Libro gratis: La Mujer Gris
de Elizabeth Gaskell


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Cuento


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La Mujer Gris

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Edición física


Fragmento de «La Mujer Gris»

Parece ser que hubo algunos problemas que había soslayado mi cuñada, según supe después, por el hecho de que mis esponsales se celebraran fuera de casa. Mi padre y sobre todo Fritz querían que volviera al molino, que me prometiera allí y que me casara. Pero las Rupprecht y monsieur de la Tourelle insistieron en lo contrario; y Babette prefería ahorrarse todo el jaleo en el molino; creo que también le disgustaba el contraste entre mi espléndido matrimonio y el suyo.

Así que mi padre y Fritz fueron a los esponsales. Tuvieron que pasar dos semanas en una posada de Carlsruhe, al término de las cuales se celebraría la boda. Monsieur de la Tourelle me dijo que tenía asuntos que solucionar en casa, lo que le obligaba a ausentarse en el intervalo entre ambos acontecimientos; y yo me alegré mucho, porque creía que no apreciaba a mi padre y a mi hermano como a mí me hubiera gustado. Fue muy correcto con ellos; adoptó la actitud suave y solemne que había abandonado bastante conmigo; y nos alabó a todos, empezando por mi padre y madame Rupprecht y terminando con la pequeña Alwina. Pero se burló un poco de las anticuadas ceremonias religiosas en las que insistió mi padre; y supongo que Fritz debió tomar algunos de sus cumplidos por sátiras, pues advertí detalles que me indicaron que mi futuro marido, pese a todas sus cortesías, había irritado y molestado a mi hermano. Sin embargo, las disposiciones económicas fueron muy generosas y más que satisfactorias para mi padre, casi le sorprendieron. Hasta Fritz enarcó las cejas y silbó. Yo era la única que no se preocupaba por nada. Estaba hechizada, como en un sueño, una especie de desesperación. Era tan tímida y tan débil que me había metido en una trampa de la que no sabía cómo salir. Durante aquellos quince días me aferré a los míos como nunca. Sus voces y su forma de ser me parecían completamente entrañables y familiares comparadas con la coacción en que había estado viviendo. Podía hablar y hacer lo que quisiera sin que madame Rupprecht me corrigiese o monsieur de la Tourelle me reprendiera de forma obsequiosa y delicada. Un día le dije a mi padre que no quería casarme, que prefería regresar al viejo y querido molino. Pero me pareció que él consideraba mis palabras de una negligencia tan grande como si hubiese cometido perjurio; como si, después de la ceremonia de esponsales, nadie tuviera ningún derecho sobre mí más que mi futuro marido. Sin embargo, me hizo algunas preguntas serias; pero mis respuestas no me beneficiaron en nada.


67 págs. / 1 hora, 58 minutos.
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Publicado el 19 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.


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