopolita que ha violado el santuario de nuestra ciencia."

—"Silencio!" Exclamó el Presidente. "El autor del tratado completo de Martografia tiene la palabra."

—"Gracias. Mis apreciaciones sobre el valor moral de los naturales de Spondia y de Tarantelia, al compararlo con el de los de Tedecia. y de Ingalia, ó bien de Gandalia, eslabon que liga los otros dos grupos, deben de haber herido el amor propio nacional de algun susceptible. Pero yo pregunto: ¿tiene derecho un individuo de servirse de la prensa como de un vil instrumento de venganza? ¿Puede impunemente insultar al pais en que vive, desacreditarlo, ultrajarlo, difamarlo, só pretesto de criticar un libro?"

—"Nó! nó!" contestó en masa la corporacion.

—"Y bien: ese autor á quien yo no conozco, ni deseo conocer, servirá de blanco, ó bien de punto de apoyo, para que establezcamos las bases de lo que provisionalmente puede llamarse "Ley Aureliana."

—"Aureliana! ¿y porqué así?" pregunté al astrónomo.

—"Já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac."

Pero ¿qué destino es este mio? ¿porqué no puedo saber el nombre de este país? ¿acaso la ley no foramulada aún, significaría algo relativo al problema que todos me resuelven con una carcajada? Seele, el guia, y ahora el señor Hacksf, me han dado la mima contestacion "já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac!"

—"Creo que sería bueno," dijo el presidente, "que en la próxima sesion, cada uno de los miembros de la Academia presentára un proyecto de Ley Aureliana, es decir, de la Ley de Imprenta que debe rejir en la Nacion....."

—"Decidlo, decidlo, señor presidente," exclamé en un arrebato supremo.

—"Já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac........."

—"He preparado algunos apuntes," interrumpió uno de loa académicos.

—"¿Quereis leerlos?"

—"No hay inconveniente."

—"Los secretarios lo consignarán."

—"Hélos aquí. Todos ellos quedan reducidos á tres grupos de delitos que deben castigarse: l º Difamacion de la Nacion. 2 º Difamacion de la autoridad. 3 º Difamacion de la persona."

—"Nada mas?"

—"Por ahora creo que es suficiente, lo que no impide que mas tarde se agreguen otros. En el primer caso no se admitirá la prueba del agravio pues se trata de traicion de lesa patria, si me es permitido expresarme así, y entónces se impondrá un castigo proporcional; en el segundo caso, pueden distinguirse dos delitos: difamacion del magistrado por el solo placer de difamarle, sin que el agravio importe una acusacion de responsabilidad, y de difamacion del magistrado, acusandole de faltas que hagan pesar algun cargo sobre él. En este segundo caso, con sus dos subdivisiones, me alejo, se comprende fácilmente, de la acusacion digna y de carácter elevado, noble prerogativa de la prensa de oposicion. El magistrado es una personalidad augusta que debe respetarse, aún cuando cometa una falta grave, pues en él hay dos personas: una que representa una gran parte de los derechos del pueblo, y la otra que es completamente privada, pero el carácter de magistrado absorve á la segunda persona, derecho simple, mínimo, cuyo valor desaparece relativamente ante la unidad de derechos múltiples. El agravio, el insulto al magistrado, debe castigarse de cualquier manera, lo que no impide que el magistrado responda de la acusacion en caso de que el agravio la envuelva. En el tercer caso, difamacion de la persona, se presentan igualmente dos circustancias análogas á las anteriores: la difamacion de la persona en su cáracter privado,lo que obligará irremediablemente al periodista á entenderse con aquella, sin que sea permitido á este esquivarse de la responsabilidad que sobre él pesa,—y la difamacion de la persona, acusándole al propio tiempo de faltas que se relacionen con el derecho público. Sintetizando: el insulto será siempre castigado y la denuncia del delito será un derecho sagrado del periodista."

—"Propongo que se acepten esas bases sin discusion," dijo el autor del tratado completo.

—"Si! sí! sí!" exclamaron los otros miembros.

—"Propongo," continuó el mismo, "que se envien al Gobierno de la Nacion para que las apruebe."

—"Sí! sí! sí!"

—"Propongo que se haga pesar todo su rigor sobre la cabeza del crítico que me ha insultado."

—"Nó! nó! nó! las leyes no se hacen para los hechos consumados, sino para los consumables; es decir, no tienen efecto retroactivo."

—"Es verdad."

—"Pido la palabra!" vociferó el loco del matraz.

—"Concedida!" repuso el presidente en igual tono.

—"Voy á sostener, señores, una tésis original;—voy á probar que: dada la cantidad de oxíqeno que encierra un volúmen determinado del gas producido por la, evaporacion de un Theopolita, averiguar los medios de quemar los barrios de Theopolis, con todos sus habitantes."

—"No lo habiais formulado anteriormente diciendo 'del gas producido por la evaporacion de un Sophopolitano'?"

—"Si, pero he cambiado de manera de pensar pues ahora tengo á mi disposicion un Theopolita."

—"Un Theopolita!"

—"Diré mas bien, el Theopolita."

—"El Theopolita!"

—"Habeis olvidado acaso," dijo el loco, "el incidente que ocurrió hace un momento?"

El loco tenía razon, y si empleo este nombre, es únicamente por conservar el que le había dado nuestro amigo el cicerone—No sé cómo ni porqué habíamos olvidado el movimiento y el grito. ¿Qué había pasado en aquella escena interrumpida por la órden de "silencio!" del presidente?

El individuo que había hablado un instante despues de comenzar la sesion,—sin que esto signifique que hubiera dicho algo.—y que varias veces había, empleado el vocativo en las pocas palabras que dirijió al presidente, era un Theopolita, un verdadero Theopolita, con todos sus caracteres disimulados el silencio convertido en insulsa verbosidad; la luz pálida, fosforescente, lanzando vivos destellos sofisticados; la demacracion del rostro perdida por una replecion de las cavidades internas de los carrillos, y la miseria de las miradas, completamente cambiada por una agitacion artificial. Pero cuando hubo acabado de hablar, la luz prestada desapareció y sus ojos hipócritas, su fisonomía viperica, recobraron su valor real. Fué entonces que el loco del matraz, que había seguido sus palabras, lanzó el grito de "traicion," precipitándose simultáneamente sobre al espía.

Los Theopolitas son elásticos.

El loco llevaba consigo su gran matraz, y valiéndose de la elasticidad propia del Theopolita, lo introdujo en él, con gran satisfaccion de algunos académicos, que veían corroborada de una manera tan elocuente la opinion que corria sobre la poca cohesion de las moléculas de aquella raza degradada.

El zoólogo Biopos experimentó un choque de satisfaccion suprema, porque no dudaba que aquel matraz pasaría con su contenido á formar parte de su coleccion. ¡Qué placer para él! ¡Un Theopolita en aguardiente!

—"Señor presidente!" exclamó el loco, "ha llegado el momento de la venganza; ahora podremos incendiar la ciudad enemiga, y sus infames habitantes, rechazados siempre de todos los países, irán, espíritus imágenes abyectos, á girar aislados en los confines del espacio."

—"Y cuáles son los medios de que pretendeis valeros?" preguntó mi guia.

—"Muy sencillos: la combustion que determine el oxígeno de un Theopolita en una cantidad fija de materia, puede servir de término de comparacion para averiguar la cantidad que de él se necesita para incendiar toda la materia con que está formada Theopolis y los que en ella moren."

—"No es necesario," interrumpió mi amigo el cicerone, "basta quemar el cuerpo de un Theopolita vivo para trasmitir el incendio á toda la población."

—"Nó es cierto," dijo el loco algo irritado por aquella insinuacion, pues si ella era positiva, sus largos estudios de tantos años, no hubieran sido sino inútiles, pues con un medio sencillo se evitaban muchas averiguaciones difíciles y penosas, y sobretodo, rodeadas de peligros, "¿y cual es el medio que proponeis?"

—"La combustion de un Theopolita produce cierta cantidad de gas."

—"Pero es necesario evaporarlo ántes."

—"Nó; basta quemarlo."

—"Imposible!" exclamó el loco.

—"¿Imposible? ya lo vereis."

Y dirijiéndose á la mesa sobre la cual se había colocado el matraz

—"Aquí mismo puede hacerse el experimento," dijo.

—"Nó! nó! vociferó el zoólogo;—"esa pieza es magnífica para una coleccion zoológica."

—"Que se queme inmediatamente," propuso el astrónomo Hacksf mirando á Biopos con rostro encendido y la mirada. volcánica.

—"Nó, que no se queme," volvió á insinuar el académico Biopos, "en la materia que forma un Theopolita, pueden hallarse siempre los mismos elementos de los anfibios."

—"Señor presidente! si el señor Biopos insiste, quemaré yó mismo al Theopolita con un rayo de Sol condensado."

—"Rayo de Sol condensado!" exclamó el botánico Geot poniéndose de pié súbitamente; "¿no sabeis que un rayo de Sol, en esas condiciones, sería la muerte de la Academia? ¿y si ese rayo de Sol se difundiera en ese ámbito?"

—"Lo volvería á condensar como lo he hecho con este."

Y el astrónomo presentó una pequeña caja de una sustancia verde y transparente como la esmeralda, en cuyo interior, suspendido á semejanza de un astro en el espacio, se veia un punto intensamente luminoso.

—"Señores! nos apartamos de la cuestion. Ni el señor académico Biopos obtendrá para su coleccion el Theopolita, ni el señor académico Hacksf conseguirá que sea quemado," dijo el presidente.

—"¿Porqué nó?" preguntó mi amigo. "¿No es laudable, por ventura, ahorrar molestias á un académigo digno y perseverante que aparentemente busca la verdad donde la verdad no existe?"

—"Yo soy igualmente perseverante y digno," dijo el zoólogo," y precisamente por eso es que no deseo que se queme el cuerpo del Theopolita."

—"Pero señores! ¿á donde vamos? Hé dicho que el Theopolita no será quemado. Es una reliquia que debemos conservar á todo trance. ¿Y si por un incidente cualquiera, se condensaran sus gases y se regenerara su cuerpo ¿no comprendeis que estábamos perdidos? Aquí, en el local de la Academia, en un lugar seguro, debe conservarse ese matraz, y dos académicos, uno de cada seccion, harán la guardia é impedirán la entrada de algun Theopolita!" dijo el presidente, y sus palabras fueron aceptadas por unanimidad. "Cuando llegue el momento oportuno", continuó, "no faltaran Theopolitas, y cada cual podrá tener el suyo, si le place."

—"¿Y cómo se conservará ese cuerpo vivo?" preguntó Biopos.

—"Depositando en el matraz el rayo de Sol condensado por el señor Hacksf," dijo el botánico Geot.

XXI. Comentarios

La sesion continuaba en la Académia; pero mi amigo el cicerone me indicó con un gesto que podiamos retirarnos.

Me puse de pié, y luego me dirijí á la puerta, donde un momento despues mi complaciente amigo vino á reunírseme.

—"De qué van á tratar ahora?" le pregunté cuando nos alejábamos del recinto.

—"De los medios de organizar la prensa de oposicion."

—"¿Nada mas?"

—"Hay algunas otras cuestiones; pero la principal es esta. Me parece inútil que permanezcamos aquí, porque nada nuevo vamos á oir por hoy. La prensa de oposicion será siempre la prensa de oposicion, y al tratar de organizarla, la Académia no hará sino desquiciarla mas. Por otra parte, una vez aceptadas las tres bases de la Ley Aureliana, la oposicion debe sujetarse á ella."

—"Y si se abstiene, lo que nada tendría de particular?"

—"No puede."

—"Cómo! no puede!"

—"Lo que oís, señor Nic-Nac: nó puede."

—"Pero... y qué... ¿no son acaso ciudadanos libres?

—"Precisamente porque son libres; pero esa misma libertad tiene sus límites, y uno de ellos es la obligacion de conservar la prensa de oposicion; ella es un derecho del pueblo, y de sus representantes; es una necesidad imperiosa que ella exista, pero que exista sometida á ciertas restricciones. Suprimidle los abusos, los insultos generalmente impunes, y os hallareis frente á frente de la mas bella, de la mas noble conquista de un pueblo libre. Suprimid la prensa de oposicion y el gobierno mas benévolo y bien intencionado puede convertirse, sin quererlo casi, en un tirano aborrecible."

—"¿Y qué es necesario hacer para que el gobierno de la Nacion promulgue la Ley Aureliana?"

—"Nada mas que someterla á su aprobacion. La Academia de Sophopolis es tambien un Congreso Nacional."

—"¿Creeis que las tres bases sean suficientes para coartar los abusos de la prensa?"

—"Examinadlas bien, y vereis que sí"

—"¿Es eso todo lo de que vá á ocuparse hoy la Academia?"

—"Os he dicho que hay algo mas, pero, secundario. Una vez terminado el debate sobre la prensa, tomará nuevamente la palabra el autor del Tratado completo de Martografía"

—"Para qué?"

—"¿No le habeis oido decir que su tratado no era completo?"

—"Sí, pero eso......"

—"Significa que hoy va á continuar describiendo ambas Nic-Naquias: la Setentrional y la Meridional."

—"¿Indicando ]os nombres de los paises que las forman?"

—"Es muy natural."

¿Cómo no aprovechar tan brillante oportunidad?

Corrí como una exhalacion hácia la Academia. El corazon me palpitaba, los cabellos se me erizaban, el aire denso no era suficiente aún para equilibrar el cansancio.

Llegué á la Academia y dirijiéndome al primero que observé en la puerta, le hice un signo expresivo, pues no podía hablar.

—"Es tarde! La sesion ha terminado por hoy," dijo Biops saludándome.

En aquel momento, oí una voz interior, una voz mía que exclamaba:"Sois muy curioso, señor Nic-Nac! já! já! já!."

XXII. Por fin!

En el momento en que el cicerone llegaba á su casa, miró hácia atrás y no pudo ménos de sonreir, al verme fatigado, jadeando casi, de vuelta de mi súbita carrera.

Se detuvo, y cuando yo tambien llegué á la casa:

—"Sois muy curioso, señor Nic-Nac." me dijo. "Si la causa de vuestra agitacion fuera otra, podría teneros compasion..."

—"La rechazo, vuestra compasion, amigo mio."

—"Miau! miau!"

—"Ah! infeliz!" exclamé golpeándome la frente "infeliz, mil veces infeliz! y yo que había olvidado el gato negro, el inseparable y misterioso amigo!"

—"Miáu! miáu!"

—"Ven aquí, amigo mio."

—"Miaháu!" hizo el gato en tono de profunda sumision.

—"¿Conoces este país?"

—"Miáu!" y repitió con la cabeza el mismo movimiento antero posterior que alguna vez me había hecho observar el Doctor.

—"¿Es un pais monárquico?"

Nada. El gato nada respondió.

—"Es una República?"

—"Miáu!"

—"Y el nombre? Ya sé que es Nacion..."

—"Mi-áu..."

—"Au! ah! ya caigo "Aureliana!"

—"Miáu! Miáu!" El gato desapareció.

—"Aaaah!" exclamé, interjeccion que se me hinchó en la garganta tanto como un alfabeto.

—"Ya veis amigo mio," dijo el cicerone, "que os habiais ofuscado. Cuando oisteis decir en la Academia 'Ley Aureliana' debisteis suponer que era lo mismo que Ley Taranteliana, ó Ingeliana, ó sea de Tarantelia ó de Ingelia."

—"Y porqué lleva este nombre?"

—"Por qué! ¿qué metal precioso abunda en este pais?"

—"El oro."

—"Oro, en latin, es aurum, y de aquí Aureliana, es decir "Nacion del Oro."

—"Tenemos que hablar mucho sobre esto, y particularmente sobre la forma de gobierno de este pais, de esta Nacion Aureliana."

—"Si amigo mio, pero entremos. ¿No veis? El pobre Doctor pretende en vano convencer á mi bella hija de que no se consuela de la pérdida del punto blanco."

—"Y vuestra hija es accesible á la conviccion?"

—"Señor Nic-Nac... en todos los planetas cada sexo tiene sus caracteres propios."

XXIII. El doctor y la Sophopolita

—"Nada mas natural," decia el Doctor á la hermosa niña en el momento en que penetrabamos en la casa. "Armonía suprema en las leyes de la vida, atracciones inevitables como manifestacion de la esencia íntima de los seres, hé ahí el cuadro."

—"No deja de ser risueño, "interrumpió el señor de la casa; "pero preguntad al señor Nic-Nac, si es tan natural lo que acaba de pasarle."

—"¿Cómo así, Nic-Nac?"

—"Figuraos que el gato negro ha resuelto en mi espíritu la duda mas terrible que me haya dominado hasta ahora."

—"¿Cuál era, señor Nic-Nac?" preguntó la niña.

—"El nombre de este país."

—"¿Y el gato os lo ha dicho?"

—"A lo ménos me lo ha indicado."

—"Es un gato originalísimo," dijo el Doctor.

—"Es verdad;—pero ¿porqué no continuais vuestra interrumpida conversacion?"

El Doctor había sido en la Tierra un hombre amable y fino, pero no con esa amabilidad empalagosa que fastidia al principio y sofoca por fin, sino con una manera especial de saber decir, persuadiendo y elevando el espíritu, un cierto aire aristocrático en su mas alta expresion, que no le sentaba mal cuando defendía la instituciones republicanas, agregad á esto una arrogancia particular en sus movimientos y una presencia gallarda, y tendreis su retrato terrenal. Pero el Doctor había sido complementado en Marte, porque á todas sus prendas físicas y morales, reunía su nueva naturaleza, despues de la transmigracion. El Doctor tenía entónces aspecto Marcial.

Siempre he sido de opinion, tanto en la Tierra como en Marte, de que la ciencia fisionómica, es la llave de las almas, y si bien es cierto que ella cuenta con muchos adeptos y con muchos contrarios, jamás he creido que estos últimos debieran tomarse en consideracion. No me juzgueis ciego por mi opinion, nó; la experiencia nos lo enseña y debemos someternos. Admito ciertas restricciones á los elementos de la teoría, pero veo que en el fondo hay algo de positivo que jamás engaña. La eterna ley de la subordinacion de unos seres á otros seres, de una parte á otra parte, rije tambien los rasgos de las fisonomías; todo el secreto está, pues,en descubrir los rasgos dominantes. Los opositores á aquella ciencia, no teniendo un espíritu suficientemente penetrante para poder juzgar del valor relativo de las formas, niegan en absoluto las verdades mas palpitantes y se abisman en su nécia conviccion.

No interrumpais las leyes del abismo!

No desperteis las almas que en él duermen!

La exaltacion del espíritu en Marte, y muy particularmente en Sophopolis, aguza, por decirlo así, la penetracion, y no es extraño que cada Sophopolita sea un juez conciente del individuo que juzga.

Hacía un momento, sólo un momento, que el Doctor vivía en familia en casa de nuestro guia,y ya gozaba de toda la confianza de las personas que la formaban—y era porque habían comprendido que el Doctor tenía un espíritu noble, incapaz de ennegrecer la sublime sencillez de sus costumbres.

La franqueza era el alma de aquella familia ¿y qué ser habrá tan abyecto que no se reconozca agradecido en tales condiciones?

La situacion del Doctor, por otra parte, era excepcional.

Un alma le buscaba, talvez desde el principio de las almas, si es que tuvieron principio; un génio extraño le había pronosticado su próxima complementacion, revelándole al propio tiempo el secreto del espíritu imágen, alma blanca que Seele le arrebatara en un momento fatal; y aquella hermosa jóven, aquella espléndida belleza física y moral, era nada ménos que la forma Marcial del alma blanca.

Oh! qué tormento sufrió el Doctor cuando Seele se la arrancó!

Pero cuando hubo recobrado una parte de su calma, recordó la profecía, y comprendió lo que sólo un espíritu generoso puede comprender, y es que la felicidad es hija del deseo.

Y el deseo, cuando nace y vive en el espíritu y para el espíritu, es como un rayo de esperanza templando un dolor infinito.

En una palabra, el Doctor comprendió que el espíritu imágen que tanto le había atraido, era el complemento necesario de su alma y del alma de la jóven y que ambas almas, antes de su fusion absoluta, debian sujetarse al imperio del deseo espiritual, forma ó nombre delicioso con que le designa en Marte la atraccion que en la Tierra se llama amor, pero con una significacion mas elevada, mas sublime, si quereis.

Pero sus almas, aunque incompletas, se comprendian, como deben comprenderse en el seno del alma universal, ese núcleo eterno de donde dimanan.

¿Habian resuelto algo durante nuestra ausencia, es decir, mientras el señor de la casa y yo permaneciamos en la Academia?"

o veremos.

XXIV. Un presente de valor psíquico

Durante algunos dias permanecíamos en aquel paraiso, sin pensar en otra cosa que en las delicias de nuestra nueva vida.

El señor de la casa era el mas amable de los hombres; su señora, la mas complaciente de las mujeres, y las tres hijas de esta feliz pareja, las niñas mas graciosas y agradables que sea posible hallar en este mundo—digo mal: en el otro.

—"Nic-Nac," me dijo el Doctor cierto dia que recorríamos solos la gran ciudad, "Nic-Nac, ¿no os sentis atraído espiritualmente por alguna de las hijas de nuestro generoso amigo?"

—"En verdad os digo," repuse, "que las tres me atraen igualmente. Pero vos, por vuestra parte, no sois insenlible respecto de una de ellas."

—"Es natural."

—"Sin duda; pero recuerdo que alguna vez me habeis dicho que pensabais ejercer aquí vuestra antigua profesion."

—"He estudiado durante estos dias las predisposiciones de los Sophopolitas, y he deducido que las enfermedades son desconocidas en este planeta."

—"Y sinembargo, las lluvias formidables que lo refrescan continuamente son los generadores mas eficaces de ciertas afecciones pulmonares."

—"Imposible! hasta ahora no ha habido un solo enfermo en Sophopolis."

—"¿Y en Theopolis?"

—"Os les cedo en caso de que los haya."

—"Gracias; no sé firmar pasaportes de transmigracion. Pero volviendo á nuestro cuento ¿qué pensais hacer?"

—"Vivir en Sophopolis."

—"¿Perpétuamente?"

—"Si es posible."

—"Y nuestros viajes, este deseo que dominó nuestra vida?"

—"La vuestra, señor Nic-Nac, la vuestra; jamás he pensado en viajes. Mi transplanetacion no ha sido originada por ningun deseo, sino por un terror —debeis recordarlo."

—"Oh! sí! cuando visteis aparecer en mi cámara mortuoria los signos que trazaba mi espíritu subordinado."

—"La vida en Marte es deliciosa."

—"Os alejais, Doctor, de la cuestion. ¿Qué pensais hacer con la hermosa Sophopolita?"

—"Lo que puede cualquier hombre que se encuentra en mis circunstancias."

—"Admitiendo, empero, que son exepcionales?"

—"Oh! eso sí; lo que no impide que obre en armonía con mi deseo. Lo único que lamento es que se prolongue tanto la fusion del espíritu imágen. La prueba á que me somete Seele es bastante ruda."

—"Porqué"

—"Porque de ese modo será ménos intensa la fusion de la materia imágen."

—"La familia no se opone?"

—"Absolutamente."

—"Estais seguro de ello?"

—"En Sophopolis no existen trabas de ningun género; el mismo señor de la casa me lo ha comunicado."

—"Y bien Doctor, á mí tambien. Y puesto que ya se lo habeis dicho, os manifestaré que se considera plenamente satisfecho."

—"Tanto mejor para él y para mí."

Cuando volvimos á casa, todo habia mudado de aspecto. Se preparaba una fiesta, espléndida. ¿Sabeis cual? Las bodas del Doctor.

De todos los puntos de Sophopolis acudian regalos para la jóven, y como puede esperarse de una ciudad en que todos son sábios, uno enviaba una obra completa en treinta tomos sobre la determinacion de las estrellas fijas, otro una monografia del género Mirto, alguno el exámen crítico de las publicaciones de Hacksf, Biopos remitía varios ejemplares de su obra monumental sobre los anfibios de Ingelia, Geot una coleccion de Flores del aire, con sus descripciones. En una palabra, la casa era un museo. ¿Pero qué destino creis que se dió á aquellos regalos? ¿Hacer uso de ellos inmediatadiente? De ninguna manera. Se guardaron en lugar seguro, y cuando llegára la hora solemne, se juzgarian, y el que tuviera un valor psíquico mas notable se aceptaría, devolviendo los otros á sus autores ó respectivos dueños, manifestándoles cuanto agradecían el señalado interés que los trabajos habían deepertado, lo que no era sino una fórmula.

Entre los innumerables presentes que recibió la jóven, se hallaba uno cuya trascendencia ó valor psíquico podía muy bien ponerse en duda.

Era una pequeña caja. "de una sustancia verde y transparente como la esmeralda, en cuyo interior, suspendido á semejanza de un astro en el espacio, se veia un punto intensamente luminoso." En ella reconocimos, el señor de la casa y yo, la caja que habíamos visto en la Academia.

Una carta de Hacksf la acompañaba.

—"Es un rayo de sol recien condensado," decía "lo he visto flotando en el espacio, como si una fuerza extraordinaria le hiciera trazar una curva inexplicable. Conservadlo. Que no lo vea el Doctor hasta el último momento. Mantiene viva la llama de la vida y ahoga con sus blancas irradiaciones los negros sinsabores á que puede exponeros la proximidad de los Theopolitas—Hacksf."

¿Qué misterio encontraba aquel presente? ¿Porqué se quería evitar que el Doctor lo viera?

Felizmente el Doctor paseaba, en aquel momento entre la sombra del próximo jardín; pero cuando un instante despues penetró en la casa, notamos todos que rostro estaba encendido y que una agitacion visible le dominaba á medida que le aproximaba al salon de los presentes.

Dirijía la vista á las alturas, como tratando de descubrir algo en el espacio. Nada.

—"Que es eso, Doctor?" le pregunté.

—"Siento, amigo mio, un malestar extraño, y que no obstante puedo considerar un bien. Experimento la misma impresion que cuando flotaba en las altas rejiones mi espíritu complementario."

¿Qué nuevo misterio era aquel?

—"Vamos" le dije, "vuestra situacion no es para menos. Hoy vais á celebrar uno de los actos mas solemnes de vuestra vida y....

—"Nic-Nac! Nic-Nac!" exclamó el señor de la casa precipitadamente.

Ahí cerca me ssperaba.

—"Amigo mio," me dijo, "leed esta carta."

Leí: "En el recinto de la Academia existe un gran matraz, dentro del cual se ha encerrado un Theopolita, y en vuestra casa una caja enviada por el astrónomo Hacksf, la cual contiene un rayo de Sol condensado por él. Ese rayo de Sol no es otra cosa que el espíritu complementario del Doctor y de vuestra hija. Si en vez de bañar sus almas, penetra en la del Theopolita encerrado, este se transformará del ser mas desgraciado como tal, en un Sophopolita digno y feliz, y aunque es verdad que la felicidad absoluta de vuestros hijos depende de esa fusion, no es menos cierto que en el fondo de sus almas existe un venero inagotable de abnegacion, y este sacrificio, aunque muy grande, importa la salvacion de un alma."

—"Es un lance terrible, amigo mio!"

—"No lo dudo, pero es necesario que el Doctor no lo ignore."

XXV. ¿por qué nó?

En la Tierra, nada hubiera sido mas delicado ni mas penoso que comunicar una noticia como aquellla, á una persona que se hallara en las circunstancias del Doctor; pero en Marte, y particularmente en Sophopolis, ¡cuanta diferencia!

La franqueza, esa sublimacion del sentimiento moral del individuo, vive en todos los corazones, y todas las almas le rinden homenage.

Un momento despues de leer la terrible carta, comuniqué al Doctor su significado.

—"¿Por qué nó?" me dijo, "¿acaso los espíritus imágenes son formas pasajeras del infinito, existencias efímeras? nó, Nic-Nac. Las almas que se buscan de transmigracion en transmigracion, de planeta en planeta, se reunen al fin, se funden en un alma sola, se transfiguran, se amalgaman. Si en un momento de mi vida Marcial debí de realizarse el divino misterio de la fusion psíquica. ¿por qué no confiar en el destino, esperando firmemente que pueda realizarse alguna vez esa fusion? Si derramando los efluvios de esa alma blanca en el espíritu del Theopolita se ha de convertir este en un ser feliz, ¿por qué no hacer un débil sacrificio?"

—"¡Y qué! no sabeis que esa alma blanca es de sustancia femenina?"

—"Bien está; pero eso no impide su Martificacion en un ser masculino. ¿Acaso los espíritus imágenes tienen sexo? ¿no comprendeis que ellos no son sino conjuntos de cualidades espirituales con imágen?'

—"Sí, Doctor; pero al aceptar la conversion del Theopolita, debeis comprender que privareis á vuestra prometida de cualidades extraordinarias, y sobretodo ¿cómo sabeis si ella acepta vuestras opiniones?"

—"Nic-Nac,......nuestra felicidad, os lo puedo asegurar, no depende exclusivamente de la posesion del espíritu blanco......"

—"Lo comprendo, Doctor, lo comprendo muy bien; pero......"

—"Pero qué?"

—"Pero...... se hará como gusteis. Vuestra noble alma tiene un caudal inagotable de bondades."

XXVI. ceremonia

Cada ave tiene su nido, cada flor su perfume, cada insecto su matiz, cada pueblo sus costumbres, cada secta sus preocupaciones.

Si las bodas del Doctor se debieran celebrar en Theopolis, el pueblo se reuniría al pié del altar invocando á los espíritus propicios para que alejaran de los nuevos desposados el génio del mal, y el cántico incomprensible resonaría bajo las bóvedas del Templo de la Regeneracion.

El rostro espectral de los Theopolitas se cubriría de siniestros deseos, y la voz del Gran Sacerdote, el único hombre generoso y cristiano de aquella poblacion indigna, iría á morir como un éco perdido en el fondo de aquellos corazones satánicos.

Pero la gran sabiduría de los nobles seres que habitan en Sophopolis, les ha señalado un templo mas digno, un recinto mas sagrado, donde se verifican ceremonias de tan augusto carácter: la Academia.

Por eso, un instante despues de la conversacion que habiamos tenido con el Doctor, una procesion, partiendo de la casa del Sophopolita, llegaba á la Academia, y distribuyéndose en su recinto los diversoss miembros que la componían, esperaban el momento oportuno en que debía consumarse la ceremonia.

En el centro el Doctor y la jóven, acompañada de la familia, y en torno de este grupo, los demas Sophopolitas.

Las flores que cubrian las columnas, lanzaron al aire torrentes de perfumes, y una melodía divina, producida por instrumentos invisibles, nos anunció que se acercaba el momento.

Nuestra sorpresa no tuvo límites cuando al dirijir la vista hácia el fondo del gran salon, percibimos el matraz del loco, en cuyo interior estaba encerrado el Theopolita. El Doctor se acercó á él, y tomando aquella cárcel de cristal por el cuello, la trajo hácia la jóven y la colocó en el centro del recinto. Nuestro amigo el cicerone tomó á su vez la caja de Hacksf, y aproximándola al suplicante prisionero, le manifemsó las ideas dominantes.

—"Si, sí!" exclamó desde el fondo.

Y en el momento en que el alma blanca se elevaba lentamente para precipitarse en aquel ser abyecto, oimos un ruido extraño, semejante al que alguna vez habiamos observado, cuando Seele arrebatara las ilusiones del Doctor.

Una luz indecisa bañó súbita los rostros; se hizo luego mas intensa, y su vívido resplandor eclipsó por fin las aureolas de los circumstantes.

—"Seele! Seele!" exclamamos en coro. Si, era Seele, que aparecía como evocado por un destino inevitable, y cuya presencia en aquel momento, infundía en todos los ánimos un pavoroso respeto.

—"Girad, girad!" exclamó el génio del Nevado; y al punto se apoderó de nosotros la fuerza giratriz, y un vértigo terrible, dominando nuestros sentidos, parecíanos experimentar las atracciones del abismo.

—"Girad, girad!" repetía Seele, que en aquel momento, elevándose en el aire como la nube de incienso, habia tomado el punto blanco, el espíritu imágen, y le hacía trazar espirales ascendentes.

Pero al girar nosotros, giraba tambien el Theopolita, y observamos con una mezcla de placer y de terror, que su cuerpo se evaporaba como se había evaporado el Voltaire Marcial.

Un momento despues había desaparecido, transformándose en gas invisible, en tanto que el punto blanco, brillando con resplandores deslumbrantes, eclipsaba á su vez los destellos de Seele.

La rotacion cesó de pronto, y vimos ¡placer indescriptible! que Seele descendía, como desciende la nube que refresca los valles, y que en su mano, su mano antes impía, brillaba el punto blanco, cual una promesa de eterna felicidad.

Posó en la frente de la bella jóven el alma blanca, ensueño, delirio del Doctor, y aproximándose á este con intencion marcada.

—"Venid al Nevado," le dijo,"y todos los esplendores, y todas las bellezas, y toda la pompa del Eden circundante, serán para vosotros una fuente inagotable de admiracion y bienestar."

Y en tanto que Seele pronunciaba estas palabras, el espíritu complementario del Doctor y de la jóven se desdobló, como suelen desdoblarse en el espacio las nubes de la mañana, rodar con otras nubes, volar á otras regiones, y perderse mas allá del horizonte en su vuelo lijero.

El espíritu doble se transformó súbitamente en nube luminosa, que ocultando ambos cuerpos con su espléndido brillo, se alejó lentamente del recinto.

Desde aquel instante, refundidas ambas almas en un alma sola, podía gozar el Doctor de todas las prerogativas inherentes á su augusta mision, y libre de los vínculos que la ligaban á Seele, su existencia podría concentrar toda la suma de dichas imaginables.

La ceremonia había terminado, si olvidamos, no obstante, al loco del matraz, que no pudo resistir á la tentacion de absorver, coa su inimitable instrumento "una cantidad determinada del gas producido por la evaporacion del Theopolita."

XXVII. "Como gusteis, Señor Seele"

Cuando todos se retiraban de la Academia, llevando en el fondo del alma la mas punzante duda respecto de la aparicion de Seele que se había negado á convertir el Theopolita. Friedrich Seele, ó Federico Alma, el espiritista terrestre, el génio Marcial, me hizo una seña para que permaneciera allí, y cuando se hubo alejado el último concurrente, que como podeis suponerlo, era el loco del matraz

—"Teneis algun interés particular en permanecer en Sophopolis?" me preguntó.

—"Nó, señor Seele, de ninguna manera, y mucho menos ahora que el Doctor se separa de mí, tal vez para siempre."

—"Os engañais, señor Nic-Nac, el Doctor no le aleja para siempre, sino temporalmente; volverá, no tengais duda."

—"Y entretanto?"

—"Podemos, si quereis, emprender un nuevo viaje."

—"Á algun otro planeta? Os aseguro que desearía no precipitarme. Es tan maravillosa la vida Marcial, y sus misterios se armonizan de tal manera con la índole de mi carácter, que no me atrevería á abandonar mis nuevos hábitos. Pero ante todo decidme, Señor Seele,—si vuestro elevado carácter puede permitiros hacerme una revelacion—¿por qué no habeis consentido en la conversion del Theopolita?"

—"¿Porqué?—voy á decíroslo. Conoceis ya, con bastante exactitud, los antecedentes relativos á la fundacion de Theopolis, y no dudo que cedereis la razon á los Sophopolitas. Estos tienen el caracter mas generoso y mas noble, en tanto que los otros hipócritas profundos, conservan su carácter primitivo y no lo perderán jamás, á no ser qué, jóvenes sin reflexion aún, penetren en esta ciudad. Si no he consestido en semejante conversion, ha sido porque no quería ver penetrar aquí los malos elementos de perversion."

—"Y la carla recibida por mi huesped?"

—"Já! já! ¿qué no habeis comprendido que era de un Theopolita?"

—"Aaah! ¿y cómo es que el astrónomo Hacksf condensó el espíritu imájen creyendo condensar un rayo de Sol?"

—"¿No recordais que Hacksf decía en su carta, hablando del rayo: "lo he visto flotando en el espacio, como si una fuerza extraordinaria le hiciera trazar una curva inexplicable?"

—"¿Y bien?"

—"Es muy simple: mi mano lo arrastraba por las altas rejiones."

—"Señor Seele, me llamo Nic Nac."

—"Bien lo sé."

—"Y esa es la causa que me impide humillarme ante vuestro maravilloso poder."

—"Señor Nic Nac, os espero aquí mañana, cuando pase la hora del Zenit." Y desapareció.

La noche había llegado.

Al entrar en casa de mi amigo el cicerone, saludé á todas las risueñas personas allí reunidas, y me retiré á mis habitaciones.

XXVIII. insomnio

Un letargo profundo se ha derramado en la atmósfera y en los seres animados que habitan en Marte.

Las aguas mismas de los torrentes parecen apagar un instante su murmullo, y el confuso rumor de las selvas se adormece tambien en la calma de la noche profunda.

Una vaga emocion se apodera del ánimo, y el sueño que huye de mis párpados vaga en el fondo del paisage nocturno, personificando las yerbas y las flores y los árboles, en cada uno de los cuales creo ver levantarse un espectro, que me habla, que me llama con voces de la tumba; y en vano divaga mi vista, el espíritu se halla sometido á las personificaciones del sueño.

Duerme la planta y recibe el bautismo de los cielos; el césped condensa los vapores flotantes, y algun rayo imperceptible de luz difusa va á reflejarse en el fondo de una gota de rocío.

Quizá los génios del aire, ocultos en las azucenas, elaboran en sus pétalos un aroma purísimo; talvez alguna sílfide juguetona preside las castas nupcias de los azahares, ó volando invisible de violeta en violeta, les arranca, mariposa de la noche, el rubor de su cándido misterio; ó la ondina voluble se baña en los imperceptibles rizos de la fuente callada, arrebatando á los astros un resplandor suave para las aguas queridas.

Duerme el insecto bullicioso y activo, esperando en su silencio que el sol de la mañana despierte de su letargo la hoja adormecida, y que al derramar en los valles y en las selvas sus eflúvios de luz quiebre los rayos de su gloria en la curva de sus alas nacaradas.

Las aves escondidas entre las hojas de los Laureles y Limoneros, calientan el blando nido de sus amores, y con sus alas maternales resguardan al desnudo polluelo del frio de la noche y del terrible enemigo.

Profundo silencio! profundo misterio!

La noche callada, volando en el aire, derrama en los seres extraño vigor, y el lúmen que brilla con vívidos rayos, esparce en sus velos misterio y amor.


* * *


Se levanta una brisa y acariciando los seres, les anuncia la próxima aurora, que ya desplega sus alas en el fondo del cielo.

La nube que cruza las sombras se dora con indecisos resplandores, y un soplo luminoso se difunde al travez de la noche, y arroja los ensueños á oocidente.

El aire se colora, y el rubor de la mañana asoma tímidamente en el rostro del dia, apagando la luz de las estrellas.

Los montes reflejan, los rayos aún ocultos, y el incendio de las altas regiones se extiende mas y mas.

Las florecillas sonriendo entre su manto esmeraltado, derraman á torrentes las ondas de sus aromas, y la gota de rocio, lágrima de los cielos, reverbera los cambiantes caprichosos de la nácar.

Las aves sacuden las ligeras alas, y lanzan al viento sus notas matinales; el bosque se puebla de extraños ruidos, el aire de nubes, las nubes de luz; y entre aquel armonioso torbellino, en que cada ser toma la parte activa que le corresponde en la lucha por la existencia, se observa al hombre, elemento psíquico de aquel conjunto, secundando enérgicamente las leyes del destino y el acorde grandioso de la vida.

XXIX. La partida

—"Señor Ni-Nac," dijo el señor de la casa, penetrando en mi aposento, "el rayo del zenit es el mas bello eflúvio que el espacio nos envía, como para anunciarnos el momento en que la actividad Marcial debe desplegarse con todo la esplendor."

—"¡Y á mí me lo decía!"

—"¿Y qué?"

—"Nada;—que no he podido dormir."

—"¿Preocupado acaso con lo que le ha sucedido al Doctor?"

—"Qué le há sucedido?"

—"¿Sabeis que es original vuestra pregunta, señor Nic-Nac? ¿habeis olvidado que ayer se han celebrado sus bodas?"

—"Olvidado! ¿y porqué quereis que lo haya olvidado?"

—"O es acaso vuestra gloria lo que os absorve?"

—"Mi gloria! en Marte! os chanceais, amigo mio!"

—"Nó, señor Nic-Nac; yo no acostumbro hacer eso."

—"Entónces, ¿qué nombre debo dar á vuestras expresiones?"

—"¿No habeis leido los diarios de la capital?"

—"Nó!"

—"Pues leedlos; pero ante todo, ¿porqué estais tan preocupado?

—"Por mi próxima partida."

—"Y á donde vais?"

—"No lo sé. Ayer, cuando terminó la ceremonia, permanecí un momento aún en la Academia,—Seele me había llamado.—'Podemos, si quereis, emprender un nuevo viaje', me dijo. Preguntéle á qué punto, pero como me dominaron algunas dudas, pedí á Seele me las resolviera."

—"Y las resolvió?"

—"Sí; pero mi precipitacion no esperó que el génio del Nevado me indicára hácia que punto nos dirijiriamos. Por lo demás, no dudo que Seele me reserva alguna sorpresa."

—"Os la deseo, Señor Nic-Nac, y no vacilo en creer que dentro de poco volvereis á habitar con nosotros. Nuestra familia será la vuestra, y los vínculos mas cordiales nos ligarán hasta el último momento."

Estreché la mano de tan excelente amigo, y no pude ménos de conmoverme al escuchar tan generosa oferta.

Momentos despues me despedía de aquella noble familia, no sin haber leido los diarios de la Capital, en los cuales se referian los pormenores de mi llegada á Sophopolis, manifestando luego vehementes deseos de que fuera á despertar entre ellos los recuerdos aletargados de la Tierra.

El amigo me acompañó hasta la Academia, y al llegar á la entrada, me volvió á estrechar la mano y se alejó.

Penetré en el recinto.

Seele, transformado en Sophopolita, me esperaba allí.

—"¿Partimos?" me preguntó.

—"Cuando gusteis, maestro," repuse.

XXX. la llanura

Era la época en que los Naranjos elaboran en su sávia la esencia del azahar y difundiéndola en el aire cual vapor invisible, perfuman los bosques y los montes y los valles de aquella region felíz.

La tarde sonrosaba los cielos.

Un vientecillo suave gemía entre los céspedes humildes, conmoviendo sus hojas,—céfiro murmurador, eternamente descontento, volaba un instante alrededor nuestro, para luego alejarse, llevando sobre sus alas el eterno lamento de su inconstancia.

Las aves de los campos modulaban el himno del ocaso, que vibrando en el corazon como el gemido del dolor, se perdía suáve y blandamente.

¿Porqué tanta tristeza en aquellas notas?

¿Porqué tanta melancolía?

¿Acaso saludahan el último sol de su existencia?

¿Acaso era el rayo postrero que iba á lanzar desde el fondo de los espacios la luz y la vida?

Las nubes á semejanza de flotantes crespones, volaban al poniente sobre las invisibles alas de los vientos, y al agruparse en torno del astro agonizan­te, cubríanse con el carmin de los cielos, como si un pudor encerrado en su seno, se difundiera en ellas al recibir la caricia de la estrella del dia.

Allá en las alturas, donde se apaga casi la misteriosa luz de la mirada, se cernian, cual puntos imperceptibles, las aves que guardan aquel mar de cesped, cuyas olas, á veces agitadas por furiosos torbellinos, levantan en su cresta la espuma de sus flores.

Y á medida que nos alejábamos de Sophopolis, cuyos edificios dorados por los rayos del sol, se perdian en la vaguedad de la distancia, la tarde declinaba, arrastrando hácia occidente los tules luminosos del dia; y los vapores crepusculares, elevándose del suelo como fantasmas helados, rompian la uniformidad del horizonte con su ropaje fatídico.

La insondable llanura desplegaba la pompa de su inmensidad, y las flores, por un esfuerzo supremo, absorvian los últimos destellos de la tarde.

Pero nó! la Naturaleza no es una tumba, y el silencio de los valles es una nota de la infinita armonía de los mundos; la palidez de una nube no es un sudario, sino talvez una sonrisa del aire; el trino del ave no es un himno al dolor,—es un canto de gracias; y la estrella que titila en el fondo de los cielos, es una bendicion de los espacios.

¿Qué vago presentimiento, perdido en el alma, arranca mi alegría, y la difunde en torno mio cual sombras sepulcrales?

Ah! presentimientos sin duda, que vienen á turbar una existencia de porvenir risueño!

—"Decidme, maestro, ¿porqué se agita mi espíritu en extraños devaneos, cuando debiera sentir el corazon palpitante de gozo?"

—"Disipad esas tinieblas, señor Nic-Nac; ellas son hijas de vuestra situacion, y de cierta influencia que en vos ejerce la naturaleza circundante. Esta llanura ilimitada, con su majestuosa monotonía, es para vuestra alma un reflejo de la eternidad, y al hallaros sumerjido en el caos de tan grandiosa idea, no podeis menos de interpretar vuestras impresiones sino con pensamientos lúgubres. Pero bien pronto cambiará la escena, y la vida agitada de las nuevas comarcas á que llegaremos, trasformarán vuestro malestar."

—"Y porqué no me decis á dónde vamos?"

—"No he pretendido hacer de ello un secreto: vamos á la gran capital de la Nacion Aureliana, donde un pueblo siempre agitado y turbulento, á la vez que generoso, os reserva inauditas sorpresas."

—"Si?"

—"Sí. Mañana cuando destelle el sol sus primeros rayos, vereis aparecer la ilustre ciudad, á donde nos llaman las circunstancias mas extrañas."

—"Y despues?"

—"Emprenderemos un nuevo viaje."

No pude ménos de mostrarme sorprendido; pero Seele, que observaba mis facciones, de las cuales habia desaparecido ya la expresion melancólica, me dijo:

—"Admiro mucho, señor Nic-Nac, la metamórfosis que habeis experimentado. ¿Fuí yo, por ventura, quien manifestó deseos de volar de planeta en planeta, para imponerse de los misterios de las altas regiones inaccesibles al hombre, mientras no abandona su crisálida humana? Nó, fuisteis vos, y á instancias vuestras emprendí una de mis últimas peregrinaciones á Marte."

—"Disculpad, maestro¡ yo no he solicitado de vos que abandonarais la Tierra para acompañarme á este planeta."

—"Directamente nó, es cierto; pero como deseabais transmigrar, yo no podía—habiéndoos dirijido desde el primer momento—abandonaros como á un átomo lanzado al acaso en los confines de la Naturaleza."

—"Gracias, maestro."

—"No las acepto, señor Nic-Nac, pues aún no os hallais en condiciones de poder apreciar vuestra situacion. Pero ¿qué nueva sorpresa viene á retratarse en vuestra fisonomía? Podría conocerla con sólo penetrar en vuestro espíritu, pero desearia no emplear ese medio."

—"¿Cómo no quereis que admire este fenómeno?"

—"¿Cuál?"

—"Que nuestros cuerpos ya no tienen aureola."

—"Lo que significa que es inútil en la capital. Allí hay mas positivismo, y el pueblo aprecia mas un reflejo amarillo del mejor de los metales, que todas las aureolas que se ostentan en Sophopolis."

—"Nuestra situacion, en ese caso, será penosa, porque..."

Seele sonrió como sólo saben hacerlo los génios de las montañas. Una vislumbre azulada iluminó sus dientes, y sus ojos lanzaron dos vibraciones extrañas, semejantes á dos relámpagos lívidos.

Al punto reconocí que mi observacion había sido inútil, porque Seele estaba dotado de extranaturales poderes, de misteriosas fuerza, ante las cuales retrocedía cualquier dificultad.

—"¿Quereis que hagamos abstraccion de nuestro peso, y viajemos como dos palomas que llevaran las alas en la voluntad?" me preguntó.

A un habitante de la Tierra, no acostumbrado á tantas maravillas, esta pregunta hubiera parecido un sarcasmo, pero á mi no me sucedió tal cosa, porque estaba tan familiarizado con el imposible, que respondí afirmativamente.

—"Volad!" exclamó Seele, recobrando sus destellos, revistiéndose de su aureola.

Las alturas nos atrajeron, y cortando lentamente las capas del aire, nos elevamos como dos almas luminosas que van á lanzarse en el éter de los espíritus-imágenes.

No dejó de causarme cierto malestar este nuevo medio de locomocion, porque pensaba que bien podía ocurrírsele á Seele hacer abstraccion de los cuerpos tambien, los cuales, al rodar en la caida, habrían ido á estrellarse sobre el duro suelo, y las dos almas, reducidas á su peregrinacion ante-marcial, irían á reunirse con el torbellino de los espíritus, que en aquel momento lanzaban al planeta los rayos de los espirales luminosos.

XXVI. en el aire

—"Decidme, maestro, ¿qué clase de pueblo vamos á conocer?"

—"Un pueblo extraño, y casi diría heterogéneo. Un pueblo en el que se vá apagando el sentimiento de la nacionalidad, como se apaga un planeta ante la luz del Sol de la mañana. A él afluyen todos los pueblos, todas las razas, y de este caos, ó condensacion de sentimientos encontrados, surjen diariamente querellas intestinas, que muchas veces se resuelven en los campos de batalla."

—"De batalla!"

—"Sí, de batalla, lo que no debe extrañaros, pues son hijos de Marte."

—"Pero... y qué! ¿es un pueblo privado de sentido comun?"

—"Nó, antes por el contrario parece que lo tiene muy desarrollado.

—"La causa de su ruina es la vehemencia con que se desenvuelven las pasiones en su seno. Estas llanuras inmesas, de extrema fertilidad, están completamente despobladas, y es necesario á todo trance, que una fuerza viva venga á arrancarles los tesoros que encierran. Para ello solicita el concurso de las otras naciones, que le envian elementos de todo género, buenos y malos, los cuales, en vez de desparramarse léjos de los grandes centros de poblacion, se acumulan en ellos, contribuyendo poderosamente á acentuar más y más el carácter y fisonomía heterogénea que en todos sus elementos palpita. De esta asimilacion, resultan las relaciones poderosas de los diversos grupos que tratan de armonizarse, de unificarse en ideas, y cuando estalla una de aquellas manifestaciones sociales ó políticas, tan comunes en los pueblos que no han cimentado aún su organizacion interna, estos grupos heterogéneos se reunen en dos grandes centros, de los cuales emanan todas las disenciones, todas las sospechas, todas las amenazas, todos loss males, en una palabra, que pueden aflijir un pais; como podeis comprenderlo facilmente."

—"Señor Seele! ¿y qué el sentimiento de nacionalidad no se sobrepone á las pasiones mezquinas?"

—"¿Sobrepone? ¿no os he dicho que ese sentimiento se iba apagando?"

—"Verdad; pero ¿qué clase de pueblo es ese?

—"Un pueblo original. Allí la imaginacion tiene una sutileza etérea, que necesita ser impresionada continuamente por convulsiones vivísimas, y cuando estas no se presentan de una manera espontánea, el pueblo las crea, las formula, las modela, las ensancha, les dá movimiento y vida, hasta que el vértigo de su actividad regeneradora, las hunda ante una nueva convulsion, para volverlas á elevar y para volverlas á hundir. La historia de este pueblo os una série no interrumpida de hechos gloriosos, pero desde hace algunos años, estos hechos no se presentan de tal manera que puedan reavivar el sentimiento patrio adormecido, porque los móviles que ahora dominan, son muy diversos de aquellos que generaron las pasadas glorias. Allí no hay terminos medios. El pueblo comprende que el adelanto de las naciones es hijo predilecto de la Paz, pero este pueblo, bien ó mal instruido, no tiene, no sabe tener otra disyuntiva que esta: ó la guerra civil ó la guerra nacional, ¿Por qué? ¿Para qué? Para mantener vivas las impresiones de la imaginacion. Estalla la guerra civil, la sangre corre en espumantes arroyos, ó continúa encerrada haciendo palpitar el corazon de los más exaltados, como regularmente sucede."

—"Desgraciadamente."

—"Sí. Las instituciones son republicanas, y en uno de esos momentos en que el pueblo se prepara á representar su autonomía, la prensa de uno de los dos grandes centros se manifiesta altamente contraria, hostil diremos, á la opinion del otro centro. Comienza la lucha. Todo marcha bien. La indignacion llega al colmo, y en vez de insultarse, de individuo á individuo,.... nó... esto es muy poco es necesario prodigar algunas blasfemias á la propia pátria, cansada ya de tan monótona evidencia. Mientras el natural del pais, solamente él, toma cartas en el asunto, puede creerse que se le mirará como á un desgraciado, que habla porque goza del don de la palabra, ó que escribe porque no ignora el arte de trazar signos, pero cuando el extranjero toma parte, y en vez de mantener la neutralidad que le asegura su bienestar, el aprecio y respeto de sus nuevos conciudadanos y de la Nacion entera, la escena varía de carácter; los insultos toman un aspecto mas grave, el grajo se viste con las plumas de los pavos reales, para decirles imbéciles y los pavos reales, que ven un hermano en el grajo...... no le arrancan las plumas, porque así conviene á los intereses del centro á que pertenecen, posponiendo la dignidad de la pátria, el fuego del sentimiento nacional, ese fuego sagrado que una vestal celete debe animar perpétuamente, á todos los intereses mezquinos de pasiones que cada cual pretende ennoblecer con razon ó sin ella."

A medida que Seele pronunciaba, estas palabras, la aureola que le rodeaba, traducía con chispas ardientes el furor de su espíritu exaltado, y alejándose del planeta con velocidades intermitentes, como los saltos de un Leon aéreo, me elevaba consigo, no sólo á las altas regiones del aire, sino tambien á las altas regiones del entusiasmo.

—"Si, maestro," exclamé, "es cierto lo que decis, y si vuestra mision en la Capital de la Nacion Aureliana es echar por tierra las prerogativas usurpadas de los grajos humanos, tendreis en mí un apoyo poderoso que tratará de secundar vuestrios esfuerzos."

Un aire frio heló casi los nervios de mi cuerpo... Había observado la fosforescencia en los dientes de Seéle.

—"¿Yo?" dijo con calma etérea, "¿creeis que voy á cambiar la situacion de este país? Nó, amigo mio; mil veces nó. Volemos siempre, observemos, estudiemos, comentemos de cuando en cuando una costumbre, un hábito bueno ó malo, pero dejemos á cada uno lo que le corresponde. Cuando la abeja se cansa de libar en el mismo nectáreo, busca otra flor y otra flor, y cuando el hastio se apodera de ella, y cuando le empalaga ya la miel, la abeja muere á la entrada de la colmena como diciendo: 'hé aquí el principio y el fin de mi actividad y de mi vida'."

Esta observacion no tenia réplica; aquella fosforescencia no tenía compasion de mi humildad.

Algunas luces vagas, perdidas en el misterio de las sombras, indicaban que nos aproximábamos á habitaciones humanas, y que tocábamos ya el límite del desierto.

Consulté á Seele.

—"Efectivamente," repuso, "pronto las estrellas habrán trazado el arco de una noche, en cuyo extremo oriente aparecerán los primeros resplandores del dia. Vamos á llegar á la Capital; pero antes de descender, es necesario que escojais, entre la invisibilidad ó la visibilidad."

—"¿Qué quereis decirme, maestro?"

—"Digo que manifesteis vuestro deseo, es decir si preferis ser visible ó invisible para los habitantes de esta ciudad."

—"Invisible," contesté, "y de ese modo me será mas fácil penetrar ciertos misterios.

—"Si ello es así, que la noche absorva vuestra personalidad corpórea..... y la mía!" exclamó Seele con voz serena y profunda.

El génio del Nevado desapareció, quedando solamente la aureola, fenómeno que observé tambien en mí mismo.

—"Ya lo veis," me dijo Seele, "la metamórfosis es sencillísima, y sinembargo no hemos aniquilado nuestros cuerpos."

—"¿Y dónde están?"

—"Los llevamos en estado latente."

Las dos aureolas, separadas hasta entónces, se reunieron en una sola, como solicitadas por una fuerza de que carecian cuando los cuerpos no habian desaparecido aún.

Empezamos a descender, y las primeras nubecillas de la mañana volando hácia occidente, semejaron los púdicos símbolos del beso del dia á la tranquila hermana coronada de estrellas.

—"La veis?" exclamó el invisible Seele.

—"Es una gran ciudad," contesté con mi garganta invisible.

XXXII. Sorpresa

Los primeros rayos del Sol dividieron y apagaron la emanacion luminosa que nos envolvía, de manera que nuestra existencia, desde aquel momento, quedaba reducida á una existencia latente, en relacion, no hay duda alguna, con la anterior, pero conservábamos todas nuestras fuerzas vitales, las cuales se manifestabanahan en un medio misterioso, incomprensible para aquel que no conociera íntimamente los fenómenos que produce la completa abstraccion de todas las aspiraciones terrenales.

Pero este etado particular á que me había sometido Seele debía despertar en mi invisible organismo una impresion violenta.

Toda la poblacion de la gran ciudad se había aglomerado en la porcion occidental de esta, ¿para qué? pronto había de saberlo, pues aún no distinguia con precision sino un cúmulo de bultos humanos, moviéndose de una parte á otra, en confuso laberinto.

Como nuestro descenso continuaba, llegó un momento en que pudimos percibir no sólo cada uno de los individuos reunidos, sino tambien sus formas y movimientos. ¡Señalaban el espacio! ¡Indicaban precisamente la direccion en que nuestras flotantes aureolas habian sido sumerjidas en la atmósfera iluminada por el dia!

¿Qué pasó en mi espíritu en aquel instante? ¿qué velo? qué nube? qué sombra? qué presentimiento?

No lo sé; pero aquellos rostros, el metal de aquellas voces, no me eran desconocidos. Tenía de ellos, una reminiscencia vaga, indecisa como un recuerdo perdido que lucha por renacer.

—En qué momento de mi vida había escuchado aquellos sonidos?

¿En qué circunstancia, habia contemplado aquellos semblantes movibles como la ola que se quiebra en las playas?

¿Y Seele? ¿dónde está Seele? —"Seéle!! Seéle!!"

Nada! Seele no contesta.

Un momento mas, y me habré confundido con aquel caos humano.

Pero antes de llegar al límite de mi vuelo, el descenso se verifica en espirales, y en tanto se van estos reduciendo, observo la ciudad, cuyas calles estrechas, irregulares edificios y numerosos templos evocan inútilmente un recuerdo aletargado en la noche profunda del olvido.

Allí no se distinguen como en Theosophopolis, dos agrupaciones perfectamente características: al lado del palacio se vé la humilde choza, y junto al foco de los placeres y de las alegrías, el sombrío recinto de los dolores.

En los semblantes de la aglomerada poblacion, no se podrian señalar los rasgos del tipo nacional, absorvido, devorado por el torbellino de un cosmopolitismo inexplicable. Insisto en este punto: el elemento indígena constituye la minoría.

Pero hé aquí que se me ocurre paralizar la fuerza del descenso. ¿Podré elevarme á las altas regiones una vez que haya llegado al suelo? Lo ignoro.

Así pues, prefiero mantenerme en suspension, y esperar el momento oportuno.

La muchedumbre, entretanto, se divide;—los unos se dirijen á sus respectivas moradas: los otros, mas curiosos, permanecen aún en contemplacion, en tanto que diversos grupos toman tranquilamente el camino de las plazas, donde se detienen á comentar algo que sin duda alguna les absorve y domina, y que yo, por un exceso de buen humor, atribuyo á la curiosidad de aquellas gentes.

—"Eran dos," dice un individuo á otro que se encuentra en el mismo grupo.

—"Si, pero se refundieron en una."

—"Ah!" exclama un tercero, "se refundieron eh? pues yo creía que no había sido sino una fusion aparente, momentánea, ó mas bien, que no habia habido fusion, sino que las posiciones relativas nos las habian hecho aparecer reunidas."

—"Nó, porque en ese caso hubieran estado adaptadas y con intensidades propias; pero aquí no se ha presentado tal cosa: la luz era una luz sóla y única."

—"Y cómo es que despues se desdoblaron?"

—"Para desaparecer con los resplandores del dia."

—"Y qué fenómeno luminoso será este?"

—"¿Y quién lo sabe para poder responder?"

Nó, yó lo sé; pero no voy á decírselo, si una causa extraordinaria no me obliga á ello; já! já! já!

XXXIII. Discordia

Durante aquel primer dia, tuve ocasion de observar que los habitantes de aquella ciudad eran propensos en sumo grado á luchar indefinidamente por cualquier nimiedad; —y digo nimiedad, porque antes de la aparicion de las dos luces, trascendentes cuestiones agitaban los espíritus;—asi es que inmediatamente el eco nato de las opiniones del pueblo, la prensa, se apoderó del hecho, y lanzó torrentes de comentarios sobre la verosimilitud de la opinion de que aquellas dos luces fueran accesibles á la investigacion humana.

—"Es un fenómeno cósmico, meteorológico," decian los unos.

—"Es un fenómeno psíquico," observaban los otros.

No hacía mucho tiempo que Seéle me explicara las circunstancias bajo las cuales estaba organizado el pueblo aquel en materia de opiniones, y comprendi en el acto que la doble interpretacion que se daba á nuestras aureolas daría origen á una controversia profunda, que quizá se resolvería de un modo turbulento.

Intereses científicos, literarios, comerciales, políticos, todo se abandonó y puedo asegurar que mas de un centro organizado, olvidó por un instante sus aspiraciones personales.

La doble opinion "fenómeno cósmico" ó "fenómeno psíquico" ganó terreno con vertiginosa rapidez, y en aquel mismo dia, antes que el sol hubiera llegado al senit, se habían ya reglamentado los dos partidos que habian de luchar enardecidamente, sosteniendo el uno con tenacidad la naturaleza cósmica de la aparicion, y el otro la esencia psíquica del fenómeno.

De todos los medios se echó mano para grangearse prosélitos y cuando ya se iban diseñando, por decirlo así, los límites de cada uno de los centros de opinion, no faltó quien manifestára, con toda osadía, que era necesario dar á aquella controversia un carácter social o político, para lo cual, pasára ó nó al partido contrario, se debía proceder inmediatamente á designar el representante genuino de cada uno de ellos.

Los miembros del otro partido, por una graciosa concesion, aceptaron esta idea, y la aplaudieron calorosamente, lo que, visto por los promotores de la nominacion de los gefes, hubieron de arrepentirse de haber iniciado una propaganda que sus contrarios apoyaban.

Hasta aquí la opinion nacional.

Los que atribuían la luz á un fenómeno cósmico, trataron de buscar en su seno una persona que tuviera, palabras textuales, "la mayor suma de luces psíquicas, de tal modo que brillára como una estrella."

Los que sostenían la opinion contraria nombraron á Seele, encarnado en un habitante cuya alma había adormecido.

¿Qué pasaba entretanto en el espíritu de los miembros extranjeros, cuyo número constituía la mayoría del pueblo?

Fácil era adivinarlo.—Aquellos que por naturaleza llevaban en sí la luz interior de un juicio imparcial, se plegaron á Seele:—tales eran los originarios de Tedecia y de Gandalia.

Aquellos que habían subordinado toda la luz con que habian nacido, se unieron al otro grupo, cuyo representante llevaba el nombre de Psique, que, lo mismo que Seele, significa Alma:—tales eran los oriundos de Espondia, y de Tarantelia.

Ingelia, mas positiva, se mantuvo neutral, sin embargo de que sus hijos manifestaron una atraccion señalada por las luces cósmicas. Esperaban el momento oportuno para plegarse á uno ú otro partido.

La lucha comenzó, y con ella, el entusiasmo de los miembros de cada centro por su gefe respectivo.

No conocía á Seele;—era necesario conocer á Psique.

XXXIV. psique

Una fuerza gigante, ilimitada casi, sirve á mi voluntad.

Soy invisible!

¿Sabeis lo que esto significa?

Significa que para mí no hay secretos y que, basta que desée transportarme de un punto á otro, abstrayendo lo impenetrable, para hacerme dueño de resortes poderosos.

He sido habitante de la Tierra, así como en la Tierra hay habitantes de la Luna; hoy mi existencia maravillosa se declina en Marte; mas tarde volaré talvez á Júpiter ó á Neptuno, y ¿quiénsabe si he volado, mariposa del éter, en alguno de esos astros lejanos que flotan invisibles en las profundidades infinitas?

Como todos esos seres humanos que pueblan los mundos innumerables, mi corazon ha palpitado bajo el impulso de pasiones placenteras, formas respectivas á cada uno de ellos, y que inevitablemente se manifiestan con mayor ó menor intensidad.

Pero observemos á Psique.

Mi cuerpo latente vuela á su mansion, y la mirada invisible penetra en su recinto.

Allí le veo, completamente abstraído, dominado por un pensamiento que seguramente no es una combinacion científica para resolver las cuestiones suscitadas en el debate.

Está sentado sobre una cómoda silla, la cual ha sido colocada en el vértice de un cono—¿de qué materia es ese cono... no percibo bien... no creo...... ah!...... de arena!

En torno suyo pululan formas sin luz.

Esas formas le han levantado el pedestal y el trono.

Hace un movimiento.

Psique va á hablar.

—"Señores!"... (profundo silencio).

En el fondo de mi alma, experimento una impresion dolorosa. Aquella palabra ha sonado en mi oido con la vibracion marcadísima de dos palabras.

—"Señores!" repite levantando la mirada, "¿veis este pedestal movible? Es un reflejo purísimo del mundo fisico y del mundo moral. Para colmo de mi gloria y de la vuestra, lo habeis construido de arena, como para probar á las generaciones futuras que sobre el pedestal menos seguro, puede levantarse la encarnacion de la verdad y de la justicia. Dislocad uno solo de sus corpúsculos, trasponed uno sólo de sus granos, habreis modificado esencialmente el equilibrio de las moléculas......"

—"Y el edificio se derrumba!" exclamaba Seele en aquel mismo momento.

¿Cómo había oído su voz, como había llegado hasta mí?

Seele era Seele.

Pero ¿qué misterio flota en torno de Psique? ¿Por qué causa inexplicable tiene su voz una doble intensidad acústica? Es acaso el eco murmurador? Es algun génio del aire que altera mi percepcion regular? Nó; eso no puede ser. En la persona de Psique hay una personalidad doble, cuya manifestacion puede verificarse en uno ú otro momento. Consultaré á Seele.

Independientemente de todo misterio, la voz de Psique es dulce, atractiva y agradable. Suena como la voz de un amigo, y en su organismo sensible, puede llegar á fascinar. Arrancadle la lengua y habreis concluido con Psique. Pero mientras conserve este órgano imprescindible para la emision de la palabra, no extrañeis que ejerza una accion poderosa sobre los espíritus mas exaltables, particularmente sobre aquellos que, haciendo abstraccion de toda su fuerza propia, se privan del raciocinio.

Cuentan los habitantes de la Tierra que cierto dia un zorro, huyendo de la persecucion de unos perros, pasó sobre un monton de guitarras que le interceptaban el camino, las cuales, al contacto de los pies del fugitivo, produjeron ciertos sonidos—"Para música estoy yo!" exclamó el zorro.

Cuestion de temperamento.

Un prosélito de Psique habría olvidado la persecusion, y hubiera quedado allí escuchando los semi-espontaneos sonidos, precisamente por la sensibilidad de su temperamento.

Independientemente de toda melodia, la voz de Psique no puede interpretar ideas fijas, porque sus abstracciones le han llevado al mundo del imposible en materia social, económica, política, científica, literaria y artística. Dislocad el grano de arena del pedestal de Psique, y habreis circumscripto ya los imposibles, pero para ello es necesario luchar con toda la música de sus prosélitos.

Para un oido habituado á su voz, la doble impresion acústica de su palabra no existe, y sólo un ser relativamente extranatural puede percibir esa, doble vibracion.

Tal es Psique, y tales los elementos que le rodean.

¿Puedo plegarme á sus prosélitos que atribuyen nuestras aureolas á. un fenómeno cósmico?

Eso es impracticable; yo no puedo hacer abatraccion completa del sentido comun.

XXXV. terrores fundados

Por un esfuerzo de voluntad, me he alejado del recinto de Psique, y ahora me encuentro en un gran salon, donde algunas personas de ambos partidos, discuten acaloradamente un punto interesante.

La noche se acerca.

—"Es ó no es la luz un fenómeno material?" pregunta una de ellas.

—"Nó de ningun modo!" contesta una.

—"Sí!"agrega otra.

No es dificil comprender quién dice que sí y quién dice que nó.

La opinion se sistematiza, y consecuentes lo unos con sus ideas sobre la naturaleza del fenómeno, levantan el tono en razon inversa del conocimiento que tienen de la materia, en tanto que los otros lo elevan en razon directa de su terquedad.

—"Poco importa, señores, que sea una cosa ú otra" dice una voz que parte no se sabe de dónde. Es la mia; pero como soy invisible... "Lo que realmente debe interesaros es averiguar si las dos luces se fundieron en una ó nó."

Un espectro levantándose de la tumba en el silencio de una noche profunda, no esparce mas terror en torno de su blanco sudario.

¿De dónde parte aquella voz que habla de fusion de las luces?

Pero el hecho es que la cuestion presenta interés, y bien pronto desaparecen los temores ante la trascendencia del asunto.

La mas perfecta discordia es el alma de aquella insigne corporacion, si es que puede darse este nombre á un conjunto heterogéneo de elementos.

—"Sí, se han fundido!" exclama uno con voz estentórea.

—"Es falso!" repite otro.

—"Yo no comprendo por qué vuestra petulancia os lleva á aseverar precisamente lo que no es cierto."

—"Es una indignidad lo que aquí pasa."

—"Vosotros sois los promotores."

—"Si no viera asomar la premeditacion en vuestras palabras, creería que sois un imbécil."

Ppás! ppás!

—"Eh! señores! no lleveis la discusion al terreno de los hechos!"

—"Y qué! ¿quereis que nos mantengamos en el vasto campo de la teoría?"

—"Sí! porque sólo la teoría puede resolver la cuestion que nos agita."

Observo con disgusto, en este mismo instante, que mi poder está subordinado al dia:—la, noche comienza á despertar mi aureola.

Alguien ha notado en el salon un destello casi imperceptible, y lo manifiesta á otro.

—"Preocupaciones! preocupaciones!" exclama este.—"No ha mucho oimos una voz misteriosa, y ahora veis una luz."

—"Algo extraño sucede aoquí, señores," dice alguno.

—"Porqué?"

—"Acabo de ver pasar por mi mano un reflejo inexplicable."

—"Estamos alhacinados."

—"Nó, porque yo he visto lo mismo."

Al decir estas palabras, huyen despavoridos los unos, y permanecen inmóviles, atónitos, los otros.

Y en tanto que aquellos desparraman la alarma en la poblacion, y el silencio hunde á los segundos, me elevo lentamente con mi aureola deslumbrante, y voy á cernirme, cual águila Marcial, sobre el centro mismo de la ciudad sorprendida.

Al principio el terror cunde con velocidad proporcionalmente aumentada. Psique vacila sobre su pedestal de arena, y Seele que anima á la muchedumbre curiosa y despreocupada, me envía un rayo que aumenta mi fuerza de suspension, de descenso y de ascenso.

Un momento despues, las calles y los balcones se llenan de gente y todos contemplan la nube luminosa que traza en el aire caprichosas curvas.

Por no sé que rasgo de buen humor aéreo, comienzo á descender, y viendo á Psique en un balcon aislado, como no he perdido mis fuerzas materiales le tomo de las manos y lo elevo en los aires, con gran satisfaccion de sus próselitos, que ven corroborada la alta opinion que sobre él se han formado, y comienzo á trazar con él vertiginosas órbitas.

Psique, inundado con destellos prestados, experimenta el vértigo de la gloria infinita, y yo, que he recobrado todo el buen humor que me caracteriza, experimento las tentaciones mas extraordinarias de lanzar á Psique sobre el abdomen de un señor obeso que, con la boca abierta, como todos los de su partido, le observan, cometa inesperado, circunscribir anillos luminosos en las últimas rejiones á donde llega la fuerza de la vista humana.

Desde tan grande altura oigo las carcajadas animadoras de Seéle.

XXXVI. descenso y ascenso

No hay espectáculo mas bello para un espíritu contemplativo, que el que presenta un pueblo dominado por un ser que lo fascina en cada uno de los momentos de su evolucion; un ser que concentra en sí todas las manifestaciones intelectuales posibles de ese pueblo, y al cual descubre la parte mínima, insignificante casi, de lo que guarda en lo mas íntimo de su alma; un ser, en fin, digno de todas las aureolas, como la que en aquel momento envolvía, circundaba, á Psique.

La admiracion, esa bella hija de la ignorancia, se manifestaba con todos los atractivos de su esplendor, abriendo desmesuradamente las bocas de los unos, dilatando fuera de medida los ojos de los otros.

¿Creis que por ellos se disgustaba Psique?

De ninguna manera;—y si os repitiese lo que dijo Psique cuando observó que comenzaba á descender, sin duda alguna os admirarias, porque...

—"¿Porqué?" preguntará el lector.

— "Porque," responderá el autor, "siempre habeis creido que Psique sólo tiene un alma, y un corazon y un deseo, y una esperanza...... y una voz... pero un ser extranatural como yó, sí, yó, Nic-Nac, que he sido testigo de mas maravillas que el espíritu mas soñador, puedo aseguraros que en Psique hay dos almas, y dos corazones, y dos deseos, y dos esperanzas, así como sus palabras tienen doble intencion en su doble intensidad, lo cual sólo puede percibirse cuando un espíritu supremo como el de Seele ha Martificado corpórea y psíquicamente un habitante de la Tierra, dominado por el único deseo de conocer y juzgar.

—"¿Y qué dijo Psique?" volverá á preguntar el lector.

Nó, no puedo decíroslo ahora; pero alguna vez lo sabreis.

Entretanto dejadme descender, porque aquel simple espejo, en su doble reflexion, no puede soportar la embriaguez inmensa del infinito.

Pero qué! ¿es necesario que Psique descienda como ha subido, pausada y lentamente?

Nó!

Psique descenderá con violencia. ¿Quereis verle? Pero no quiero concluir con él: es necesario que viva, pero que viva como un testimonio elocuente de la fuerza poderosa que rije tanto los destinos humanos, como los destinos del mundo, y que comprenda que desde el átomo inaccesible hasta la mas poderosa y brillante de las estrellas, existe un equilibrio misterioso del que no puede eliminarse una parte mínima, porque ella determinará el desquicio universal, rompiendo la armonía, desconcertando el equilibrio mismo.

Cesan de pronto las fuerzas que mantienen á Psique aislado del centro de atraccion planetaria y cual una gota de agua que se precipita de la nube, salva el espacio que nos separa del suelo y se hunde, hasta quedar invisible en su mismo pedestal de arena.

El pueblo, en tanto, que no ha sido testigo de la catástrofe, continúa contemplando la aureola caprichosa, y sólamente cuando comienza el sol á destellar sus primeros eflúvios comprende que ha sonado la hora de retirarse, nó sin justificar, ante quien nada interroga, que esperaba el descenso visible.

La prensa, no obstante, encona los ánimos: los unos señalan los fenómenos que han acompañado la exaltacion de Psique y pretenden explicar la aureola como "una emanacion luminosa desprendida del planeta para circundar al mas ilustre de los hombres," con lo cual manifiestan con tenacidad que la aparicion es eminentemente cósmica, á lo que contestan los otros diciendo que no puede darse mayor prueba de necedad que discutir la evidencia de las cosas evidentes, tanto mas cuanto que las mismas curvas, ascensos y descensos de Psique, no pueden explicarse sino aceptando de que ellos hayan sido determinados por una fuerza psíquica.

Pero todo se calma.

El órden se restablece; mi aureola se apaga, absorvida por las luces del dia, y nadie se acuerda, mas de Psique, porque todos le creen en las alturas y sinembargo.... ha modificado ya considerablemente el equilibrio de las moléculas de su pedestal.

Bajo, invisible, á la ciudad y distingo con sorpresa momentánea, que un grupo de gente se ha reunido cerca de un edificio antiguo, y que este grupo va á servir de núcleo para que se aglomere una vez mas la poblacion entera, pues la curiosidad trivial, esa hija de la pereza orgánica, extiende sus dominios aun en aquellas regiones apartadas del planeta Marte.

Me acerco.

¿Que creis que es lo que causa su acumulacion?

Una carta.

¡Una carta!

Sí, ó mas bien su direccion.

Ignoro cuál sea, pero de cualquier manera, no opino que el pueblo deba reunirse de este modo—Si fuera por el contenido.... pase.

En un instante me confundo con los otros, y como además de ser invisible no ocupo un lugar en el espacio, de manera que en el mismo punto en que se encuentra mi cuerpo puede existir otro simultáneamente, hé aquí porqué nadie se preocupa de mi presencia latente.

Algunas palabras incoherentes parecen indicarme que se trata de iniciar una nueva lucha, pero, felizmente, he visto que ellas no presentan un carácter tan grave que deben temerse, y que, por el contrario, deben existir, en pró de la misma, sociabilidad.

Llego por fin y veo la carta.

—"Y cuándo ha venido?" pregunta uno.

—"No lo sé; pero en todo caso no se ha valido de los medios regulares de transporte."

—"Es muy curioso."

—"Sin duda alguna, pero no deja de ser mortificante."

¿De qué se trata? Cuando ha llegado ¿quién? ¿la carta? ó el individuo á quien va dirijida?

Fácil es de saberlo;—me aproximo y leo con sorpresa:

 "Á Nic-Nac."

 "en la Capital."

Ahora lo comprendo todo. Mi llegada á Sophopolis anunciada en la Capital, y el deseo del pueblo, manifestado siquiera esta vez por la prensa, de que viniera á despertar las aletargadas reminiscencias de la Tierra... todo, todo contribuye á explicarme aquella nueva aglomeracion, que de otro modo habría considerado como una superfluidad de gente ociosa.

Pero mi llegada á la gran ciudad Capital no podía pasar inapercibida, no obstante de que nadie se dió cuenta de ella, precisamente porque mi manera de presentarme fué tan original, tan poco terrestre, que si no hubiera sido por la carta, habría podido volar eternamente sobre la ciudad, llevando en mi curso aéreo hoy á uno, mañana á otro, sin que nadie dijera: "hé ahí á Nic-Nac."

—"Dadmela" exclamo.

Y al punto, sin explicarse nadie de dónde parte aquella voz, la carta comienza á circular de mano en mano. Un momento despues estaba en mi poder y al abrirla, con gran admiracion de los circunstantes que consideran que la carta se abre espontáneamente, me lanzo á las altas regiones á donde voy á enterarme de su contenido.

XXXVII. revelacion dolorosa

Un sordo mormullo llega hasta mí.

¡El pueblo me ha adivinado!

Mi nombre, mil veces repetido, sube en los aires en confuso clamoreo.

No importa.—leamos esta carta. Ah! es del Doctor.

—"Mi situacion es penosa" dice en ella el Doctor, "no porque entre la tierna Sophopolita y yo exista desavenencia alguna, sino por la presencia inexplicable de las luces fatídicas de ciertos Theopolitas en torno de mi morada. No sé qué creer. ¿Hubiera sido mejor aceptar el consejo de Seele cuando me invitó á pasar la vida en el Nevado? Lo ignoro. ¿Qué se proponen los Theopolitas? ¿qué buscan cerca de mi mansion? Un presentimiento terrible me abruma, y este presentimiento que no me atrevo á formular, podría desvanecerlo Seele. ¿Pretenden acaso renovar la generacion, y toman por primer blanco la esposa de un habitante de la Tierra recien consagrado en Marte? Preguntádselo á Seele preguntádselo, Nic-Nac. Durante el primer tiempo he vivido léjos de Sophopolis;—mas tarde he vuelto á la ciudad, pero esta medida no ha bastado para alejar los resplandores fosforescentes. Todos tratan de convencerme de que no es mas que una ilusion; pero os lo aseguro amigo mio, si las ilusiones tienen este color......"

¡Pobre Doctor! Continuará dominándole la amenaza de Seele?

No lo sé.—Por otra parte, lo mejor es tener paciencia,—esperar la evolucion de las circunstancias, y continuar viajando. "Doctor! Doctor! si os es posible oirme desde aquí, os recomiendo paciencia..."

—"Y bien?" dijo Seele que me escuchaba invisible.

—"No es á mí, es á vos, maestro, á quien se debería dirijir esa pregunta."

—"La respuesta es muy sencilla: que tenga paciencia.

—"Nada mas?"

—"Nada mas."

—"Como gusteis, maestro; pero alejad del Doctor todo peligro,—os lo suplico."

—"Nada temais. Entretanto, amigo mio, es necesario que volvamos á nosotros mismos. En este pueblo, dominado ahora por una lucha interminable sobre una cuestion de poco valor, nada nuevo se nos vá á presentar."

—Pero qué! señor Seele, ¿no sería posible dar término á esta lucha refundiendo todas las opiniones en una sola?"

—"Refundiendo! no sabeis lo que decís, amigo mio, Nic-Nac!"

—"No sé lo que digo!"

—"Sí, y lo repito. ¿Cómo quereis refundir las opiniones cuando todas ellas han sido aferradas por la prensa?" ¿No comprenrdeis que los ánimos están enconados? Y sobretodo ¿de qué medio os valdriais para verificar esa fusion?"

—"El pueblo se ha dado cuenta de mi llegada..."

—"No veo que ella pueda influir en la opinion."

—"Pero yo sí. La lucha, tiene por objeto determinar si las luces (nustras luces ¿eh?) eran de naturaleza cósmica ó de naturaleza psíquica."

—"Es muy cierto."

—"Bien pues, haciéndonos sensibles al pueblo con nuestros cuerpos reales, se convencerán....."

—"De nada ... y vais á ver porqué: os llamais Nic-Nac, y yo me llamo Seele. Mientras los unos sostengan tenazmente que la opinion que debe prevalecer es aquella que reconozca la naturaleza cósmica de la luz, los otros sostendrán, con no ménos enerjía, la esencia psíquica de la aparicion."

—"Pero ya no se trata de una nueva discusion, sino únicamente de adoptar un término medio, en cuyo valor se refunda la masa de opiniones encontradas, con razon ó sin ella."

—"Imposible.—puedo aseguraros que uno de los argumentos vá á ser este, suponiendo que yo tambíen me haga visible y se pronuncie mi nombre:—'Seéle es absolutamente lo mismo que Alma, y esta es irremediablemente Psique... luego, llamad al fenómeno Seélico ó Almico, el hecho es que de cualquier manera es Psíquico.' Los otros diran que, 'puesto que la luz emanaba de los cuerpos latentes de Nic-Nac y de Seele, siendo estos cuerpos materiales, y su emanacion material tambien, el fenómeno tiene que ser cósmico.' La fusion de ideas no es posible. La divergencia perpétua de opiniones es es una ley orgánica de este pueblo. ¿Cómo quereis, pues, privar de una de sus funciones al organismo social?" Nó, Nic-Nac, alejémonos de aquí. Mas tarde, cuando todo esté tranquilo, volveremos, y ya vereis qué metamórfosis"

—"¿Y á dónde vamos?"

—"Lejos, muy léjos: vamos á Seelia, á Protobia y á Melania. Sereis testigo de grandes hazaña de la civilizacion, pero tambien contemplareis la miseria de las sociedades. Vereis cómo ciertas corporaciones estúpidas arrancan la miga de pan de entre los harapos de los padres para convertirla en adorno de una ceremonia innecesaria de los hijos; vereis cómo los hijos desprecian el sacrificio y le dan el caracter de obligacion ineludible; vereis cómo desaparecen unas sociedades para ceder á otras su puesto, y cómo ruedan por el polvo las monarquías, y cómo se derrumban las repúblicas, y cómo se sostienen los tiranos y cómo se hunden los ineptos y cómo se desquician para siempre los ineptos y los tiranos y las repúblicas, y las monarquías y las sociedades.—Volemos, Nic-Nac, volemos; Volemos á Seelia, á Protobia y á Melania!

XXXVIII. Nic-Nac al lector

Aquí me veo, lector amable ó intransigente, (que alguna de las dos cosas teneis que ser), me veo, digo, en el caso de suprimir una gran parte de mi libro por razones muy aceptables que creo llegan á cien: la primera que no la he escrito; la segunda, que no pienso escribirla por ahora, sino mas tarde; la tercera ahorraros malos ratos con la narracion de mi viaje maravilloso si acaso os ha causado uno ó mas disgustos su lectura; la cuarta originaros un disgusto si acaso os ha proporcionado uno ó mas buenos ratos la lectura de mi viaje maravilloso...... dejando las noventa y seis razones que faltan á cuenta de vuestro buen criterio, si lo teneis, ó si no lo teneis, á cuenta de vuestro criterio malo.

Esta supresion acelera, como debeis comprenderlo, el final de este trabajo. ¿Os alegrais? Me alegro. ¿Lo sentis? Me alegro.

Al comenzar mi narracion, os había prometido iniciaros en los extraños misterios del planeta Marte,—lo he cumplido en parte,—guiaros por las dilatadas llanuras y ásperas montañas de Protobia y de Melania,—lo he cumplido tambien presentandoos cien razones aceptables—y acompañaros en los espléndidos bosques de Nic-Naquia—lo que no he cumplido causa vuestra, pues no os habeis presentado en ellos para que yo os acompañe.


XXXIX. vuelta á sophopolis

Durante nuestro viaje, largo y penoso, y lleno de curiosas aventuras, se ha estableoido entre Seele y yo una confianza mucho mayor que la que puede existir entre dos seres de fuerzas desiguales. Solemos darnos el tratamiento de "amigo" pero por fórmula, por costumbre, pues la amistad en su valor absoluto, no puede existir, ó á lo ménos no puede ser duradera entre dos individuos cuyas fuerzas no están equilibradas: el rey jamás será amigo del artesano, ni el noble del plebeyo, ni el rico del pobre, ni el fuerte del débil, ni la mariposa de la golondrina, ni la paloma del milano, ni la liebre del galgo, ni el gato del perro, ni Nic-Nac de Seele. . . .

En una de esas largas conversaciones que hemos tenido en nuestro viaje aéreo, me ha comunicado Seele noticias tristísimas, noticias que han venido á aumentar la vaga melancolía que se ha apoderado de mí despues de aquella carta en que el Doctor

XXXIX. vuelta á sophopolis

Durante nuestro viaje, largo y penoso, y lleno de curiosas aventuras, se ha estableoido entre Seele y yo una confianza mucho mayor que la que puede existir entre dos seres de fuerzas desiguales. Solemos darnos el tratamiento de "amigo" pero por fórmula, por costumbre, pues la amistad en su valor absoluto, no puede existir, ó á lo ménos no puede ser duradera entre dos individuos cuyas fuerzas no están equilibradas: el rey jamás será amigo del artesano, ni el noble del plebeyo, ni el rico del pobre, ni el fuerte del débil, ni la mariposa de la golondrina, ni la paloma del milano, ni la liebre del galgo, ni el gato del perro, ni Nic-Nac de Seele. . . .

En una de esas largas conversaciones que hemos tenido en nuestro viaje aéreo, me ha comunicado Seele noticias tristísimas, noticias que han venido á aumentar la vaga melancolía que se ha apoderado de mí despues de aquella carta en que el Doctor me daba cuenta de los presentimientos que le abrumaban.

¡Pobre Doctor! su destino es atroz!

¿Cómo no quereis que yo sufra cuando él sufre, si somos amigos? y esta amistad, fundada en la igualdad de condiciones individuales, durará sensible mientras estas existan, y cuando desaparezcan, durará latente. Yo quise morir en la Tierra y él me firmó la sentencia; él, que talvez quería morir, murió tambien y voló conmigo, espíritu-imájen, al planeta Marte.

Los vínculos se han estrechado á la distancia y hoy vuelvo á su hogar, llevándole un rico caudal de amistad y de consuelo.

¡Pobre doctor! su destino es atroz!

—"Decidme maestro, ¿cuantas veces veremos el sol en el zenit antes de llegar á Sophopolis?"

—"Ninguna, si así os agrada."

—"Podemos hacer abstracion de la distancia?"

—"Si, como habeis hecho de lo penetrable cuando examinabais á Psique."

—"Y porqué no hicimos esa abstraccion en nuestro viaje de tantos años?"

—"Para fortalecer en vos la paciencia, al mismo tiempo que para instruiros durante las aereas peregrinaciones.

—"Gracias, maestro;—sois incomprensible."

—"Me llamo Seele, y este nombre lo explica."

—"Lo que me hace creer que se acerca un momento supremo."

—"Sí, sí; pero mirad..."

Miré y vi un resplandor confuso en el lejano horizonte.

Y seguimos volando, volando, como aves mensajeras de paz hácia aquel laberinto de destellos rosados y verdes pálidos.

Descendimos hácia la superficie del planeta, sin llegar á ella y reconocí la llanura que ántes cruzára con Seele cuando nos alejamos de Sophopolis.

Momentos despues tocamos con nuestro pié el blando cesped que la cubria. Nuestros cuerpos reaparecieron evocados por Seele y continuamos caminando precipitadamente hácia el resplandor ya cercano.

—"Que es eso maestro! decídmelo Seele! ¿que significa este fenómeno extraño?

—"Significa," repuso Seele, significa que vamos á ser testigos de una gran catástrofe."

—"Ah! es inútil que me digais de qué nataruleza!"

Horror!

Sophópolis es presa de las llamas! Un incendio terrible devora la ciudad de los sábios!

¡Qué inmensa evaporacion sin que intervenga el gran sacerdote!

XL. el planeta marte no ha interrumpido su curso

Mi primer cuidado fué dirijirme á la casa de mi antiguo cicerone á donde no habian llegado aún las llamas, por encontrarse aislada entre jardines. Pero no estaba allí. ¿Qué hacer?" Buscarle.—Seele, por otra parte, había desaparecido, y si un fenómeno extranatural no guiaba mis pasos, seria tambien presa de las llamas.

Pero hé aquí que en medio del tumulto, de los innumerables ruidos que produce el incendio devorador, los ayes de los Sophopolitas que perecen, evaporándose entre las llamas, y el estruendo de los edificios que se derrumban, oigo una voz conocida que sale no sé de donde: es un Miau prolongado, doloroso, que eriza mis tegumentos con espantoso calofrio, un Miau que conmueve como el lamento mas tierno.... ¿qué será? Un vago presentimiento me indica que es el gato negro, cuya presencia en el planeta me ha señalado mas de una vez el rumbo. El es, sin duda, una imájen perpétua de las aspiraciones terrestres, y si ahora perece su forma marcial..... oh! Nic-Nac! Nic-Nac! no termines.... tu vida está vinculada en parte á la de ese gato negro que en estos momentos maulla lastimosamente.

—"Voy á salvarte!"

Nada. El gato no contesta.

—"Voy á salvar al Doctor!"

—"Miáu! Miáu!"

—"Por aquí? "Nada—"¿por aquí?"

—"Miáu! Miáu!

Penetro precipitadamente por una de las calles que llevan á la gran plaza central, aquella en que se encuentra el cubo donde está el doble nombre de la doble ciudad, y observo con terror mezclado de una satisfaccion indecible, que las llamas se separan para dejarme pasar, y forman en torno mio como una bóveda de fuego. Aquello es un espanto. Yo creo, sí, no puedo menos de creer en la transmigracion de las almas en cuerpos humanos, pero jamás en la metempsícosis á cuerpos de otros seres, y esta separacion del activo elemento, parece combinar en las ondas graduadas y en sus vivos colores la palabra "Salamandra" Nó! Nó! perezca mil veces entre las llamas de Sophopolis antes que tomar el aspecto de un reptil—"Salamandra" —"Salamandra."

Las fuerzas me abandonan. Ah! Las llamas!...

Arrojo un grito. Estoy salvado. Biopos que ha oido la palabra misteriosa, ha creido que se trata realmente de una última pieza para su ya incendiada coleccion.

—"Nic-Nac!" exclama "¿sois vos?"

—"Sí, amigo mio;—indicadme, os lo suplico, en qué parte podré hallar al Doctor."

—"Ah!" murmura el zoólogo, "la Salamandra. . . . .la hija de las llamas...." y luego agrega en voz alta "por aquí, venid Señor Nic-Nac."

Sofocado entre las cúpulas de fuego, y el reverberar de las llamas, experimento un malestar de agonía.

Nos hallamos en la gran plaza.

La mayor parte de los habitantes eltá allí reunida. Muchos han perecido ya.

—"¿Qué es esto," pregunto á mi antiguo amigo el cicerone.

—"¿Qué es? los Theopolitas robaron á mi hija. Hemos dado un ataque y nos han rechazado. Lo han hecho ellos, no hemos podido contenerlos, y han incendiado nuestra ciudad. En este momento sucede algo extraño ¿no veis?"

Dirijo la vista hácia Theopolis, y observo al loco del matraz, tranquilo como la estátua de la venganza satisfecha, mirando hácia el centro de la ciudad. Su calma cesa, y agitando los brazos en circulo perfecto al rededor de su cabeza, creo que ha llegado al último grado de su insensatez.

—"No!" me dice el astrónomo Hacksf que no había podido desprenderse de su telescopio, y á quien comunico la idea que me ha asaltado respecto del Loco, "nó! el Loco del matraz somete la última fuerza de su espíritu al último recurso de venganza. ¿No veis?" pregunta súbitamente señalando al Loco.

Se evapora! Pero sus vapores, en vez de concentrarse en reducida nube, se difunden en gigantesco anillo, que un instante despues rodea la ciudad.

En la puerta del templo, el gran sacerdote Theopolita, el único digno de veneracion entre aquella turba de hipócritas y miserables contempla la escena sin podérsela explicar. El Loco del matraz ha desaparecido, pero en aquel mismo momento, una vision que derrama el supremo bienestar en nuestras almas, se destaca del agitado centro de Theopolis. El Doctor! la hermosa Sophopolita!

En tanto nosotros, reunidos en la plaza, corremos hácia ellos. Al pasar cerca del Templo, el Doctor, con fisonomía aterrorizada, dirije al Gran Sacerdote una mirada de venganza infinita y el Gran Sacerdote considerando que es un acto hostil á su dignidad, extiende la mano hácia el Doctor y la jóven. Al punto comienzan á girar: con ese vértigo de la evaporacion de los cuerpos para la exaltacion de las almas".

El padre de la jóven se precipita hácia sus hijos, y el Gran Sacerdote que le vé dirijirse hácia aquel punto, no sabe interpretar el deseo de un padre que vá á salvar á sus hijos... y extiende tambien la mano hácia él. Pero en aquel momento llega á nuestros oidos la fórmula fatal: "Evaporaos!"

—"Nic-Nac! salvaos" exclama el Doctor.

El maullido tristísimo del gato negro se oye por última vez. Tiene todo el dolor de la agonía.

—"Seéle! Seéle! ayudadme!" prorrumpo involuntariamente, y me lanzo como un bólido hácia el grupo en que perecen mis amigos.

Biopos, Geot, Hacksf, y todos los Sophopolitas corren detrás de mí hácia el templo que se derrumbaba, y un anillo de fuego, destellando resplandores en torno de Theopolis, reconcentra su curva y esparce la consternacion en los habitantes sorprendidos.

Los vapores del Loco se han inflamado.

Se difunde el incendio, y todos perecerán.

Sophopolis está vengada.

Pero el gran sacerdote ha tenido tiempo de extender por última vez la mano hácia nosotros. El vértigo nos evapora!

Un inmenso espiral de luces psíquicas se eleva de Theopolis. Espíritus imágenes Marciales ¿á dónde iremos?

Allá en el horizonte se eleva una luz pálida, verde-azul como el rayo de la luna. ¡Es la aureola de Seéle!

La aureola se aproxima. Los Theopolitas agrupados alrededor del templo, aguardan la hora suprema de su muerte. Los habitantes de Sophopolis, el Doctor y yo, espíritus giratorios, nos elevamos al éter.

Una voz se oye en aquel momento: "¡Precipitaos en las sombras de la noche eterna!" es Seele quien lo ordena. Los Theopolitas en compacta nube, indignos de un espiral etéreo, se lanzan al espacio en línea recta, se alejan, se confunden y se pierden para siempre en la noche sin esperanza.

Las dos almas refundidas en una, la del Doctor y la de la jóven Sophopolita, forman el núcleo del anillo que ha de volar al seno del alma universal.

Marte entretanto, llevando por su órbita las cenizas de aquella catástrofe, se aleja de nosotros y la noche que envuelve los escombros de Theosophopolis, nos descubre el inmenso torbellino de los espíritus imágenes.

¿Á donde iremos, lucecillas brillantes de cuerpos desprendidos?

Nuevas fuerzas dominan mi espíritu, y á medida que me alejo de Marte, van despertándose los recuerdos de la Tierra. Computo el tiempo y deduzco, con extraordinaria sorpresa, que dentro de poco Marte y la Tierra estarán en oposicion, y que por consiguiente, este último será el mas próximo á Marte en las distancias relativas en el espacio.

Allí, sí, allí la veo, y un vago presentimiento me dice que vuelvo á ella.

Y el torbellino de los espíritus imágenes gira, fluctua, ondula y destella, como destellan, ondulan, fluctuan y giran los astros silenciosos en la eterna majestad de los espacios.


Fin de la obra del señor Nic Nac.

El editor toma un momento la palabra

Cuando cayó en nuestras manos la obra del Sr. Nic-Nac, comenzamos á leerla con la firme conviccion de que quizá resolvería alguna cuestion importante.

Horrible desengaño!

Sinembargo, hay algo que resalta en ella, y que no puede dejar de sorprender á aquel para quien el hecho sea nuevo; y es que el planeta Marte no solo es habitable, sino que está habitado. Sus mares, sus continentes, sus bosques, su naturaleza en fin, todo nos fortifica en esta creencia. Que la habitabilidad de Marte no es una novedad para los sábios, esto es incuestionable. ¿Por qué hemos de sostener que solo en la Tierra existen seres dotados de inteligencia suficiente para poder contemplar y juzgar las eternas maravillas del Universo, como si este hubiera sido formado exclusivamente para ellos? Nó, mil veces nó. Espiritus brillantes como el de Flammarion sostienen hoy desde el corazon de la Europa, y lo sostienen con todas las potencias de que están dotados, que los otros planetas son habitables, porque en ellos existen todas las condiciones esceciales para la evolucion de la vida, y aunque es verdad que no aseguran positivamente que otros hombres recorren sus tierras, admiten por lo menos la posibilidad de existencias análogas.

La Tierra, astro pequeño, humilde, lanzado á los espacios como un fragmento indigno de Júpiter ó de Saturno ¿será acaso el planeta rey? Nó, porque aquellas gigantescas, moles esféricas que nos envian su lejano resplandor, no sólo contribuyen, con una fuerza mayor á la perpétua armonía de las atracciones y repulsiones, sino que, por su posicion, por su tamaño, por sus condiciones propias, parecen reclamar mas bien el problema de la vida en una escala mas vasta y por lo tanto de mayor intensidad.

La pluralidad de los mundos habitados no es una fantasía nacida en UN cerebro calenturiento, es una necesidad, una conquista del espíritu humano, un homenaje á la grandeza del Universo.

Nic-Nac no ha hecho mas que confirmar ese homenaje, esa conquista, esa necesidad.

Pero se nos permitirá preguntar: ¿hasta qué punto debe admitirse la narracion del Sr. Nic-Nac? ¿estamos obligados, por ventura, á sostenter la realidad de un viaje tan original? ¿se encuentra sujeto éste á los límites de lo posible? ¿es positivo lo que afirma?—¿Quién se atreverá a discutir estos problemas? No hay un sólo hombre entre todos los hombres que tenga valor suficiente para lanzarse en una empresa semejante.

Por lo demas, la obra de Nic-Nac responde á la índole de la tentativa.

Esa vaguedad indefinible de los conceptos, esas formas luminosas, esos resplandores indecisos que nacen con la noche, que mueren con el dia, ese negro guia, el misterioso gato, símbolo de un capricho, de un vehemente deseo, esos espirales... en una palabra, todos aquellos elementos que constituyen el conjunto, no habrían podido expresarse, talvez, de otra manera, sin arrebatarles el color propio de un torbellino etéreo, del que ha conservado el autor un destello agonizante.

Pero ¿quién es Nic-Nac? ¿dónde está? Ah! en una casa de locos!

Al terminar la lectura de su libro, hemos recordado este hecho, y nuestra indignacion nos ha congestionado los globos de los ojos en sus órbitas respectivas.

Pero reflexionando luego, nos hemos preguntado: ¿Es Nic-Nac un hombre sensato? ¿ha sido encerrado en San Buena Ventura como si fuese una hiena, de la que debe alejarse la proximidad humana?

Nó, Nic-Nac no es un loco furioso, es un loco tranquilo.

Y es tan cierto lo que afirmamos, que basta abrir el libro de entradas de aquel establecimiento para leer una partida en la que consta que el señor Nic-Nac padece de una "Mania planetaria."

El Director del Establecimiento, hombre instruido y observador incansable, ha manifestado que Nic-Nac es un ente original, afable, un tanto instruido, al que se le pueden creer muchas de las cosas que dice, exceptuando, empero, los medios de que se ha valido para transmigrar de la Tierra á Marte, y de este á aquella.

Bajo este punto de vista, no vacilamoa en aceptar las opiniones del Dr. Uriarte; siendo no obstante doloroso el ver que un hombre que ha hecho lo que ningun otro hombre, sea vea reducido á tan triste situacion.

Manía planetaria! Hé aquí un verdadero abismo sin fondo, dentro del cual, si no encuentra á Seéle, vá á tener que precipitarse, sea negando su viaje, que es lo que le desea, ó bien confirmándolo con mayor tenacidad, que es precisamente lo que le tiene confinado en el establecimiento. Pero ¿por qué se le detiene? Por evitar una propaganda perjudicial.

Que ha escrito un libro defectuoso en mas de un concepto, poco debemos observarlo aquí. Qué! acaso así no más se puede hacer befa del lector, suprimiendo numerosos capítulos, so pretexto de que parte de ellos era agena á la indole de la obra?

No; pero Nic-Nac ha creido que para justificarse era necesario publicar pronto su libro.

¡Pobre Nic-Nac! ahora mas que nunca puede el lector estar convencido de que realmente está loco.

Pero ¿cuál es la situacion moral del individuo, si realmente ha verificado su viaje? ¿se resigna á su suerte? ¿puede arrastrarse en las miserias de una vida prosáica, despues de haber sido deslumbrado por esplendores indecibles?

Pero nó, la razon le resiste á aceptar el viaje de Nic-Nac, que quizá no ha sido sino una de aquellas largas inspiraciones cuyos elementos se elaboran en un éxtasis profundo, y el pobre soñador, el desgraciado loco, no tendrá mas consuelo que el que le proporcione un fresco chorro de agua, en forma de ducha, para calmar los arranques de su Mania planetaria.


Publicado el 31 de agosto de 2020 por Edu Robsy.
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