Conocida también como "Las Báquides" (Βάκχαι) es una tragedia de Eurípides datada en el año 409 a. C. y representada póstumamente, en el 405.
El dios Dioniso es hijo de Zeus y una mortal, Sémele, hija a su vez de Cadmo, el rey fundador de Tebas. Tras sus viajes por toda Asia Menor, Dioniso ha llegado cubierto con una piel de cabrito a Tebas, ciudad en la que se niega su condición de dios, acompañado por una comitiva de adoradoras formada por bacantes (adoradoras humanas) y ménades (ninfas de las fuentes).
Las hermanas de Sémele difundieron el rumor de que ella se había acostado con algún mortal y Zeus la había fulminado por haberse inventado la historia de que se había acostado con él. Como castigo, Dioniso las hizo enloquecer y ahora practican también los ritos dionisíacos como bacantes. El rey Penteo, nieto de Cadmo, tampoco le ofrece libaciones. Dioniso ha llegado con la intención de demostrar que es un dios.
Antístrofa 3.ª — ¡Oh templo de los curetes y santuarios divinos de Creta!, en donde Zeus celebra su natalicio, y en donde los coribantes, llevando en las cavernas su casco de triplicado cuero, inventaron en honor mío este círculo, cubierto de estirada piel, y mezclaron sus clamores báquicos con el dulce sonido de las flautas frigias, y lo entregaron a la madre Rea, formando coro con los alaridos de las bacantes; y los sátiros furiosos lo obtuvieron de la madre diosa y lo llevaron a los coros de las trietérides, con los cuales se deleita Dioniso.
Epodo. — Y se alegra cuando en los montes, dejando los ágiles coros, se recuesta en tierra, llevando el vestido sagrado del cervatillo, o persigue a los ciervos y goza en agrestes festines, recorriendo las cumbres de la Lidia y de la Frigia, y Bromio es el primero que cantó Evohé. Mana leche la tierra, mana vino, mana néctar de abejas, y parece perfumado el aire con el incienso sirio. El mismo Dioniso, con el rostro alumbrado por la negra antorcha de la férula, precipita su carrera, alienta a los coros errantes, y excitándolos con sus clamores, esparce al aire sus bellísimos cabellos. Al mismo tiempo, y con grandes alaridos, dice así: «Andad, bacantes; andad bacantes, delicias del Tmolo, que arrastra el oro, cantad a Dioniso, celebrad al dios con los tambores sonoros, gritando Evohé con gritos y clamores frigios, cuando la flauta de dulce sonido toca las sagradas danzas que celebran corriendo en el monte, en el monte». Gozosa la bacante, como el potrillo que pace la hierba con su madre, mueve en las danzas su pie ligero.
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Publicado el 13 de julio de 2025 por Edu Robsy.
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