Descargar ePub «Carta a la Juventud», de Émile Zola

Ensayo, Crítica


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  Ensayo, Crítica.
41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 174 KB.
23 de marzo de 2017.


Fragmento de Carta a la Juventud

Llego a un segundo tema. Ruy Blas, se ha dicho, es un vuelo en lo ideal; de ahí provienen todo tipo de efectos preciosistas: engrandece las almas, impulsa a las buenas acciones, refresca y reconforta. ¡Qué importa si no es más que una mentira!, nos eleva por encima de nuestra vida vulgar y nos conduce a las cimas. Lejos de las inmundas obras del naturalismo, se respira. Llegamos aquí al punto más delicado de la discusión. Sin tratarlo todavía a fondo, veamos lo que contiene Ruy Blas de virtud y de honor. En principio, es necesario dejar de lado a don Salluste y a don César. El primero es Satán, como dice Victor Hugo; en cuanto al segundo, a pesar de su caballeresco respeto hacia la mujer, es de una moralidad dudosa. Pasemos a la reina. Esta reina actúa bastante mal al tener un amante; sé muy bien que se aburre y que su marido comete la equivocación de cazar demasiado; pero, en verdad, si todas las mujeres que se aburren tuvieran amantes, habría adulterios en cada familia. En fin, he aquí a Ruy Blas, que no es más que un estafador que, en la vida real, pasaría por la audiencia criminal. ¡Y este lacayo ha aceptado a la reina de manos de don Salluste!; consciente en tomar parte en este engaño que debería aparecer, a los ojos del espectador, como una actitud cobarde, puesto que don César, el mendigo, el amigo de los ladrones, en dos soberbias intervenciones, la ha censurado resueltamente; y hace más, roba un nombre que no es el suyo. Luego lleva este nombre durante un año, engaña a una reina, a una corte, a todo un pueblo; y se hace culpable de estas vilezas para consumar un adulterio; ¡y comprende tan bien su propia alevosía, la bajeza de su conducta, que acaba por envenenarse! ¡Este hombre no es más que un licencioso y un estafador! Mi alma no se engrandece en absoluto con su compañía. Diría incluso que a mi alma la salpica el asco, pues voy, a pesar mío, más allá de los versos del poeta, puesto que quiero restablecer los hechos y darme cuenta de lo que no me enseña; y entonces veo a este lacayo en los brazos de esta reina, y esto no es limpio. En el fondo, Ruy Blas no es más que una monstruosa aventura que huele a boudoir y a cocina. Victor Hugo ha sabido colocar su drama en el azul del lirismo, pero la realidad que se encuentra por debajo de este lirismo es infame. A pesar del aleteo de los versos, los hechos se imponen, esta historia no es solamente loca, es obscena; no impulsa a las buenas acciones, puesto que los personajes no comentan más que suciedades y bajezas; no refresca ni reconforta porque empieza en el fango y termina en la sangre. Éstos son los hechos. Ahora, si pasamos al verso, es cierto que a menudo expresan los más bellos sentimientos del mundo. Don César hace frases sobre el respeto que se debe a las mujeres; la reina hace frases sobre lo sublime del amor; Ruy Blas hace frases sobre los ministros que roban al Estado. ¡Siempre frases, tantas como se quieran! ¿Acaso los versos eran los únicos encargados del engrandecimiento de las almas? ¡Dios mío!, sí, y ya estamos donde quería llegar: se trata solamente de una virtud y de un honor de retórica. Pone todo el romanticismo, todo el lirismo en las palabras. Son palabras hinchadas, hipertrofiadas, que estallan bajo la exageración barroca de la idea. El ejemplo no es asombroso: en los hechos, demencia y bajeza; en las palabras, pasión noble, orgullosa virtud, honestidad superior. Todo ello no se basa en nada; es una construcción de lengua edificada en el aire. Esto es el romanticismo.

Carta a la Juventud

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