Descargar edición dislexia del libro «La Corruptora y la Buena Maestra», de Fernán Caballero

Novela corta


Descargar gratis el libro «La Corruptora y la Buena Maestra» de Fernán Caballero en una edición especial que facilita la lectura a personas con dislexia.

Esta edición especial del ebook gratuito del libro de Fernán Caballero «La Corruptora y la Buena Maestra» utiliza la fuente OpenDyslexic, que mejora la experiencia de lectura por parte de personas que padecen de dislexia. Esta edición se puede leer desde cualquier dispositivo: ordenadores, tablets y smartphones. También permite su impresión en papel para disponer de una edición física.

Este texto, publicado en 1868, está etiquetado como Novela corta.


  Novela corta.
43 págs. / 1 hora, 16 minutos / 200 KB.
11 de mayo de 2019.


Fragmento de La Corruptora y la Buena Maestra

—¡Es lo que me queda que oír! —exclamó indignada doña Pepita—. ¡Desollar! ¡Perder una el capital que tiene que emplear en montar una decente casa de huéspedes, los que en ellas se creen todo permitido y lícitas todas las exigencias, teniendo cada cual diferentes gustos, y si son extranjeros, no digo nada! Estos lo quieren todo guisado con manteca de Flandes, lo que no gusta a los de por acá, y menos si son andaluces, que todo lo quieren guisado con aceite. En una ocasión tuve un huespedito francés; era pintor y se decía artiste, lo que en su tierra por lo visto quiere decir guasón, porque así lo llamaba otro huésped andaluz. Éste no se cansaba nunca de hacerme todos los días la misma pregunta, que era si estaba en Madrid muy caro el aceite, pues para lechuza no tenía precio mi andaluz. Un día en que les puse una pescada cocida, recordando la peregrina pregunta de mi andaluz, al aliñarla la eché abundantemente aceite; aquel día no se presentó éste a la hora de comer, y serví al francés la pescada. De allí a poco oí una voz lastimera que me llamaba: «¡Madama Pipelet, madama Pipelet!», que era como me nombraba, porque decía que a las Pepas así se les decía en su tierra. Acudo, y dejo a la consideración de usted cómo me quedaría, y el asombro que se apoderó de mí, cuando me encuentro el comedor a obscuras, con todas las puertas y ventanas cerradas como a media noche. Sobre la mesa estaba mi pescada, acostada en su plato como en un ataúd, y todo alrededor de ella, en el aceite, ardiendo, cuantas mariposas había hallado el dichoso niño en una cajita que yo guardaba en el cajón de la mesa.


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