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¡Oh queridísimo Héctor! Sin reparo, yo amaba juntamente contigo, siempre que Cipris te hacía cometer alguna falta, y mi pecho lo he ofrecido muchas veces ya a tus bastardos, para no producirte ninguna amargura. Haciendo esto me atraía a mi esposo con mi virtud. Pero tú, por resquemor, ni siquiera permites que una gota de rocío del aire libre se acerque a tu esposo. No quieras, mujer, aventajar en pasión por los hombres a la que te dio a luz. Es necesario que los hijos que tienen sensatez eviten las maneras de sus malvadas madres.
CORIFEO. —Señora, en tanto en cuanto te sea fácil, déjate convencer para llegar a un acuerdo con ésta en tus razonamientos.
HERMÍONE. —¿Por qué dices frases tan solemnes y pretendes un certamen de palabras, como si tú fueras sensata, y mis quejas insensatas?
ANDRÓMACA. —Así lo son, por cierto, al menos en los razonamientos en que ahora estás.
HERMÍONE. —Tu sensatez que no habite en mí, mujer.
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Publicado el 15 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
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