Libro gratis: Mansegura
de Emilia Pardo Bazán


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Cuento


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Mansegura

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Fragmento de «Mansegura»

—¡A largas tierras, largos engaños! Si el Viajante no cierta a poner claro lo que es ese coche de Judas, vos lo aclararé yo, ¡careta!, vos lo aclararé yo. ¿Vístedes vos el camino de fierro?

—Yo, no... yo, no...

—Yo, sí, cuando me llamaron a declarar en Auriabella...

—Pues igual viene a ser. En trueco de caballos lleva dentro un maquinismo, a modo de reló... Y el maquinismo, ¡careta!, es lo que empuja.

A su vez el Viajante, con desprecio:

—Pero ¿tú no sabes que el tren va por carriles, y esta endrómena por todas las carreteras, hom? ¿Qué tiene que ver lo negro con lo blanco?

—Pues a ver entonces, ¡careta!, en qué consiste.

—En eso.

—Y eso..., ¿qué es?

—Que va, ¿estamos?, por onde se le entoja —declaró enfáticamente el tío Manuel, echando a andar en busca de su yegua.

No quería el tratante esperar a que atardeciese, que es mal negocio para quien lleva dinero en la faja; pero urgíale sobre todo evadirse de aquel interrogatorio comprometedor para su fama de sabiduría universal. Jácome, encogiéndose de hombros, mofándose, tiró de su pequeñuelo, su Rosendo, Sendiño, y se dispuso a emprender también la vuelta a la aldea. No tenía en el mundo más que aquella criatura: su mujer, hallándose recién parida, había muerto a consecuencia del susto de ver entrar a los civiles, que venían a prender al marido por sospechas de no sé qué alijo de tabaco y sal. Solo en la tierra con el chiquillo, Jácome le crió sabe Dios cómo; y ahora se le caía la baba viendo despuntar en Sendiño, a los seis años mal contados, otro cazador, otro merodeador, sin afición alguna al trabajo lento y metódico del labriego, fértil ya en ardides y tretas de salvaje para sorprender nidos y pajarillos nuevos, para descubrir dónde ponen las gallinas del prójimo y aun para engolosinarlas echándoles granos de maíz, hasta atraerlas a la boca del saco. El padre estaba embelesado con tal retoño, y le enseñaba nuevas habilidades cada día. Era la criatura lo único que despertaba en Jácome, bajo la dura coraza metálica que revestía su corazón, palpitaciones de humana ternura.


4 págs. / 8 minutos.
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Publicado el 14 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.


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