EL SEMICORO:
Ya lo veo; abrasa con su fuego al horrible Mimas. Y Bromio o Dioniso, que da muerte a uno de los hijos de la Tierra con sus débiles férulas, coronadas de yedra. (Júntanse los dos semicoros.)
EL CORO (a Ion, que está a la puerta del templo):
A ti digo, que estás a la puerta del templo, ¿pueden mis blancos pies pisar sus umbrales y entrar?
ION:
No es lícito, ¡oh extranjeras!
EL CORO:
¿Ni oiré de tu boca palabra alguna?
ION:
¿Qué quieres oír?
EL CORO:
¿Es verdad que el templo de Febo está en el centro de la Tierra?
ION:
Sí, adornado de guirnaldas y cerca las Gorgonas.
EL CORO:
Así dice también la fama.
ION:
Si delante del templo derramasteis sangre, y deseáis saber algo de Febo, entrad en los atrios; pero si no habéis sacrificado ovejas, no penetréis en la nave.
EL CORO:
Ya sé lo que debo hacer: no desobedeceremos las órdenes del dios, y se deleitarán nuestros ojos examinando por el templo.
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