Colección de 43 cuentos de temática rural y ambientados principalmente en la Galicia rural que tan bien conocía la autora. Incluye los siguientes títulos:
- Las medias rojas
- Un poco de ciencia
- Sin querer
- La Corpana
- Lumbrarada
- La advertencia
- Obra de Misericordia
- Bajo la losa
- Milagro natural
- La casa del sueño
- Entre humo
- La señorita Aglae
- El pañuelo
- El legajo
- Como la luz
- El último baile
- So tierra
- Madrugueiro
- «La Deixada»
- Antiguamente
- Atavismos
- En silencio
- Bohemia en prosa
- Reconciliados
- La salvación de don Carmelo
- Episodio
- Ofrecido
- La soledad
- Eterna Ley
- El escondrijo
- Los adorantes
- Contra treta...
- «Santi Boniti»
- Responsable
- El vidrio roto
- El invento
- La hoz
- El sonar del río
- Racimos
- La guija
- El aire cativo
- Dios castiga
- La ganadera
Mi vida había sido azarosa, una serie de trabajos y privaciones,
luchas y derrotas crueles. A mi alrededor, todo parecía marchitarse
apenas intentaba florecer. Dos veces me casé, y siempre el malhadado
sino deshizo mi hogar. En varias carreras probé mis fuerzas, y aunque no
puedo decir que no carezco de aptitudes, es lo cierto que, por una
reunión de circunstancias que parecía obra de algún encantador maligno,
mientras veía a los necios y a los menguados triunfar, yo quedaba
siempre relegado al último término, frustrados mis intentos, en ridículo
mis propósitos. Se creyera que existía algún decreto de la suerte loca
para que todo se me malograse, todo se me deshiciese entre las manos. Y
así, por las asperezas de tantas decepciones, llegué a no interesarme en
nada, a concebir, no misantropía, sino algo peor, repulsión completa a
todas las casas. No existía en lo creado fin que me pareciese digno de
interés, que produjese en mí una impresión de simpatía, un movimiento de
gozo. Evocar recuerdos era para mí equivalente a registrar un
cementerio, deletreando en las lápidas nombres de gentes que hemos
amado. Ni el pasado ni el presente, ni menos ese enigma que se llama el
porvenir, lograban arrancarme de la cárcel de mi pesimismo infecundo;
porque hay un pesimismo de ajenjo, que entona y vitaliza; pero el mío
era un caimiento de ánimo, no una absorción; no mística a la indiana,
sino desesperada y abatida. Ni deseos, ni propósitos, ni reacciones de
sensibilidad. Sin embargo... Así como en las regiones polares, aún bajo
el hielo, alguna saxífraga o algún liquen ha de brotar en primavera, en
la desolación de mi espíritu, flotaban jirones de una ilusión. Todavía
deseaba yo algo... Y este algo era una nimiedad, absolutamente
sentimental, pero exaltada, creciente, nimbada por esa luz que rodea a
los períodos de la vida que pertenecieron a la primera edad: la luz de
nuestra aurora...
195 págs. / 5 horas, 41 minutos.
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Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.
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