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Teatro, Tragedia, Tragedia griega.
38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 203 KB.
13 de julio de 2025.
La acción pasa en Tebas.
Se ve en el teatro el palacio de Penteo, y a un lado ruinas, de las cuales sale humo de tiempo en tiempo. Cércalas una empalizada, y entretejida en ella una vid frondosa.
DIONISO:
A esta tierra tebana he venido yo, Dioniso, hijo de Zeus, a quien Sémele, hija de Cadmo, dio a luz en otro tiempo, ayudándola en su parto el rayo del cielo; de dios hecho hombre, hállome ahora junto a la fuente de Dirce y las aguas del Ismeno. Y veo inmediato a este palacio el sepulcro de mi madre, herida por el rayo, y las ruinas de su regia morada, cuyo humo anuncia la llama viva del divino fuego y el odio perpetuo de Hera. Pero alabo a Cadmo, que ha hecho inaccesible este lugar sagrado, convirtiéndolo en santuario de su hija, y yo le doy sombra por todas partes con los frondosos racimos de la vid. Y dejando los campos de los lidios, ricos en oro, las abrigadas llanuras de los frigios y los persas, las ciudades de los bactrianos, y después de recorrer el país de los medos, de áspero cielo, la Arabia feliz y toda el Asia que yace junto al mar salado en donde se ven ciudades populosas y bien defendidas por torres, habitadas a un tiempo por griegos y bárbaros, me he acercado primero a esta ciudad griega, después de establecer allí mi culto y mis fiestas, para que los hombres me adoren. Tebas es la primera ciudad griega que ha acudido a mi llamamiento, dando alaridos, cubiertos sus habitantes con una piel de ciervo y llevando en sus manos el tirso, dardo adornado de hiedra, porque las hermanas de mi madre, por su interés particular, negaban que yo, Dioniso, fuese hijo de Zeus, y afirmaban que Sémele me había concebido de algún mortal, atribuyendo a Zeus la falta a instigación de Cadmo, y que por eso repetían que el rey de los dioses le había dado muerte, alegando falsamente que la amase. Así es que yo, inspirándoles mis furores, las he obligado a abandonar su residencia, y delirantes habitan en el monte, adornadas con mis sagradas insignias; a todas las mujeres de los cadmeos, ya adultas, víctimas de mis furores, he arrebatado de sus casas, y mezcladas con las hijas de Cadmo, se hallan a la intemperie en las alturas bajo los verdes abetos. Conviene que esta ciudad, aunque no quiera, reconozca que ignora mis misterios, que defiendo a mi madre Sémele, y que, como dios, me he aparecido a los mortales después de engendrarme Zeus. Cadmo hizo heredero de su dignidad y de su imperio a Penteo, hijo de su hija, que rechaza mi culto y me niega las libaciones, y no se acuerda de mí en sus preces. Yo le probaré, pues, y a todos los tebanos, que soy dios. A otra región, fundado aquí mi culto, pasaré después, en donde haré lo mismo. Y si la ciudad de los tebanos, enfurecida, quiere obligar a las bacantes a abandonar el monte, daré la batalla al frente de las ménades. Con este objeto he trocado en humana mi divina naturaleza, revistiendo la forma mortal. Así, ¡oh mujeres!, mis amigas, que dejasteis el Tmolo, baluarte de la Lidia, y desde las naciones bárbaras habéis sido mis compañeras y auxiliares en tan larga peregrinación, levantad los tímpanos usados entre los frigios, invención mía y de la madre Rea, y encaminándoos al regio palacio de Penteo, tocad a vista y presencia de la ciudad de Cadmo. Yo danzaré también en los coros de las bacantes, dirigiéndome ahora a las alturas del Citerón, en donde se hallan.