El hombre estaba con prisa, pues un herido al costado del camino esperaba por su ayuda. Pero antes tendría que convencer a su esposa de que no era otra excusa para escaparse a la taberna del viejo Piotr.
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—Si me doy prisa, cuando llegue todavía habrá un poco de luz. Lo dijo con la atención puesta en los cartuchos que metía en los caños del arma, no en lo que su esposa le preguntaba. Así que ella se acercó a él con las manos en la cintura, los ojos achicados y la jeta fruncida, y reiteró la pregunta:
—¿Que qué clase de animal supones que vas a cazar a esta hora, te he preguntado?
—Un buitre —respondió, apuntando hacia arriba a un buitre imaginario.
—¡¿Un buitre?! ¿Y para qué quieres cazar un buitre, acaso se comen esos bichos asquerosos? La esposa estaba convencida, que eso de matar un buitre, era otro invento suyo para escaparse a la taberna del viejo Piotr para emborracharse con sus amigotes de farra.
—Que yo sepa, no conozco a nadie que haya comido uno —contestó, al tiempo que se echaba el arma al hombro.
—¿Y entonces, para qué vas a cazar uno? ¿No estarás queriendo engañarme para irte a emborrachar con tus amigotes a la taberna del viejo Piotr, no?
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Publicado el 22 de octubre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
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