ENEAS:
¿Por qué los vigilantes nocturnos, ¡oh Héctor!, atravesaron aterrados el ejército, dirigiéndose a tu tienda, e interrumpen con sus murmullos el silencio de la noche, y todo lo alborotan?
HÉCTOR:
Ármate, Eneas.
ENEAS:
Pero ¿qué hay? ¿Se dice, acaso, que los enemigos preparan algún ataque nocturno?
HÉCTOR:
Huyen y suben a las naves.
ENEAS:
¿En qué señal cierta te fundas?
HÉCTOR:
Toda la noche están encendidas sus hogueras, y paréceme que no aguardarán a mañana, sino que validos de ellas huirán desde aquí a su patria en sus naves, bien provistas de remos.
ENEAS:
¿Y qué piensas hacer armado contra ellos?
HÉCTOR:
Detendré con mi lanza a los fugitivos y a los que se refugien en las naves, y seré su azote; es vergonzoso para nosotros, y perjudicial además de vergonzoso, que cuando Dios lo permite dejemos escapar sin combatir a los enemigos que tantos males nos han causado.
ENEAS:
¡Ojalá que fueses tan prudente como esforzado!; pero la Naturaleza no concede a todos iguales dones, que a cada cual da el suyo, y así como a ti te concedió el de pelear, a otros el de obrar con cordura. Tú, oyendo hablar de las hogueras, diste ya por cierto que emprendían la fuga los griegos, y quieres sacar al campo el ejército y atravesar los fosos en medio de la noche. Y si lo consigues, a pesar de su profundidad, y no encuentras a tus enemigos fugitivos sino esperando el empuje de tu lanza, ¿no volverás aquí vencido? ¿Y cómo, en verdad, pasarás las empalizadas si eres derrotado? ¿Y cómo atravesarán los puentes los de los carros sin que se rompan los radios de las ruedas? Y aunque venzas, vendrá a su socorro el hijo de Peleo, que te impedirá incendiar las naves y exterminar a los griegos como presumes, que es fogoso guerrero y está orgulloso con su fuerza. Dejemos, pues, dormir tranquilo al ejército junto a las armas, descansando de sus bélicas fatigas; yo creo que debe enviarse un explorador al campamento enemigo, sea el que quiera, y si huyen, en efecto, que les sigamos y ataquemos a los argivos; y si estas hogueras encubren algún engaño, resolveremos lo que ha de hacerse después que el explorador lo averigüe. Tal es mi parecer, ¡oh rey!
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