Un Veterano

Federico Gana


Cuento


Don Pantaleón Astudillo había sido teniente de guardias nacionales. A la edad de cincuenta años, durante la revolución de 1891, sintió, de súbito, despertarse en él la ambición de las glorias militares. Entonces, abandonando la cigarrería de “El Cañonazo”, situada en la calle del Puente, única herencia de sus padres, fue a ofrecer sus servicios al veterano general Barbosa. Le dijo: —General, vengo a ofrecer a Ud. mi vida y a pedirle una espada para defender el orden —frase que le costara largas y angustiosas meditaciones.

Se le dio el grado de teniente. En la sangrienta batalla de Concón, el capitán que mandaba la compañía a que el teniente Astudillo pertenecía, observando que, durante lo más recio de la acción, éste permanecía inmóvil de bruces sobre la tierra, le preguntó:

—Teniente, ¿está herido?

Don Pantaleón buscóse nerviosamente por todo el cuerpo una herida, y al no hallarla, exclamó con dolorido acento, sin alzarse del suelo:

—¡Qué faltará, mi capitán, para que me peguen un balazo...!

Don Pantaleón, después de terminada la contienda civil, se retiró ileso a su antigua y acreditada cigarrería y allí no habla, desde entonces, a sus numerosas relaciones, sino de batallas, de heridos, de sangre... Su conversación parece encenderse con la descripción de sus pasadas proezas, y como ya no puede ponerse su glorioso traje militar, ha vestido con uno igual al más pequeño de sus hijos, con el que, todos recuerdan, se paseaba gallardamente en los días de fiestas.

Ahora, don Pantaleón es un anciano triste, desengañado. Durante la gran guerra mundial, veíasele de continuo con las gruesas antiparras de hierro colado y un compás, siguiendo minuciosamente sobre el mapa, cubierto de banderillas, las operaciones militares. Los visitantes, los amigos, los viejos compradores de la acreditada cigarrería, contemplan con silencioso respeto la marcial figura del viejo veterano, entregado a estos cálculos y ya impotente por los años; y a la hora de la sobremesa, rodeado de numerosos comensales, excitado por algunas copas de buen vino, don Pantaleón suele exclamar con un hondo suspiro:

—¡Ah! Si la edad me hubiese permitido asistir a estos grandes combates, entonces me habrían visto ustedes.


Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.
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