No hay más información sobre el texto «Pobre Gente».
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Al principio me asociaba yo —no obstante ser yo una mujercita— a todas las jugarretas que Sascha tramaba contra él, y, a veces, nos estábamos deliberando horas enteras acerca del modo de embromarlo y poner a prueba su paciencia. Resultaba enormemente grotesco cuando se enfadaba y nosotras queríamos divertirnos a su costa. (Todavía hoy me avergüenzo yo cuando le recuerdo). En una ocasión lo excitamos tanto, que al pobre se le saltaron las lágrimas, y yo le oí murmurar entre dientes estas palabras: «¡No hay nadie más cruel que un niño!». Aquello me dejó confusa; por primera vez se despertaba en mí algo como vergüenza, pesar y compasión. Me puse encarnada hasta las orejas, y casi con lágrimas en los ojos supliquéle que no tomase a mal nuestras groseras bromas; pero él cerró el libro y se fue a su cuarto sin terminar la lección.
Todo aquel día me estuvo atormentando el remordimiento. La idea de que nosotras, unas chicas, le hubiéramos hecho encolerizarse a él hasta derramar lágrimas, se me hacía insoportable. ¡De modo que sólo nos habían tentado sus lágrimas! ¡Que nos habíamos complacido en excitar su irritabilidad, seguramente morbosa! ¡Y habíamos conseguido, por fin, acabar con su paciencia! ¡Habíamos obligado al pobre chico a sentir todavía más lo desdichado de su triste condición!
193 págs. / 5 horas, 38 minutos.
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Publicado el 31 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
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